Huracán,
tormenta, avalancha, tsunami, tales son algunos de los términos que más
se han escrito y escuchado para definir la auténtica rebelión ciudadana
que el domingo, 1 de julio, ha cimbrado a México a lo largo y a lo
ancho de su territorio, votando arrasadoramente por Andrés Manuel López
Obrador para presidente de la República 2018-2024.
Más de 30
millones de sufragios reunidos por medio de los partidos de su coalición
Juntos Haremos Historia (Movimiento de Regeneración Nacional, Partido
del Trabajo, Partido Encuentro Social), esto es 53 por ciento de la
votación, dejando a Ricardo Anaya de Por México al Frente (Partido
Acción Nacional, Partido de la Revolución Democrática, Movimiento
Ciudadano) con 12 millones (17 por ciento) y al candidato oficial, José
Antonio Meade, de la coalición Todos por México (Partido Revolucionario
Intitucional, Partido Verde Ecologista de México y Partido Nueva
Alianza) con apenas 9 millones (13 por ciento), con una participación
ciudadana de 63 por ciento del padrón electoral.
Como en 1988,
millones de personas que se creyeron ciudadanos acudieron a las urnas
para votar en condiciones adversas e inciertas por un candidato
proscrito, diabolizado, salido de las filas del propio régimen, pero
crítico, opuesto a las derivas y degradaciones del poder. A pesar de las
persistentes amenazas de fraude renovadas en 2006 y de manipulación con
la compra del voto que en 2012 impuso a Enrique Peña Nieto, así como
del patente desprestigio de órganos electorales inseguros, arbitrarios y
negligentes (Instituto Nacional Electoral, Tribunal Electoral de la
Federación y Fiscalía Especializada para la Atención de los Delitos
electorales), una ciudadanía acrecentada, rejuvenecida y madurada en los
duros años del neoliberalismo y la descomposición político-social
manifestó como nunca su hartazgo, su rebeldía y sus esperanzas de
cambio.
Como en el 2000 que echó abajo un monopolio político
autoritario de más de 70 años, el propósito expreso que motiva la nueva e
inesperada movilización electoral es el repudio al régimen
prevaleciente, pero ahora igualmente de todos los partidos que
convirtieron la aternancia política en una mascarada que nada cambió y
en su lugar precipitó al país hacia la descomposición del poder, la
corrupción extrema, la guerra, el feminicidio, el despojo y la
polarización económico-social. El gobierno del cambio de Vicente Fox
(2000-2006) y la alternancia recurrente (2000, 2012) no democratizaron
al régimen ni la vida nacional y más bien prosiguió su ocaso desordenado
y la transfiguración de su decadencia en descomposición.
Pero si
en la primera revuelta ciudadana de 1988 Cuauhtémoc Cárdenas se fue
radicalizando en el transcurso de su campaña electoral mediante su
encuentro con innumerables núcleos sociales, asumiendo en su programa
las reivindicaciones y anhelos de sus luchas sofocadas por la puesta en
práctica del viraje neoliberal iniciado en 1983, ahora Andrés Manuel
López Obrador propagó más bien, hasta el cansancio, su discurso centrado
en combatir los privilegios de la pretendida mafia del poder y la
corrupción gubernamental que concibe como la fuente de todos los males.
Demandas de ciertos sectores críticos y pueblos originarios que AMLO
había asumido, como el rechazo de las llamadas reformas estructurales
impuestas por el Pacto por México al inicio del gobierno de Peña Nieto
(compuesto por la direcciones del PRI, el PAN y el PRD), la promesa de
anular la construcción del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad
de México en el lago de Texcoco y la lucha contra la inseguridad y la
militarización del país, poco a poco se fueron distorsionando o
diluyendo en su discurso, salvo tal vez la reforma educativa que hasta
el final se comprometió a derogar. La prédica del candidato presidencial
morenista, cada vez más despolitizada y cargada de un moralismo de
tinte religioso, se dirigió a suscitar la creencia de que el cambio, tan
anhelado, cualquiera que sea, derivará de la sola “honestidad valiente”
del Presidente de la República. Todo vendría por añadidura al asumir
López Obrador la Presidencia de la República.
