martes, 19 de marzo de 2019

La posposición de la elección en Argelia ‎y la bomba Brahimi, por Khalida Bouredji


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La posposición de la elección en Argelia ‎y la bomba Brahimi, por Khalida Bouredji


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Lakhdar Brahimi fue uno de los 10 miembros del Alto Consejo de ‎Seguridad que derrocó al presidente Chadli Benjedid en 1992, anuló las elecciones locales que ‎los islamistas acababan de ganar y puso en el poder a Abdelaziz Bouteflika. Brahimi tiene hoy ‎‎85 años y el propio Bouteflika –de 82 años– acaba nominarlo para presidir la Conferencia ‎Nacional que se encargará de la transición democrática, anunciada hace 20 años y tan ‎solicitada por la juventud argelina. ‎
En oposición con la realidad, agencias de prensa y televisoras argelinas e internacionales divulgaron ‎imágenes de manifestantes alegres y satisfechos luego de la difusión de «carta» atribuida al ‎presidente Abdelaziz Bouteflika [1], donde se anuncia que el actual presidente se retira de la carrera presidencial, la ‎posposición de la elección y una serie de cambios en la composición del gobierno. ‎
En realidad, miles de argelinos no pudieron contenerse y esperar al viernes para invadir las calles, ‎pero no para expresar alegría sino para protestar y rechazar «la carta». ‎
Una vez más, este presidente que, según la prensa, muestra un estado de salud satisfactorio y ‎regresó de Ginebra después de una serie de exámenes «de rutina», no apareció públicamente ‎sino que dirigió al pueblo un mensaje escrito de un millar de palabras donde anuncia:
- que no buscará un quinto mandato presidencial, debido a su edad y estado de salud;
- que no habrá elección presidencial el 18 de abril de 2019;
- la preparación de cambios en el gabinete ministerial;‎
- la organización de una conferencia nacional en la que participarán todas las corrientes políticas ‎para preparar reformas y un «cambio de régimen»;
- la convocación de elecciones nacionales en fecha no precisada;
- la formación de un nuevo gobierno nacional.‎

La argucia de la posposición
de la elección


El presidente Bouteflika asegura en esa carta que no tiene intenciones de competir por un quinto ‎mandato. Eso plantea una serie de interrogantes sobre los que hicieron campaña en nombre del ‎actual presidente, sobre la recogida de «6 millones» de firmas y sobre la presentación de su ‎candidatura. ‎
Bouteflika declara en la carta que su edad y su estado de salud no le permiten presentarse a la ‎elección, lo cual contradice decenas de declaraciones de ministros y de altos funcionarios del ‎Estado, del cuerpo diplomático y de jefes de Estado extranjeros, quienes aseguraron ‎repetidamente a los argelinos que Bouteflika estaba en condiciones de ejercer sus funciones –fue ‎eso lo que declaró, por ejemplo, el presidente de Francia Emmanuel Macron durante su reciente ‎estancia en Argel. ‎
Pero lo más importante es que la posposición de la elección presidencial se anunció un día antes ‎de que el Consejo Constitucional se pronunciara sobre la validez de los expedientes de ‎candidatura. ‎
Al poder no le preocupaban los millones de personas que participaban en las manifestaciones. ‎Esperaba que el Consejo Constitucional –cuya sumisión es notoria– aceptara la candidatura de ‎Bouteflika para anunciar que «las urnas» tendrían la última palabra. ‎
Los manifestantes dieron prueba de gran fuerza de voluntad durante la huelga general. Pero ‎no habrían podido modificar la decisión del poder si los magistrados no se hubiesen unido a ellos. ‎
Después de la concentración de abogados ante el Consejo Constitucional, un millar de juristas ‎se unieron a las manifestaciones, denunciaron las repetidas violaciones de la Constitución e ‎hicieron saber que no aceptarían ninguna decision que no correspondiese a lo que se estipula en las leyes y la Constitución. ‎
Esa posición modificó la correlación de fuerzas. Un quinto mandato sería una nueva violación de la ‎Constitución e implicaría igualmente represalias contra todos los cuadros nacionales que han ‎acompañado el movimiento, lo cual resultaría imposible sin la complicidad de los jueces. ‎
Es igualmente notorio el hecho que el «régimen» de Bouteflika sigue ignorando la Constitución ‎ya que ha decidido posponer la elección sin precisar fechas. El mismo día designó un nuevo ‎primer ministro, Noureddine Bedoui, artífice del quinto mandato y falsificador de 6 millones de ‎firmas. ‎
También creó un nuevo cargo, el puesto de viceprimer ministro, y lo puso en manos del ministro ‎de Exteriores, Ramtan Lamamra. Los conocedores estiman que hay dos facciones y que ‎no lograron ponerse de acuerdo para designar el primer ministro. ‎
Antes, el clan en el poder impidió que los periodistas se acercaran al presidente en Ginebra. ‎Divulgó imágenes de la salida de su caravana del hospital suizo donde se hallaba, de su llegada a ‎Argelia y de la caravana que lo llevó hasta la residencia presidencial, sin que se viese nunca ‎al presidente. ‎
Pronto saldrán imágenes a la luz pública. El avión que despegó del aeropuerto de Ginebra no es el ‎mismo que llegó a Argelia, las fotos de la llegada venían del aeropuerto internacional de Argel ‎pero –según varias fuentes– su avión privado aterrizó en el aeropuerto militar de Boufarik. ‎
El sistema ha seguido generando informaciones divulgadas por la televisora An Nahar, ‎al servicio de Said Bouteflika [hermano del presidente]. Se recurrió a una argucia al difundir ‎imágenes antiguas que muestran al presidente Bouteflika recibiendo al general Gaid Saleh (jefe del ‎estado mayor), al jefe del gobierno Ahmed Ouyahia y al ex diplomático Lakhdar Brahimi. Esas ‎imágenes, que según los conocedores fueron filmadas el 18 de octubre de 2017, fueron ‎transmitidas como si hubiesen sido captadas el 11 de marzo de 2019. ‎
Entre las prerrogativas constitucionales del presidente no está la posibilidad de detener el proceso ‎electoral. El objetivo de esta «carta» es abolir el proceso electoral y prolongar el ‎cuarto mandato sin consultar al parlamento ni acudir a las urnas. ‎

