Este artículo sitúa la crisis política y social francesa en el contexto
del momento histórico del capitalismo mundial, una dimensión casi
totalmente olvidada en la gran mayoría de análisis realizados sobre
Macron y el movimiento de los
chalecos amarillos, a pesar de que
ayuda a explicar la gravedad de la crisis en curso. La incapacidad de la
economía mundial para reemprender la senda del crecimiento más de diez
años después del estallido de la crisis económica y financiera de
2007-2008 refleja una avería del motor de acumulación de capital a largo
plazo. Esto se produce en el marco de la financiarización y la
globalización, es decir, la realización plena del
mercado mundial 1/ ,
y la globalización del capital en sus tres formas: capital productivo,
capital de mercado y capital monetario, que abrieron a partir de la
década de 1990 una fase específica de la historia del capitalismo como
una prolongación de la etapa imperialista
2/ .
Una de las características de la financiarización es la enorme brecha
existente entre la tasa de crecimiento de los derechos de giro sobre el
valor añadido producido y la de este último, medida por el producto
interior bruto (PIB) mundial. Para apreciar su magnitud disponemos de
algunos indicadores generales. En un artículo
3/ de diciembre de 2017 utilicé los del McKinsey Global Institute y del Banco de Pagos Internacionales (BPI) y en otro artículo
4/ ,
de noviembre de 2018, el de los bonos mundiales. Para situar mi
exposición, recuerdo aquí el indicador de McKinsey, que se refiere al
crecimiento en billones de dólares y en porcentaje del PIB mundial de
los derechos de giro sobre la plusvalía de quienes los poseen; a saber,
cuatro categorías principales de activos financieros: acciones, bonos
privados, títulos de deuda pública y líneas de crédito bancarias
remuneradas con intereses, estimadas a su valor de mercado (en el caso
de las acciones, la capitalización bursátil en las grandes plazas
financieras).
Desde
el comienzo de la financiarización, los derechos de giro sobre la
plusvalía han crecido a un ritmo impresionante: una tasa media compuesta
del 9% entre 1990 y 2007 con una fuerte aceleración en 2006 y 2007
(+18%). En 2007, la ratio de activos financieros respecto al PIB mundial
alcanzó el 376%. Los veinte años de crecimiento exponencial se
detuvieron con la crisis financiera de septiembre de 2008. Luego,
gracias en primer lugar a las inversiones en los
países emergentes,
y después al nuevo e intenso recurso al endeudamiento, retoma su curso
ascendente, aunque solo sea con lo que McKinsey llama “tasa anémica del
1,9%”.
Como muestra el gráfico 2, la tasa de crecimiento del PIB mundial es anémica. Este artículo trata principalmente de ello.
Capital monetario portador de intereses y capital productivo, dos procesos de acumulación distintos
Mi punto de partida es una observación realizada por Marx en el largo pasaje del Libro III de
El Capital,
editado por Engels, sobre “la división del beneficio entre interés y
ganancia empresarial”. Dicho pasaje incluye tres capítulos titulados
“Capital monetario y capital real”. El segundo comienza con una
observación casi anodina, según la cual “la transformación del dinero en
capital monetario crediticio es mucho más sencilla que la metamorfosis
del dinero en capital productivo”
5/ .
Hoy podemos prolongarla diciendo que es fácil identificar los
mecanismos que están en el origen del aumento de la masa de derechos de
giro sobre la plusvalía y su elevada tasa de crecimiento, pero más
difícil de explicar la lentitud del aumento de la propia plusvalía
mundial.
En lo tocante a los primeros, el proceso de
acumulación de capital monetario que busca revalorizarse en forma de
intereses, dividendos y ganancias especulativas ha incluido, sucesiva y
acumulativamente: 1) el mecanismo de reproducción continua de las deudas
públicas una vez contratadas (tanto las de los países semicoloniales
del Tercer Mundo como más tarde la de los países capitalistas
industrializados); 2) la centralización del ahorro salarial obtenido por
los sistemas de jubilación por capitalización (los fondos de
pensiones); 3) la colocación financiera, por parte de los ricos y los
muy ricos, de las rentas de la propiedad y del capital no consumidas y,
finalmente, 4) a partir de 1985, una afluencia cada vez más masiva de
los beneficios no reinvertidos de los grupos financieros de predominio
industrial (producción manufacturera y servicios), lo que los
economistas marxistas y los heterodoxos anglófonos denominan el
atesoramiento forzado (
corporate forced hoarding). La diferencia entre las dos curvas del gráfico 3 ilustra su amplitud. Más abajo se explica más extensamente su significado.
