“Las elites putrefactas del gran capital solo
generan contra-reformas armónicas a sus drásticos procesos de
acumulación y concentración de poder en todos los órdenes, al tiempo que
procurar subvertir todo cambio fuera de su control.”
La imperiosa necesidad de enfrentar la brutal contraofensiva
imperialista contra los procesos políticos hacia la nueva independencia
de nuestra América no resiste la más minina duda: este tema debe
colocarse en el centro del accionar de las fuerzas transformadoras del
continente y del mundo.
Y en ese centro, la defensa del proceso hacia la revolución en
Venezuela -confrontada a la estrategia de desestabilización, golpe
violento e invasión- debe ocupar un lugar señero.
Ahora bien, los perversos logros de ese accionar
imperialista-neofascista deben sí mover la reflexión sobre las
vulnerabilidades de los procesos emprendidos y las debilidades que han
facilitado el contra-ataque imperial en su denominado “patio trasero”.
No es de revolucionarios/as asumir la conducta del avestruz frente a
realidades que merecen ser subsidiariamente abordadas, ni respecto a
concepciones y actitudes que deben ser superadas.
Los reveses registrados en el campo de la muy diversa oleada de
cambios impugnados por los EEUU y aliados, nos convocan también a esa
reflexión con el exclusivo interés de que los nuevos resultados de las
nuevas resistencias y ofensivas populares posibiliten la superación de
esas debilidades.
La declinación de gobiernos denominados progresistas, reformadores,
de izquierda o centro-izquierda, la variedad de golpes de Estado
regresivos (con o sin cobertura electoral) ya ejecutados en Honduras,
Paraguay, Argentina, Ecuador, Perú y Brasil… y los intentos de
insurgencias ultra-derechistas violentas en Nicaragua son muy
significativos; aunque de ninguna manera equivalen a otro “fin de la
historia” ni a una “clausura” de la oleada de cambios iniciada a final
del siglo XX y principio del XXI; mucho menos implica el cierre del
prolongado ciclo histórico por la nueva independencia y el socialismo
que inició en nuestra América el triunfo de la Revolución Cubana.
Ahora, a esa cadena de reveses se suma, luego de los alentadores pero
frágiles avances registrados en México, la derrota poco analizada del
FMLN en el Salvador; y el reto de los renovados esfuerzos de la reacción
mundial por revertir el proceso bolivariano en Venezuela, apuntando
también contra con más descaro que antes contra Bolivia, Cuba y
Nicaragua.
* Realidades inocultables.
Cierto que las fuerzas de la contra-reforma y la contra-revolución a
cargo del imperialismo occidental encabezado por EEUU han arreciado su
contra-ofensiva sin que ello signifique la derrota definitiva del
periodo post-neoliberal, aunque al mismo tiempo se nos presentan nuevos y
enormes desafíos respecto a las implicaciones del impulso neofascista
que le imprime la administración TRUMP.
Estamos más bien en el curso de una fase de cierta agotamiento, con
marcada pérdida de legitimidad popular de una parte de sus productos
gubernamentales y estatales, y sus impulsos ascendentes; con variados
niveles
de desgastes de las fuerzas políticas sustentadoras de esos procesos,
que exhibiendo logros importantes en cuanto a reconquista de la
independencia, reformas y programas sociales de diversos calados, han
obviado transformaciones estructurales a favor de la socialización de la
propiedad, de la economía, el poder y la cultura, imprescindibles para
desmontar el neoliberalismo y consolidar la soberanía en todos los
órdenes..
• Causas del repliegue imperialista hacia su “patio trasero” y del debilitamiento de los procesos autónomos.
El fortalecimiento y actualización de la contrapartida reaccionaria
ha sido una variable manejada por los centros de inteligencia militar,
política, psicológica e ideológica del imperialismo occidental
hegemonizado por EEUU y sus fuerzas aliadas, con destacada actuación de
la inteligencia sionista y sectores neofascistas.
Esto se relaciona con el alto grado de repliegue de EEUU hacia su
denominado “patio trasero” en el contexto de los recientes cambios
registrados en la geopolítica mundial, evidentemente desfavorables a su
pretendida unipolaridad afectada por su pérdida de influencia en Europa
Oriental, Medio Oriente y Asia Central.
La unipolaridad de que tanto se habló luego del colapso de la URSS y
sus socios del Este Europeo, ha sido reemplazada por una multipolaridad
inestable en la que se registra una extraordinaria recuperación militar
de Rusia y un repunte de China Popular como potencia militar acompañada
de una fuerte tendencia a convertirse en primera potencia económica
mundial.
Por su parte, en nuestra América el desgaste de las fuerzas
gubernamentales a cargo de los promisorios procesos de cambios
emprendidos al finalizar el siglo XX e iniciarse el siglo XXI, ha sido
causado tanto por decisiones, límites y fenómenos propios de sus
gobiernos y Estados como por factores externos, que combinados y
confluyendo, lo han estancado, debilitado, degradado… aumentando a la
vez su vulnerabilidad frente a los planes desestabilizadores de factura
imperialista.
