La
población palestina, las personas seculares y las mujeres se enfrentan a
un ambiente cada vez más hostil a medida que se afianzan las tendencias
teocráticas.
¿En qué país del mundo un clérigo de alto
rango, remunerado por el Estado, instó a sus seguidores la semana pasada
a convertirse en “
guerreros” y a emular a un grupo de jóvenes que habían asesinado a una mujer de otra fe?
El clérigo lo hizo con impunidad. De hecho, sólo estaba haciéndose eco
de otros colegas de alto rango que dieron su aval a un libro −una vez
más, sin castigo alguno− donde se insta a sus discípulos a asesinar
bebés pertenecientes a
otras religiones.
¿En qué lugar puede el jefe del clero llamar a las personas negras
“monos” e instar a la expulsión de otras comunidades religiosas?
¿En qué lugar una élite clerical tiene tanto poder que sólo ellos
deciden quién puede casarse o divorciarse −y son respaldados por una ley
que puede encarcelar a quien
trate de casarse sin su aprobación−? Incluso pueden cerrar el
sistema ferroviario nacional sin previo aviso.
¿En qué parte del mundo estos santos hombres son tan temidos que las imágenes de mujeres son borradas de las
vallas publicitarias, las universidades introducen la
segregación de género para apaciguarlos, y las mujeres se ven literalmente
empujadas a la parte trasera del autobús?
¿Ese país es Arabia Saudita? ¿O Myanmar? ¿O quizás Irán?
No. Es Israel, el único autoproclamado Estado judío del mundo.
¿Qué “valores compartidos”?
Casi no existe un político en Washington con intenciones de ser electo que no haya afirmado en algún momento el “
vínculo inquebrantable” entre Estados Unidos e Israel, o que no
reafirme los “valores compartidos” entre ambos países. Pocos, al parecer, tienen idea de los valores que Israel representa realmente.
Hay muchos motivos para criticar a Israel, incluida su brutal opresión del pueblo palestino bajo ocupación y su sistema de
discriminación y segregación institucionalizada contra la quinta parte de su población que no es judía: la minoría palestina.
Pero los críticos han ignorado en gran medida las crecientes tendencias teocráticas en Israel.
Ellas no resultan regresivas solamente para la población judía de
Israel −puesto que los rabinos ejercen un control cada vez mayor sobre
las vidas de las personas judías religiosas y laicas por igual,
especialmente las mujeres−. También tiene implicaciones alarmantes para
la población palestina, tanto para la que vive en los territorios
ocupados como para la que vive en Israel, puesto que un conflicto
nacional de reconocido origen colonial está siendo gradualmente
transformado en una guerra santa, alimentada por rabinos extremistas con
la bendición implícita del Estado.
Control sobre los asuntos civiles
A pesar de que los padres fundadores de Israel eran declaradamente
seculares, la separación entre iglesia y estado allí siempre ha sido
débil −en el mejor de los casos−, y ahora está desapareciendo a un ritmo
cada vez más acelerado.
Después de la creación del Estado de
Israel, David Ben Gurión, el primer Primer ministro de Israel, decidió
subordinar importantes áreas de la vida de las personas judías israelíes
a la jurisdicción de un rabinato ortodoxo, el cual representa la
corriente más estricta, tradicional y conservadora del judaísmo. Otras
corrientes más liberales no tienen una representación oficial hasta el
día de hoy en Israel.
La decisión de Ben Gurión reflejaba en
parte el deseo de asegurar que su nuevo Estado abrazara dos concepciones
diferentes del ‘ser judío’: tanto a quienes se identificaban como
judíos en un sentido étnico o cultural secular, como a quienes mantenían
las tradiciones religiosas del judaísmo. Ben Gurión esperaba fusionar a
las dos en una nueva noción de “nacionalidad” judía.
Por esa
razón, a los rabinos ortodoxos se les dio el control exclusivo sobre
partes importantes de la esfera pública: los asuntos del estado civil
tales como conversiones, nacimientos, muertes y matrimonios.
Justificaciones bíblicas
Reforzar el poder de los rabinos era una necesidad urgente de los
dirigentes seculares de Israel para ocultar los orígenes coloniales del
Estado. Esto podría lograrse utilizando la educación con el fin de
enfatizar las justificaciones bíblicas para la usurpación de las tierras
pertenecientes a la población nativa palestina.
