Las
relaciones entre la ciencia, la tecnología y la economía bajo las
condiciones de la sociedad capitalista, y bajo el sistema socialista que
se está construyendo en la Unión Soviética, son ostensiblemente
distintas y, en varios aspectos, diametralmente opuestas.
El
sistema capitalista de producción y de relaciones sociales es
contradictorio por su propia naturaleza. Paralelamente a su desarrollo y
expansión crecen y se desarrollan las profundas contradicciones
intrínsecas que se manifiestan en todos los ámbitos de la existencia
humana sin excepción. El propósito de este informe es presentar el
desarrollo de estas contradicciones en el ámbito del trabajo científico y
técnico, y mostrar cómo estas contradicciones se desvanecen y
desaparecen bajo las condiciones del nuevo sistema de relaciones
sociales que está siendo actualmente construido en la Unión Soviética.
Es
inútil describir ante esta audiencia los colosales éxitos de la ciencia
y la tecnología durante el último siglo. El informe se refiere solo a
los tramos básicos de este desarrollo, a sus resultados actuales más
importantes.
El progreso del desarrollo técnico y el triunfo del
hombre sobre las fuerzas de la naturaleza se ha acelerado a medida que
pasan las décadas. En definitiva, para la ciencia moderna y la
tecnología no existen problemas irresolubles, y cuando, en su cincuenta
aniversario, la Sociedad Americana de Ingenieros Mecánicos adoptó este
eslogan: “No hay nada imposible”(1), lo hizo de manera totalmente
apropiada.
El desarrollo de la tecnología en la época del
capitalismo se apoya en los grandes éxitos y el incremento de la
aplicación práctica de la ciencia. Las ciencias exactas, la aplicación
de las matemáticas, de las leyes de la mecánica y la investigación de
las transformaciones químicas y físicas de las sustancias, la
penetración en la esencia de los procesos orgánicos del mundo vegetal y
animal, han ocupado el lugar que antes correspondía al arte y a la
experiencia.
Cada descubrimiento, cada avance en la ciencia
natural, ha abierto nuevas posibilidades de desarrollo industrial,
nuevas conquistas para la tecnología. Este informe ofrece una serie de
ejemplos de modernas influencias de este tipo, que se han puesto de
manifiesto de manera predominante en el dominio de la química y la
electrotecnia.
Como dice Marx, la producción mecánica a gran
escala, que constituye la más completa e impresionante encarnación de
las tendencias del desarrollo técnico, por su propia naturaleza, “supone
la sustitución de la energía humana por las fuerzas de la naturaleza, y
de los métodos empíricos rutinarios por aplicaciones conscientes de la
ciencia”. Al mismo tiempo, el rasgo más característico de todos estos
cambios es su carácter fluctuante, un constante estado de movimiento,
cambios revolucionarios en las bases técnicas de producción, así como en
las funciones de los trabajadores y en las combinaciones sociales de
los procesos de producción.
Con todo, si bien los avances
científicos han determinado en gran medida el desarrollo técnico, el
efecto inverso ha sido incluso más importante. Las demandas de la
tecnología son las que han guiado principalmente el desarrollo de la
ciencia, incluyendo los ámbitos de la investigación científica que
podrían parecer más abstractos. Cientos de ejemplos provenientes de
todas las ramas de la ciencia pueden demostrar la exactitud de este
juicio.
El informe ofrece una serie de ejemplos característicos de
este tipo de efectos en el presente, cuando cada una de las demandas
tecnológicas emergentes de la humanidad anima a profundizar en los
análisis científicos de los fenómenos naturales, exigiendo una respuesta
desde la ciencia a muchas cuestiones capitales.
Asimismo, es
necesario observar que los métodos artesanales individuales que
prevalecían todavía en el siglo XIX ya no pueden dirigir la mayor parte
de la investigación científica actual. Esta investigación requiere un
poderoso y complejo equipamiento de laboratorio, dispositivos e
instrumentos caros, experimentos a una escala casi industrial, un
considerable apoyo para el estudio sistemático de la inmensa literatura
que surge sobre cada cuestión.
En la abrumadora mayoría de los
casos, esto requiere la organización colectiva de la producción, la
subdivisión del trabajo, y las formas complejas de cooperación en este
trabajo entre especialistas de varias ramas de la ciencia, y de diversas
cualificaciones. Incluso cuando se cuenta con un gran colectivo, el
tratamiento de diversos problemas científico-técnicos requiere varios
años, e incluso decenas de años, exigiendo en muchos casos decenas y
cientos de miles de experimentos sistemáticos, inspecciones y
observaciones. En otras palabras, la investigación científica se
convierte ella misma en una forma de producción a gran escala organizada
a partir del modelo de las plantas industriales. Y, a pesar de los
muchos obstáculos surgidos en este campo por las tradiciones
particularmente persistentes de medievalismo, el desarrollo del trabajo
de investigación científica en los países de capitalismo avanzado ha
seguido precisamente este camino. Por ejemplo, los poderosos
laboratorios de los Trust químicos y eléctricos que son líderes
mundiales (IG, General Electric, Westinghouse, &c.) no sólo se han
convertido en centros donde se ha llevado a cabo un número de
descubrimientos técnicos e invenciones de enorme importancia, sino que
han servido también como instrumento para la creación de un número
importante de nuevas teorías científicas. En estos laboratorios existe
una intensa actividad orientada al estudio de cuestiones que podrían
parecer más abstractas y teóricas.
Me parece que sería inútil aquí
debatir hasta qué punto podría decirse qué es primero, el huevo o la
gallina, la ciencia o la tecnología.
Como siempre ocurre en la
vida y en la naturaleza, que se desarrolla de manera dialéctica, la
causa pasa a ser el efecto, y el efecto, a su vez, pasa a ser la causa.
Por otra parte, la propia distinción se hace cada vez más convencional,
vaga y cuestionable.
Muchos descubrimientos y teorías de finales
del siglo XIX y principios del siglo XX han minado totalmente, y
derribado parcialmente, el rígido sistema de la división clásica de las
ciencias.
Einstein ha destruido las nociones tradicionales sobre
la gravedad, el espacio, y el tiempo. La teoría de los cuanta ha dado un
golpe definitivo a las viejas nociones metafísicas sobre la energía. El
Radio, el trabajo del Laboratorio Cavendish, &c., han invertido las
viejas opiniones como la de que los elementos son inmóviles e
inmutables. El estudio de las leyes de los fenómenos electromagnéticos
nos ha capacitado para atribuirles los más diversos fenómenos naturales,
invirtiendo cientos de anteriores nociones y teorías habituales y muy
arraigadas.
Los límites viejos e inmutables de las ciencias están
siendo destruidos, desvaneciéndose precisamente como se ha desvanecido
el sistema Linneano, como se ha desvanecido la especialización de
oficios de la producción artesana.
Estamos presenciando el
progresivo desarrollo del fenómeno de la fusión entre las ciencias,
tales como la química-física, la bioquímica, y la biofísica, disciplinas
tecnoeconómicas, &c.
Vemos cómo la solución de cada uno de
los nuevos problemas económicos, o de cada una de las nuevas exigencias
de la tecnología, requiere la colaboración de diversas ciencias.
Vemos
cómo, sobre la base del materialismo dialéctico, todas las ciencias
están manifestando una tendencia a transformarse en un único sistema de
ciencia (aunque permitiendo la subdivisión), en la única ciencia de la
naturaleza y de la sociedad de la que hablaba Marx.
La ciencia
genuina estudia todos los fenómenos en su estado de movimiento, en la
antítesis, y en el desarrollo que elimina las contradicciones.
Y
en esta nueva unidad dialéctica y subdivisión de las ciencias, la
tecnología ocupa el mismo lugar de honor. No es meramente una ciencia
“aplicada”, como la entendían de modo peyorativo los altos popes de la
ciencias “puras” de casta exclusiva. Este es el dominio en el que el
hombre muestra principalmente su actitud activa hacia la naturaleza, en
la que el hombre no sólo explica, sino que modifica el mundo, al tiempo
que también se modifica a sí mismo. Aunque el desarrollo de la
tecnología hubiera sido imposible sin la ciencia, lo cierto es que sólo
la tecnología, sólo la práctica industrial, puede dar la
incontrovertible respuesta a un importante número de problemas teóricos
capitales.
Mientras que a los popes de la ciencia pura les parece
una profanación que Marx, en el debate del idealismo versus
materialismo, haya apelado a … la alizarina, y otros colorantes
sintéticos, para nosotros, la verdadera división de la ciencia en “pura”
e “impura” nos parece una metafísica monstruosa.
Como escribió
Marx en sus memorables tesis sobre Feuerbach, “Es en la práctica donde
el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el
poderío, la terrenalidad de su pensamiento”.(2) Es desde este punto de
vista desde el que nosotros analizamos la interdependencia de la teoría y
la práctica, de la ciencia y la tecnología, del trabajo de
investigación y del desarrollo industrial.