En el plano de los impactos procedentes del exterior hay que destacar
la evolución desfavorable de la crisis global del capitalismo y su
permanente manipulación traducida en el descenso dramático de los
precios del petróleo, crisis de los “comodities” y reducción de las
exportaciones suramericanas hacia China, Rusia e India.
En el orden interno han gravitado negativamente el predominio del
reformismo respecto a las transformaciones revolucionarias, la
preeminencia de los planes asistencialistas respecto a los cambios
estructurales y al imperioso incremento de la capacidad productiva, y
los retrasos en la modificación de las relaciones de propiedad y en el
traspaso del poder de decisión al pueblo, a sus movimientos y
comunidades de base.
No han faltado las distorsiones provocadas por la coexistencia de
reformas y programas sociales de corte anti neoliberal con políticas
públicas neoliberales en el marco de una prolongada y desgastante
cohabitación de una economía de Estado (que tiende a reproducir las
viejas prácticas paternalistas, clientelistas y burocrática, y fuertes
dosis de corrupción) con el accionar degradante de la gran burguesía
financiera, comercial, importadora y delincuente; siempre en detrimento
de la economía social y el poder popular y comunitario, incluso en casos
donde los cambios constitucionales y legislativo lo favorecen.
Esa coexistencia traumática -con expresiones variadas y diversas por
países- han frenado y desnaturalizado la fase post-neoliberal de los
cambios y ha ayudado a que la crisis global de un capitalismo usurero,
especulador, voraz y destructivo deteriore o reduzca avances alcanzados.
A la continuidad de un capitalismo privado local y trasnacional con
fuertes incidencias en esos escenarios nacionales, lumpen imperialismo y
lumpen capitalismo en fin de cuentas, le ha acompañado un nefasto poder
mediático-ideológico bajo control privado, permanentemente empleado
para reproducir anti-valores, alienar y desestabilizar a favor de las
contra-reformas; sin que los gobiernos agredidos se hayan decidido a
conjurar definitivamente esa afrenta, ampliando a la vez la libertad de
información y las posibilidades de debate desde un nuevo modelo de
comunicación social.
• La prisión impuesta a nuevas mayorías electorales por los viejos Estados y agotamiento de los nuevos procesos constituyente.
En el orden institucional una parte de los procesos de cambio se
montaron sobre la vieja institucionalidad burguesa y se acomodaron al
cerco que ésta impone, sin atreverse a reemplazarlas.
En otros casos se pusieron en marcha procesos constituyentes que
introdujeron cambios democratizadores de alta significación, pero que ya
presentan señales, más o menos contundentes, de agotamiento. Algo, por
ejemplo, que el propio Chávez percibió en Venezuela cuando argumentó
sobre la necesidad de un GOLPE DE TIMÓN que traspasara el poder del
Estado vigente a las comunas, construyendo un poder popular capaz de
“pulverizarlo” políticamente y de abolir el capitalismo.
Dentro de esos contextos no han faltado, en unos casos más en otros
menos, con algunas excepciones (¡Uruguay!), los procesos de
burocratización y corrupción que erosionan a los gobiernos, partidos y
lideres que lo protagonizan o toleran; contribuyendo así a la
recuperación de la derecha tradicional y/o a la conformación de nuevas
derechas alimentadas por la contra-revolución imperialista que apuesta a
reemplazar por cualquier vía todo lo que no esté bajo su absoluto
control, no importa su grado reformador.
Vale apuntar aquí que las reformas políticas y sociales esta vez no
han sido -como sucedía en tiempos remotos- iniciativas de las elites
capitalistas
hegemónicas, esencialmente neo-liberales, usureras, militaristas y
mafiosas, sino de actores sociales enfrentados desde hace tiempo a esas
cúpulas e impulsores del denominado post neoliberalismo.
Actores políticos y sociales que en diversos grados de profundidad -y
en algunos casos -acompañado de un interesante discurso
anti-capitalista y socialista- se ha quedado a medias; cohabitando con
el predominio del gran capital, retrocediendo incluso frente a él;
desgastándose por no decidirse a pasar de las reformas estancadas a la
revolución social y cultural, y del nacionalismo estatal ambiguo al
bolivarianismo y al internacionalismo revolucionario, consecuente,
popular…
Obsérvese que la desviación reformista incluye la declinación de la
visión internacionalista revolucionaria, la introversión en lo
nacional-estatal en casi todos los casos…hasta en el caso de las FARC-EP
en los diálogos de paz.