A pesar de las
advertencias de los organismos empresariales y de algunos de sus
opositores intelectuales, como el magnate cultural del salinismo Enrique
Krauze, en el sentido de pugnar por el voto cruzado para limitar el
poder presidencial, la onda de choque generada por AMLO arrasó también
casi en prácticamente todas las elecciones efectuadas: Congreso de la
Unión, gubernaturas de los estados y hasta en congresos locales y
municipios. Juntos Haremos Historia, especialmente el Movimiento de
Regeneración Nacional (su partido), consiguieron una amplia mayoría
(Cervantes, 2018; Villamil, 2018) que significa primero que nada el
hundimiento catastrófico del bloque expresado en el Pacto por México, es
decir de los partidos que han administrado la pretendida transición
política desde 1988.
1/
De esta forma, la revuelta ciudadana dota a AMLO de una legitimidad
democrática y de la capacidad de acción (con la reconcentración del
poder estatal) que le pueden permitir realizar prácticamente el plan de
gobierno y los cambios legislativos que quiera (hasta reformas
constitucionales pues dominará más de 16 congresos locales), muy a pesar
de las oposiciones que, débiles y fragilizadas, no cesarán de
desgarrarse.
El hecho es que el triunfo de AMLO no se debe a sus
promesas de transformación ni al ambigüo y contradictorio Nuevo Proyecto
de Nación vagamente publicitado durante la campaña electoral por
Morena. Se explica más bien porque López Obrador -con su actividad
persistente y la presencia que le dieron sus campañas anteriores y sus
frecuentes recorridos por todo México- logró simbolizar la disidencia
del regimen, la proscripción por el abuso del poder, la persistencia en
sus denuncias de vicios de arriba y sobre todo la esperanza de un cambio
que cada quien percibe a su manera. Los demás candidatos aparecieron
más bien como expresiones de un poder en descomposición, pasajeros de
una nave que se hunde, lo que explica incluso su división en dos
coaliciones violentamente enfrentadas en un sálvese quien pueda: Todos
por México y Por México al Frente, que en los hechos se habían
amalgamado en la defensa de un orden regido por la prepotencia, la
exclusión y el abuso en todos los sentidos.
La austeridad
valiente y el combate contra la corrupción, que Andrés Manuel fue
publicitando en sus recurrentes campañas, sin duda encontraron eco en un
pais hastiado de la corrupción extrema, el generalizado enriquecimiento
inexplicable de la oligarquía estatal y la mercantilización de los
partidos y su clientelismo generalizado. La invención de la República
amorosa y las cada vez más extensas derivas religiosas de AMLO buscaron
conectar con sectores de distintas clases de la sociedad, especialmente
los sectores medios conservadores, más despolitizados (muchos
inorganizados, sin experiencias de lucha) pero igualmente desencantados
por la descomposición patente de los administradores del poder y de sus
partidos, asemejados cada vez más. Pero su discurso -convertido en
prédica matizada con pasajes bíblicos- y su simplificación
“programática” (la lucha centrada en la corrupción) se dirigieron
igualmente a atraer a las clases acomodadas, por más que siguiera
atacando a la mafia del poder, la que por lo demás se afanaba en
bloquear su camino a la presidencia a pesar de las garantías que López
Obrador no dejó de ofrecerles (“justicia, no venganza”). De hecho, AMLO
consideró de entrada que estaban con él buena parte de los núcleos
sociales provenientes de los movimientos sociales o los medios
académicos más politizados.
La forja del caudillo que lucha
contra la mafia del poder se combinó con la figura del pastor que
buscaba salvar las almas en una nación desgarrada y cargada de vicios
como la corrupción desmesurada; procurar el bienestar material así fuera
con medidas puramente asistencialitas, pero igualmente el bienestar del
alma, como se cansó de predicarlo. Poco a poco se fue desarrollando un
cierto culto (“Es un honor estar con Obrador”) a la altura de la
dimensión religiosa que el candidato fue imprimiendo a su campaña. Sea
lo que sea, el triunfo arrollador y la fiesta con la que la gente de
todas las edades respondió la noche de la elecciones en la Alameda
central y en el Zócalo de la Ciudad de México, emocionadas y conmovidas
por el triunfo sin igual, reveló un apoyo social y un entusiasmo pocas
veces visto. Evidentemente, las expectativas en el triunfo de Andrés
Manuel López Obrador se potenciaron sin mesura, lo que le ofrece a éste
un bono democrático muy sólido que muy probablemente le permitirá
comenzar su gobierno con un apoyo y una confianza sociales inéditos.
