Calle
central de Ressaca, el pueblo de garimpeiros (mineros artesanales de
oro), en el margen derecho del río Xingu, en la Volta Grande, donde un
proyecto de minería industrial a gran escala, impulsado por la empresa
canadiense Belo Sun, preocupa a los pobladores de esta localidad
amazónica de Brasil. Crédito: Mario Osava/IPS
RESSACA, Brasil, 5 abr 2017 (IPS) -
La decadencia se muestra en las viviendas y las tiendas comerciales
cerradas, la poca gente en las calles descuidadas en un domingo del sol
fuerte que suele alternarse con frecuentes lluvias en esta época en la
Amazonia brasileña.
“Acá aún hay
mucho oro”, sostuvo Valdomiro Pereira Lima, apuntando al suelo de una
fangosa calle del pueblo de Ressaca, para subrayar que la riqueza se
extiende por la orilla derecha del río Xingu en su tramo de 100
kilómetros conocido como Volta Grande, y que ella podría recuperar la
economía local.
Eso atrajo a Belo Sun, una transnacional minera
canadiense, que pretende extraer 60 toneladas de oro en 12 años mediante
plantas de separadoras del oro de las rocas, en el mayor proyecto
aurifero a cielo abierto del país.
La mina industrial generó una
nueva oleada de temores en Ressaca y río abajo, en una población
escarmentada por los efectos de la central hidroeléctrica de Belo Monte,
operativa desde fines de 2015 y que estará completada en 2019.
El
garimpeiro (minero informal) Valdomiro Pereira Lima asegura que hay oro
en las calles de Ressaca como lo hay en muchas partes de la Volta
Grande del río Xingu, un área de más de 100 kilómetros. Los habitantes
de este deteriorado pueblo de la Amazonia brasileña rechazan la llegada
de un proyecto aurífero a gran escala. Crédito: Mario Osava/IPS
Lima,
de 64 años, busca oro desde 1980, cuando a los 27 años dejó la
agricultura en Maranhão, su estado natal en el nordeste de Brasil, para
aventurarse en los “garimpos” (minería artesanal e informal) amazónicos.
Pasó
por Sierra Pelada, en el norteño estado de Pará, como Volta Gande, que
sedujo a cerca de 100.000 mineros en los años 80, y el estado de
Roraima, en la frontera con Venezuela, antes de asentarse en Ressaca.
Pero
el oro que dio origen y prosperidad a la villa, y a otros pueblos o
campamentos nacidos en torno a minas aledañas, escaseó en yacimientos de
fácil acceso y no logró evitar el deterioro del modo de vida
“garimpeiro”, constató IPS durante la semana que recorrió la Volta
Grande y cuando diálogo con todas las partes interesadas.
“Había
más de 8.000 garimpeiros en 1992, cuando llegué acá, hoy son solo 400 a
500”, reconoció José Pereira Cunha, vicepresidente de la Cooperativa
Mixta de los Garimpeiros de Ressaca, Itatá, Galo, Ouro Verde e Ilha da
Fazenda, de 53 años.
“Uno conseguía hasta dos kilogramos de oro a
la semana, ahora solo uno al año”, comparó el dirigente, conocido por el
apodo Pirulito, por su pequeño tamaño, y minero desde los 17 años,
cuando comenzó también en Sierra Pelada.
Pero todo se arruinó
después de 2012, cuando policías e inspectores ambientales desataron la
represión contra los garimpeiros, expulsando a muchos, recordó. Además
las autoridades mineras no renovaron las autorizaciones de explotación a
la Cooperativa, ilegalizando a los mineros que siguen activos en
algunas minas.
Decenas de ellos emprendieron acciones judiciales en ciudades lejanas.
caserío
de Ilha da Fazenda depende económicamente y en servicios del pueblo de
Ressaca, cuyo deterioro por la caída de la extracción artesanal de oro
ha provocado la emigración de muchas familias, más por el impacto de la
instalación cercana de la planta hidroeléctrica Belo Monte, en el norte
de Brasil. Crédito: Mario Osava/IPS
“Recurrimos a la
justicia para asegurar nuestros derechos”, informó Cunha, que atribuye
esa campaña a Belo Sun y a los gobiernos (municipales y estadal)
interesados en recaudar más impuestos, ya que las persecuciones
empezaron dos años después que la empresa inició investigaciones sobre
potenciales auríferas en la Volta Grande.
La empresa obtuvo en
2014 la licencia previa, que reconoce la viabilidad ambiental de su
proyecto. El pasado 2 de febrero la Secretaria de Medio Ambiente y
Sustentabilidad de Pará le concedió la licencia de instalación para
construir las plantas necesarias.
Pero dos semanas después la
justicia suspendió por 180 días esa licencia exigiendo medidas para
reasentar la población afectada y aclaraciones sobre las tierras
adquiridas para la minería, supuestamente de forma ilegal.
