2017, un año en el que recordar tres amargos aniversarios para Palestina
Richard Falk / Resumen Latinoamericano / PalestinaLibre / 03 de
enero de 2017 – Los palestinos parecen condenados cada vez más a
convertirse en sujetos sometidos, o al menos en ciudadanos de segunda
clase, en su patria. El expansionismo israelí, el incondicional apoyo
estadounidense y la impotencia de la ONU se combinan para crear sombrías
perspectivas para la autodeterminación palestina y para una paz
negociada que sea sensible a los derechos y reclamaciones tanto de
judíos como de palestinos.
Recordar los tres destacados aniversarios que van a producirse en
2017 puede ayudarnos a comprender mejor cómo en el curso de los últimos
cien años ha ido desarrollándose esta desoladora narrativa palestina.
Quizá esas remembranzas puedan incluso motivar la rectificación de
los fracasos del pasado y alentar los decaídos esfuerzos para encontrar
un camino a seguir incluso en este tardío momento. Las iniciativas más
prometedoras están ahora asociadas con un creciente movimiento de
solidaridad global dedicado a conseguir una paz justa para ambos
pueblos.
Por ahora, ni las Naciones Unidas ni la diplomacia tradicional
parecen tener mucha influencia sobre el juego de fuerzas políticas y
sociales existentes en el núcleo de la lucha palestina. Sólo la
resistencia no violenta de los palestinos al prolongado sufrimiento
causado por la ocupación y la militancia de la sociedad civil
trasnacional parecen tener alguna capacidad para ejercer una influencia
positiva sobre el statu quo y mantener la esperanza.
Simpatizantes palestinos exigiendo el reconocimiento de un Estado
palestino en la Plaza del Parlamento, Londres, 13 de octubre de 2014
(AFP)
1917
El 2 de noviembre de 1917, persuadieron al secretario de Asuntos
Exteriores británico, Arthur Balfour, para que enviara una carta al
barón Lionel Rothschild, destacado defensor del sionismo en Gran
Bretaña, manifestando su apoyo a las aspiraciones del movimiento. El
contenido más importante de la carta quedó expuesto en el siguiente
párrafo:
“El gobierno de Su Majestad considera favorablemente el
establecimiento de un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina, y
hará cuanto pueda para facilitar la consecución de este objetivo,
dejando bien claro que no hará nada que pueda perjudicar los derechos
civiles y religiosos de las comunidades no-judías existentes en
Palestina, ni los derechos y estatuto político de que disfrutan los
judíos en cualquier otro país.”
Una observación inicial obvia es por qué Gran Bretaña adoptó tal
iniciativa en medio de la I Guerra Mundial. La explicación más inmediata
es que la guerra no estaba yendo tan bien, lo cual alimentaba la
creencia y la esperanza de los dirigentes británicos en el hecho de que
situándose junto al movimiento sionista animaría a los judíos de toda
Europa a apoyar la causa de los aliados, especialmente en Rusia y
Alemania.
Un segundo motivo se centró más en auspiciar los intereses británicos
en Palestina, que Lloyd George, entonces primer ministro, consideraba
estratégicamente vitales para proteger la ruta del comercio terrestre
hacia la India, así como para salvaguardar el acceso al Canal de Suez.
La Declaración Balfour resultó controvertida desde el mismo día en
que se emitió, incluso entre algunos judíos. En primer lugar, ese
compromiso del Foreign Office británico evidenciaba una empresa
puramente colonial que no se molestaba ni lo más mínimo en tener en
cuenta los sentimientos de la población mayoritariamente árabe que vivía
en Palestina en aquel tiempo (los judíos representaba menos del 10% de
la población allí en 1917), ni en respetar el creciente apoyo
internacional al derecho de autodeterminación de que gozan todos los
pueblos.
Oposición judía a la Declaración Balfour
Judíos importantes, dirigidos por Edward Montagu, secretario de
Estado para la India en aquel momento, se opusieron a la declaración
temiendo que encendiera las llamas del antisemitismo, especialmente en
las ciudades europeas y norteamericanas.
A partir de ahí, los árabes se sintieron traicionados porque
consideraron que la iniciativa de Balfour rompía las promesas que les
habían hecho de independencia política a cambio de unirse a la lucha
contra los turcos. También advertía sobre futuros problemas a causa de
la promoción sionista de la inmigración judía hacia Palestina y la
agitación de la población árabe indígena.
Debería reconocerse que incluso los dirigentes sionistas no se
sentían totalmente satisfechos con la Declaración Balfour. Había
ambigüedades deliberadas incrustadas en su lenguaje. Por ejemplo, los
sionistas hubieran preferido la palabra “el” en vez de “un” delante de
“hogar nacional”. Por otra parte, se consideró que la promesa de
proteger el statu quo de los no judíos propiciaba un futuro problema,
aunque, como acabó resultando, esta asunción de responsabilidad
colonialista no se cumplió nunca.