Si enfocamos el tema de esta manera, inmediatamente nos enfrentamos con
el hecho de que tanto el desarrollo de la ciencia como el de la
tecnología está teniendo lugar no en el espacio celeste, no en las altas
esferas, ni dentro de los muros de los laboratorios y centros
científicos aislados herméticamente del resto del mundo, sino en un
contexto social distinto, bajo las condiciones de un sistema social
distinto.
La tecnología y las contradicciones de la sociedad capitalista
El
sistema social que prevaleció durante el último siglo fue el
capitalismo. Al margen del análisis científico que ha proporcionado la
investigación de Marx, esto es, sin tener en cuenta el análisis
científico del desarrollo y la decadencia de las relaciones sociales
capitalistas, es imposible comprender nada sobre el desarrollo y la
interdependencia de la sociedad, y la tecnología.
El sistema
social actual de la sexta parte del planeta es el Socialismo. Y, sin el
estudio de las leyes del desarrollo, de la lucha y surgimiento del nuevo
sistema socialista de relaciones sociales, es imposible comprender nada
sobre las futuras perspectivas de la ciencia y la tecnología, ni sobre
las perspectivas de su interdependencia.
Primero nos ocuparemos de la primera parte.
La
ciencia y la tecnología modernas son el fruto del capitalismo, y puesto
que este último, por su propia naturaleza, es un sistema antagónico,
este antagonismo tiene que ponerse de manifiesto necesariamente también
en las interrelaciones de la ciencia y la tecnología que se dan bajo ese
mismo modo de producción. En primer lugar, ¿cuales son, bajo las
condiciones del capitalismo, los problemas del progreso técnico, y del
desarrollo científico que sirve a este progreso?

El
propósito y la fuerza motriz de la producción capitalista es la
obtención de beneficios. Digan lo que digan los sacerdotes de la ciencia
pura sobre la profanación, debemos observar que bajo las condiciones
del capitalismo, la ciencia y la tecnología, ya sea consciente o
inconscientemente, están al servicio de los intereses del beneficio
capitalista.
Esbozando el desarrollo de las primeras etapas de la
producción mecánica, Marx cita una observación de John Stuart Mill en el
sentido de que “es cuestionable que todos los inventos mecánicos hechos
hasta el momento hayan aliviado la faena cotidiana de algún ser
humano”; Marx replica a esto: “Sin embargo, no es este en absoluto el
objetivo de la maquinaria empleada a la manera capitalista. Al igual que
cualquier otro desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, debe
abaratar las mercancías y reducir la parte de la jornada laboral que el
obrero emplea para sí mismo, a fin de alargar la otra parte de su
jornada que entrega gratis al capitalista. Es un medio para la
producción de plusvalor”.(3)
Esta observación de Carlos Marx es el
quid de la cuestión. Con el desarrollo de la producción mecánica, el
capitalismo no persigue desarrollar las fuerzas productivas, sino
incrementar los beneficios. Por ello, el capitalismo introduce una nueva
máquina sólo cuando la diferencia entre el precio de esta máquina y el
coste de la fuerza de trabajo que ella reemplaza es suficientemente
elevado para asegurar un beneficio medio y una competencia exitosa en el
mercado. Ya en el inicio del desarrollo capitalista encontramos muchos
casos en los que las invenciones o perfeccionamientos en la maquinaria
no tuvieron ninguna aplicación, o no fueron utilizadas en el país en el
que se originaron, si el trabajo en el país en el que esto ocurría era
tan barato que la adopción de la máquina era gravosa e indeseable para
los capitalistas. Marx ofrece el ejemplo de cómo una máquina de
trituración de piedra, inventada por los ingleses, no fue adoptada en
Inglaterra porque los trabajadores que hacían esta labor recibían una
paga tan miserable que la introducción de la máquina hubiera hecho la
trituración de piedras mucho más cara para los capitalistas. Muchas
otras invenciones realizadas en Inglaterra se aplicaron primero en
América por la razón de que el trabajo era muy barato en Inglaterra.
Durante años, la Asociación Europea de Manufacturas de Botellas bloqueó
deliberadamente en el Continente la adopción de la máquina americana de
Owen para la fabricación mecánica de botellas. Incluso, durante mucho
tiempo se impidió el uso del famoso motor Diesel, debido a la oposición
de los propietarios de las minas de carbón cuyo dominio aquel amenazaba.
El
informe contiene un minucioso análisis de las contradicciones básicas
del progreso técnico y de la mecanización bajo las condiciones del
capitalismo, contradicciones que el desempleo pone de manifiesto con
particular amplitud.
En el capitalismo, el desempleo es una
consecuencia inevitable del progreso técnico, y a su vez, impide el
posterior desarrollo del progreso técnico, la introducción de nuevas
máquinas, y la aplicación de nuevos métodos científicos en la práctica
industrial.
Esta tendencia a impedir y obstruir el desarrollo
técnico y consecuentemente también el desarrollo científico, es
particularmente significativa en la etapa final del capitalismo
monopolista.
Podemos ofrecer cientos de ejemplos de cómo el
poderoso capitalismo monopolista, que tiene monopolizadas también las
fuerzas motrices del progreso técnico (los aparatos del trabajo de
investigación científica, los laboratorios, las patentes, y los propios
científicos e inventores), está sacando partido de este monopolio, en
primer lugar, impidiendo deliberadamente el progreso técnico.
Distintos
científicos y economistas burgueses, después de analizar con atención
las realidades circundantes, han tenido que admitir el rápido desarrollo
de estas tendencias.
Compra de patentes, mantenimiento de plantas
obsoletas, fijación de precios de acuerdo a los costes de manufactura
de las peores plantas, secretismo en el trabajo de investigación
científica, miedo a las innovaciones que amenazan la depreciación del
anterior stock de capital, &c., –tales son los hechos cotidianos de
la realidad industrial en la época del capitalismo monopolista.
En
el capitalismo, la adopción de innovaciones técnicas está siempre
considerablemente por debajo de lo que es posible alcanzar en un estado
determinado del desarrollo científico y técnico.
Como
consecuencia, nos encontramos que, en los países capitalistas más
avanzados, las innovaciones de la moderna tecnología se usan solamente
en una proporción relativamente pequeña de instalaciones, mientras que
se permite la existencia recurrente de instalaciones obsoletas en las
que se derrocha gratuitamente el trabajo humano. Varios economistas
burgueses han llegado a confirmar que la aplicación real de los
descubrimientos técnicos va muy por detrás del desarrollo actual de las
fuerzas productivas. La Hoover Commission, que investigó la cuestión del
despilfarro en la industria, ha proporcionado notorios ejemplos de este
tipo.
De acuerdo con el cálculo para la “Edad de Hierro”, si en
los Estados Unidos se pusieran todas las plantas industriales al nivel
en el que se encuentra la técnica moderna, podría reducirse el día de
trabajo a un tercio del actual, al tiempo que se duplicaría la
producción.
Bajo las condiciones del capitalismo monopolista esta
discrepancia entre las posibilidades técnicas y su aplicación industrial
se hace particularmente grande.
Naturalmente, todos estos hechos y
tendencias tienen un efecto más directo en el desarrollo del trabajo de
investigación científica.
En primer lugar, al impedir el
desarrollo de las fuerzas productivas, estas tendencias del capitalismo
monopolista cercenan las alas de la actividad científica creativa, la
iniciativa técnica, y el ingenio. Una enorme cantidad de trabajo
científico, la labor de varios años, se echa a perder porque no
encuentra aplicación en la industria, en la vida, en la realidad.
Además,
como veremos más adelante, se malgasta mucho trabajo intelectual y
científico en la destrucción directa, en las guerras y en la preparación
para las guerras.
Incluso aquellos éxitos científicos
efectivamente alcanzados, sólo traen como consecuencia el empeoramiento
de las condiciones de millones de trabajadores, de ahí que estos los
traten con indiferencia y hostilidad. Como escribió Marx, “bajo el
capitalismo, ser un trabajador dedicado a la producción no es una
ventaja sino una maldición”, y por lo tanto “el trabajador considera el
desarrollo de la productividad de su propio trabajo como algo
perjudicial para él, y tiene razón”.
Esto crea para la actividad
científica una atmósfera de aislamiento con respecto a la abrumadora
mayoría de la población en la que, naturalmente, el verdadero trabajo
científico creativo no puede desarrollarse en toda su amplitud.
Semejante amplitud sólo puede alcanzarse bajo las condiciones de máxima
solidaridad, apoyo, participación directa de las masas convencidas de
que cada paso adelante en la ciencia y en la tecnología trae consigo
mejoras en sus condiciones, desahogo en su trabajo, y su emancipación.
Pero semejante situación sólo se puede encontrar en la URSS.
Todas estas contradicciones se manifiestan con particular fuerza en las épocas de crisis capitalista.
Ante
la presente crisis mundial del capitalismo, la más grande de las
registradas hasta ahora, que destruyó claramente todas las esperanzas
que fueron abrigadas acerca de la posibilidad de una prolongada época de
prosperidad sin crisis, estos efectos de la economía capitalista en el
desarrollo de la ciencia y la tecnología se han manifestado ellos mismos
con una fuerza absolutamente sin precedentes.
