EL AUGE DEL SUICIDIO EN ESPAÑA Y EN EL MUNDO
En el mundo se producen al año 815.000 suicidios, casi tres veces más
muertos que por conflictos bélicos. Cada 40 segundos, un ser humano pone
fin a su vida, y es que, si la vida merece o no ser vivida, es una
cuestión fundamental de la persona, sea profesora o jornalero. La
cantidad de suicidios en el mundo se corresponde en general con la
influencia que la religión tiene entre la población. Donde más suicidas
hay es en los países del Este o de mayoría de población laica, le siguen
los países con mayoría protestante, católica y ortodoxa, siendo estas
dos últimas donde las cifran bajan ostensiblemente. Por ultimo, los
países musulmanes, donde es casi imperceptible su existencia.
Cada día 10 personas se quitan la vida en España, que con 3.910 suicidas
en 2014, tiene una tasa de 8,3 por cada 100.000 habitantes, claramente
por debajo de la media europea (11,7) y que desde que empezaron a
registrarse en 1980 mantiene, con pequeñas subidas y bajadas, una
tendencia ascendente que se corresponde con la pérdida creciente de
influencia del catolicismo entre la población. Muchos suicidios se
camuflan pues a veces son las propias familias y la policía las que se
ponen de acuerdo en considerar estos suicidios como accidentes de
tráfico o de trabajo y poder así cobrar un seguro. También hay muchas
muertes naturales que pueden haber sido suicidios y la Iglesia católica
española, tan protegida por el gobierno, dificulta que se puedan
considerar como tales.
Entre Córdoba, Granada y Jaén existen tres pueblos (Alcalá la Real,
Priego e Iznájar) con la más alta tasa de suicidios (26,6), más del
triple de la media de España. En estos pueblos, desde los años ’80, se
produce un suicidio al mes (11 al año). Dos de estos pueblos tiene más
de 20.000 habitantes y no son deprimidos en absoluto y se producen igual
por edad, sexo, clase social o comportamientos previos. Es un elemento
cultural; han visto el suicidio en generaciones anteriores y lo han
interiorizado como la única alternativa para resolver un conflicto. Se
ve con normalidad y está tan enraizadas en la sociedad que la gente no
lo ve raro. Si ha habido familias con antecedentes suicidas, sus
probabilidades aumentan, pues son las más propensas. Se dan casos
extremos como el ahorcarse en el mismo olivo el padre, sus dos hijos y
sus dos hijas. O los tres varones de una familia: el abuelo, que se
colgó de un olivo, su hijo que se quitó la vida cinco años después, con
la misma cuerda y en el mismo árbol, igual que terminó haciendo el nieto
dos años mas tarde.
Los suicidios se contagian; cada vez que una persona se quita la vida,
crecen las posibilidades de que se produzca un caso similar durante los
días siguientes. Este efecto imitativo de la conducta suicida, más
acusado entre la gente joven, se denomina desde 1974 “el efecto
Werther”, por el suicidio romántico por amor del protagonista de la
novela “Las penas del joven Werther” de Goethe, de 1774 y que indujo a
numerosos jóvenes de la época a suicidarse de igual forma, llegando las
autoridades de Italia, Alemania y Dinamarca a prohibir el libro.
Al mes siguiente de que se publicaran los suicidios de Marilyn Monroe y
Kurt Cobain, se incrementaron notablemente los casos de suicidios. El
gobierno revisó la forma de informar de ello, consiguiendo que
descendieran notablemente. Suicidarse en un bosque bajo el monte Fuji
está terriblemente de moda en Japón; es el lugar que en la época feudal
las familias más pobres abandonaban a su suerte a los niños y ancianos
que no podían alimentar. En 2003 se suicidaron allí 100 personas y desde
entonces las autoridades dejaron de informar de ello. Es el lugar en el
que más gente se ha suicidado en el mundo, después del puente de San
Francisco (EEUU), con 1.500 suicidas.