El proceso de acumulación de capital no es incorpóreo. Se materializa
en diferentes formas organizativas de gestión de fondos y fortunas
privadas y de administración de grupos financieros con predominio
industrial en sentido amplio (
grupos financieros no financieros).
Su propósito es asegurar los créditos y la regularidad del pago de
intereses y la distribución de tantos dividendos como sea posible a los
accionistas.
El movimiento del capital generador de plusvalía en periodo prolongado
En este artículo, el movimiento del capital generador de plusvalía nos
remite a un proceso más amplio que la evolución de la tasa de ganancia,
en la que algunos marxistas muy
productivos, en particular Michael Roberts, ponen el acento casi exclusivamente.
El
concepto de movimiento de capital productivo se refiere a las
oportunidades de inversión rentables que ocurren de manera concomitante
en una variedad de industrias y sectores de infraestructuras, con
inversiones que tienen fuertes efectos retroactivos y acumulativos entre
ellos. En la historia del capitalismo, estos momentos se sitúan en el
comienzo de lo que los marxistas llaman las
ondas largas de acumulación
6/ .
Han sido el resultado de importantes cambios tecnológicos (la primera y
la segunda revolución industrial), acompañados de fases de expansión
masiva del mercado a partir de las economías crisoles de cambio. Los
impulsos externos del siglo XIX fueron tanto transoceánicos (India,
Argentina, etc.) como continentales (la
frontera de EE UU). En el
siglo XX, las fases de expansión del mercado, que abarcaron una amplia
gama de industrias y sectores, se produjeron después de las guerras
mundiales (el caso de 1939-1945).
Hoy la situación es muy
distinta. Desde que China se incorporó al mercado mundial, ya no queda
más frontera que la suya propia hacia el interior, cuyos efectos son
cada vez menos operativos, mientras que actualmente no se dan las
condiciones políticas para una guerra mundial (una preparación
ideológica del tipo que llevó a cabo el nazismo a partir de 1933). Hoy
por hoy, el único punto de partida de una nueva onda larga pasaría por
la existencia de nuevas tecnologías que por sus características
exigieran inversiones elevadas, creadoras de empleo a una escala muy
importante, pero también capaces de contribuir al aumento de la
productividad y que permitieran el uso de equipos que incorporen esas
tecnologías. Utilizando el indicador de productividad total de los
factores, que se considera que incorpora en parte los efectos del
progreso tecnológico (véase el recuadro), uno de los cronistas más
escuchados de
Bloomberg ha publicado un gráfico que plantea la
cuestión de qué parte corresponde a la tecnología y cuál es el resultado
del crecimiento económico. Recordando que la tasa de crecimiento de la
productividad depende, por un lado, de la tasa de crecimiento económico a
través de las inversiones, el autor se pregunta: ¿cuál prevalece sobre
la otra?
En su comentario, el autor pasa de la palabra
parece
que emplea en el subtítulo a una posición afirmativa, cuyo fundamento
teórico se halla en la economía heterodoxa de Nicholas Kaldor
(1908-1986), uno de los principales sucesores de Keynes en Cambridge y
gran defensor de la teoría del crecimiento neoclásica. En este punto nos
topamos con el gráfico 3: un nivel de inversión inferior al de los
beneficios en términos del porcentaje del PIB es la causa tanto de un
aumento relativo de la masa de capital monetario que busca valorizarse
en los mercados financieros como de una pérdida de mejoras de la
productividad, pues estas solo pueden materializarse mediante nuevas
inversiones.
La productividad
La productividad
es la relación entre las cantidades producidas (o su valor añadido, VA) y
los medios utilizados para obtenerlas. La productividad del trabajo
puede calcularse per cápita (VA/número de trabajadores) o por hora de
trabajo realizada (VA/número de horas trabajadas). Depende del aumento
de la cualificación de los trabajadores y trabajadoras o de su formación
(lo que les permite adaptarse más rápidamente a los cambios
tecnológicos), o bien de la organización del trabajo o incluso de una
mayor motivación de la mano de obra. Del mismo modo, la productividad
aparente del capital mide la relación entre el VA y el capital fijo
utilizado. Este indicador mide por tanto la eficacia del capital que se
obtiene en un periodo de utilización más prolongado o mediante la
incorporación de bienes de equipo más eficientes, a los que se pueden
añadir los efectos del aprendizaje (la mano de obra mejora su eficiencia
mediante el desempeño cotidiano de su actividad).