El informe alude a
un número de ejemplos del despilfarro colosal de fuerzas productivas
durante el período de crisis, la deliberada disminución de la
producción, la destrucción directa de alimentos y de materias primas,
máquinas y herramientas.
En muchos casos, la ciencia se sitúa ella
misma deliberada y sistemáticamente al servicio de la reducción de las
provisiones de alimento para la humanidad (e. g., la eosinación y la
gasificación del centeno y del trigo en Alemania) y de los suministros
de materias primas. El reducido uso del equipamiento industrial de los
principales países capitalistas, a 1/4-1/3 de su capacidad, trae consigo
la pérdida de todos los avances de la producción masiva, el incremento
de los costes de producción, la transformación de todos los éxitos de la
técnica moderna en obstáculos para los capitalistas y fuente de pobreza
y de miseria para millones de trabajadores.
No es sorprendente
que diversos e influyentes representantes de la industria, la
tecnología, la ciencia y la prensa capitalista, se hayan manifestado
ellos mismos por la disminución de la “banda de jazz de la industria
moderna”, por la interrupción de la racionalización técnica, por
“subordinar la técnica a los dictados del mercado”, &c. El informe
cita una serie de manifestaciones de este tipo, así como diversos
ensayos en los que se han puesto en práctica estas ideas (e. g., el
“plan de pico y pala” que se está llevando a cabo en varios municipios
de América).
Todas estas teorías y planes demuestran claramente
cómo las condiciones del capitalismo moderno se han convertido en un
obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas, de la ciencia y
de la tecnología.
La crisis del desempleo representa el más
asombroso despilfarro de fuerzas productivas bajo las condiciones del
capitalismo moderno.
El hecho de que en el verano de 1930 hubiera
más de 15 millones de desempleados y entre 20 y 25 millones en el verano
de 1931, en plena temporada agrícola y de construcción, la exclusión de
más de un cuarto y, en algunos países, de más de la mitad de la clase
trabajadora, del proceso de producción, y la brusca reducción en la
capacidad de consumo de entre 80 y 100 millones de personas, supone la
inhabilitación, la pobreza, el hambre, y consecuentemente, el deterioro y
la destrucción física parcial de la base de las fuerzas productivas.
Este desaprovechamiento de la más esencial de las fuerzas productivas
tiene, con mucho, más peso que los resultados de todos los cambios
técnicos, y de todos los éxitos en la organización de la producción.
Decenas de millones tienen que pasar hambre, y se ven privados de las
necesidades básicas por la pretendida razón de la superproducción de
bienes. Al mismo tiempo, no se trata de una situación temporal o
parcial, sino que se hace cada vez más universal, duradera y constante
para una considerable parte de la población. Así como el capitalismo
moderno –en ciertos casos, aunque cada vez más frecuentes– quema o
arroja al mar alimentos almacenados porque su venta no produce
ganancias, así también, actualmente, está “quemando” la fuerza de
trabajo a una escala sin precedentes, no por el proceso de trabajo y
explotación, sino porque la explotación de estos trabajadores no produce
ganancias. El periodista americano, Chase, llama a esta situación la
“economía de un manicomio”, pero ya Marx demostró bastante antes de
Chase que este “manicomio” debe convertirse inevitablemente en la base
de la economía capitalista.
Teniendo en cuenta la reducción
deliberada de la producción de materias primas y de comestibles, la
escasez de trabajo para la plantilla de empleados en la producción
(calculada sobre la base de un turno per diem) hasta un nivel del 25 por
ciento en los “años buenos” de estabilización, y de casi un 50 por
ciento en los mismos inicios del desarrollo de la crisis, el desempleo
de entre un cuarto y un tercio de los trabajadores; teniendo en cuenta
los millones que se pagaron para sufragar el coste de la última guerra,
los gastos de las “pequeñas” guerras actuales, y los incalculables
desembolsos que se están haciendo en los preparativos de futuras
guerras, nosotros llegamos a la conclusión de que el capitalismo moderno
no utiliza ni siquiera una centésima parte de la capacidad y de las
posibilidades productivas que ofrece el aparato productivo actual y la
fuerza del hombre. Precisamente, incluso en los países de poderoso
desarrollo capitalista, este aparato productivo está compuesto de una
abigarrada mezcla de plantas modernas con restos aun mayores de unidades
de producción obsoletas y atrasadas que el capitalismo monopolista
mantiene artificialmente; esto tiene lugar a una escala particularmente
mayor en los viejos países capitalistas.
Teniendo en cuenta,
además, la retención enérgica, frecuentemente artificial, del atraso
económico de las colonias, el forzado atraso y el desaprovechamiento
gratuito del trabajo en la agricultura; las indemnizaciones, los
aranceles, y otros numerosos obstáculos y barreras al desarrollo de las
fuerzas productivas, vemos que, en realidad, el «coeficiente de
actividad provechosa» del sistema capitalista moderno es todavía
inferior.
Si se extendieran los éxitos técnicos que ya existen en
algunas de las plantas industriales en el nivel actual de desarrollo
técnico, a toda la industria, el transporte y la agricultura, entonces
esto sólo podría multiplicar el volumen de las fuerzas productivas;
aparte del incuestionable hecho del aumento del ritmo de desarrollo.
Emancipado de las trabas del capitalismo, se podría alcanzar en períodos
históricos más breves un inaudito progreso en el desarrollo económico.
Un
reflejo adicional de la crisis del trabajo de investigación científico
es que, en la competencia por el ahorro, hay una constante disminución
en los fondos destinados al mantenimiento de las universidades,
institutos científicos, laboratorios, sueldos, &c. El desempleo que
afecta a decenas de millones de trabajadores, no falta entre los
trabajadores científicos, ingenieros, y técnicos. El primer presidente
de la Sociedad Alemana de Ingenieros, el profesor Matschos, expone en el
periódico de la Sociedad una imagen angustiosa del efecto de la crisis:
“En
las escuelas técnicas superiores (de Alemania) estudian unos 40.000
jóvenes, de los cuales terminan sus estudios todos los años 8.000. Entre
los graduados hay un desempleo estremecedor. En promedio, sólo un 20%
aproximadamente encuentra un puesto de trabajo, un 10% sigue estudiando,
un 20% acepta cualquier trabajo fuera de su profesión y el resto, un
50% aproximadamente, se queda sin ocupación alguna. Los ingenieros
licenciados, que duermen en asilos que abren sus puertas a las 10 de la
noche, que no disfrutan de una comida decente, que se consideran
afortunados si pueden ganar unos cuantos marcos con cualquier trabajo,
por ejemplo, como friega platos, vendedores de tabaco, bailarines
eventuales, &c., ya no son una rareza. Las organizaciones de caridad
intentan resolver los casos más sangrantes, pero no pueden hacer lo más
importante: incorporar estos especialistas al trabajo. El bagaje
intelectual, obtenido con muchos sacrificios, no encuentra aplicación.
Sueñan
con abandonar la calle, pero cuando se les pregunta qué hicieron
después de terminar los estudios, sólo pueden contestar: “Busqué un
puesto de trabajo”. En todas partes, la situación obliga a reducir
personal.
Mientras tanto, otros miles de estudiantes siguen
fluyendo hacia las universidades y las escuelas técnicas superiores.
Todos siguen pensando que la profesión de ingeniero es prometedora. Pero
todas las grandes asociaciones de ingenieros advierten sobre la
saturación de profesiones, que supera cualquier medida, previenen ante
las expectativas, y exigen una selección rigurosa. ¿Cuál será el
resultado en el futuro? Ahora se calcula que son 15.000 los que terminan
las enseñanzas medias, pero en 1934 serán 40.000. La previsión actual
para el empleo en 1934 es de unos 13.000 licenciados, mientras que ya
ahora hay entre ellos 30.000 desempleados. ¿Se puede contemplar
semejante situación sin tomar medidas? ¿No es hora ya de acabar con esta
afluencia masiva hacia el diploma y la escuela superior?” V. D. I.
Nachrichten, 1931.
El órgano de los industriales alemanes,
Deutsche Bergwerkszeitung, comentando este artículo (21 de Abril de
1931), ofrece una “tranquilizadora” respuesta a la cuestión retórica
establecida por el Profesor Matschos, apuntando que, en cierta ciudad de
la Alemania Occidental, a un grupo de licenciados se les ha ofrecido
generosamente empleo como … trabajadores de tranvías. Sin embargo, el
periódico dice a continuación (con bastante razón) que “la advertencia
contra las profesiones académicas podría ser mucho más efectiva si
quienes lo advierten mencionaran al mismo tiempo las profesiones que no
están sobresaturadas y ofrecieran mayores expectativas. Esto no se hace
porque no hay tales profesiones”. ¡Efectivamente! El periódico señala
también el hecho de que para un graduado técnico la pérdida del empleo
implica el fin de su carrera, pues casi no hay posibilidad de adaptación
a ningún otro tipo de trabajo.
La situación es absolutamente
idéntica con respecto a los intelectuales. Como regla general, las
condiciones de los trabajadores de la ciencia dedicados directamente a
la investigación científica no son mejores, sino más bien peores.
