Los debates en los que se cruzan la sexualidad y la política
tienen historia y materialidad, publicaciones, editoriales, circuitos y
temas. En este ensayo, Mabel Bellucci analiza cómo se pusieron en
discusión las relaciones sexuales y personales a principios del siglo
pasado a partir de entender que el sistema capitalista condicionaba
también esas esferas de la vida.
Por Mabel Bellucci
En la Argentina durante la década del 30 se efectuó un recambio
generacional dentro de las filas anarquistas, que generó un envión a
nuevas editoriales presididas por agrupaciones, militantes y escritores
de talla. De esta manera, se presentó un número variado de iniciativas
de corte periodístico, promoción pedagógica y difusión cultural. Por
ejemplo, hacia1934 surgió Ediciones
Iman. Su oficina funcionaba
en la calle Lavalle 1485, en el corazón del barrio de los pleitos,
Tribunales. Se publicaba cada quince días un tipo de colección de corte
popular llamada Cuaderno Económico. Era de tamaño pequeño y bajo precio.
Estaba dirigida a un lector vasto y no sólo cerrado al mundo de la
militancia.
Iman como muchas otras, se posicionó entre las editoriales
de izquierdas y comerciales en torno a temáticas de suma actualidad que
proyectaba catálogos más universales. En efecto, seleccionaba autores y
autoras (en cuenta gotas) tanto nacionales como extranjeras de un valor
indiscutible en la literatura social de la época, con el objetivo de
incorporar una renovación bibliográfica.
Iman representaba más
que nada una propuesta de formación intelectual de sus cuadros
brindando la posibilidad de ofrecer herramientas imprescindibles para
analizar la nueva realidad política y económica del país como de las
transformaciones del capitalismo de ese entonces. Comenzó con una
primera colección de 12 cuadernos. Todos ellos se distribuían en los
diferentes quioscos y librerías a lo largo de la avenida Corrientes.
También se encontraban en la ciudad de Rosario. Su salvoconducto era la
librería Ruiz, ubicada en la calle Córdoba 1281.
En sus catálogos incorporó estudios vinculados a la historia del
socialismo, a la teoría freudiana, a las grandes cuestiones marxistas
junto a escritos políticos alrededor de la situación argentina. Un
detalle para no omitir: era el relacionado a la sexualidad y a la lucha
entre los sexos. Ahora bien, las iniciativas editoriales ácratas en
Buenos Aires, de los años 30, sostuvieron un esfuerzo de producción de
saber social e introdujeron importantes renovaciones bibliográficas.
Osvaldo Graciano estimó que
Imán desplegaba propósitos editoriales similares a los de
Nervio,
en donde colaboraron gran parte del universo de escritores, ya que se
trató de un emprendimiento editorial iniciado por integrantes del mismo
núcleo libertario, entre los que se encontraban Juan Lazarte y Abad de
Santillán, y dirigido asimismo por Samuel Kaplan, escritor de
Combatimos la tiranía. A la vez,
Imán otorgó
un lugar significativo a la difusión de la realidad política europea,
ya sea el comunismo en Rusia como el nazismo y fascismo en los años 20 y
30. Fue un proyecto editorial que logró darle a la difusión cultural un
lugar sostenido en el tiempo, con la edición de obras de psicología,
teoría sexual y literatura de izquierdas.
Un caso pionero representó la publicación en castellano del libro
El sexo y la lucha social
de Victor Francis Calverton, Este escritor de izquierda radical,
crítico literario y sexólogo estadounidense fue autor también de
Antología de literatura negra americana, en 1929,
La bancarrota del matrimonio, en 1931, y al año siguiente
La liberación de la literatura estadounidense. Entre 1923 y 1933, dirigió una revista marxista independiente,
Modern Quarterly.
Consistía en correspondencia, escrituras, registros comerciales,
fotografías e impresos con muchas de las figuras literarias
izquierdistas norteamericana de esos años. Incluido la correspondencia
con León Trotsky en la que ambos discutían la naturaleza de la
literatura proletaria.