En el viaducto de la calle Segovia, desde hace más de un siglo que se
inauguró, venía suicidándose de media una persona a la semana, hasta que
en los años ´90 dejaron de informar de ello para no alarmar ni
alimentar la fama del lugar, y junto a la instalación de unas mamparas
transparentes, logró bajar notablemente la tasa de suicidios, situando a
Madrid entre las capitales con la tasa más bajas de España. Estas
barreras también cumplen una función disuasoria, que recuerdan que la
sociedad no quiere que te suicides.
CRISIS y DESAHUCIOS
Aunque en España existen 4.300.000 pisos vacíos, desde el inicio de la
crisis se han efectuado 350.000 ejecuciones hipotecarias en España. Se
trata de un auténtico terrorismo de Estado, ejecutado por autoridades
judiciales, banqueros, políticos y administraciones públicas. Los
estragos que causan muchos de estos desahucios provocan los peores casos
de suicidio en la sociedad española. Según la Plataforma de Afectados
por la Hipoteca (PAH) en Madrid, más de la mitad de las personas que se
suicidan en España, tienen que ver con su situación económica, pues todo
empieza con la pérdida del trabajo. Hay una relación clara con el
desempleo: cada 1 % de aumento del paro produce una subida del 0,79 % en
la tasa de suicidios en menores de 65 años.
Un desahucio es la entrada a un mundo de dificultades que las personas
afrontan a veces sin medios para superarlas aunque muchas (desempleadas y
con graves problemas de subsistencia), se adaptan a su situación, pues
empiezan echándose la culpa a uno mismo, para luego desviarla a los
políticos, los defectos del sistema, etc. Según datos de “Stop
Desahucios”, la tercera parte de los suicidios en España es resultado de
estos desahucios. Una psicóloga de apoyo a la PAH Madrid dice que no se
puede hablar de una relación causa-efecto directa, pues los datos del
INE muestran poca coincidencia de muertes por suicidio con los ciclos
económicos; en 2010, tras unos primeros años de crisis y recortes
sociales, hubo la cifra más baja de suicidas en 17 años, pero también en
los breves periodos de bonaza económica de 1989-92 y de 2004-07,
descendió el número de suicidas. Además. el Instituto Nacional de
Estadística (INE), incorporó a partir de 2011 los datos de los
Institutos de Medicina Legal que antes no se contabilizaban,
produciéndose desde entonces un aumento medio de más de 400 casos de
suicidios anuales, sin los cuales se tendrían ahora unas cifras
parecidas a las de los últimos 20 años.
La crisis económica y el drama de los desahucios han provocado que los
medios de comunicación hayan roto el tabú de informar de casos concretos
de suicido en España como recomendaba en 2013 el Libro de estilo del
diario “El País”. Hasta entonces solo se publicaban cuando la persona
que decidía quitarse la vida era alguien muy conocido, pero no una
persona anónima. Y no es cierto que si se habla de suicidios se incita a
desencadenar otros, pues eso solo puede precipitar la decisión de
alguien que ya la tiene tomada. La clave es cómo se habla de ello; hay
que cambiar el tratamiento tradicional de los suicidios habidos hasta
ahora en los medios de comunicación y empezar a seguir las
recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud: no aparecer los
suicidas en la portada, no dar demasiados detalles y no presentar al
fallecido de forma sensacionalista como una persona saludable o exitosa
que inspirara compasión.
ASESINATOS
Han aumentado los suicidios, pero cada vez hay menos homicidios; la
gente mata ahora menos, es cada vez más pacífica y empática. Del total
de muertes en el mundo, las causadas por la violencia humana, en las
sociedades agrícolas eran del 15 %, en el siglo 20 se redujo al 5 % y
ahora está en el 1%. En Nueva York entre 1975 y 2005, los homicidios se
redujeron a la cuarta parte, con una caída similar del número de
violaciones, robos y otros delitos graves.
En España, de 2003 al 2013, los asesinatos se han reducido a la mitad,
pasando de ser el país con mayor tasa de asesinatos de la Unión Europea a
ser en 2015 uno de los tres países con menos. Y además, desde hace
años, los homicidios se cometen menos por robar, violar o evitar una
detención policial y más por celos, venganza o defensa propia. Esta
importante mejora social ha sido posible gracias a disponer de: 1.