Es significativo como la “vuelta” a variantes de un keynesianismo
poco viable dentro del capitalismo financierizado y gansterizado, no ha
provenido de los centros de poder de la gran burguesía local y
transnacional de estos tiempos, de sus partidos y organizaciones
corporativas, sino de opciones políticas sustentadas por sectores de
capas medias y facciones liberales-burguesas más débiles, resistentes
todos al cambio revolucionario.
* Un capitalismo in-reformable para mejorías.
Las elites putrefactas del gran capital solo generan contra-reformas
armónicas a sus drásticos procesos de acumulación y concentración de
poder en todos los órdenes al tiempo que procurar subvertir todo cambio
fuera de su control.
La mezcla y superposiciones -compitiendo, enfrentándose y negociando-
entre los Estados gerenciados por esas especies de keynesianismo o
neo-socialdemocracia y el gran capital privado de la decadente era
neoliberal del capitalismo, tiende a bloquear y deformar las reformas
sociales y a tragarse las redistribuciones emprendidas; y esto, en medio
de la crisis global de un capitalismo altamente especulativo, voraz y
destructivo, arropa esa especie de neo-reformismo huérfano de
protagonistas y vanguardias política-sociales consistentes,
facilitándose así la revancha derechista.
De manera muy original, con este largo rodeo histórico, queda más
claro que antes que el capitalismo-imperialismo actual en plena fase de
endurecimiento, decadencia y putrefacción, es irreformable: no admite ni
soberanía nacional ni popular, ni siquiera reformas sociales
keynesianas; al tiempo que tiende a desplazar traumáticamente a los
nuevos actores políticos y sociales que intentan hacerlo, cual que sea
la timidez o profundidad reformadora puesta en práctica.
En los hechos una parte significativa de los partidos y movimientos
protagonistas de las reformas, enfrentados a los promotores
contra-reformas abandonaron, o frenaron progresivamente sus postulados
revolucionarios iníciales.
Esta combinación de factores ha determinado el desarrollo de una fase
de estancamientos, retrocesos, crisis, vulnerabilidades y decadencia de
los llamados cambios post neoliberales cuyos promotores no se
decidieron oportunamente a imprimirle a esos procesos una impronta
determinantemente anti-imperialista, anti-capitalista, antipatrialcal,
revolucionaria, socialista, latino-caribeña, internacionalista. Del
desgaste profundo se ha pasado a los golpes consumados y puntos de altos
riesgos.
Las expresiones de esos fenómenos de “retrocesos” y sus impactos son
tan variados como las características de los diferentes procesos
nacionales. Igual los niveles de agotamiento, los riesgos y las
posibilidades de sobrevivir sin rupturas a favor las derecha pro
imperialistas.
Es obvio también que las fuerzas del gran capital transnacional y
local, y las fuerzas políticas e ideológicas afines, han contado- no es
el caso de Venezuela y menos el de Cuba- en no pocos casos con medios y
poder para volverse a imponer temporalmente desplazando a los regímenes
que no controla.
Pero también es evidente que difícilmente logren estabilizar los
engendros que esa determinación genera. Esto así porque una cosa son los
gobiernos y partidos que logra derrotar y otra lo que todo este ciclo
histórico, en particular esta oleada de cambios, ha logrado generar en
las bases de estas sociedades.
* “Cuando va a amanecer la noche se torna más oscura”…
Una ola más profunda y radical que la anterior parece gestarse en el
seno de la que declina y de la que sensiblemente debilitada el
imperialismo y las derechas intentar revocar en toda su extensión.
Viejos y nuevos actores tienden a radicalizarse, mientras crece la
razón de que dentro del capitalismo y su dominación local y global no
hay mejorías estables por la vía reformista.
En Venezuela, por ejemplo, el terreno se torna más fértil para la
propuesta de un socialismo comunitario, que liquide el capitalismo
privado y supere el Estado Burocrático.
La crisis del sistema capitalista en su centro (EEUU), tiene
perspectivas imprevisibles en su contra a la luz de su crónica
decadencia en todos los órdenes, develada en mayor medida a raíz del
ascenso de Donald Trump al frente de su cúpula imperialista.
La democracia de calle y la insurgencia global generalizada
(entendida en toda su diversidad y amplitud), suma de insurgencias
locales, nacionales, regionales, parece ser la vía expedita para detener
y superar la destrucción y el caos que está generando: porque es vital
convertir en multitudinaria la indignación y potenciar la creatividad
necesaria para vencer un sistema capitalista-imperialista que es fuerte y
débil a la vez.
No son tiempos de repliegue revolucionario, sino de resistencias y
ofensivas transformadoras de lo pequeño y mediano a lo grande; puesta la
mira en la insurgencia global anti-capitalista imbuida de mucho
latino-americanismo e internacionalismo, de mayores confluencias y
coordinaciones, de combinación de la unidad en profundidad con la unidad
en amplitud. Nuevas vanguardias activas y pueblos movilizados
construyendo contra-poder para recrear su propia alternativa solidaria.