jueves, 13 de junio de 2019

El bipartidismo y sus satélites (más la peste húngara)


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El bipartidismo y sus satélites (más la peste húngara)


Por Rafael Cid
Se cierra un ciclo político que llegó a alimentar esperanzas de cambio más allá de lo rutinario establecido. Adiós a esa democracia horizontal que conllevaba el municipalismo de las confluencias (mareas y comunes). Ese intento de polis a escala con activismo comprometido intergeneracional y transversal. Lo mató el centralismo de un César visionario que sacrificó el espíritu del 15-M, del que hacía gala deshonestamente, a su propia concepción leninista del poder.

El bipartidismo no ha muerto, aunque tampoco puede sacar pecho. PP y PSOE ya no son los únicos partidos con derecho a decidir. Siguen compartiendo, eso sí, las esencias del Régimen del 78. Por eso se pusieron de acuerdo, junto con Ciudadanos, para inhabilitar a los reelegidos diputados del procés en el Congreso. Un pucherazo que supuso despreciar el suplicatorio para levantar el fuero de los representantes, como dispone el Reglamento de la Cámara. Resultado: un Legislativo arrodillado ante Judicial en formato punitivo.
Fuera de eso, de su inquebrantable fidelidad borbónica y del reaccionario cierre de filas en el caso Venezuela a favor de Guaidó “el breve”, su rol está mudando a trompicones. Ahora, con nuevos actores políticos en escena (Vox, UP, C´s), las reglas del juego son otras. Por un lado están los bloques, derecha v. s. izquierda si se quiere simplificar, con un macho alfa al frente de cada tribu y sus respectivos satélites orbitando. Y del otro, las escaramuzas y disputas intestinas para ventilar quién ostenta el liderazgo de cada marca. En el caso de Pablo Casado, a fin de evitar el sorpasso de Albert Rivera, y en el de Pedro Sánchez para desactivar a Pablo Iglesias. Estamos ante esa tontuna que antes, cuando todo se reducía a un duelo amañado, se denominaba geometría variable.
Semejante rebatiña está proporcionando algunos momentos para la posteridad. Ahí anda Ciudadanos con su “no, es no” a la investidura de Sánchez mientras permite que los de Abascal entren en la mesa de la Asamblea madrileñas por encima de Más Madrid, que casi les dobló en escaños (12 a 20); el PP dorando la píldora a Vox con el caramelo de un sillón en ese Ejecutivo; Errejón desmontando la prosopopeya de Gabilondo por haber permitido sin rechistas que se vulnerará el principio de proporcional en dicho órgano; y el PSOE y Unidas Podemos hablando de negociar un “Gobierno de cooperación”, que es como llamar alitosis el mal aliento y alopecia a la calvicie. Un gobierno, o es de cooperación o es un desgobierno.
Pero al margen de estas flatulencias, fruto del empacho provocado por metabolizar cuatro elecciones en menos de un mes, lo cierto y verdad es que todos los grupos institucionales bailan al mismo son, aunque la charanga sea diferente. Están disciplinados en orden de mayor a menor, de arriba abajo, jerárquicamente, y al servicio del statu quo. ¿Quién osará hoy hablar de revertir las gravosas reformas laborales y los ataques al sistema público de pensiones de PP y PSOE ; la ley mordaza dictada por el rodillo de Génova 13; el nefasto artículo 135 de la C.E. impuesto por la troika para primar el pago de la deuda sobre cualquier otra contingencia; etc; etc; etc?. Si gobierna el PSOE, como mucho se retocarán los ajustes y recortes “más lesivos” perpetrados por el PP y se dejarán intactos los cocinados a fuego lento desde Ferraz. Si fuera al revés, con un PP boyante en algunas comunidades autónomas y locales, asistiremos a un continuismo con concesiones a Vox, esa infame franquicia neofranquista, allí donde sea bisagra.
Reina del sincretismo político sin ética ni estética. Ahora mismo los barcos de las ONG Aita Mari y Open Arms siguen sin poder socorrer a los miles de migrantes que navegan a la deriva por el Mediterráneo por las trabas del Gobierno. Algo especialmente grave porque va acompañado de un silencio obsceno por parte de TVE sobre este drama cotidiano. Desde que el ente mediático está dirigido por Rosa María Mateo, y tras el puntazo propagandístico de la acogida del Aquarius, las noticias sobre náufragos y ahogados han desaparecido de la escena. ¡Había un problema y lo han solucionado…borrándolo de la pequeña pantalla! Un tema alarmante porque facilita un olvido de la tragedia por una opinión pública que se muestra cada vez más opaca ante el problema. Sobre todo cuando desde la propia UE llegan informaciones tan preocupantes como el fallo del Tribunal Constitucional de Hungría de 4 de mayo criminalizando a los sin techo y permitiendo su encarcelamiento por considerar que no poseen el atributo del “derecho a la dignidad humana”. Los bárbaros ya están aquí con todas las de la Ley, la Religión del Estado.
Y casi al mismo tiempo se toman decisiones estratégicas sin refrendo de los titulares de la soberanía popular que pueden poner en peligro la seguridad de todos los ciudadanos. Moncloa acaba de permitir que se incremente el contingente bélico estadounidense en la base militar de Rota sin que previamente el parlamento haya dado el preceptivo consentimiento. Eso después de la “machada” de retirar la fragata Méndez Núñez de la flota norteamericana que navegaba por el Golfo Pérsico. “Razones de Estado” por “nuestro propio bien”, todas ellas, que se han consumado con el decidido respaldo de PP, PSOE, Ciudadanos y Vox, el cuatripartito del “todo por la patria” y el “a por ellos”. Se salva Unidas Podemos que tuvo la decencia de votar en solitario contra el veto a los diputados catalanes elegidos en las urnas del 29-A en la Cámara Baja.
Se cierra un ciclo político que llegó a alimentar esperanzas de cambio más allá de lo rutinario establecido. Adiós a esa democracia horizontal que conllevaba el municipalismo de las confluencias (mareas y comunes). Ese intento de polis a escala con activismo comprometido intergeneracional y transversal. Lo mató el centralismo de un César visionario que sacrificó el espíritu del 15-M, del que hacía gala deshonestamente, a su propia concepción leninista del poder. Y lo ha rematado el PSOE al que se ha subordinado al uncir los resultados de las elecciones locales al carro de la votación para la presidencia del gobierno de la nación (se cambian dos alcaldes y cinco concejales por un “sí, quiero” para la investidura). ¿A cuento de qué hay que creer que la hipotética entrada de UP en el gobierno socialista “de cooperación” no será el abrazo del oso, como ocurrió en Castilla La Mancha, donde pasó de ostentar una vicepresidencia a desaparecer como partido en los siguientes comicios? El orden reina por doquier.

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