Al
final de cuentas Morena y su coalición Juntos Haremos Historia,
compuesta por el camaleónico PT y el evangelista y ultraderechista PES,
2/
tuvieron menos peso en la promoción de la candidatura presidencial que
la apertura indiscriminada de López Obrador hacia personajes
provenientes de todos los partidos, capas sociales y trayectoria
(derecha, izquierda, ultraderecha y el centro como impostura). Ante el
diluvio en que naufraga el gobierno de Peña Nieto y que a todas luces
amenazaba a la clase política toda, AMLO creó lo que Luis Hernández
Navarro (2017) llamó su nueva Arca de Noé. El perdón del caudillo
prepara la purificación y reconciliación que no dejan de transpirar
impunidad.
La amalgama rara y contradictoria de partidos y
personajes que fue sumando López Obrador y que no dejó de ser criticada
incluso por algunos de sus partidarios, pareció sin importancia frente a
la urgencia de derrotar a los partidos y personajes identificados con
el gobierno de Peña Nieto. Tampoco las contradicciones de un discurso
que se fue vaciando de contenidos.
Desde 1994 las campañas
electorales se habían vuelto mediáticas y de hecho fueron reduciendo las
movilizaciones sobre el terreno. Incluso en el 2000 se acusó a Cárdenas
de perder por no haber comprendido el cambio del carácter de campañas
sostenidas en cascadas de dinero público que iba a parar a las
televisoras privadas.. En 2006 AMLO realmente sólo movilizó multitudes
hasta después de las votaciones, ya en la lucha contra el fraude que
impuso al panista Felipe Calderón (2006-2012). La de 2012 fue muy
desangelada y se olvidó de desplegar acciones contra el fraude
denunciado, pues -al igual que Cárdenas en 1988- optó mejor por
organizar su propio partido, Morena, ya en el camino de su abandono del
PRD. Pero en 2018 -tal vez emulando el caminar de la vocera de Concejo
Indígena de Gobierno, María de Jesús Patricio, Marichuy, que recorría
pueblos y comunidades para conseguir su registro como candidata
independiente- (Anguiano, 2018), López Obrador optó claramente por la
movilización electoral, buscando motivar concentraciones de multitudes
que lo rodearan, aclamaran y proyectaran, por más que ahora también
echara mano de los medios de comunicación privados e igualmente, en
especial, de las redes sociales. Con esto daba continuidad al empuje que
lo lleva a recorrer varias veces el país desde 2006 (prinero como
“presidente legítimo”, luego como organizador partidario y siempre como
candidato presidencial en ciernes), rentabilizando así su trabajo al
potenciar su presencia inigualada por los demás candidatos.
Esta
vez, incluso, las poco creíbles encuestas favorecieron todo el tiempo a
López Obrador y los medios electrónicos cambiaron muy pronto de actitud
frente al candidato antes apostrofado y combatido a muerte. Aunque al
final AMLO reconoce a Peña Nieto supuestamente por no involucrarse en la
campaña electoral -a la manera de Fox que lo hizo cínicamente a fondo-,
pero la verdad es que en buena parte de la campaña el gobierno y la
cúpula empresarial hicieron todo lo que pudieron para detener el avance
del candidato de Juntos Haremos Historia, aunque al parecer el conflicto
abierto del candidato del panista Anaya con el presidente Peña Nieto (a
quien amenazó con encarcelarlo) concentró la atención del gobierno.
Esta división sin duda favoreció todavía más la candidatura de Andrés
Manuel.
El cierre de campaña de López Obrador en el Estadio Azteca el 27 de junio, publicitado como
AMLOFest,
esto es un espectáculo muy en el estilo de Televisa, puso de relieve
cómo el viento había cambiado de aire, cómo el renovado aire del tiempo
ahora lo favorecía. El espectáculo permitió a AMLO
3/el
recuento triunfal en el que incluso trató de reivindicar para sí las
principales luchas y personajes que se distinguen como aporte de la
izquierda y el movimiento político social, desde las de los
ferrocarrileros de 1958-59 y dirigentes encarcelados largo tiempo como
Demetrio Vallejo y Valentín Campa, Rubén Jaramillo asesinado junto con
su familia en 1962 por el Ejército por orden del presidente Adolfo López
Mateos (1958-1964), el dirigente magisterial comunista Othon Salazar,
los jóvenes del 68, el nacionalista Heberto Castillo, Cuauhtémoc
Cárdenas, pero igualmente Salvador Nava, los candidatos presidenciales
del 88: el empresario Manuel Clouthier del PAN y Rosario Ibarra.,
luchadora por los desaparecidos, postulada por el Partido Revolucionario
de los Trabajadores. Lo mismo algunos intelectuales mal que bien
identificados con ciertas expresiones de izquierda, como Carlos
Monsiváis y Luis Javier Garrido. Olvidó, sin embargo a Rafael Galván,
dirigente electricista promotor de la insurgencia sindical de los
setenta y el amanecer de la rebelión indigena encabezada por el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que en desde 1994 cimbró y
trastornó significativamente el panorama político nacional, y no sólo de
la izquierda, la cual relanzó su recomposición. Un asidero en la
izquierda y el liberalismo, cuando toda la campaña electoral se orientó
por una “transformación pacífica, ordenada pero profunda y radical” para
“arrancar de raíz al régimern corrupto de injusticias y privilegios”;
una
Cuarta Transformación de México,
4/
a sostenerse en el rescate del Estado de derecho y la democracia
electoral, la austeridad republicana, la lucha contra la corrupción,
programas asistenciales para los desvalidos y el apoyo a la inversión
productiva por medio de la puesta al día de un moderado intervencionismo
estatal. Un pretendido “cambio verdadero” que a pesar de su estrechez
se fue diluyendo y simplificando en el transcurso de una campaña cargada
de violencia en un país duramente violentado.