La
única solución prevista por el profesor es la de restringir más la
admisión en las escuelas superiores. Estos hechos muestran cómo el
capitalismo moderno no sólo destruye ciegamente las fuerzas materiales
de producción en los periodos de crisis, no sólo aparta a millones de
trabajadores del proceso de producción, sino que también trata de cortar
las raíces del futuro desarrollo científico y técnico.
Finalmente,
la crisis introduce entre los trabajadores científicos una masa de
incoherencia ideológica y de confusión. Incapaz de desentrañar las
causas de las terroríficas consecuencias económicas, incapaz de ofrecer
un verdadero análisis científico de los fenómenos que se están
produciendo a su alrededor, y de indicar una salida (sólo el método
marxista puede ofrecer todo esto), la mayoría de ellos caen en el
desaliento y en el pesimismo, buscando una salida en el misticismo, el
espiritismo, la superstición religiosa, &c. Los trabajadores
científicos están gastando cada vez más tiempo en ejercicios
escolásticos, en vanos e infructuosos intentos de reconciliar la ciencia
con una creencia en lo sobrenatural. Atrapados en el laberinto de las
contradicciones capitalistas, en la anarquía del sistema capitalista,
sus mentes buscan en vano la salvación en la intercesión de poderes
trascendentes.
La parte más espantosa e ignominiosa en lo que se
refiere al efecto del capitalismo sobre el desarrollo científico y
técnico es el papel que juegan la ciencia moderna y la técnica en la
preparación para las guerras.
El informe ofrece un análisis de las
causas que llevan a los estados capitalistas a prepararse para nuevas
colisiones militares, y de las características técnicas básicas que
tendrán las futuras guerras.
El informe trata minuciosamente con
la incesante y sistemática actividad desarrollada en las instituciones
científicas y en los laboratorios, sobre la preparación de nuevas armas
de guerra mortales destinadas por su verdadera naturaleza no sólo para
usarlas contra ejércitos exteriores, sino también contra toda la
población civil del país.
Los mayores éxitos de la química
sintética, de la aviación, de la bacteriología, &c., que están al
servicio de las necesidades de la humanidad, se están adaptando para
destinarlos a la destrucción masiva, eclipsando todos los ejemplos
históricos de salvajismo y barbarie. Es suficiente con citar la
siguiente declaración del Señor Winston Churchill sobre el carácter de
la guerra moderna:
“No fue sino en el inicio del siglo veinte de
la era cristiana cuando la guerra efectivamente comenzó a manifestar su
reino como potencial destructor de la raza humana. La organización de la
humanidad en grandes estados e imperios y la elevación de las naciones a
una plena conciencia colectiva han permitido que se planearan y
ejecutaran planes de exterminio a una escala, y con una perseverancia
jamás imaginada anteriormente. Todas las nobles virtudes de los
individuos se unieron para fortalecer la capacidad destructiva de las
masas … La ciencia abrió sus tesoros y sus secretos a las desesperadas
demandas de los hombres y dejó en sus manos medios y aparatos que por su
naturaleza son casi decisivos”.
Después de repasar las grandes batallas del pasado, describe el aspecto que cree que podría tener la guerra del futuro:
“Todos
estos acontecimientos en los cuatro años de la Gran Guerra fueron sólo
un preludio de lo que estaba preparándose para el quinto año… En 1919,
miles de aeroplanos podrían haber destrozado sus ciudades [alemanas].
Decenas de miles de cañones podrían haber derribado el frente… Gases
tóxicos increíblemente letales, contra los que sólo una máscara secreta…
tenía eficacia, podría haber ahogado toda resistencia y paralizado toda
la vida en el frente enemigo…
Estos proyectos quedaron sin
terminar, sin ejecutar; pero su conocimiento se ha preservado;
rápidamente, los Ministerios de Guerra de todos los países archivaron y
almacenaron sus datos, cálculos y descubrimientos “por si interesa en el
futuro”. La campaña de 1919 no llegó a librarse, pero sus ideas siguen
adelante; en todos los ejércitos se están explorando, elaborando y
puliendo bajo la apariencia de la paz… La muerte está firme, obediente,
expectante, preparada para obedecer, preparada para arrasar sin descanso
los pueblos en masa; preparada, si se puede llamar así, para pulverizar
sin remisión todo lo que la civilización nos ha legado. Ella sólo
espera una orden”. Winston Churchill, The World Crisis. The Aftermath,
Londres 1929; pp. 452-455.
Después de describir el papel de la
ciencia química en este sentido, y los intentos pseudo-científicos de
algunos científicos por demostrar el “humanitarismo” de la guerra
química(4), el informe demuestra cómo la política de guerra ejerce la
mayor influencia sobre el carácter y la dirección de la investigación
científica. Así, el capitalismo se esfuerza de manera “programada” por
subordinar la ciencia y la técnica, los aparatos de producción, y la
totalidad de la población, a la tarea de organizar la destrucción total y
el exterminio. En este sentido, las contradicciones del desarrollo
científico y técnico se revelan con especial fuerza, alcance y
estruendo.
El capitalismo es incapaz de llevar a cabo el enorme
desarrollo de las fuerzas productivas que ya permite el actual estado de
la ciencia y de la técnica.
Decenas de millones de trabajadores
quedan excluidos del proceso productivo; anhelan conseguir un trabajo
pero no pueden encontrarlo.
Otras decenas de millones van a ocupar
trabajos no productivos, sirviendo al increíblemente abultado aparato
comercial, la publicidad, la gigante maquinaria para la alienación de
las masas, la fabricación de la opinión pública y, finalmente,
satisfaciendo los lujos y los caprichos de la flor y nata de la
burguesía.
Cientos de millones trabajan de la mañana a la noche en
factorías, minas, plantaciones, quemando sin descanso su vitalidad en
pocos años, convirtiéndose en viejos a los 40 años; no obstante, la
productividad social de su trabajo es relativamente insignificante como
resultado del derroche capitalista.
En la agricultura, cientos de
millones de trabajadores son arrojados a sus miserables parcelas de
tierra, que trabajan con el sudor de su frente, bajo condiciones que
excluyen la aplicación de la ciencia y de la moderna técnica, sin
superar nunca, ni tan siquiera, la más miserable existencia.
Por
último, millones de trabajadores todavía están consumiendo todas sus
fuerzas para pagar las consecuencias de la guerra mundial de 1914-18, y
los costes de los preparativos para nuevas guerras.
En las entrañas de la tierra esperan enormes reservas de petróleo y metales.
Cataratas
y ríos esperan ser aprovechados con presas, pues las corrientes de agua
que ponen las turbinas y generadores en movimiento proporcionan el
flujo de la energía eléctrica.
Miles de problemas técnicos, perfectamente resolubles con la técnica actual, continúan pendientes.
La
ciencia y la técnica actuales ya hacen posible, con un consumo
relativamente bajo de fuerza de trabajo, el dominio de la naturaleza, la
fundación de nuevas ciudades, la automatización de diversos procesos
productivos, la transformación del trabajo en ocio.
Sin embargo, el capitalismo actual no puede hacer uso de todas estas posibilidades.
Cada
vez que el capitalismo ensaya algún desarrollo de las fuerzas
productivas genera siempre un nuevo antagonismo, conduce siempre a
nuevos y más espantosos despilfarros, destrucciones, crisis y guerras.
El capitalismo no puede evitarlo. Las fuerzas de la ciencia no pueden
alterar estas leyes que gobiernan el surgimiento y la caída de la
sociedad capitalista, así como tampoco pueden alterar las leyes del
crecimiento y la decadencia del organismo humano. Y no hay sino una
ciencia que muestra la salida: el análisis científico marxista del
desarrollo social.
La Unión Soviética
La
Unión Soviética constituye el primer experimento en la historia humana
en el que se aplican los análisis y métodos científicos a la
construcción consciente de las relaciones sociales, a la dirección
planificada de la vida económica, a la dirección del curso del
desarrollo cultural, científico y técnico. La misma existencia y el
curso total del desarrollo de la Unión Soviética está ligado, por tanto,
con una auténtica teoría científica.
Este año la Unión Soviética
cumple trece años de existencia. Durante este año se ha cumplido con más
de la mitad del gran Plan Quinquenal para la reconstrucción socialista.
El
análisis científico requiere evaluar los resultados, comparar las
experiencias de los dos sistemas, determinar sus respectivas tendencias
de desarrollo. Este análisis muestra:
Primero, el incuestionable
hecho de que la espantosa crisis económica mundial que engulle con una
fuerza sin precedentes a todos los países capitalistas sin excepción, y a
todas las partes de la economía mundial, se detiene ante las fronteras
de la Unión Soviética. La Unión Soviética no sólo no tiene experiencia
de la crisis, sino que, contrariamente, durante los dos últimos años ha
dado muestras de una tendencia ascendente impresionante en el desarrollo
económico.
Segundo, esta comparación muestra que mientras la
anarquía de la economía capitalista arroja al desempleo a millones de
trabajadores, la Unión Soviética ha resuelto el problema del desempleo,
atrayendo anualmente a millones de nuevos trabajadores a la industria, y
llevando a cabo un gran plan de mecanización para superar la creciente
insuficiencia de la fuerza humana.