Como observó
el difunto pacifista Uri Avnery, la reivindicación sionista estaba
“basada en la historia bíblica del Éxodo, la conquista de Canaán, los
reinos de Saúl, David y Salomón (...) Las escuelas israelíes enseñan la
Biblia como
historia verdadera.”
Este adoctrinamiento, combinado con una tasa de natalidad mucho más
alta entre los judíos religiosos, ha contribuido a una explosión en el
número de personas que se identifican como religiosas. Ahora constituyen
la mitad de la población.
Hoy en día, alrededor de una cuarta
parte de la población judía israelí pertenece a la corriente ortodoxa
(que lee la Torá literalmente), y uno de cada siete pertenece a la
ultra-ortodoxa, o
haredim, la más fundamentalista de las corrientes religiosas judías. Los pronósticos sugieren que en 40 años, esta última constituirá
un tercio de la población judía del país.
“Conquistar el gobierno”
Tanto el poder creciente como el extremismo de los ortodoxos en Israel
se pusieron de relieve en la última semana de enero, cuando uno de sus
rabinos más influyentes, Shmuel Eliyahu, defendió públicamente a cinco
estudiantes acusados de asesinar a Aisha Rabi, una palestina madre de
ocho hijos/as. En octubre pasado los jóvenes apedrearon su coche cerca
de Nablus (en Cisjordania ocupada), obligándola a abandonar la
carretera.
Eliyahu es hijo de un ex rabino jefe de Israel,
Mordechai Eliyahu, y él mismo forma parte del Consejo Rabínico
Principal, que controla muchas áreas de la vida israelí. También es el
rabino municipal de Safed, una ciudad que en el judaísmo tiene el
estatus equivalente a Medina en el Islam o Belén en el cristianismo, por
lo que sus palabras tienen mucho peso entre los judíos ortodoxos.
A principios de este mes, salió a la luz el vídeo de una charla que dio
en el seminario donde estudiaban los cinco acusados, en la colonia
ilegal de Rehalim, al sur de Nablus. Eliyahu no sólo alabó a los cinco
como “guerreros”, sino que también dijo a sus compañeros de estudio que
tenían que derrocar al “podrido”
sistema judicial
secular. Les dijo que era vital “conquistar también el gobierno”, pero
sin armas ni tanques. “Ustedes tienen que apoderarse de las
posiciones clave en el gobierno”, les instó.
Jueces infractores
En realidad, ese proceso ya está muy avanzado.
La ministra de Justicia Ayelet Shaked, quien debería haber sido la
primera en denunciar los comentarios de Eliyahu, está estrechamente
alineada con los colonos religiosos. Significativamente, ella y otros
ministros del gobierno han mantenido un cuidadoso silencio.
Esto se debe a que los representantes políticos de las comunidades
judías religiosas de Israel, incluidos los colonos, se han convertido
ahora en la pieza clave de los gobiernos de coalición. Ellos son los que
deciden quién manda, y pueden extraer enormes concesiones de los otros
partidos.
Desde hace algún tiempo, Shaked ha estado utilizando
su posición para incorporar al sistema jurídico a los jueces más
abiertamente nacionalistas y religiosos; incluso al más alto tribunal
del país, la Corte Suprema.
Dos de los 15 jueces actuales de la
Corte, Noam Sohlberg y David Mintz, son infractores de la ley, pues
viven en colonias de Cisjordania, en abierta
violación del Derecho Internacional. Varios jueces más nombrados por Shaked son religiosos y conservadores.
Esta es una victoria significativa para los religiosos ortodoxos y los
colonos. La Corte es la última línea de defensa de la sociedad laica
contra los ataque a su libertad religiosa y a la igualdad de género. Y
es el único recurso para las personas palestinas que buscan mitigar los
peores excesos de las políticas violentas y discriminatorias del
gobierno israelí, el ejército y los colonos.
Pueblo elegido
El colega de Shaked, Neftalí Bennett, otro ideólogo del movimiento de
los colonos, ha sido ministro de Educación en el gobierno de Netanyahu
durante cuatro años. Este puesto ha sido por mucho tiempo fundamental
para los ortodoxos, porque es el que moldea a la próxima generación
israelí.
Después de décadas de concesiones a los rabinos, el
sistema educativo de Israel ya está fuertemente sesgado hacia la
religión. Una
encuesta
realizada en 2016 mostró que el 51 por ciento del alumnado judío
asistía a escuelas religiosas segregadas por sexo −que ponen el acento
en el dogma bíblico−, en comparación con el 33 por ciento de sólo 15
años antes.
