Por:
Miguel Mazzeo[1], Resumen Latinoamericano, 20 septiembre 2017
A ciento cincuenta de la aparición de la primera edición de
El Capital de
Karl Marx, queremos proponer algunos interrogantes que nos parecen
insoslayables: ¿Todavía tiene sentido el marxismo? Y, en caso de
tenerlo, ¿dónde se encuentra ese sentido? ¿Cómo descifrarlo? ¿Se han
diluido las tensiones históricas que proveyeron de sentido y vitalidad
al marxismo o, por el contrario, el capitalismo actual no hace más que
reeditar las viejas tensiones bajo nuevos ropajes al tiempo que genera
otras nuevas? ¿Los y las marxistas somos Quijotes de un mundo en fuga?
Nosotros y nosotras creemos que el marxismo sigue siendo
imprescindible para cualquier individuo o comunidad que pretenda
comprender y transformar el mundo, para quienes aspiran a una humanidad
hecha sociedad. Su objeto de estudio y su objetivo estratégico siguen
vigentes: el capitalismo y el cambio social. Su lugar en la teoría
crítica sigue siendo privilegiado. Su opción por la “crítica despiadada
de todo lo existente”; esto es: una crítica dispuesta a asumir las
consecuencias sociales y políticas que genera, en particular los
conflictos con los poderes instituidos, es estratégica. ¿Existe una
visión que suministre un cuadro más completo y una interpretación más
rigurosa del capitalismo como sistema y de nuestras realidades
cotidianas? ¿Qué corpus teórico más o menos homogéneo y coherente nos
ofrece tantos recursos como el marxismo a la hora de comprender al
capital como poder de dominación y opresión al tiempo que nos propone
una denuncia desde un sólido emplazamiento ético? ¿Existe una visión que
desenmascare con tanto vigor y claridad la esencia lúgubre de las
clases dominantes? ¿Existe una visión que nos confirme de manera más
certera el carácter incompleto del mundo, su condición de problema
radical y la necesidad de reconstruirlo colectivamente? ¿Existe una
“brújula” más apta para evitar la confusión entre sujeto y predicado? El
marxismo nos coloca cara a cara con la realidad multidimensional que
padecemos, cara a cara con la explotación material, la alienación
política, la dominación. Entonces, el sentido del marxismo es
principalmente político.
En tiempos de proliferación de “derivados” y de auge de las formas
más fetichistas del capital; en tiempos signados por la informalización
de la producción, el trabajo y la vida; en tiempos en que el capital
busca consolidar y extender su dominio sobre el trabajo, los recursos
naturales y los Estados; en tiempos en que una derecha globalizada gana
posiciones en la dirección ideológica de las sociedades, el marxismo se
erige en una especie de santuario de saberes teórico-prácticos
imprescindibles para la emancipación de las clases subalternas y
oprimidas. ¿Cómo no revalorizarlo?
Prescindir del marxismo, obviarlo, es renunciar lisa y llanamente a
una de las más relevantes filosofías inmanentes de los explotados y los
oprimidos, a uno de los puntos de partida más prolíficos e insoslayables
a la hora de comprender/impugnar/transformar la realidad. Dejar de lado
el marxismo es resignarse a una percepción opaca y miserable, es
condenarse a vivir en un orden ilusorio donde directamente está vedada
la idea de porvenir. Y también es renunciar a la posibilidad de
despreciar los principios morales de los opresores.
El marxismo sigue siendo clave para hacer inteligible el mundo como
totalidad en el marco de la fragmentación y el aislamiento (de seres,
objetos y procesos) que el capitalismo produce y reproduce
constantemente. El marxismo permanecerá indispensable mientras exista
confiscación y plusvalía, dominación, opresión y explotación;
alienación, fetichismo y cosificación; uniformidad, superstición,
tristeza y conformismo. Por eso debemos recuperarlo como el “ambiente”
de nuestras ideas, como “fuente común” capaz de reintegrar la conciencia
fragmentada, como insumo para producir una conciencia política inédita
que rompa con la impotencia institucionalizada y haga posible un nuevo
ciclo histórico.