Ahora bien,
El sexo y la lucha social presentaba una
singularidad no solo por su título sino además por su portada: la misma
hacía especial referencia al aborto voluntario. Aparecía una mujer
levantando un cartel con la consigna
Por el aborto legal. Mientras que otra en posición similar su pancarta decía
Por el control de nacimientos.
Entre ambas se congregaban en cada extremo de la tapa grupos de niños y
niñas que representaban diferentes sectores sociales. Llama la atención
que la primera consigna remita más al presente que al clima de los años
30 por una simple razón: las pocas propuestas que se levantaban en
aquel entonces no se centraban en la legalización sino más que nada en
que el aborto fuese libre y gratuito, es decir, se desconocía el rol del
Estado en el control y regulación de la práctica abortiva. En cuanto a
la segunda consigna era más afín a dicho período al esgrimir un planteo
alrededor del control de la reproducción biológica. Esta última se
centraba en el uso de métodos anticonceptivos. En síntesis: cabe la
posibilidad que la tapa
El sexo y la lucha social haya sido ilustrada con posterioridad a la aparición del libro y que
Iman podría
haber tenido algún tipo de incidencia sobre esa decisión. Otro dato
importante es que a lo largo del texto se abordaba el concepto histórico
de la sexualidad; el fondo social de las actitudes sexuales; la mujer y
la lucha económica y el lugar del psicoanálisis en la lucha sexual y
social.
En efecto, Victor Francis Calverton exploró los mecanismos de
dominación entre mujeres y varones bajo el intento de establecer una
síntesis entre psicoanálisis, sociología y marxismo. En un párrafo, este
escritor planteaba: “Necesitamos una nueva ciencia que deberá llamarse
psicosociología cuyo fin será integrar al individuo de la sociedad.
Mediante esta ciencia podremos ver además los problemas sexuales no como
problemas del individuo sino problemas de la vida de grupos que han
sido determinados por la lucha social. Estudiar el sexo como si nada
tuviera que ver con la lucha social perecerá cuando esa ciencia haya
cuajado”. No cabe duda que el tema de las relaciones entre los sexos
haya atraído la atención y servido como una fuente de inspiración para
un cenáculo de pensadores de izquierdas vinculados a las nuevas
disciplinas teóricas del siglo XX.
El activismo revolucionario sexual
Históricamente los trasfondos de las relaciones personales y la
sexualidad, solían y aún suelen adquirir una gran centralidad discursiva
a lo largo de un proceso revolucionario. Por ejemplo, el anarquismo
formuló una revolución general que alcanzara a las relaciones de los
sexos.
Pretendían la emancipación de la Humanidad,
con mayúsculas, de todas las opresiones y esclavitudes. En ese marco,
hicieron hincapié en “la mujer”, considerada la esclava entre los
esclavos. Posiblemente, haya una multiplicidad de hipótesis que darían
cuenta de esta cuestión. El ideario libertario alcanzó una profundidad
singular al impugnar tanto la esfera pública, en su cuestionamiento al
Estado, a los partidos políticos y a la Iglesia, como la privada, en su
deseo de quebrantar la moral sexual y el modelo familiar imperante.
Si bien este carácter denunciativo en torno a la esfera íntima se
presentó en otras corrientes librepensadoras —tales como la socialista y
el liberalismo radical— fue con el anarquismo que alcanzó una
profundidad singular al levantar un velo sobre el privilegio viril
abarcando desde las regulaciones afectivas, los usos cotidianos, hasta
los comportamientos sexuales. Sus enfoques siempre se encuadraban dentro
de la heterosexualidad como condición fundante de la sexualidad humana
y, por consiguiente, dentro de la estructura familiar, siendo ésta el
único espacio de expresión y desarrollo del mundo afectivo e íntimo de
las personas. Con toda esta batería permeaban las agendas de las
vanguardias políticas y sindicales del anarquismo del Río de La Plata.