Esto puede explicar por qué una encuesta reciente
reveló que el 51 por ciento cree que los judíos tienen un derecho divino
a la tierra de Israel, y un poco más −56 por ciento− cree que los
judíos son un “
pueblo elegido”.
Es probable que estos resultados empeoren aún más en los próximos años. Bennett ha estado dando
mucho más peso
en el plan de estudios a la identidad tribal judía, los estudios
bíblicos y las reivindicaciones religiosas sobre el Gran Israel
−incluidos los territorios palestinos, que él quiere anexar−.
Por el contrario, las ciencias y las matemáticas son crecientemente menospreciadas en el sistema educativo, y están totalmente
ausentes
en las escuelas para los ultraortodoxos. La evolución, por ejemplo, ha
sido en su mayor parte borrada del programa de estudios, incluso en las
escuelas seculares.
“Sin piedad” hacia los palestinos
Otra esfera clave del poder estatal que está siendo tomada por los
religiosos, y especialmente por los colonos, son los servicios de
seguridad. El Comisionado de Policía Roni Alsheikh vivió durante años en
una colonia conocida por sus ataques violentos contra la población
palestina; y el actual rabino en jefe de la fuerza, Rahamim Brachyahu,
también es un colono.
Ambos han promovido activamente un
programa destinado a reclutar a más judíos religiosos para la policía.
Nahi Eyal, fundador del programa, ha dicho que su objetivo es ayudar a
la comunidad de colonos a “encontrar nuestro camino hacia las
posiciones de mando”.
Esa tendencia está aún más arraigada en el ejército israelí. Las cifras
muestran que el grupo nacional-religioso, al que pertenecen los colonos
−aunque sólo sean el 10 por ciento de la población−, constituye la
mitad de todos los nuevos cadetes de oficiales. La mitad de las
academias militares de Israel son ahora
religiosas.
Esto se ha traducido en el papel cada vez más importante de los rabinos
ortodoxos extremistas en la motivación de los soldados en el campo de
batalla. Durante la invasión terrestre de Gaza por parte de Israel en
2008-2009, los soldados recibieron panfletos del rabinato del ejército
que usaban mandatos bíblicos para
persuadirlos de “no mostrar misericordia” hacia los palestinos.
Llamado a matar bebés
Mientras tanto, el gobierno ha alentado a la población ultraortodoxa en
rápido crecimiento a trasladarse a las colonias de Cisjordania
construidas especialmente para ella, como Modi’in Illit y Beitar Illit.
Esto, a su vez, está alimentando gradualmente el surgimiento de un
nacionalismo agresivo entre sus jóvenes.
En el pasado los
haredim eran abiertamente hostiles −o en el mejor de los casos
ambivalentes− hacia las instituciones estatales israelíes, por creer que
un Estado judío era
sacrílego hasta que el Mesías llegara para gobernar a los judíos.
Ahora, por primera vez, jóvenes haredim están sirviendo en el ejército
israelí, lo que aumenta la presión sobre el mando militar para que se
adapte a su ideología fundamentalista religiosa. Se ha acuñado un nuevo
término para estos soldados haredim halcones: se les llama los “
hardal” .
Brachyahu y los rabinos de los hardal están entre los rabinos veteranos que han respaldado un libro aterrador:
La Torá del Rey,
escrito por dos rabinos colonos, que insta a los judíos a tratar sin
piedad a los no judíos, y específicamente a las y los palestinos.
El libro ofrece la bendición de Dios para el terror judío; no sólo
contra las comunidades palestinas que intentan resistirse a ser
desplazados por los colonos, sino también contra todas las personas
palestinas, incluso bebés, bajo el principio de que “está claro que
crecerán para
hacernos daño”.
La segregación de género se expande
El dramático aumento de la religiosidad también está creando problemas
internos en la sociedad israelí, especialmente para la población secular
y para las mujeres.
En algunas partes del país, en los afiches
para las próximas elecciones −al igual que en los anuncios en general−
se está “limpiando”
los rostros de las mujeres para no ofender al público.
El mes pasado, la Corte Suprema criticó al Consejo de Educación
Superior de Israel por permitir que la segregación entre hombres y
mujeres en las aulas de las universidades se extendiera al resto del
campus, incluyendo bibliotecas y áreas comunes. Las estudiantes y las profesoras se enfrentan a códigos de vestimenta de “modestia”.