El día de las
votaciones parecía irremediable el triunfo de López Obrador, aunque
todavía se mantenía la posibilidad de que la imaginación fraudulenta del
PRI-Gobierno (y de los otros partidos, incluyendo el PRD), pudiera
tratar de alterar los resultados electorales, más todavía con un árbitro
electoral desacreditado. Pero la magnitud del triunfo de Andrés Manuel
López Obrador y del casi recién creado Morena fueron considerados como
el remedio que impidió que el fraude (considerado por el candidato como
“tradición histórica”, López Obrador, 2012, pp. 65 y ss.) hubiera
fructificado, que solamente apareciera localizadamente, minimizado y
hasta irrevelante.
Esa tarde de domingo electoral del 1 de julio,
el INE fue rebasado por todos los actores y antes de que ofreciera los
resultados de la elección, los candidatos presidenciales Meade y Anaya
habían reconocido el triunfo de AMLO, que luego el presidente Peña Nieto
consideró contundente, lo cual no dejó de reconocerse como símbolo del
significativo cambio, ahora sí democrático, que se alcanzaba por fin en
México. Por la noche, tanto en su discurso en el Hotel Hilton de la
Alameda Central dirigido a la prensa, como en el del Zócalo de la Ciudad
de México,
5/
en plena fiesta multitudinaria, bajo el lema de “No voy a fallar”, el
presidente virtualmente electo se dedicó a ofrecer seguridades a los
mercados, a Estados Unidos, al presidente saliente y de manera especial a
los capitales, a los núcleos empresariales con quienes se había
enfrentado, poniendo por delante su respeto a las variables
macroeconómicas impuestas por el neoliberalismo (autonomía del Banco de
México, disciplina financiera y fiscal, reconocimiento a los compromisos
contraídos con empresas, bancos nacionales y extranjeros, etc.),
ofreció la reconciliación nacional y la pacificación del país,
sostenidas en el respeto a la libertad empresarial, de asociación, de
expresión y de creencias. El futuro presidente se comprometió a respetar
toda la diversidad en la nación, desde los principios políticos,
religiosos, ideológicos y de orientación sexual. En el Zócalo, ante una
plaza desbordante por el festejo de sus seguidores, López Obrador
destacó que “La transformación que llevaremos a cabo consistirá,
básicamente, en desterrar la corrupción de nuestro país”.
Es significativo que en sus dos primeras manifestaciones como presidente virtual, López Obrador se presenta
solo,
acompañado únicamente de su esposa y su familia, en el Zócalo apenas
atrás (como una sombra alargada), Claudia Sheinbaum, la Jefa de Gobierno
electa en la Ciudad de México. Ausencia completa de los dirigentes de
los partidos de la coalición que lo postuló y ninguna mención tampoco a
sus dirigentes. Recuerda que México es un país presidencialista y se
dispone a ser el actor único, todos los demás girando alrededor del Sol
presidencial, para parodiar a Krauze.