La
productividad total de los factores mide la relación entre la producción
expresada por el crecimiento del producto interior bruto (PIB) y el
conjunto de los factores utilizados para obtenerla. Así, si durante un
período dado el crecimiento medio anual del PIB es del 1,8% y el aumento
del factor trabajo (número total de horas trabajadas) explica 0,2
puntos de este 1,8%, mientras que el aumento del volumen de capital
explica 0,7 puntos, luego la productividad total de los factores explica
el resto del crecimiento, o sea, 1,8 – 0,2 – 0,7 = 0,9 puntos,
alrededor de 1 punto. La productividad total de los factores es el resto
no explicado del crecimiento: la convención es que el progreso técnico
lo explica en gran parte.
En un artículo
7/
de marzo de 2018, Husson escribe que “hay que volver por tanto a la
definición de la productividad del trabajo: pretende medir el volumen de
bienes y servicios producidos en una hora de trabajo. ¿Cómo se calcula
este volumen en las contabilidades nacionales? Se suma la facturación de
todas las empresas y se deducen después los consumos intermedios (los
intercambios entre empresas) y así se obtiene el PIB expresado en euros,
a precios corrientes o en valor. Para obtener un volumen se necesita un
índice de precios.
Entonces aparecen los temibles problemas
metodológicos porque la naturaleza misma de los productos cambia en el
tiempo. ¿Cómo comparar, por ejemplo, un smartphone de hoy y un teléfono
de cable de hace treinta años? Los precios deben ser ajustados para
tener en cuenta los efectos de calidad que corresponden a estos cambios
de naturaleza.”
El cronista de
Bloomberg, utilizando
también el indicador de la productividad global de los factores que se
considera que incorpora en parte los efectos del progreso tecnológico,
publica el siguiente gráfico. Su título, “A SputteringEngine of Growth”
(Un renqueante motor de crecimiento), es elocuente.
El cronista
de Bloomberg indica que el gráfico abarca el periodo de introducción de
las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), confirmando
la llamada
paradoja de Solow. En efecto, desde finales de la década de 1980, el renombrado economista estadounidense Robert Solow
8/
había constatado que “vemos ordenadores en todas partes, salvo en los
indicadores de productividad”. Patrick Artus ha abundado en la cuestión
recientemente: “No se entiende bien por qué, pese al desarrollo de la
tecnología digital, al esfuerzo de investigación e innovación, las
mejoras de la productividad disminuyen y el crecimiento a largo plazo,
por tanto, se debilita; en suma, ya no sabemos analizar la situación a
largo plazo de las economías”
9/ .
Las TIC han comportado una reconfiguración radical de la organización
del trabajo y de segmentos enteros de la vida cotidiana. Han invadido
todas las actividades y se han perfeccionado constantemente. En este
sentido, al permitir captar y analizar los datos masivos, las TIC
proporcionan al capital y al Estado una capacidad sin precedentes de
control político y social y, por tanto, nos hallamos ante una
tercera revolución industrial,
tal como la llaman los teóricos neoschumpeterianos. Sin embargo, por
sus características desde el punto de vista de la inversión, no puede
ser portadora de una nueva onda larga en la medida en que
ahorra trabajo. Las TIC son
labour-saving,
a menudo muy intensamente. Hoy nos hallamos de lleno en la situación
pronosticada hace treinta años por Ernest Mandel en su análisis de las
consecuencias de lo que en aquel entonces llamaba el
robotismo,
que apenas estaba en sus comienzos. La perplejidad de Artus tiene su
respuesta en el hecho de que “la extensión de la automatización más allá
de cierto límite conduce, inevitablemente, primero a una reducción del
volumen total del valor producido, y después a una reducción del volumen
de la plusvalía realizada”
10/ .
La apreciación de la situación de EE UU en los trabajos estadounidenses
En un nivel analítico muy distinto, unos trabajos sobre EE UU
realizados por economistas y sociólogos estadounidenses heterodoxos, muy
poco conocidos en Francia, vienen a explicar que los factores que
impulsaron el crecimiento económico durante la mayor parte de la
historia del país se han agotado en gran parte. El sociólogo Tyler Cowen
(2011) habla de una “planicie tecnológica” y del fin de una época en
que “los frutos del crecimiento eran fáciles de recolectar” y que por
tanto este era rápido. En un libro que ha estado más en el centro de los
debates en virtud de su importante aparato estadístico, Robert Gordon
(2016) sostiene que el fuerte crecimiento de la economía estadounidense
entre 1870 y 1970, interrumpido temporalmente por la Gran Depresión,
pero pronto relanzado mediante la producción de armamento a partir de
1942, fue una larga fase que no puede repetirse.