El Consejo incluso ha anunciado que tiene la intención de profundizar
la segregación, debido a que está resultando difícil persuadir a los
judíos religiosos para que asistan a la educación superior.
La violencia de la patota
Israel siempre ha sido una sociedad profundamente estructurada para
mantener separada a la población judía de la población palestina, tanto
físicamente como en términos de derechos. Esto es igualmente cierto para
la importante minoría palestina de Israel −una quinta parte de la
población−, que vive casi totalmente separada de la población judía en
comunidades segregadas. Sus hijas e hijos son mantenidos alejados de los
niños y niñas judías en escuelas separadas.
Pero el creciente
énfasis en una definición religiosa de la identidad judía significa que
la población palestina se enfrenta ahora no sólo a la fría violencia
estructural diseñada por los fundadores seculares del Estado, sino
también a una hostilidad irascible, legitimada bíblicamente por los
extremistas religiosos.
Ello se hace más patente en el veloz
aumento de los ataques físicos contra la población palestina y sus
propiedades, así como a sus lugares sagrados, tanto en Israel como en
los territorios ocupados. Entre los israelíes, esta violencia se
legitima como
ataques con “precio” (“price tags”), como si los palestinos se hubieran causado a sí mismos ese daño.
YouTube está lleno ahora de vídeos de colonos armados o blandiendo
palos que atacan a las personas palestinas, por lo general cuando tratan
de acceder a sus olivares o manantiales, mientras que los
soldados israelíes se quedan de brazos cruzados, o colaboran.
Los ataques incendiarios se han extendido desde los olivares hasta los hogares palestinos, a veces con
resultados horribles, cuando las familias son quemadas vivas.
Rabinos como Eliyahu han avivado esta nueva ola de ataques con sus
justificaciones bíblicas. El terrorismo de Estado y la violencia
patotera se han fusionado.
Destruir al-Aqsa
El
mayor foco de atención se encuentra en Jerusalén Este ocupada, donde el
creciente poder simbólico y político de estos rabinos mesiánicos amenaza
con estallar en el complejo de la Mezquita de al-Aqsa.
Durante
mucho tiempo los políticos seculares han jugado con fuego en este lugar
sagrado del Islam, utilizando excusas arqueológicas para tratar de
convertirlo en un símbolo del derecho histórico judío a la tierra,
incluyendo los territorios ocupados.
Pero su afirmación de que
la mezquita está construida sobre dos templos judíos, el último de los
cuales fue destruido hace dos milenios, ha sido rápidamente
reconfigurada con fines políticos modernos e incendiarios.
La
creciente influencia de los judíos religiosos en el parlamento, en el
gobierno, los tribunales y los servicios de seguridad significa que los
funcionarios se vuelven cada vez más audaces a la hora de reivindicar
físicamente la
soberanía sobre al-Aqsa.
También implica una indulgencia cada vez mayor hacia los extremistas
religiosos, que exigen algo más que el control físico del sitio de la
mezquita: quieren que al-Aqsa sea
destruida y reemplazada por un Tercer Templo.
La guerra santa congrega
Poco a poco, Israel está transformando un proyecto colonial de
asentamiento contra el pueblo palestino en una batalla contra el resto
del mundo islámico. Está convirtiendo un conflicto territorial en una
guerra santa.
El crecimiento demográfico de la población
religiosa en Israel, el desarrollo por parte del sistema educativo de
una ideología cada vez más extremista basada en la Biblia, la
apropiación de los principales centros de poder del Estado por parte de
los religiosos, y el surgimiento de una clase de rabinos influyentes que
predican el genocidio contra los vecinos de Israel han sentado las
bases para una tormenta perfecta en la región.
La cuestión
ahora es en qué momento los aliados de Israel, en Estados Unidos y
Europa, se despertarán finalmente para ver la catastrófica dirección
hacia la que se dirige Israel, y tendrán la voluntad de tomar las
medidas necesarias para detenerlo.
Jonathan Cook,
periodista británico residente en Nazaret desde 2001, es autor de tres
libros sobre el conflicto israelo-palestino. Ha sido galardonado con el
Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Su sitio web y su blog se
encuentran en: www.jonathan-cook.net
Publicado el 13/2/19 en
Middle East Eye.