La bomba Brahimi


El régimen de Bouteflika no se irá sin tragarse Argelia. Lakhdar Brahimi –a quien los medios ‎árabes llaman al-Brahimi– ha sido convocado por el régimen para contentar a las masas. Muchos ‎creen que Lakhdar Brahimi proviene de la prestigiosa familia al-Brahimi, una familia militante que ‎fue portadora de la llama de la educación y la reforma en Argelia, en los años 1950. ‎
Pero Lakhdar Brahimi nada tiene que ver con esa familia prestigiosa sino que es hijo de una familia ‎que colaboró con el colonialismo francés. Su tío, quien también se llama Lakhdar Brahimi, estuvo ‎implicado en la masacre de Dechemia, en abril de 1948. Varios militantes independentistas, ‎incómodos para la carrera de ese tío –candidato de la administración colonial a las elecciones ‎‎“arregladas” por el célebre Marcel-Edmond Naegelen [2], acabaron siendo asesinados. ‎
El falso pasado revolucionario de Lakhdar Brahimi y su inmerecida reputación como diplomático ‎internacional deberían permitir aplacar la cólera del pueblo para que acepte a este personaje, que ‎sigue estando al servicio de Abdelaziz Bouteflika.‎
En materia de relaciones internacionales, Lakhdar Brahimi es el hombre de Estados Unidos. Fue ‎utilizado como elemento de distracción durante la destrucción de Siria por las potencias ‎occidentales y las monarquías árabes del Golfo [3]. Ramtan Lamamra es, por ‎su parte, un hombre de confianza del presidente de Francia. ‎
Son dos personajes que garantizan la preservación de los intereses de Estados Unidos y Francia, ‎los dos principales actores económicos que más ganancias obtienen en Argelia. ‎
El ministro francés de Exteriores no tardó en expresar su satisfacción ante ‎«la carta»‎ atribuida a ‎Abdelaziz Bouteflika. Anteriormente, el presidente francés Emmanuel Macron había calificado la ‎decisión expresada en ese documento de «razonable». ‎
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En agosto de 2014, el jefe de operaciones de la rama armada del FIS, ‎Madani Mezrag, fue autorizado a mantener un campo de entrenamiento en Argelia. En 2016, ‎Mezrag fue recibido oficialmente por Ahmed Ouyahia (justo antes de que este último fuese ‎nombrado primer ministro de Argelia) y luego desapareció de los medios. Ahora está ‎de regreso, con el supuesto consentimiento del presidente Bouteflika.
Lo que no saben muchos argelinos es que el presidente Bouteflika concedió al partido islamista ‎radical Frente Islámico de Salvación (FIS) –que tomó las armas contra el pueblo y el Estado de ‎Argelia a inicios de los años 1990– una serie de privilegios especiales en nombre de la ‎‎«Reconciliación Nacional». ‎
El FIS es una bomba de tiempo que Bouteflika ha estado escondiendo todos estos años para ‎intimidar a cualquier movimiento que se opusiera a su reinado. La opción se plantearía de la ‎siguiente manera: su régimen o el terrorismo. Eso equivale a tener que escoger entre la peste y ‎el cólera. ‎
La «Reconciliación Nacional» prevé una amnistía para los terroristas islamistas, autorizados a ‎volver a la vida civil pero no a la política. ‎
Madani Mezrag, uno de los dirigentes del Ejército Islámico de Salvación (AIS, siglas en francés) –la ‎rama armada del FIS– ha declarado que el presidente Bouteflika lo autorizó, en el marco de un ‎acuerdo particular, a realizar actividades políticas, a pesar de que su partido no es legal.‎
Existen numerosos partidos políticos –todos fieles al régimen y que actúan bajo su protección– ‎que lo aprueban incluso cuando viola las leyes. Aunque esos partidos tienen muchos miembros, ‎el régimen no cuenta con ellos: su arma secreta sigue siendo el FIS. ‎
Mezrag asegura que las leyes no le importan mientras exista un acuerdo entre él y el presidente ‎Bouteflika. Afirma que ese acuerdo está por encima de la Ley de Reconciliación Nacional. ‎Ha declarado que no se arrepiente de haber recurrido a las armas en los años 1990 porque su ‎partido era una víctima y que luchaba para «defender derechos robados», subrayando que ‎estaría dispuesto a hacerlo nuevamente si se impide a su partido regresar a la vida política. ‎
Eso fue hace 4 años pero Mezrag no ha reformado su partido ni ha iniciado ningún trámite ‎oficial. ‎
Está esperando el momento preciso… y es posible que haya llegado ese momento, sobre todo ‎porque actualmente respetar la ley no significa mucho en Argelia. ‎

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