Gordon
recuerda que “se combinaron grandes invenciones para ofrecer a la
población acceso a agua corriente, a la electricidad, al teléfono. El
automóvil revolucionó el transporte. Los fulgurantes avances de la
medicina alargaron la esperanza de vida. Estos cambios vinieron
acompañados de un fuerte incremento de la productividad per cápita y de
una tasa de crecimiento que ha durado un siglo”. Continúa diciendo que
“desde la década de 1970 sigue habiendo innovaciones, pero la
productividad total de los factores, que mide la parte del crecimiento
asociada al progreso técnico, se debilita. La tercera revolución
industrial abarca una esfera reducida –principalmente los sectores del
entretenimiento y de la información-comunicación–, que no aporta más que
el 7% del PIB estadounidense. No altera la vida cotidiana de las
personas en la misma proporción que las innovaciones del pasado. En la
oficina, el salto de la revolución digital se produjo a finales de la
década de 1990, con la combinación de los ordenadores e Internet. Desde
entonces, las condiciones de trabajo no han cambiado tanto: un PC, un
teléfono, una conexión. Las grandes rupturas ya se han dado. De ahí que
la productividad total de los factores progrese menos rápidamente”.
Para concluir, algunas palabras sobre el medio ambiente y las relaciones políticas internacionales y nacionales
El FMI anunció a finales de enero una rebaja de sus previsiones de
crecimiento, que de por sí ya eran bajas. Esta revisión se debe a la
situación económica en Europa y en América Latina, aunque también, en
parte, a la de China. Las cifras oficiales del crecimiento chino, que
apenas llegan a la mitad de las de hace diez años, han sido examinadas
con lupa y de hecho parece que son inferiores al 5% anunciado. Procesos
acumulativos que comportan un crecimiento muy lento marcan el movimiento
de la economía mundial.
Se trata en primer lugar de las
políticas de austeridad que se imponen por doquier, así como de una
configuración en la que las empresas y la gran distribución han de
persuadir a los hogares –cuyo poder adquisitivo está estancado– a
comprar, más allá de lo indispensable para el día a día, cosas que ya
poseen. Paralelamente, en las cadenas de valor mundiales
11/ ,
los ordenantes presionan cada vez más a los subcontratistas y a los
transportistas marítimos y viarios a lo largo de toda la cadena. La
curva de la acumulación de capital monetario generador de intereses
(gráfico 3) refuerza el peso económico y político en todos los países de
los gestores de fondos y de fortunas y de los administradores de los
grupos financieros industriales y comerciales, interesados
exclusivamente en la seguridad de los flujos de intereses y el reparto
máximo de dividendos. Así, los procesos con efecto de contracción que
dominan la economía mundial vienen acompañados de una aceleración de la
dilapidación de los recursos mineros, de la deforestación y del
agotamiento de los suelos. Paralelamente, el importe de las inversiones
públicas que requiere toda transición ecológica es imposible de alcanzar
sin que se anulen las deudas públicas, que es más que nunca una
reivindicación democrática absolutamente central.
Una última
palabra, para ir rápido, sobre el contenido de la vida política. Su
indiferencia tanto con respecto al pasado y al legado de la civilización
capitalista como a su futuro, asociada a su extrema vulgaridad,
convierte a Donald Trump en el político más representativo de las clases
poseedoras y dirigentes del momento histórico actual. En Davos, donde
no estuvo Trump, el FMI hizo sonar la alarma sobre los riesgos políticos
que amenazan al capitalismo mundial. En el plano internacional hemos
entrado en una situación en la que los países y los grandes grupos se
hallan enfrentados en una competencia directa, uno de cuyos
instrumentos, para el reducido número de países que tienen la capacidad
política para recurrir a él, es la guerra comercial, que Trump ha
comenzado a utilizar.
En el plano interior de cada país, la situación mundial de
juego de suma cero impide el
goteo
prometido por determinados gobiernos, entre ellos el de Macron,
mientras que en ninguna parte los plutócratas están dispuestos a que se
recorte su riqueza. Los gobiernos no cambiarán de política económica, no
abandonarán las recetas neoliberales –cuyo fracaso, sin embargo, es
patente, como es el caso de Francia– ni pondrán en tela de juicio los
privilegios de los muy ricos. Frente al desmantelamiento de los
servicios públicos (hospitales, escuelas), del sistema de pensiones de
jubilación por reparto y de los seguros de enfermedad y desempleo, la
precarización creciente del empleo y la dispersión y marginación
geográfica de un amplio sector de la población, las personas explotadas y
dominadas no pueden hacer otra cosa que rebelarse. Una larguísima fase
de integración de los sindicatos en el Estado y/o en la burguesía (en
los países con cogestión) les obliga a hacerlo a su manera con formas
originales. Estas se verán influidas por la experiencia pasada de lucha
de clases y las tradiciones políticas de cada país.