Dado que auguraban una revolución social, solamente las pasiones sin
ningún tipo de frenos, provocarían las condiciones necesarias para el
compromiso total y, en este punto, el matrimonio burgués representaba
una traba y como la legalización de la sumisión de la mujer por el
hombre. En este sentido, proponían un nuevo patrón familiar, basado en
el amor libre o la unión libre. Si bien este modo vincular representaba
un núcleo duro de las premisas libertarias, no obstante, sus
propagadores carecían de una visión uniforme al respecto, la misma
conllevaba una acentuada variedad de matices relacionadas con la
fidelidad y la durabilidad de la relación. Se abrió, entonces, la
posibilidad de abordar desde un análisis laico, las imbricadas
cuestiones del placer sexual, prostitución, enfermedades venéreas,
abusos sexuales, maternidad, institución familiar, amor libre y métodos
anticonceptivos. Pero, en su fructífera producción no aparecieron
suficientes referencias a la práctica abortiva. Tampoco surgió una
discusión abierta y explícita sobre el mismo y, si se presentó, se hizo,
en la mayoría de los casos, a partir de un discurso de censura.
Merece un párrafo aparte el pensamiento del biólogo, médico
sanitarista, sociólogo, profesor universitario, ensayista, Juan Lazarte,
nacido en Rosario, en 1891. A lo largo de su vastísima producción
surgió una búsqueda de respuestas a un conflicto social pero, también,
esa preocupación encerraba ciertos prejuicios propios de ese clima de
época. Su libro
El control de los nacimientos tuvo una amplia
difusión en España durante la II República, en 1931. Lazarte planteaba
que el aborto inducido existió en todas las sociedades humanas. Ahora
bien, para su mirada abortar no significaba lo mismo para una clase
social que para otra. Según él, en la burguesía resultaba una práctica
voluntaria y más que generalizadas: en esa circunstancia el aborto era
condenable. A diferencia, los sectores populares estaban arrastrados a
llevarlo a cabo no tanto por propia voluntad, sino por el hecho de estar
condicionados por su pertenencia de clase. Ya sea por causas
económicas, insalubridad en el trabajo, deterioro físico, o por
multiplicidad de embarazos y partos prematuros, las mujeres pobres
recurrían al aborto o abortaban naturalmente. Bajo esta situación, no
decidían en nombre de su propio cuerpo y de su libertad sino que eran
obligadas por el imperativo social. En su libro
Los límites del nacimiento. Contribución al estudio de los problemas sexuales postulaba
que “para esta clase de galeotes, el embarazo es una cadena más brutal
que la prisión. Las que son casadas (y con el concepto que tiene el
macho de su voluntad soberana) necesitan prestarse a los deseos del
marido. Está demostrado que el obrerismo predispone a la muerte durante
el embarazo por favorecer los abortos y los partos prematuros”. En tanto
que los voluntarios se correspondían con mejores condiciones
económicas.
Más allá de los planteos anarquistas, esta etapa histórica tuvo al
psicoanalista austríaco, exponente de la “izquierda freudiana” y del
llamado “marxismo freudiano”, Wilhem Reich, como referente cumbre y guía
para el activismo revolucionario sexual durante la posguerra. En 1930,
Reich participó en el nacimiento de la “
Asociación Alemana para una Política Sexual Proletaria”
conocida también como Sex-Pol o Sexual Politik (Política Sexual),
cofradía deseosa por unificar la diversidad de los movimientos sexuales
existentes. Reich ambicionaba “radicalizar la acción de las masas”, para
una lucha frontal contra el matrimonio y la familia burguesa como las
principales causantes de la represión sexual. Reich fue médico, miembro
de la Asociación Psicoanalítica, estudiante de neuropsiquiatría,
asistente en el Policlínico vienés dirigido por Freud y un psicoanalista
que se alejó de la burguesía para trabajar con las clases obreras
cuando los partidos comunistas desconocían el psicoanálisis. Además, fue
pionero de los reclamos por anticonceptivos gratuitos, derogación de
leyes contra el aborto, la homosexualidad, libertad sexual para la
juventud, modificación de leyes sobre matrimonio y divorcio. Para Reich
eliminar las bases materiales que perpetúan la opresión de las mujeres
resultaba necesario pero no suficiente: exigía una auténtica revolución
en el ámbito de las relaciones sexuales. Al igual que ocurría con otras
facetas de la vida, gran parte de las relaciones sexuales y personales
estaban condicionadas por el tipo de sociedad que genera el sistema
capitalista.
*Este artículo fue inicialmente publicado en la revista virtual La Barraca.