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Los extremos políticos en Alemania se dan la mano con el caso Puigdemont
Ana Carbajosa
El caso Puigdemont ha irrumpido en la vida política alemana, dos semanas después de la esperada formación de un nuevo Ejecutivo,
provocando fisuras políticas en el nuevo Parlamento. El Gobierno de la
canciller, Angela Merkel, insiste en que el conflicto de Cataluña es un
asunto interno, que deben resolver la ley española y la Constitución.
Mientras, en los extremos políticos, a derecha e izquierda, pero también
entre otros miembros de la oposición y en la prensa se escuchan voces
que cuestionan los términos de la posible entrega y sus implicaciones
políticas.
Las críticas a una posible entrega de Puigdemont a las autoridades españolas proceden sobre todo con mucha claridad del extremo izquierdo del arco parlamentario alemán. El partido de La Izquierda se opone a la extradición y ha pedido que se convoque la Comisión de Asuntos Jurídicos y la de Exteriores del Bundestag para estudiar la posible extradición. Bernd Riexinger, presidente del partido poscomunista consideró que el expresidente “no debe ser entregado”. “Uno no debe compartir las inquietudes de Puigdemont para considerar su detención un error”, ha estimado. Dietmar Bartsch, portavoz del grupo parlamentario de Die Linke, consideró “una broma” que sea un tribunal de Schlewig–Holstein el encargado de ”decidir el futuro de Cataluña”.
La primera visita de un político alemán a la cárcel de Neumünster, donde se encuentra encerrado Puigdemont, ha
sido precisamente este miércoles la de un representante de la corriente
más conservadora alemana. Bernd Lucke fue uno de los fundadores de
Alternativa por Alemania (Afd), el pujante partido antiinmigración que
luego abandonó por su deriva extremista y es hoy eurodiputado
liberal-conservador y eurófobo, aunque con escaso predicamento político
en su país. “Puigdemont es perseguido erróneamente. Le apoyo en su
derecho a la libertad de expresión y en su actividad política. El
conflicto catalán debe ser resuelto políticamente y no judicialmente”,
tuiteó Lucke desde Neumünster.
Desde la ultraderecha, Jorg Meuthen, portavoz de Afd, echó mano de la
ironía en un comunicado en el que aprovechó para llevar el agua a su
molino antiinmigración. “Es sorprendente que de repente los controles en
las fronteras funcionen para Carles Puigdemont. Podría parecer injusto
para muchos que ven cómo han fallado para [dejar entrar] a millones de
inmigrantes ilegales”. Aún así, Meuthen consideró que son ahora los
jueces alemanes los que deben tomar una decisión, que debe ser
respetada. René Springer otro diputado de Afd, protestó porque “un
presidente regional que ha representado los intereses de su pueblo sea
encarcelado en Alemania, mientras a un ejército de un millón de
inmigrantes ilegales se le permite acceder a nuestro sistema social”.
Puede que las críticas hayan sido más estridentes desde los márgenes políticos, pero desde otros rincones de la oposición emergen también dudas. Wolfgang Kubicki, vicepresidente del partido Liberal y abogado, ha considerado que el delito de rebelión no tiene un equivalente en Alemania y que por lo tanto no se podrá extraditar a Puigdemont por ese delito, aunque tal vez sí por malversación, el otro cargo por el que se le procesa en el auto del Supremo. Los Verdes mientras, piden una mediación de la UE en el conflicto catalán.
El Ejecutivo alemán no se ha movido ni un milímetro de su posición desde que estalló el conflicto catalán. El miércoles, el portavoz de Merkel, Steffen Seibert volvió a dejar clara la postura oficial: “Nuestro convencimiento es que este es un conflicto español que debe solucionarse en el marco de la legislación y la Constitución española”, dijo en conferencia de prensa.
Mientras, los partidos mayoritarios, el bloque conservador de la canciller, Angela Merkel CDU/CSU y la socialdemocracia (SPD), con quienes gobierna en gran coalición evitan grandes pronunciamientos ante un asunto espinoso y se limitan a pedir que se deje trabajar a los jueces y que se respete su decisión. “La ejecución de una orden de detención europea es un procedimiento normal. Las autoridades no tienen otra opción”, ha estimado el jefe del grupo parlamentario del SPD, Ralf Stegner.