A este respecto, el movimiento de los
chalecos amarillos
–movimiento autónomo que, si nos atrevemos a decirlo, se ha
autoorganizado espontáneamente– es profundamente francés, pero anuncia
otros en otras partes, de naturaleza similar aunque diferentes en la
forma. Es cierto, por otro lado, que en Europa Occidental, el Estado
francés y la burguesía francesa se han adelantado, bajo el gobierno de
Macron, a los de otros países en el establecimiento de un modelo de
Estado neoliberal-autoritario –por utilizar el término de Ugo Palheta–
que dispone de medios represivos policiales y judiciales muy
desarrollados y que no hace más que reforzar. Están destinados a ser
empleados contra la clase trabajadora y la juventud en sus luchas por
sus derechos elementales que no tendrán más remedio que librar. La
loi anti-casseur 12/ anuncia enfrentamientos muy duros.
Referencias:
Cowen, Tyler (2011)
The Great Stagnation: How America Ate All the Low-Hanging Fruit of Modern History, Got Sick and Will (Eventually) Feel Better. Londres: Penguin Group.
Gordon, Robert J. (2016)
The Rise and Fall of American Growth: The US Standard of Living Sincethe Civil War. Princeton: Princeton University Press.
Notas:
1/ “El mercado mundial está contenido en el concepto mismo de capital”, Karl Marx,
Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse), de 1857-1858.
2/ A condición de que este no se defina como la
antesala del socialismo, como pretende la vulgata leninista.
3/ “Las dimensiones financieras del
impasse del capitalismo”, François Chesnais. Disponible en
https://vientosur.info/spip.php?article13306 .
4/ “Etats-Unis. Les vantardises de Trump. Or, une nouvellecrise financière guette”, François Chesnais. Disponible en:
https://alencontre.org/ameriques/americnord/usa/etats-unis-les-vantardises-de-trump-or-une-nouvelle-crise-financiere-guette.html#more-53291
5/ Primer párrafo del capítulo XXXI.
6/ Por oposición a los
ciclos largos, que suponen cierta regularidad y sobre todo la presencia de un mecanismo
endógeno de recuperación del tipo que Marx atribuyó en el volumen II de
El Capital a los ciclos decenales que se repiten de manera bastante regular mediante la sustitución de la maquinaria.
El Capital
se escribió en plena revolución industrial. Los cambios tecnológicos
son un motor de la acumulación. La teoría correspondiente se desarrolla
en particular en los capítulos sobre la plusvalía relativa, cuyo hilo
conductor es el aumento de la productividad del trabajo. La noción de
ciclos largos la forjó Trotsky en la década de 1920, tanto con motivo de
los debates sobre el periodo en la III Internacional como en un marco
académico ruso con Kondratieff. La teoría de los ciclos largos la
defendieron posteriormente Schumpeter y su escuela. Ernest Mandel acusó
su influencia durante un tiempo. En el capítulo IV de su libro
El capitalismo tardío
exhibe una definición cíclica de las ondas largas e introduce una
disimetría pluricausal entre la fase depresiva y la fase expansiva.
7/ “Pensar y medir el estancamiento secular”, Michel Husson. Disponible en
https://vientosur.info/spip.php?article13626 .
8/ https://es.wikipedia.org/wiki/Paradoja_de_la_productividad .
9/ Citado por Michel Husson en su artículo de marzo de 2018, “Pensar y medir el estancamiento secular”,
https://vientosur.info/spip.php?article13626 .
10/ Ernest Mandel, Introducción al Libro III en la edición en inglés de
El Capital: Karl Marx,
Capital,
Libro III (Penguin, 1981), p. 78. He llamado la atención sobre la
importancia de este texto en el artículo “¿Ha topado el capitalismo con
límites infranqueables?”, disponible en
https://www.vientosur.info/spip.php?article12231 .
11/ Hice una presentación de las mismas en el artículo de febrero de 2018: “Las dimensiones financieras del
impasse del capitalismo”,
https://vientosur.info/spip.php?article13306 .
12/ Equivalente en Francia de la
ley mordaza española (ndt).
François Chesnais es economista y autor de una larga relación de obras y artículos sobre el capitalismo financiarizado,
Artículo original en francés:
http://alencontre.org/economie/de-nouveau-sur-limpasse-economique-historique-du-capitalisme-mondial.html
Traducción: viento sur
Fuente:
https://vientosur.info/spip.php?article14913