Estados más protectores y tribunales más eficaces, que desincentivan la
idea de arriesgarlo todo por ajusticiar a alguien. 2. Un contexto donde
reina el orden, produce más orden. La proliferación de cámaras de
vigilancia de circuito cerrado. 3. La legalización del aborto, (la
reducción de hijos no deseados) en las capas más desfavorecidas de la
sociedad, pues los niños no deseados tienen el doble de probabilidad de
cometer crímenes. 4. Población más envejecida (los jóvenes cometen más
crímenes).
PREVENCIÓN
Esta plaga silenciosa del suicidio mata cada año a casi 4.000 personas
(más del doble que los accidentes de tráfico o 70 veces más que la
violencia de género) y ha llegado para quedarse. Decir que solo ha
influido la crisis económica es muy reduccionista. El incremento de
casos es de suficiente magnitud para que las instituciones públicas
implanten Planes de Información y Prevención del suicidio como se hace
en Noruega, Suecia, Dinamarca o Reino Unido. Solo existe en Cataluña
desde 2015 el “Código Riesgo Suicidio”, un embrión de un Plan de
Prevención.
Aún siendo ya la primera causa de muerte violenta de nuestro país, no
hay datos sobre las causas de los suicidios ni el contexto en que se
produjeron (a diferencia de los accidentes de tráfico). En la inmensa
mayoría de los casos de suicidios había algún trastorno psiquiátrico en
el momento de su muerte. Los médicos de cabecera tienen que saber
detectar si una persona presenta síntomas suicidas, con la aplicación de
campañas de prevención en las Escuelas y Centros de salud, ya que es un
problema que puede limitarse con una rápida detección.
El suicidio es “una solución definitiva a un problema transitorio” y
viene precedido muchas veces por factores de riesgo: la soledad (que es
el verdadero verdugo) y la “depresión melancólica”, muchas de las veces
motivada por carecer de pareja, familia o amigos. Es una enfermedad de
transmisión genética, que conduce al suicidio en el 10 -15 % de los
casos. En lxs adolescentes son factores de riesgo el tener una mala
relación familiar o social, desengaños amorosos (el principal
desencadenante, sobre todo en chicas jóvenes), el fracaso escolar, una
identidad sexual no asumida o el consumo de alcohol y drogas o haber
sufrido abusos sexuales reiterados y agravados por la baja tolerancia a
la frustración de una generación que ha crecido con todo dado.
También hay casos entre el suicidio y la eutanasia, como los ancianos
que asesinan a sus esposas o viceversa, y luego acaban con la propia
vida, o personas mayores que, aun sin estar enfermas, están hartas de
vivir y sufren el llamado “cansancio vital” y que en el ejercicio de su
libertad personal, deciden acabar con su vida. Hay que tener en cuenta
que en España el suicidio no es delito, pero sí lo es el inducir a ello,
que está penado con cuatro a ocho años de cárcel. Detrás de cada
suicidio consumado hay 20 intentos fallidos, personas que lo intentan,
incluso varias veces, pero al final no mueren; son los llamados
“suicidas frustrados” que no se alegran de haber salvado la vida, sino
que se deprimen por no haber conseguido matarse. Lo enfocan como un
fracaso. Así como el suicida suele despertar compasión en los demás,
este numeroso grupo sufre muchas veces el rechazo social, que lo esquiva
y le reprocha que solo ha querido llamar la atención.
Son necesarios planes de prevención aplicados a los suicidios, parecidos
a lo que se hacen contra el alcoholismo, el tabaquismo, o los
fallecidos en accidentes de tráfico y que tan buenos resultados han
obtenido con el carnet por puntos, que en 2014 logró reducirlos a la
mitad y ha pasado de estar en primer lugar, a ser el quinto de
importancia de las muertes violentas.
(Visto en
https://contraindicaciones.net/)