En la prensa alemana, proliferan las opiniones a favor y en contra de la extradición, y se pone el énfasis en las dificultades de que el delito de alta traición, el supuesto equivalente al de rebelión en España, cumpla con el requisito de violencia exigido. Die Zeit ilustraba con acierto el dilema de los jueces alemanes con una patata humeante, pinchada en un tenedor.
Pero a pesar de las divisiones que genera el conflicto, parece difícil pensar que Puigdemont vaya a encontrar en Alemania un apoyo político como el cosechado en Bélgica, un país que cuenta con una importante representación política nacionalista.
“Alemania es un país federal, con Estados que se sienten más autónomos y siempre hemos encontrado una manera de entendernos. Por eso, nos resulta difícil entender que en España no hayan sido capaces de alcanzar un consenso”, explica Günther Maihold, vicedirector del Instituto alemán para la política Internacional y la Seguridad.
Las críticas a una posible entrega de Puigdemont a las autoridades españolas proceden sobre todo con mucha claridad del extremo izquierdo del arco parlamentario alemán. El partido de La Izquierda se opone a la extradición y ha pedido que se convoque la Comisión de Asuntos Jurídicos y la de Exteriores del Bundestag para estudiar la posible extradición. Bernd Riexinger, presidente del partido poscomunista consideró que el expresidente “no debe ser entregado”. “Uno no debe compartir las inquietudes de Puigdemont para considerar su detención un error”, ha estimado. Dietmar Bartsch, portavoz del grupo parlamentario de Die Linke, consideró “una broma” que sea un tribunal de Schlewig–Holstein el encargado de ”decidir el futuro de Cataluña”.
Visita eurófoba
Puede que las críticas hayan sido más estridentes desde los márgenes políticos, pero desde otros rincones de la oposición emergen también dudas. Wolfgang Kubicki, vicepresidente del partido Liberal y abogado, ha considerado que el delito de rebelión no tiene un equivalente en Alemania y que por lo tanto no se podrá extraditar a Puigdemont por ese delito, aunque tal vez sí por malversación, el otro cargo por el que se le procesa en el auto del Supremo. Los Verdes mientras, piden una mediación de la UE en el conflicto catalán.
El Ejecutivo alemán no se ha movido ni un milímetro de su posición desde que estalló el conflicto catalán. El miércoles, el portavoz de Merkel, Steffen Seibert volvió a dejar clara la postura oficial: “Nuestro convencimiento es que este es un conflicto español que debe solucionarse en el marco de la legislación y la Constitución española”, dijo en conferencia de prensa.
Mientras, los partidos mayoritarios, el bloque conservador de la canciller, Angela Merkel CDU/CSU y la socialdemocracia (SPD), con quienes gobierna en gran coalición evitan grandes pronunciamientos ante un asunto espinoso y se limitan a pedir que se deje trabajar a los jueces y que se respete su decisión. “La ejecución de una orden de detención europea es un procedimiento normal. Las autoridades no tienen otra opción”, ha estimado el jefe del grupo parlamentario del SPD, Ralf Stegner.
En la prensa alemana, proliferan las opiniones a favor y en contra de la extradición, y se pone el énfasis en las dificultades de que el delito de alta traición, el supuesto equivalente al de rebelión en España, cumpla con el requisito de violencia exigido. Die Zeit ilustraba con acierto el dilema de los jueces alemanes con una patata humeante, pinchada en un tenedor.
Pero a pesar de las divisiones que genera el conflicto, parece difícil pensar que Puigdemont vaya a encontrar en Alemania un apoyo político como el cosechado en Bélgica, un país que cuenta con una importante representación política nacionalista.
“Alemania es un país federal, con Estados que se sienten más autónomos y siempre hemos encontrado una manera de entendernos. Por eso, nos resulta difícil entender que en España no hayan sido capaces de alcanzar un consenso”, explica Günther Maihold, vicedirector del Instituto alemán para la política Internacional y la Seguridad.
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