Tercero,
esta comparación muestra que el ritmo del desarrollo económico en la
Unión Soviética es varias veces más rápido que el de todos los países
capitalistas, incluyendo los Estados Unidos de América durante sus
mejores períodos de desarrollo.
Cuarto, esta comparación muestra
que mientras la anarquía de la economía capitalista aumenta año tras año
y, ni el éxito en la concentración de capital, ni los esfuerzos de
predicción científica, pueden amortiguar los accesos espasmódicos de
esta fiebre, en la Unión Soviética vemos cómo crecen constantemente los
éxitos firmes de la planificación consciente de toda la vida económica:
los planes trimestrales, anuales y quinquenales se alcanzan antes de lo
previsto; el trabajo se dirige ahora al proyecto del segundo Plan
Quinquenal durante el cual este país superará a los principales países
capitalistas y mejorará el dominio de la técnica moderna más avanzada.
Quinto,
esta comparación muestra que mientras que en todo el mundo la
agricultura está en crisis desde hace ya varios años, poniendo de
manifiesto que no se ha adaptado a la reorganización sobre las bases de
la moderna ciencia y técnica, la agricultura de la Unión Soviética, por
primera vez en la historia de la humanidad, está siendo remodelada, en
el marco de la colectivización a gran escala, con los métodos técnicos
más avanzados, bajo nuevas relaciones sociales.
Sexto, esta
comparación muestra que mientras las condiciones del capitalismo moderno
están agravando más y más el antagonismo entre la ciudad y el campo,
entre el trabajo físico y el intelectual, la Unión Soviética está dando
pasos decisivos por el camino de la eliminación de estos antiguos
antagonismos sobre la base de la integración de los millones de
trabajadores en la corriente de la evolución cultural, educación e
ilustración.
Finalmente, esta comparación muestra que mientras el
desarrollo de los antagonismos en el capitalismo conduce a una
intensificación desigual y variable de la tendencia a controlar el
progreso de la tecnología y de la ciencia, en la Unión Soviética la
ciencia y la tecnología están encontrando una base absolutamente
ilimitada para el desarrollo, posibilidades totalmente nuevas de
aplicación práctica y con un efecto decisivo en todas las ámbitos de la
existencia.
Todas estas conclusiones se basan en hechos que ningún
observador realmente científico y objetivo puede discutir. Cualquiera
puede probar estos hechos, y el Gobierno Soviético está preparado para
proporcionar a cualquier trabajador técnico y científico todas las
posibilidades para probar e investigar estos hechos sobre el terreno.
Es
de notar que el informe ofrece un número de hechos referidos a la
construcción económica que se está llevando a cabo actualmente en la
Unión Soviética en todas las ramas de la industria, en los transportes y
en la agricultura. En cuanto a su alcance, esta construcción no tiene
precedentes en la historia.
Una serie de datos estadísticos
citados en el informe de fuentes oficiales capitalistas (la Liga de las
Naciones, &c.) muestra los éxitos de este desarrollo en comparación
con el desarrollo de otros países.
Estos datos, que han sido ya
superados en el momento presente, indican por sí mismos y más que
volúmenes de argumentos, los resultados del enfrentamiento entre los dos
sistemas. Es suficiente observar que el índice de la producción
industrial de 1930 en todos los países capitalistas se ha hundido por
debajo del nivel de 1925, mientras que en la URSS se ha triplicado.
Por
otra parte, el uso planificado de los inmensos recursos naturales de la
Unión Soviética, e incluso de las grandes reservas de entusiasmo,
energía e iniciativa creativa de las masas, en realidad solamente está
empezando a desplegarse hasta su completo desarrollo. Actualmente, en
este despliegue, la ciencia y la tecnología juegan un papel secundario.
Ciencia y tecnología en la Unión Soviética
La
Unión Soviética se ha propuesto como objetivo alcanzar y superar a los
países capitalistas avanzados en el tiempo histórico más breve. Millones
de ciudadanos de nuestro país están actualmente animados por un
entusiasmo desconocido en la historia, para el estudio de las ciencias y
técnicas modernas, para la consecución del conocimiento que puede
capacitarles para remodelar la totalidad de la vida, subyugar las
fuerzas de la naturaleza a la voluntad colectiva de los trabajadores.
Esto muestra la importancia colosal que en la Unión Soviética se
atribuye a la actividad creativa científica y tecnológica, al trabajo de
investigación, a la difusión del conocimiento entre las masas. Esto, no
obstante, no limita ni puede limitar el papel y las tareas de la
ciencia en la Unión Soviética.
Este esfuerzo por alcanzar la
técnica de los países capitalistas avanzados no implica que nosotros nos
vayamos a contentar con una mera copia de todos los aspectos de esta
técnica.
Ya en la historia del mundo capitalista podemos ver que,
por ejemplo, los Estados Unidos, una vez que alcanzaron y superaron la
técnica de los viejos países europeos hace escasas décadas, se vieron
forzados a desarrollar y resolver toda una serie de problemas técnicos y
científicos absolutamente nuevos vinculados con las demandas de la
producción masificada, y con el enorme despliegue de la
industrialización en este país.
Esto mismo se puede decir, pero en
un grado mucho mayor, con respecto a los problemas que se están
planteando y resolviendo actualmente en la Unión Soviética, que está
llevando a cabo la industrialización sobre bases enteramente nuevas y a
un ritmo y a una escala desconocida incluso en Estados Unidos.
Aquí
no hay ni experiencia previa, ni ejemplos. Ya en la misma preparación
de este trabajo se ha dado solución a problemas técnicos y científicos
que no han sido resueltos aún en ninguna otra parte.
Como caso particular, nos vamos a referir al ámbito de la agricultura.
Ya
en el último año, el trabajo promedio anual de los tractores en los
Estados Unidos era de entre 400 y 600 horas, mientras que en la Unión
Soviética no bajaba de las 2.500 horas. La Unión Soviética cuenta
actualmente con cientos de granjas de cereales mecanizadas, que superan
todos los récords de los Estados Unidos. En el año en curso, la Unión
Soviética está organizando granjas de cría de ganado vacuno a una escala
sin precedentes en el mundo. Esto plantea primero precisamente el
problema de la mecanización de todos los procesos de la agricultura en
el crecimiento del grano, cultivos industriales, horticultura, &c.,
lo que conduce a la especialización científicamente estructurada y
planificada de la agricultura sobre vastos territorios, cada uno de los
cuales es, en extensión, igual a los mayores países europeos.
Todas
estas tareas exigen la creación de nuevos tipos de máquinas y
complementos, la realización de nuevas formas de conexión entre la
máquina y sus aplicaciones correspondientes, nuevas formas de
organización del trabajo, selección de plantas, &c.
De esta
forma, la reconstrucción técnica de la agricultura compromete miles de
nuevos problemas en economía, agronomía, química, física, botánica,
zoología, energética, y construcción de maquinaria.
La solución de
estos problemas sólo es posible mediante el despliegue de la
investigación científica a gran escala. Y junto con el uso de todos los
avances de la ciencia y de la técnica procedentes de los países
capitalistas avanzados –un uso en muchos casos más completo y efectivo
que en cualquiera de esos países–, la práctica económica de la URSS
demanda ahora ya a la ciencia y a la técnica agrícola, la respuesta a
toda una serie de cuestiones que todavía no han sido resueltas, la
apertura de nuevos caminos, nuevos descubrimientos e invenciones, nuevas
teorías científicas.
Lo mismo podemos decir en lo que se refiere a
los problemas de la electrificación de la Unión Soviética y a otros
problemas ligados a la construcción económica y cultural.
La
consecución del primer Plan Quinquenal para el próximo año (i. e., en
cuatro años) enfrenta a la Unión Soviética con el problema de trabajar
sobre un segundo Plan Quinquenal. Este plan, acompañado por el enorme
desarrollo cuantitativo de la economía, podrá también afrontar los
reajustes cualitativos más profundos de las bases técnicas de la
economía nacional. Esto significa que el papel director en la
elaboración y ejecución de este plan, que perfilará el curso del
desarrollo futuro, podría pertenecer a la ciencia y a la tecnología.
¿Con
qué medios científico-técnicos cuenta la Unión Soviética para realizar
este propósito? ¿Cuáles son las dinámicas de su desarrollo, su
estructura organizativa, sus relaciones con los diferentes órganos del
Estado Soviético?
El legado de la Rusia zarista en este dominio es
incluso más miserable que el correspondiente al dominio de la
industria. La Rusia prerevolucionaria contaba con grandes científicos
individuales –matemáticos, físicos, químicos, biólogos.
Ellos
llevaron a cabo importantes descubrimientos e invenciones, profundas
teorías científicas, pero todas estas teorías y descubrimientos fueron,
en su gran mayoría, utilizados sólo en el extranjero, puesto que ni la
débil industria, ni la atmósfera general de la autocracia zarista –esa
«prisión de naciones»– permitió el desarrollo y la aplicación práctica
de aquellos descubrimientos.