Ahora bien, este deseo no implica exigirle al marxismo que unifique
las diversas orientaciones emancipatorias, que provea por sí mismo una
visión política global, o una línea ideológica común o un mecanismo
orgánico apto para canalizar las luchas populares; más allá de que, sin
dudas, pueda aportar a cada cosa. Sin renunciar a la idea marxista de un
proyecto universal y totalizador, creemos que se trata de pensar
caminos alternativos para lo universal y contemplar la posibilidad de
totalidades no totalitarias. Porque cada vez que se recurrió a la
“ideología marxista-leninista” para resolver esas necesidades básicas de
un proyecto emancipador, cada vez que esta “ideología” fue invocada
como atajo para la coherencia que demandaba una observancia rigurosa,
salieron deteriorados tanto el marxismo como el proyecto. De este modo,
el marxismo terminó obturando la dialéctica entre ideología y praxis,
funcionó como ideología autoreferencial y autosuficiente que se impuso a
la cultura (a las culturas). Lo que suele ser un manantial de lo
inauténtico y hasta de lo oscuro. La oscuridad en el marxismo no tuvo
una fuente privilegiada, y provino de las que pueden ser también sus
fuentes de luz: la creencia y la ciencia.
El marxismo cayó en las formulaciones esquemáticas y en un
doctrinarismo apriorístico que se creía con el derecho de prescindir de
la verificación en el terreno de la praxis. De este modo, se convirtió
en verdad revelada, en corpus doctrinario rígido y excluyente y, en
algunos casos, en credo oficial. Proveyó una coherencia superficial y
falsa y, sobre todo, incompatible con un horizonte socialista.
Por su parte, el proyecto se desnaturalizó en el “signo de
distinción”, en las lógicas de la especialización académica o militante,
en el elitismo, el sectarismo o en la razón de Estado y el despotismo.
Va de suyo que consideramos históricamente agotada a la vieja
conciencia política que supo producir el marxismo. (Lo mismo cabe decir
en relación al horizonte instituido por la Gran Revolución de Octubre).
Concretamente: esa vieja conciencia política ha perdido el poder de
seducción que otrora ejercía sobre intelectuales y militantes sociales y
políticos del mundo entero. Ha perdido su antigua capacidad de crear
sujetos políticos. Desde la perspectiva del poder dominante, dicha
conciencia política, ha perdido algunas posiciones como expresión de lo
diabólico. Aunque la posibilidad de articulación de marxismo y
polis sigue
intacta. Como sigue íntegra la aptitud para constituirse en paradigma
donde confluyen el pensamiento crítico y la política radical. En buena
medida depende de la vocación militante por desarrollarle nuevas
“encarnaciones” y una nueva conciencia política, de recuperar sus
aptitudes de crear sujetos políticos sobre bases nuevas distintas al
“progreso” entendido como el desarrollo de las fuerzas productivas.
Creemos que esa vieja conciencia política –junto al viejo arsenal
simbólico– puede servir para luchar contra la inhumanidad de las clases
dominantes, principalmente para resistir (en un sentido acotado que
refiere más a la preservación de una posición adquirida que a la
“creación”). Pero el punto es que ya no alcanza para inspirar trayectos
emancipatorios, desbordes democráticos, vocaciones constituyentes, en
fin: sujetos políticos, programas activos de transformación radical de
la realidad que remitan a lo que Walter Benjamín llamaba “verdades
épicas”. Tal vez las “efemérides marxistas” de 2017, y las de los
próximos años, contribuyan a discutir estos tópicos.
La pregunta por el sentido del marxismo podría formularse apelando a
modos más indirectos: ¿es posible una existencia humana digna y una
autorrealización plena bajo la ley del capitalismo? ¿Pueden los grupos
sociales explotados y oprimidos del planeta satisfacer su interés
existencial en los marcos de esa ley? ¿Cómo contribuir a que estos
grupos (incluidos todos nosotros y todas nosotras) vivan sus existencias
limitadas y hasta miserables y espectrales como contradicción lacerante
y no como parte de lo instituido y naturalizado como “lo real”? ¿Cómo
contribuir a que los y las de abajo desarrollen un interés antagónico al
interés por lo que es y lo que está? ¿Puede haber caminos hacia el
futuro en el marco del capitalismo y el mundo burgués?