6/ Es
su triunfo,
de nadie más, aunque agradece a quienes escucharon sus prédicas y lo
acompañaron con su voto. En adelante, la campaña electoral más violenta
de la historia del país, con cerca de cerca de 150 asesinados entre
candidatos a distintos cargos y representantes políticos, se desvanece
para dar cauce a la concordia entre adversarios y enemigos, en especial
con la cargada empresarial dirigida por la “mafia del poder” denunciada
por AMLO, cuyos miembros más notables se empeñan en expresar (incluso
mediante videos pagados en los medios electrónicos) su disposición de
apoyarlo en sus planes y a concederle toda su confianza. Es, pues, el
tiempo de
la cargada, esto es, del apoyo irrestricto siempre
convenenciero, propio de la cultura política mexicana heredada por el
PRI. Contra los pronósticos más escandalosos de los adversarios del
candidato morenista, el peso empieza a revertir su larga caída
estrepitosa y se irá recuperando en el transcurso de los interminables
días de una transición tortuosa de cinco meses, que concluirá el primero
de diciembre con la toma de posesión del nuevo presidente de la
República imaginaria que no deja de prevalecer en México.
El
bloque político heteróclito que amalgamó López Obrador para su
postulación presidencial, sólo se compara y enturbia todavía más con el
gabinete en ciernes con el que pretende iniciar su gobierno.
Amigos
y enemigos del extractivismo minero, defensores del medio ambiente y
promotores de larga data de las semillas transgénicas, neoliberales y
desarrollistas, partidarios de los Acuerdos de San Andrés sobre derechos
y cultura indígenas inspirados por el EZLN, junto con finqueros,
paramilitares y defensores de ejecutores de la masacre de Acteal, en
Chiapas; personajes siniestros sospechosos de vínculos con el crimen
organizado y entusiastas recién llegados a la politica estatal.
Priístas, panistas, perredistas, exmiembros de todos los partidos y
destacados personeros de la mafia del poder como el multimillonario
Alfonso Romo, quien procura convertir a México en “un paraíso de las
inversiones extranjeras” y al parecer ha remodelado todas las promesas
de AMLO, de manera de concretar el acuerdo con los empresarios. Se
reafirman propuestas neocoloniales como Zonas Económicas Especiales, el
corredor en el istmo de Tehuantepec (el Plan Puebla-Panamá de Fox) en la
región mesoamericana al servicio del mercado estadounidense y las
empresas mundiales, las Zonas libres en la fontera Norte promotoras de
empresas y comercios estadounidenses, etc. Extractivismo y
maquiladorización, los recursos naturales puestos a servicio del capital
mundial se ratifican en los planes del nuevo gobierno, mientras se
avanzan las promesas de programas asistenciales para jóvenes aprendices
sin ningún compromiso empresarial de creación de empleos a cambio del
subsidio gubernamental que aparentemente administrarán.
7/
Programas asistencialistas vigentes que se reciclarán (Enciso, 2018)
sin más recursos que los provenientes de la limpia gubernamental, pues
Andrés Manuel promete no subir los impuestos durante su gobierno, en un
país en extremo desigual, con la tasa de imposición a las empresas más
baja de toda la OCDE e incluso de América Latina. Nada de impuestos
progresivos a las ganancias..., una fiscalidad sostenida como siempre en
el trabajo cautivo y en el consumo.
Tal vez sea temprano para
prejuzgar la falta de atención del presidente virtual respecto a los
sectores sociales organizados y movilizados, al igual que de los
millones de ciudadanos que lo convierten en presidente, pero es evidente
que no han estado entre sus prioridades manifiestas hasta ahora. Atenco
y Ayotzinapa esperan en la puerta de la casa del gobierno próximo. Para
el grave problema de la inseguridad y la guerra contra el crimen
organizado comienzan a prepararse consultas nacionales (que recuerdan
una tradición nacional generalmente mistificadora) para delinear un plan
crucial que no existe. La austeridad republicana, en cambio, base al
parecer de la lucha contra la corrupción y los privilegios, parece
adelantarse con un plan legislativo con 12 prioridades de impacto en los
órganos institucionales y su operación (
La Jornada, 12 de julio 2018).