Es suficiente con observar que en la
Rusia prerrevolucionaria no había realmente ni un sólo instituto de
investigación científica merecedor de ese título(5). Toda la actividad
científica se concentraba en pequeños laboratorios universitarios
someramente equipados que estaban desconectados de la industria y
completamente aislados de las masas populares. Para darse una idea del
desarrollo del trabajo de las organizaciones de investigación científica
bajo el gobierno soviético, es suficiente con mencionar que solamente
en la industria había:
En 1928, 24 institutos de investigación con 8 departamentos.
En
1930, 72 institutos de investigación con 83 departamentos(6) (entre
ellos se cuentan instituciones gigantescas tales como el Instituto
Termo-Técnico, el Instituto Físico-técnico, &c., que no tienen
parangón en Europa)(7).
Este año, la agricultura tiene a su
servicio 47 institutos, el transporte 10, la educación popular 44, la
salud pública 34, &c. El número total de institutos de investigación
científica a principios de 1929 era de 789.
Ahora mismo, el
número de laboratorios de fábricas ronda el millar. El personal
científico de los institutos industriales (excluyendo laboratorios de
fábricas, así como personal administrativo y de servicios) llega a
11.000. En 1931 había alrededor de 40.000 trabajadores dedicados
exclusivamente a labores de investigación científica en este país.
La
financiación de la red de institutos de investigación científica
solamente en la industria (una vez más, excluyendo los laboratorios de
las fábricas) ha llegado a unos 250 millones de rublos, frente a los 12
millones en 1925-26 y los 58 millones en 1928-29.
Estos datos fragmentarios testifican un desarrollo anual espectacular y constante.
Sin embargo, este desarrollo es aún insuficiente para satisfacer las demandas en constante aumento.
El
Gobierno Soviético está tomando una serie de medidas para acelerar aún
más el ritmo de este desarrollo, el ritmo del despliegue de la red de
instituciones de investigación científica, y de la instrucción del
personal necesario.
El ingreso de estudiantes en las Universidades
y en los colegios técnicos, que se contabilizaba en menos de 100.000 en
1929, ha crecido hasta 157.000 en 1931, y ha de llegar a 230.000 en
1932.
Ya en 1931 podría doblarse el número de nuestros ingenieros y
personal técnico, lo que supondría la realización total del plan
quinquenal en este aspecto. La inscripción en las escuelas técnicas de
acuerdo con el plan de 1932 demanda la admisión de 420.000 estudiantes,
de 350.000 estudiantes para las facultades de trabajadores (frente a los
166.000 en 1931), y de 1.000.000 de alumnos en las escuelas de
aprendizaje de las factorías, frente a los 700.000 de 1931. La
proporción de graduados de las facultades de trabajadores en las
escuelas superiores podría alcanzar el 75 o el 80 por ciento. Esto está
ocurriendo en una época en la que, de acuerdo con datos oficiales
alemanes, entre los estudiantes de todas las escuelas superiores en
Alemania hay solamente un 2 o un 3 por ciento de estudiantes hijos del
proletariado, y en la que incluso en las escuelas medias en Prusia sólo
el 5,4 por ciento de los chicos y el 3,4 de las chicas son hijos del
proletariado. Un periódico burgués, comentando estos datos, observa que
“es muy raro que los hijos de los trabajadores alcancen el privilegio de
la educación superior. Incluso si un joven trabajador pudiera superar
el examen de matrícula, debería trabajar para ganarse la vida. De los
1.110 agraciados que tenían una beca en 1928 sólo un 12% eran
trabajadores”.
En la Unión Soviética todos los estudiantes tienen
garantizado un sueldo y la manutención. Hay un incremento constante en
el número de estudiantes proletarios que inician trabajos científicos
una vez que se han graduado en las escuelas superiores.
Los planes prospectivos para 1932 pronostican un 40% de incremento en el número total de científicos.
Una
de las características esenciales de la organización del trabajo de
investigación científica en la Unión Soviética es el principio de la
planificación.(8)
Durante cierto tiempo, hubo debates acerca de si
era posible planificar la actividad científica de manera general;
aquellos debates están ahora sustancialmente concluidos. La
planificación socialista, que ha demostrado tan brillantemente su éxito
en la orientación de la economía, ha sido reconocida unánimemente como
primer principio en el ámbito del trabajo científico.
La red total
de la actividad de investigación en la industria está trabajando
conforme a un plan único establecido por el Sector de Investigación
Científica del Consejo Supremo de la Economía Nacional con la asistencia
de los Institutos y de los principales trabajadores en varias ramas de
la ciencia. Lo mismo ocurre en la agricultura, en el transporte, y en
otros ámbitos.
En lugar de la actividad de individuos aislados,
propia del carácter y la atmósfera del pequeño artesano; en lugar de los
órganos aislados de investigación científica del capitalismo que están
directa o indirectamente subordinados al capital financiero, nosotros
tenemos aquí una red organizada de cuerpos de investigación científica
unidos por la tarea común de erigir las fuerzas productivas sobre una
base socialista.
Recientemente se ha dado un nuevo paso en la
Unión Soviética para la planificación de todos los trabajos de
investigación científica del país en general. La primera Conferencia de
Planificación de la Investigación Científica, a la que asistieron más de
mil delegados de organizaciones científicas en todas las ramas de la
ciencia y la tecnología, estudió los problemas más importantes a los que
se enfrentan los investigadores, perfiló la metodología de
planificación en este ámbito, y apeló a todos los científicos e
investigadores a participar en la elaboración de este plan. La
Conferencia tuvo lugar en medio de un tremendo entusiasmo y demostró que
al eliminar el despilfarro que supone la falta de planificación en el
ámbito de la ciencia, quedan a nuestra disposición reservas inagotables
de pensamiento y actividad creativa.
Las resoluciones de esta
Conferencia pueden servir como ejemplo, para los trabajadores
científicos y técnicos de los países capitalistas, de las posibilidades
que el sistema soviético brinda a la investigación científica. Por
ejemplo, permítasenos referirnos a la resolución que impone la
obligación de incluir como parte orgánica, en los planes de
reconstrucción industrial de todos los órganos operativos económicos de
planificación, la aplicación de los descubrimientos de los institutos de
investigación científica, proporcionándoles la financiación y los
medios materiales necesarios.
O la resolución que obliga a la
organización económica a reservar y añadir a los institutos el número
necesario de instalaciones industriales para que, al llevarlos a cabo,
los logros de la nueva técnica se transformen en trabajos
experimentales. O la resolución que obliga a todas las grandes empresas
industriales que se están construyendo a instalar laboratorios en la
fábrica como parte inseparable de cualquier empresa, o la concesión de
premios a las empresas que adopten la técnica avanzada, y la regulación
de la responsabilidad material y legal por los retrasos en la aplicación
de logros científicos. No menos importantes son las decisiones
referentes a la divulgación de informes por parte de los institutos
científicos sobre sus actividades, programas de becas de viaje para los
obreros para trabajar temporalmente en los institutos científicos, la
inclusión de los directores de los institutos científicos en los
consejos generales de los monopolios correspondientes, la mayor
disposición de los sindicatos para proporcionar asistencia a los
institutos científicos y hacer propaganda de los éxitos científicos y
técnicos.
O permítannos aludir a decisiones tales como la de
incluir pruebas colectivas de importantes inventos y mejoras en el plan
general del trabajo científico-técnico de todas las ramas de la
industria, el transporte, y la agricultura; la elaboración de tareas
especiales para los inventores por parte de las factorías y de otras
ramas de la industria; el sometimiento de los programas y logros de la
Academia de Ciencias, de los institutos y laboratorios científicos, a
una amplia discusión por parte de los trabajadores interesados en
invenciones, &c., &c.
En un país no capitalista es posible
poner en práctica cualquiera de estas medidas. Estas medidas son
incompatibles con la verdadera naturaleza del capitalismo, y son
posibles sólo cuando la ciencia y la tecnología están integradas en el
proceso de la gran construcción socialista, cuando los trabajadores de
la ciencia, de manera organizada y planificada, dirigen sus esfuerzos a
la consecución del «orden social» de las grandes masas de trabajadores
–i. e., a elevar al máximo nivel toda la técnica y la economía del gran
país que está construyendo el socialismo.
Es necesario observar
que, en esta construcción, más importante incluso que la planificación
del trabajo de investigación es la directa conexión organizativa de la
ciencia y la tecnología con la masas de la clase trabajadora.
En
la Unión Soviética, esta conexión se está ahora comenzando a llevar a
cabo a una escala que no tiene precedentes en absoluto. La lucha por el
dominio de la ciencia y de la técnica compromete no ya a unos cuantos
cientos de miles, sino a millones de trabajadores.