Y, finalmente, los sionistas recibieron apoyo para un hogar nacional,
no un Estado soberano, aunque en las conversaciones entre bambalinas
los británicos acordaron que en el futuro podría surgir un Estado judío,
pero sólo después de que los judíos se convirtieran en mayoría en
Palestina.
Merece la pena mirar hacia atrás respecto a la Declaración Balfour
para comprender cómo las ambiciones coloniales se trocaron en culpa
liberal y empatía humanitaria por la grave situación de los judíos
europeos tras la II Guerra Mundial, creando a la vez una pesadilla
interminable de decepción y opresión para la población palestina.
El secretario del Foreign Office británico, Arthur James Balfour, y su carta de 1917 (Wikipedia) 1947
Tras la II Guerra Mundial, con el conflicto palestino alcanzando cada
vez niveles más altos de intensidad y el Imperio británico en caída
libre, Gran Bretaña renunció a su papel de mandataria y le cedió a la
incipiente ONU la tarea de decidir qué hacer.
La ONU creó un grupo de alto nivel para dar forma a una propuesta,
que tuvo como resultado un conjunto de recomendaciones que incluían la
partición de Palestina en dos comunidades, una para los judíos, otra
para los árabes. Se internacionalizó Jerusalén, en la que ninguna
comunidad podría ejercer la autoridad gobernante ni tendría derecho a
reclamar que la ciudad era parte de su identidad nacional. Ese informe
de la ONU fue adoptado como propuesta oficial bajo la forma de la
Resolución 181 de la Asamblea General.
El movimiento sionista aceptó la Res. 181, mientras los gobiernos
árabes y los representantes del pueblo palestino la rechazaban,
afirmando que infringía los derechos de autodeterminación y que era
enormemente injusta. En aquel momento, los judíos constituían menos del
35% de la población aunque se les había cedido más del 55% del
territorio.
Como es ampliamente conocido, se emprendió una guerra de la que los
países árabes vecinos que entraron en Palestina acabaron derrotados por
las bien entrenadas y armadas milicias sionistas. Israel ganó la guerra,
apoderándose del 78% de Palestina en el momento en que se alcanzó el
armisticio, desposeyendo a más de 700.000 palestinos y destruyendo
varios cientos de pueblos palestinos. Esta experiencia, el momento más
amargo sufrido por los palestinos, es conocida entre ellos como la nakba
o catástrofe.
Refugiados palestinos abandonando Galilea en octubre-noviembre de 1948 (Wikimedia)
1967
El tercer aniversario de 2017 es el que va asociado a la guerra de
1967, que llevó a otra derrota militar de los vecinos árabes y a la
ocupación israelí de la totalidad de Palestina, incluyendo la ciudad
entera de Jerusalén y la Franja de Gaza.
Estados Unidos: el socio estratégico
La victoria israelí cambió la ecuación estratégica de forma
espectacular. Israel, que había sido considerado anteriormente una carga
estratégica para los EEUU, de repente pasó a ser apreciado como socio
estratégico con derecho a recibir un apoyo geopolítico incondicional.
En la famosa Resolución 242, el Consejo de Seguridad de la ONU
decidió por unanimidad el 22 de noviembre de 1967, que había que
negociar la retirada de las fuerzas israelíes, acordando determinadas
modificaciones en las fronteras, en el contexto de alcanzar un acuerdo
de paz que incluyera una resolución justa a la situación de los
refugiados palestinos que estaban viviendo por toda la región.
Durante los 50 años siguientes, hemos sido testigos del no
cumplimiento de la Res. 242. Bien al contrario, Israel ha invadido aún
más la Palestina Ocupada mediante la ampliación de asentamientos y de la
infraestructura con ellos relacionada, hasta tal punto que muy pocos
puede creer que un Estado palestino independiente pueda coexistir ya con
Israel, ni siquiera que sea algo deseable.
Manifestantes palestinos en el Día de Jerusalén, que marca el
aniversario de la “reunificación” de la ciudad por parte de Israel tras
la guerra de los Seis Días de 1967 (AFP)
Estos aniversarios revelan tres etapas en el constante empeoramiento
de la situación palestina. También evidencian la incapacidad de la ONU o
de la diplomacia internacional para resolver el problema de cómo
palestinos y judíos deberían compartir la tierra.
Es demasiado tarde para revertir enteramente estas fuertes corrientes
de la historia, pero sigue siendo imperioso encontrar una solución
humana que de algún modo permita que estos dos pueblos vivan juntos en
paz o en comunidades políticas separadas.
Confiemos fervientemente en que pueda encontrarse una solución
satisfactoria antes de que otro nuevo aniversario reclame nuestra
atención.
Sobre el autor: Richard Falk es experto en derecho
internacional y relaciones internacionales. Ha sido profesor en la
Universidad de Princeton durante cuarenta años. En 2008 fue nombrado por
la ONU para cumplir un mandato de seis años como Relator Especial para
los Derechos Humanos en Palestina.
Fuente: 2017: A year to recall three bleak Palestinian anniversaries
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de
respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a
Rebelión.org como fuente de la misma.
Fuente: Richard Falk, Middle East Eye /
Rebelión (Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.)