El marxismo sigue siendo uno de los antídotos más intensos y eficaces
contra la reificación de las relaciones humanas, contra el proceso de
desencantamiento del mundo, contra la universalidad totalitaria y la
esclavitud ideológica impuestas por el mercado. También es un antídoto
frente a un conjunto de supuestas heterodoxias que impulsan proyectos
que no buscan otra cosa que fortalecer las estructuras y los imaginarios
capitalistas (capitalismo “regulado”, capitalismo con “rostro humano”, o
similares); que promueven políticas tendientes a neutralizar los
desequilibrios constitutivos de la dinámica objetiva del capital, en
especial la desigualdad. Más allá de la complejidad de los recursos
teóricos y retóricos puestos en juego, no hacen más que reeditar viejos
reformismos ignorando resignadamente la unidad estructural que, como ya
señalamos, caracteriza al sistema capitalista. El propio Marx, demostró
la inviabilidad sistémica de estas alternativas. ¿Alguien conoce un
antídoto mejor? El marxismo sigue siendo un insumo indispensable para
intensificar los flujos de lo que late y vive, para que los seres
humanos puedan realizarse plenamente y reapropiarse del mundo
escamoteado, para conjurar todo lo que el mundo tiene de atrofiado y
para que el mundo no le quede tan grande e inabarcable a la verdad y a
la belleza. El marxismo fue, es y será imprescindible en toda
experiencia popular contrahegemónica, que anticipe otra sociedad posible
y que ponga en marcha un proceso de control del trabajo sobre el
capital.
Cabe señalar que el reconocimiento de la unidad estructural del
sistema capitalista debería servirnos para valorar las funciones
emancipatorias de las formas socialistas prácticas o potenciales, por lo
general imperfectas, que pueden desarrollarse en los marcos del
capitalismo, sobre todo en sus márgenes, en sus regiones ambiguas. Con
una dosis de imaginación estratégica será posible detectar en esas
formas las grietas, las fisuras que ponen en cuestión la unidad
estructural y que permiten pensar en unidades estructurales
alternativas.
Estamos convencidos de que el sentido del marxismo está en la
historia y la vida concreta de la-clase-que-vive-su-trabajo, de los y
las pobres, de los explotados y las explotadas, de los oprimidos y las
oprimidas. Más específicamente, el sentido del marxismo reside en la
capacidad de lucha y resistencia contra la explotación y la opresión de
los y las de abajo. En sus aptitudes para torcer el destino trágico de
la historia. En su rebeldía y en su deseo, que es como decir: en sus
sueños, utopías e ímpetus. El marxismo puede contribuir decididamente a
que las clases subalternas y oprimidas descubran y desarrollen esas
aptitudes, esa rebeldía y ese deseo.
El marxismo, para tener un sentido a la altura de su promesa
emancipatoria, no puede dejar de ser un marxismo militante desbordante
de deseo y vida auténtica. Un marxismo que, en términos de René Zavaleta
Mercado, podemos ubicar en la encrucijada de la colocación estructural
de la clase y el instante de su revelación; o que, siguiendo a Roque
Dalton, podemos considerar como culpable de la esperanza y responsable
entre los responsables de la felicidad que sigue caminando.
Somos concientes del exceso de expresiones desiderativas en el que
hemos incurrido a lo largo de este trabajo. Es probable que todo este
cúmulo de deseos resulte desmesurado. En un mundo tan vacío de sueños,
tan sin ansias de paraísos (en la tierra); en un tiempo donde las formas
dominantes del poder tienden a imponerse sin resistencias (incluso al
interior de los espacios dizque “transformadores”, o “revolucionarios”),
no cabe otra actitud que apelar a la desmesura.
* Fragmento del libro
Marx Populi (inédito).
[1] Profesor de Historia y
Doctor en Ciencias Sociales. Docente e investigador de la Universidad de
Buenos Aires (UBA) y en la Universidad de Lanús (UNLa). Escritor, autor
de varios libros publicados en Argentina, Venezuela, Chile y Perú,
entre otros:
Piqueter@s. Breve historia de un movimiento popular argentino; ¿
Qué (no) Hacer? Apuntes para una crítica de los regimenes emancipatorios;
Introducción al poder popular (el sueño de una cosa);
El socialismo enraizado. José Carlos Mariátegui: vigencia de su concepto de “socialismo práctico”;
El Hereje, apuntes sobre John William Cooke. Colaborador de los portales
Contrahegemoníaweb,
La Haine y
Resumen Latinoamericano.