Hay
sin duda una gran ambigüedad en las posiciones de Andrés Manuel López
Obrador. Puede inclinarse hacia el extractivismo y la maquiladorización
que consagran la explotación y el despojo, o intentar delimitarlos y
buscar opciones, pero todo dependerá de las presiones sociales, así como
de su sensibilidad respecto a ellas. Su vínculo y promesas con los
empresarios apuntan empero una estrategia de fondo que puede anular
posibles cambios, dejando las cosas como están. La gente votó contra
Peña Nieto y el PRI ahora alabados por AMLO. La gente votó contra los
poderes fácticos y en especial contra la famosa mafia del poder por él
denunciada, que para la mayoría de la gente son todos los de arriba, con
quienes ahora el presidente virtual parece entrar en connivencia, en
identidad de intereses y alianza de fondo. No se puede pensar que 30
millones de mentes rebeldes o hartas dieron un cheque en blanco al
caudillo, al mensajero de la esperanza. Difícilmente bastarán medidas
superficiales como la venta del avión presidencial, la cancelación de
las pensiones millonarias de los expresidentes o la mutación de la
residencial oficial de Los Pinos (creada por Lázaro Cárdenas para sacar a
los presidentes del imperial Castillo de Chapultepec) en centro de
cultura abierto y su decisión de vivir en su domicilio particular o en
el Palacio Nacional, como amenaza. A pesar de la pluralidad y la
apertura, de la democracia ofrecida y la promesa de respeto de las
libertades y de las diferencias por parte del próximo presidente, parece
que se empieza a avanzar por el camino de la intolerancia como lo
apunta la reciente campaña contra el zapatismo que se ha negado a
sumarse a la
cargada de apoyos indiscriminados y ha cuestionado el significado del cambio por la elección presidencial.
8/
El
primer “presidente del cambio y la alternacia”, Vicente Fox, perdió la
legitimidad y la confianza lograda por ser el primer presidente electo
democráticamente desde 1911 -cuando se eligió a Francisco I. Madero- en
sólo tres meses, luego de la contrareforma indígena de marzo de 2000
impuesta por los tres poderes institucionales. De seguro Andrés Manuel
López Obrador tendrá más tiempo, sobre todo por sus referencias a los
movimientos sociales, el casi incondicional apoyo que le conceden la
intelectualidad lopezobradorista y de corrientes de izquierda amplia,
pero igualmente por las enormes esperanzas que serán alimentadas con
programas asistencialistas (becas, pensiones, subsidios) con efectos en
el corto plazo. AMLO no puede ser monedita de oro (para caerle bien a
todos, como dice la canción), sino que las enormes desigualdades, las
contradicciones sociales vueltas extremas por el neoliberalismo
terminarán de imponerse, e imponerle decisiones. El racismo, la
discriminación de género, el feminicidio y tantas otras formas de
violencia no se superarán por ensalmo. Intereses arriba, necesidades
vitales abajo no dejarán de chocar y producir contradicciones y
conflictos. Su bloque de poder integrado a final de cuentas por la misma
clase política (con personajes incluso reciclados apenas), su hegemonía
que hoy se perfila exitosa, difícilmente dejará de fracturarse si no
alcanza resultados palpables no en el “bienestar de las almas”, sino en
las condiciones de existencia insoportables caracterizadas por la
precariedad generalizada, el despojo, la militarización y la
criminalidad que azota a la nación toda. La urgencia del cambio sentido
por multitudes, la atmósfera que se airea por la necesidad vital de
renovación, la disposición de cada vez más núcleos sociales organizados e
inorganizados por intervenir, participar, vigilar, sentirse
efectivamente ciudadanos inventando una política que va más allá de las
urnas o de la espera a que se arreglen arriba los problemas, impondrán
probablemente decisiones al nuevo presidente que serán cruciales y
cargadas de consecuencias duraderas. La sociedad de 2018 es mucho más
pensante, sensible y organizada que la de 1988 o 2000.
A la
vuelta del siglo, con el deplome del viejo régimen autoritario
identificado con el PRI-Gobierno, se empeñaron muchos intelectuales y
políticos en hablar del fin de una transición democrática y de un cambio
de régimen político. Poco a poco tuvieron que reconocer su equivocación
y la existencia de una continuidad fundamental del régimen autoritario
con sus instituciones frágiles, sus reglas jerárquicas y procesos
democráticos simulados o restringidos, reformado apenas
superficialmente. Ahora sucede lo mismo, ilusionados muchos incluso
mayormente por la magnitud del triunfo personalizado por López Obrador y
el desastre al parecer irremediable en especial de la mayoría de la
clase política ampliada y sus partidos descompuestos, lanzados a un
futuro turbio y sin perspectivas. De nuevo cambia el gobierno, pero el
régimen presidencial sigue siendo el mismo, con todos sus controles y
posibilidades de centralización del poder, sostenido en las desiguales
relaciones clientelares que conlleva. López Obrador se ha olvidado de la
largamente publicitada reforma del Estado, la democratización efectiva
no parece entrar en sus planes de transformación, como fue el caso de su
gobierno en la Ciudad de México, que no se distinguió por ninguna
renovación de la participación ciudadana ni por el cambio de relaciones
entre éstos y el gobierno. Aunque seguramente muchos de los 30 millones
de ciudadanos que votaron por el nuevo presidente lo hicieron por la
urgencia de cambiar un régimen político a todas luces en descomposición.