Esto pone en
marcha tales reservas de energía, iniciativa, e inventiva, que no
podrían ser soñadas en ningún otro momento. En cada factoría, sovjov, o
escuela superior, se han puesto en marcha organizaciones especiales para
la profundización en el conocimiento y dominio de la técnica, círculos
de inventores, y una enorme actividad contribuye a la divulgación
general del conocimiento técnico y científico. Durante las pausas para
el almuerzo, y en sus horas de ocio, las grandes masas de trabajadores
estudian con ilusión y tenacidad, escrutan atentamente las posibilidades
de mejora en su rama particular de la industria, y se preparan para la
admisión en escuelas técnicas y colegios, dando la bienvenida con
entusiasmo a científicos prominentes que les hablan acerca de sus
descubrimientos e investigaciones. Sólo se necesitan hombres y tiempo
para satisfacer esta sed de cultura, conocimiento, ciencia, que ha
surgido incluso entre las capas menos ilustradas de la clase
trabajadora. Así, verificamos el pronóstico que hizo Engels cuando
escribió: “La sociedad, emancipada de las cadenas de la producción
capitalista, al dar lugar a una nueva generación de productores
profundamente desarrollados que comprenden los fundamentos científicos
de la totalidad de los procesos industriales y que estudian
prácticamente, cada uno en su ámbito, la totalidad de los procesos de la
producción desde el inicio hasta el fin, será capaz de crear una nueva
fuerza productiva”. (Anti-Dühring).
De este modo se empieza a
superar el antagonismo entre el trabajo físico y el trabajo intelectual.
En este momento, en el verdadero inicio de este desarrollo, la lucha de
las masas por dominar la ciencia y la técnica está ya produciendo
milagros. Permítasenos hacer referencia, por ejemplo, al ámbito de las
invenciones de los trabajadores. El número de sugerencias e inventos
hechos por los trabajadores ha aumentado cien veces en el pasado año.
Frecuentemente uno encuentra factorías que reciben miles de sugerencias
de los trabajadores a lo largo del año. Entre otras cosas, la lucha de
las masas por el dominio de la técnica se manifiesta en los métodos
absolutamente nuevos de combinación orgánica de la actividad planificada
de los institutos de investigación científica con la masiva actividad
inventiva de los trabajadores, mientras que esta última, a su vez, está
conectada con un movimiento aún más poderoso de millones –la emulación
socialista en el trabajo.
La enorme actividad inventiva de los
trabajadores está convirtiéndose en una de las formas más elevadas de
competencia socialista, una de las etapas más importantes y prometedoras
de su desarrollo.
Un ejemplo brillante de las primeras
manifestaciones de esta tendencia nos lo proporcionan los
acontecimientos de los últimos meses en la Cuenca carbonífera del
Donetz.
Cuando se emprendió la mecanización de la Cuenca del
Donetz como una tarea política, cuando los trabajos de mecanización se
pusieron en manos de los mineros, la Cuenca del Donetz experimentó el
firme crecimiento en la oleada de iniciativa técnica por parte de los
trabajadores, ingenieros y fuerzas técnicas. Se puso en marcha. Y en los
últimos meses hubo una especie de flujo constante de invenciones,
sugerencias, propuestas de racionalización, todas ellas orientadas a
conseguir la extracción continua del carbón, esto es, a alcanzar una
profunda revolución técnica en los métodos de extracción de carbón.
La
idea de extracción continua de carbón se originó en las minas de la
Cuenca del Donetz a finales de 1930, cuando se aplicaron los métodos de
Kartashev, Kasaurov, Filimonov, y Liebhardt. A esto le siguió una
corriente continua de invenciones y propuestas de mejora que realizaron
multitud de trabajadores. Las propuestas se vierten ahora a raudales en
casi todos los pozos mecanizados. Algunas de estas propuestas no ofrecen
ninguna novedad. Con todo, mientras que en el pasado ideas como estas
solían permanecer retenidas durante años, en la actualidad, al
combinarlas con la ola de la emulación socialista, con el poderoso
entusiasmo general de los trabajadores, están conduciendo a una
revolución en los métodos de producción, presagiando en muchos casos la
posibilidad, no sólo de alcanzar, sino también de superar la técnica
extranjera en un futuro muy cercano.
La ola de invenciones en la
Cuenca del Donetz ofrece un ejemplo sumamente claro de las ilimitadas
posibilidades que se acumulan en la lucha por la nueva técnica, y de las
mejoras que se han hecho posibles gracias a la estimulación de la
iniciativa y el espíritu de emulación entre las masas de trabajadores.
Recientemente,
hemos podido contemplar incluso fenómenos aun más interesantes en este
ámbito. Las noticias sobre la inminente revolución subterránea en la
Cuenca del Donetz se propagan con rapidez; apenas fueron dadas a conocer
las líneas generales de los métodos de Kartashev, Kasaurov, Filimonov, y
Liebhardt, desde todas partes de la Unión Soviética, a miles de
kilómetros de distancia de la Cuenca del Donetz, en las minas de
Siberia, en los Urales, en la Cuenca del Kuznetsk, se agitó una ola
similar de iniciativa inventiva. Así, en la cuenca minera de Cheliabinsk
los trabajadores lanzaron este slogan extraordinariamente expresivo:
“¡Los pozos de Cheliabinsk tendrán sus propios Kartashevs!” Y este
slogan no fue solamente un sonido vacío.
Los pozos de Cheliabinsk
tienen sus propios Kartashevs. Este slogan fue asumido por las grandes
masas de trabajadores, por los ingenieros, los técnicos, y los
científicos. Los actuales slogans son como siguen:Cada factoría, mina,
sovjov, cada instituto y laboratorio de investigación científica tendrá
sus propios inventores. Cada emulador, habiendo adquirido dominio sobre
la técnica, puede y debe hacerse un inventor, un racionalizador,
contribuyendo su modesta parte al perfeccionamiento de los procesos
productivos, al desarrollo de la técnica, y consecuentemente, al
desarrollo de la ciencia.

En
este sentido, podemos referirnos a otro ámbito en el que observamos
progresos bastante similares, nos referimos al estudio de las fuentes
naturales del país. En todos los libros internacionales de referencia
estadística podrán encontrar datos sobre las reservas de petróleo,
carbón, minerales, y otras riquezas minerales en el territorio de la
Unión Soviética. Estos datos no reflejan ni una centésima parte de lo
que suponen las fuentes reales. Los descubrimientos de estos últimos
años ya han aumentado en diez veces los viejos datos.
Las
expediciones organizadas por la Academia de Ciencias y los institutos de
exploración geológica a Siberia, Asia Central, Kazajstán, Cáucaso,
&c., revelan nuevos depósitos de riqueza. El país está siendo
descubierto de nuevo, en el sentido literal del término. Ahora este
trabajo, además de a los científicos e institutos especiales, atrae a
miles de trabajadores voluntarios entre la población local –maestros de
escuela, koljosianos, konsomoles. En los lugares más remotos del país se
han ido formando círculos y grupos que estudian la naturaleza local, y
una vez que se han familiarizado con los rudimentos de la técnica de
exploración geológica, se han entusiasmado en este trabajo de
exploración de las riquezas subterráneas, no motivados por la búsqueda
de un enriquecimiento personal, sino con el fin de ayudar en la
construcción del socialismo. Y este movimiento de las masas, fertilizado
por el pensamiento científico y la técnica moderna, proporciona los más
inesperados descubrimientos que redundan a su vez en la transformación
total de las expectativas económicas de distritos y regiones enteras.
Todo
esto promete proporcionar un estímulo nuevo y poderoso al “incesante, y
todavía más rápido desarrollo de los procesos de producción”,
profetizado por Engels como resultado de la liberación de las cadenas
del capitalismo.
Este desarrollo de las fuerzas productivas postula un desarrollo de la ciencia igualmente incesante y aun más rápido.
Este
panorama no corresponde a un futuro lejano, no es un ánimo vago y
nebuloso. Es la verdadera realidad en la que estamos viviendo,
trabajando, construyendo. Es el inicio de una nueva etapa histórica en
la que nosotros acabamos de entrar.
Este panorama ha conseguido
fascinar a todos los especialistas honestos que aman su trabajo, a todos
los científicos e investigadores, precisamente como les ocurre a las
masas del proletariado en este país.
Así, el profesor alemán Bonn
hubo de admitir, en su libro sobre los Estados Unidos, que en la URSS
“ha comenzado la edad de oro de la ciencia y la tecnología” y que este
hecho es de tremenda importancia internacional. Lenin escribió una vez
al gran experto americano en electro-técnica Steinmetz:
“Usted,
como representante de la electrotécnica de uno de los países más
avanzados en desarrollo técnico, se ha convencido de que es necesario e
inevitable reemplazar el capitalismo por un nuevo orden social que
establecerá una regulación planificada de la economía y asegurará la
prosperidad de todas las masas sobre la base de la electrificación de
todos los países.
En todos los países del mundo está creciendo
–más lentamente de lo que sería deseable, pero inexorablemente e
ininterrumpidamente– el número de representantes de la ciencia, de la
técnica, y del arte, que se convencen de que es necesario sustituir el
capitalismo por un orden socioeconómico diferente, y que, sin dejarse
amedrentar por las «tremendas dificultades» que acarrea la lucha de la
Unión Soviética contra todo el mundo capitalista, sino estimulados por
ellas, se están dando cuenta de que esa lucha es inevitable, y que es
necesario tomar partido en ella, para ayudar a que «lo nuevo triunfe
sobre lo viejo”.