João
Lisboa Sobrinho, de 85 años, panadero de Ilha da Fazenda y “con solo 10
hijos”. Hasta hace poco, usaba diariamente 50 kilogramos de harina para
hacer pan, ahora apenas tres, lo que muestra la decadencia y el éxodo
de este caserío insular en medio del río Xingu, en el norteño estado
brasileño de Pará. Crédito: Mario Osava/IPS
Belo Sun afirma
que cumple todas las condiciones fijadas. La empresa hace catastro de
los pobladores del área directamente afectada y los va actualizando,
porque “los garimpeiros se van y vuelven”, observó su director, Mauro
Barros.
“No es indispensable sacar la población, podemos operar
incluso manteniendo todos en sus hogares, si lo desean. En el mundo hay
minas en actividad al lado de ciudades”, matizó este abogado con
experiencia en otras compañías mineras.
Pero aseguró en la sede de
la empresa en la cercana ciudad de Altamira, que los reasentados
disfrutarán de todos los servicios, acceso al río y apoyo para obtener
ingresos. “Queremos desarrollar la región”, por lo menos 80 por ciento
de nuestros empleados serán locales, destacó.
La empresa generará
2.100 empleos directos en el auge de la implantación y 526 durante la
operación, anticipó. La promesa es de capacitar garimpeiros para la
minería mecanizada.
Según cifras de Belo Sun en su emprendimiento
las reservas probables son de 108,7 toneladas de oro y para obtener un
gramo del metal se requiere extraer una tonelada de rocas.
Ante
temores de que la minería contaminará las aguas del Xingu ya ensuciada y
menguada por Belo Monte, Barros descartó ese riesgo. Belo Sun solo
usará agua de lluvia y retendrá sus desechos con total seguridad,
prometió.
Pero el conflicto con la Cooperativa de mineros, líderes comunitarios e indígenas que viven en Volta Grande ya se activó.
“O Belo Sun nos saca de acá o nosotros la sacamos”, sentenció Cunha, el vicepresidente de la Cooperativa.
Mapa
de Belo Sun, que muestra el área de explotación de oro, donde la
empresa canadiense pretende extraer 60 toneladas. En azul, el río Xingu y
su Vota Grande, la gran curva del curso del río, sobre el que se ha
construido la central hidroeléctrica de Belo Monte, en plena Amazonia
brasileña. Rédito: Mario Osava/IPS
El proyecto ya tuvo sus
impactos negativos, el pueblo está abandonado, sin recibir las
compensaciones de Norte Energía, la empresa concesionaria de Belo Monte,
ni los servicios de la alcaldía, porque “sería inútil, ya que se espera
que seamos reasentados”, lamentó Francisco Pereira, presidente de la
Asociación de Pobladores de Ressaca.
La localidad, habitada
actualmente por unas 200 familias, sigue sin saneamiento básico. “El
agua sucia se escurre al río, falta agua potable y cancha de deportes,
en la escuela el calor es insoportable”, y nada se hará ante la
incertidumbre creada por Belo Sun, denunció Pereira, un garimpeiro de 58
años que sobrevive trabajando como jornalero agrícola.
La
incertidumbre y el deterioro llegan también a las cerca de 50 familias
de Ilha da Fazenda, un caserío dependientes de Ressaca y separado de
ella por dos kilómetros de un brazo del Xingu. Escolaress de quinto año
de primaria en adelante y enfermos solo son atendidos en el pueblo,
transportados en pequeñas embarcaciones.
“En la época buena del
garimpo, había decenas de bares en Ilha da Fazenda. Extraían oro en
Ressaca y venían a gastar acá”, recordó João Lisboa Sobrinho, panadero
de 85 años, con “solo diez hijos” e historia viva del asentamiento
isleño.
“Yo usaba 50 kilogramos de harina para hacer pan
diariamente, ahora máximo tres”, dijo delante del horno de ladrillos
hecho por su padre en 1952.
“Noventa y cinco por ciento de los
pobladores de la isla quieren mudarse”, porque si desaparece Ressaca, no
habrá vida posible para Ilha da Fazenda, arguyó Sebastião Almeida da
Silva, dueño del único comercio de víveres y productos para el hogar.
Más de 20 familias ya dejaron el caserío.
“Solo
saldré de acá si soy la última”, sentenció Adelir Sampaio dos Santos,
enfermera de la alcaldía de José Porfirio, el municipio en que se ubica
el área minera. “Solo quedaremos aislados si no nos movilizamos”, dijo,
llamando sus vecinos a luchar por escuela, puesto médico, agua y
electricidad que hacen falta en el pueblo.
“Con el garimpo en
mejores condiciones, apoyado por el gobierno, con bancos oficiales
comprando nuestro oro, daríamos vida a las ciudades y pueblos locales,
pagaríamos impuestos, quedaríamos todos y prosperaríamos”, arguyó Divino
Gomes, un agrimensor que ya trabajó con organizaciones ambientalistas
antes de convertirse en garimpeiro.
“He visto empresas mineras en
otras partes, se llevan toda la riqueza y dejan las crateras, hay que
pensar 10 veces antes de aceptar sus proyectos”, concluyó.
Editado por Estrella Gutiérrez