Las demandas y presiones que pudieran desplegar podrían inclinar a AMLO
a tratar de reformar el orden degradado y rebasar sus intenciones
actuales.
AMLO tendrá la mayoría legislativa en el Congreso y en
la Federación en ciernes que caracteriza al régimen político (en los
congresos locales) hasta contemplar la posibilidad de dar cauce a la
demanda de llamar a un congreso constituyente que elabore una nueva
Constitución efectivamente democrática. Pero, de entrada, tal vez como
componente de su plan de austeridad republicana, podría promover el
regreso del Congreso a su composición original, suprimiendo los
diputados y senadores plurinominales que no representan a la ciudadanía
ni a las entidades federativas sino a los aparatos partidarios.
Igualmente cancelar los registros de partido ligados al financiamiento
público y dar cauce a la original organización libre e irrestricta, a
partidos financiados por sus miembros y solamente financiar con recursos
del erario las candidaturas a cargos de representación, registradas a
través de requisitos y reglas igualitarias y democráticas.
Se
configuran condiciones para posibles cambios en el régimen político,
pero que sean de fondo o no dependerá más que de arriba, de la capacidad
de organización autónoma, de reivindicación y presión de los de abajo,
esto es de la mayoría de la sociedad en movimiento. El gobierno de López
Obrador podrá tener manos libres y administrar la conciliación de
clases y el orden político-social hoy prevaleciente, si se hacen trizas
los avances de la autonomía y si se paralizan (o asimilan) las luchas de
los sectores rebeldes de la sociedad, como los pueblos originarios que
en resistencia construyen sus propios caminos y formas de participación
política.
La muy larga transición política anunciada en 1968 no
concluirá hasta que se realice de manera efectiva y a fondo una
transformación real del Estado, en lo que se refiere precisamente al
régimen político, las formas de representación, las instituciones
estatales que partan desde la comunidad y el aseguramiento irrestricto
de las libertades y derechos humanos. La reforma económica neoliberal
del Estado, de su intervencionismo en los procesos productivos y en la
economía, igualmente tendría que ser desmontada o al menos matizada, a
pesar por supuesto y a contracorriente de las tendencias de la hegemonía
de la mundialización neoliberal del capitalismo. Sólo la sociedad
diversa y plural, organizada autónomamente y conciente, puede favorecer
esas transformaciones duraderas dirigidas a favorecer una vida
democrática e igualitaria, para lo cual requiere fortalecerse, defender
sus identidades y desplegar sus capacidades de expresión, organización y
lucha siempre originales e imaginativas.
Fuentes
-Anguiano, Arturo (2018)”, Los caminos de Marichuy y la imposible democracia en México” <
http://vientosur.info/spip.php?article13769,>
-Boltvinik, Julio (2018), “Economía moral”,
La Jornada, 6 y 13 de julio.
-Cervantes, Jesusa (2018), “Aprobar las iniciativas de AMLO, prioridad de la proxima legislatura”,
Proceso, nº 2175, 8 de julio.
-Enciso L., Angélica (2018), “Reestructurar la Sedesol y rediseñar los 18 programas, de propone Albores González”,
La Jornada, 6 de julio.
-Flores, Nancy, 2018, “Elecciones 2018, las más violentas en la historia moderna de México <
https://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/2018/06/27/elecciones-2018-las-mas-violentas-en-la-historia-moderna-de-mexico/>;
-Gómez, Magdalena (2017), “Triunfo social inédito y desafíos estructurales”,
La Jornada, 10 de julio.
-Hernández Navarro, Luis (2017), “AMLO y la nueva arca de Noé”,
La Jornada, 14 de marzo.
-López Obrador, Andrés Manuel (2012),
No decir adiós a la esperanza, Grijalbo, México.
-López y Rivas, Gilberto (2018), “AMLO y los pueblos indígenas”,
La Jornada, 13 de julio.
-Martín, Rubén, “AMLO-EZLN: do sproyectos irreconciliables” <
http://www.sinembargo.mx/15-07-2018/3442692>;
-Muñoz, Alma E. y Néstor Jiménez (2018), “Presenta AMLO plan legislativo para lograr la transformación”,
La Jornada, 12 de julio.