Decenas de miles de científicos, unidos en
equipos colectivos y dirigiendo su trabajo sobre planes definidos, y
orgánicamente asociados con el proletariado, extrayendo constantemente
nuevos refuerzos de sus filas, iluminando nuevos caminos para la ciencia
y la técnica juntamente con los millones de inventores y
racionalizadores, no están solo ayudando a superar los viejos
obstáculos, sino que también contribuyen a construir su país de nuevo.
Numerosos
representantes de la intelligentsia burguesa, importantes científicos y
técnicos, que no pueden cerrar sus ojos ante los hechos, están
reconociendo la evolución del progreso en la URSS en contraste con el
fondo de la crisis inaudita del mundo capitalista.
Entre las
numerosas declaraciones en este sentido, permítasenos citar, por
ejemplo, los comentarios del economista alemán Bonn sobre el significado
de la crisis americana y de la construcción económica de los Sóviets.
El profesor Bonn escribe:
“El Olimpo fue destruido por un
terremoto. Cuando los muros desmenuzados del templo destruyeron los
tejados de las cabañas, y los dioses moribundos, en lugar de ofrecer
protección, reparten destrucción a su alrededor, entonces, los creyentes
se sobrecogen, no lamentando que los dioses son también mortales, sino
con la duda amarga y odio ciego. ¿Tiene sentido seguir adorando
semejantes dioses?
Millones de desempleados, cientos de miles de
vidas arruinadas, sufren en América el impacto de la crisis: Ya no
protestan contra los responsables económicos individuales que no
pudieron prevenir la crisis, están empezando a poner en duda el mismo
sistema que la ha hecho posible.
El americano medio ha visto el
capitalismo y el sistema económico capitalista hasta ahora como la forma
más razonable de existencia. Estas fuerzas han construido la grandeza
de su país en el pasado, y han proporcionado las oportunidades de
existencia a sus predecesores. De ellas esperaba las posibilidades de
una existencia razonable siguiendo el mismo camino.
El sistema no
puede permanecer por mucho tiempo en estas condiciones. Y en miles de
cabezas y cerebros surge la misma cuestión: ¿Tiene absolutamente algún
derecho a existir el sistema capitalista, si uno de los países más ricos
del mundo no es capaz de proporcionar algún tipo de seguridad social a
una población relativamente poco densa, industriosa y competente, una
existencia que sea consistente con las exigencias, y con el desarrollo
de la técnica moderna, sin arrojar periódicamente a millones de personas
al paro, condenándolas a la indigencia y a pedir ayuda en los comedores
de beneficencia y en los albergues para indigentes?
El sentido y
el significado de la crisis americana consiste en el hecho de que ahora
en América se está poniendo en duda no sólo las clases poseedoras
actuales, o las clases dominantes, sino la totalidad del sistema
capitalista como tal”.(9)
El profesor Bonn observa un cambio
profundo en el estado de ánimo de la intelectualidad, especialmente de
la intelectualidad técnica, bajo el enorme efecto ideológico de la
revolución Rusa, de la existencia real de la Unión Soviética. Escribe:
“Antes
de la revolución bolchevique era siempre posible objetar a los
defensores del socialismo que su sistema no era sólo erróneo, sino que
incluso siendo acertado, sería irrealizable. Ahora uno ya no se puede
rechazar por más tiempo el sistema socialista como algo irrealizable.
Existe, y porque existe al lado del capitalismo, exige las
comparaciones”. El profesor Bonn establece esta comparación desde el
punto de vista de la intelectualidad técnica de América: “El bolchevismo
ruso implica una rígida planificación de la economía conforme a la
cual, el ingeniero, en un solar vacío erige empresas gigantes con todos
los medios de la técnica moderna. Los americanos se imaginan esto como
un sistema que levanta rascacielos sobre el campo, aun a mayor velocidad
que como lo hizo en América la empresa privada. Aparece ante ellos como
un gran experimento que dirige todos los esfuerzos para la construcción
de un mundo nuevo que sustituya al viejo. El corazón del ingeniero
americano informado acerca de las posibilidades de actividad en Rusia,
late más fuerte y más rápido; porque en su propio país no puede pensar
en erigir mayores estructuras técnicas que en el pasado sin reducir los
posibles beneficios.
Los estratos de la intelectualidad que han
sufrido el colapso de la prosperidad americana con su terrible
desenlace, están mirando asombrados hacia el Plan Quinquenal que, a sus
ojos, señala el camino hacia la determinación, con mano firme, del
destino económico…
Hay un atractivo especial para el mundo
americano que emana de Rusia. Si el Plan Quinquenal se hace realidad,
conduciría a mucha gente a la idea de que los rusos, que no hace tanto
tiempo eran considerados como emocionales, bárbaros talentosos, capaces
de escribir las novelas de Dostoyevsky o las óperas de Chaikovsky, han
alcanzado ahora a los americanos en el dominio de la técnica, mientras
que en la dirección consciente de la sociedad, han superado a los
americanos.
Si el sistema capitalista fracasara nuevamente en
recolocar a los millones de desempleados en la industria, el efecto
psicológico de este desarrollo podría ser trascendental”.(10)
De
esta manera, sobre la base de las relaciones socialistas en la sociedad,
superando miles de dificultades y obstáculos, combatiendo las numerosas
pervivencias del pasado, la rutina y los prejuicios del individualismo,
la Unión Soviética está estableciendo las nuevas relaciones entre la
ciencia, la tecnología y la economía.
Esta es la verdadera razón
por la que la ciencia, en este país, abandona los espacios metafísicos
de la estratosfera, y se compromete en los grandes problemas de la
reconstrucción socialista. La ciencia ha garantizado las posibilidades
absolutamente ilimitadas para el desarrollo y se convierte en el
principio rector de todo el progreso de la construcción posterior.
Mientras transforma la totalidad de la vida, la ciencia se modifica
también a sí misma, empezando por el gran remodelamiento de todas las
disciplinas científicas sobre la base de nuevos métodos, de un nuevo
monismo de todas las ramas de la ciencia. La ciencia no se aísla con
respecto a las masas de trabajadores como si se tratara de una casta
sacerdotal; no se convierte en una fuerza hostil que acarrea nuevos
sufrimientos y privaciones a millones de trabajadores como consecuencia
involuntaria de sus éxitos; sino que, al contrario, discurre siempre más
cerca de las masas, se realimenta continuamente desde sus filas, y
participa conjuntamente con las masas en la lucha por unos fines y
objetivos comunes. De esta manera, la ciencia adquiere enteramente
nuevas fuerzas, y abre perspectivas sin precedentes. La predicción de
Marx y Engels, según la cual la humanidad está transitando desde el
reino de la necesidad al reino de la libertad, en el que no será la
máquina ni el producto quien gobierne al hombre, sino que será el hombre
quien domine a la máquina y al producto, se hace cada vez más evidente.
Hay todavía un camino difícil por delante, todavía se requerirá mucho
esfuerzo y muchos sacrificios, pero no hay otro camino, y una vez
superados todos los obstáculos y dificultades, la raza humana alcanzará
este mundo de libertad y gozoso trabajo, con la ayuda de las fuerzas de
la naturaleza ya dominadas, y de sus esclavos de acero –las máquinas.
GRACIAS POR COMPARTIR CON AMIGOS Y FAMILIARES.
Notas:
(1) En inglés en el original: “What is not, may be!”
(2) Marx, “Tesis sobre Feuerbach”, (tesis 2), en Marx y Engels, Obras escogidas. Tomo I, Progreso, Moscú 1980; págs. 7-8. (PHM)
(3)
Las dos citas, en Marx, “El capital”, tomo I, Capítulo XIII (inicio del
capítulo). Marx, “El capital”, tomo I, Progreso, URSS 1990; pág. 341.
(PHM)
(4) Supongo que el autor se puede referir a los argumentos
de J. B. S. Haldane en su libro, Calínico o una guerra química (Revista
de Occidente, Madrid 1926; trad. J. Sacristán); un texto curiosísimo en
el que defiende precisamente el carácter humanitario de la guerra
química, entre otras cuestiones de interés (PHM).
(5) Para estas
cuestiones es interesante consultar los estudios de Loren Graham acerca
de las Instituciones científicas en la Unión Soviética, y en Rusia.
(6)
Pueden consultarse también aquí los datos ofrecidos por Gary Werskey en
el prólogo a la edición de “Science at the Crossroads”, edición de
1971.
(7) Véase a este respecto, los estudios de Paul Josephson
acerca del Instituto Físico-Técnico de Leningrado al que hace aquí
referencia Rubinstein. Paul R. Josephson, “Physics and Politics in
Revolutionary Russia”, University of California Press, Berkeley, Los
Angeles, Oxford 1991.
(8) Véase en este sentido el artículo de Graham sobre la planificación de la ciencia en Bujarin.
(9) Prof. Bonn en Neue Rundschau, Febrero, 1931.
(10) Ibidem.
Extraído de nodulo.org