-Ramírez, Érika, “Conflictos sociales, el reto de López Obrador” <
https://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/2018/07/05/conflictos-sociales-el-reto-de-lopez-obrador/>;
-Villamil, Jenaro,(2018), “Para la coalición de Morena, carro semicompleto en el Senado y en los estados”,
Proceso, nº 2175, 8 de julio.
-Villoro, Juan (2018), “El caudillo mexicano ante su gente” <
https://elpais.com/elpais/2018/07/05/opinion/1530808255_260867.html>
Notas
1/
El Pacto por México se creó a iniciativa de Enrique Peña Nieto y se
firmó como primer acto simbólico de su gobierno, un día después de su
toma de posesión, el 2 diciembre de 2012,. Participaron los dirigentes
principales de PRI, PAN y PRD, y entre 2013 y 2014 se concretó en 11
reformas estructurales aprobadas por el Congreso, entre las más
significativas: la reforma energética y la reforma educativa. Todas
implicaron rechazos críticos de vastos sectores y algunas, como las
mencionadas, movilizaciones sociales importantes que confrontaron a los
partidos y que no dejaron de tener repercusiones al interior del PRD.
2/
El PT obtuvo apenas 3 millones 396 mil 805 votos, 6 por ciento, y el
PES apenas un millón 530 mil 101, dos 2.70 por ciento con lo que incluso
pierde su registro legal, al no alcanzar el mínimo tres por ciento
requerido. Morena, en cambio, obtuvo 25 millones 186 mil 577 sufragios (
La Jornada, 14 de julio 2018)..
3/ https://regeneracion.mx/discurso-completo-de-amlo-en-el-estadio-azteca-video/
4/ Habla de una
Cuarta transformación “pacífica
y radical” de carácter histórico. Pero a fin de cuentas la primera,
Independencia, desembocó en una mascarada criolla que nos impuso un
Imperio de pacotilla con Agustín de Iturbide, la Reforma, la segunda,
con todo y Benito Juárez, se dedicó a despojar y discriminar a los
pueblos originarios a quienes condenó a desaparecer, incluso más que en
la Colonia, donde los Virreyes se preocupaban por no agotar la mano de
obra imprescindible, mientras que la Republica y la Federación
estipuladas en la Constitución de 1857 desembocaron en la larga
dictadura unipersonal de Porfirio Díaz. La Revolución mexicana, que
sería la tercera transformación, tuvo una solución
contrarrevolucionaria, luego de la guerra civil y el aplastamento de la
revolución campesina... Y se trató, empero, de grandes procesos no de un
simple cambio electoral con un programa ambiguo, limitado y
condicionado que AMLO anuncia como la base de lo que también llama la IV
República, cuando él mismo reconoce que la República en México ha sido
solamente una simulación. Su visión de la historia mexicana es bastante
elemental, aprehendida en las versiones mistificadas del propio régimen
priista que lo formó.
5/ Los discurso en
https://expansion.mx/nacional/2018/07/02/este-es-discurso-completo-que-dio-amlo-en-el-zocalo?internal_source=PLAYLIST;
https://www.youtube.com/watch?v=YpgUAEUXb04
6/ Enrique Krauze,
La presidencia imperial. Ascenso y caída del sistema político mexicano (1940-1996), Tusqets Editores, México, 1997, p. 16.
7/
Respecto uno de los puntos más sensibles, Alfonso Romo declaró
recientemente: “El virtual presidente electo no utilizará su mayoría en
el Congreso para dar marcha atrás a la histórica reforma que permitió el
regreso de las petroleras extranjeras al país” (Regeneración.mx, 6 de
julio de 2018), cuando mucho tiempo su caballito de batalla era echar
abajo la crucial reforma energética.
8/
http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2018/07/05/convocatoria-a-un-encuentro-de-redes-de-apoyo-al-cig-al-comparte-2018-por-la-vida-y-la-libertad-y-al-15-aniversario-de-los-caracoles-zapatistas-pintale-caracolitos/. Cfr. Rubén, Martín, “AMLO-EZLN: dos proyectos irreconciliables” <
http://www.sinembargo.mx/15-07-2018/3442692>;
Arturo Anguiano es Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (México). Sus más recientes libros:
José Revueltas, un rebelde melancólico, Pensamiento Crítico Ediciones, México, 2017 y
El ocaso interminable. Política y sociedad en el México de los cambios rotos, Era, México 2010. Actualmente en proceso de edición:
Resistir la pesadilla. La izquierda en México entre dos siglos.
Fuente original:
http://www.vientosur.info/spip.php?article14019