miércoles, 13 de febrero de 2019

Noticias y artículos que debe de conocer para ir entendiendo al mundo......Feb 13 (40)



Noticias y artículos que debe de conocer para ir entendiendo al mundo......Feb 13 (40)


PLATAFORMA DISTRITO CERO CUENTA ÚNICAMENTE CON USTED.
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Miguel Angel Reyes.
 

La posmodernidad y su moral de fantasía


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La posmodernidad y su moral de fantasía

 

 

J.L. González Quirós

Los que piensan que la condición humana es casi enteramente cultural, que no hay nada natural ni permanente en nuestras vidas, deberían revisar un poco estas ideas a nada que considerasen un fenómeno muy significativo. Se trata de una especie de sombra de Caín, pero leída como si todos fuésemos Abel, la generalísima convicción de que el mal nos es ajeno, que los malos son los demás (el infierno de Sartre), solo que esa convicción está encontrando en nuestro tiempo unas fórmulas bastante nuevas, una concreción que es, a la vez, fantástica y muy gratificante. Porque ocurre que el mal no solo les resulta algo completamente ajeno a los nuevos puritanos, sino que han llegado a la conclusión, realmente asombrosa, de que el mal se combate con movilizaciones, con diversa suerte de happenings, sean conciertos, movidas, o marchas triunfales. Se trata de actos en los que se consigue la más completa paz de espíritu, reconozco que el nombre es un poco anticuado, y de los que se sale como era fama que salían los carlistas de una Misa con bendición, dispuestos a comerse al primer liberal que les saliese al paso.
Ahora, este tipo de liberales abundan, y las redes sociales se llenan, un día sí y otro también, de activistas de la gran causa de turno dispuestos a la denuncia, al acoso y al derribo, de los malvados, con la ventaja adicional de que no hace falta que el perseguible haya hecho nada, basta con que la correspondiente policía del pensamiento le describa como discrepante, que se le señale por lo que dice o lo que se supone que piensa. Se ha descubierto, de pronto, que la libertad de opinión es un pecado nefando, y las avenidas reales y digitales se llenan de fervorosos activistas dispuestos a marcar de manera indeleble a quienes osen disentir del dictamen común que ha emanado del sindicato de las almas bellas.
Los delitos de odio, una invención cuyo mero nombre ya denuncia la originalidad del caso, pues se refiere a un sentir no a ninguna acción, no cuentan en esta casuística pues se ha superado ampliamente el “odia al delito y compadece al delincuente”, que ocultaba un intento de exorcizar al mal negándolo en el autor y socializándolo y que conservaba un cierto resabio, digamos, católico. Ahora esa consigna diría más bien “odia al delincuente, aunque no esté claro el delito”, basta con que pertenezca al grupo de los que no comparten lo que pensamos. Pero lo más importante es que esa estrategia de persecución del odio no se ha de aplicar jamás a quienes formen parte de la tripulación, aunque de su rencor pueda surgir un murmullo ensordecedor y salvaje, como el de las mujeres que se declaran “manada” para linchar a presuntos violadores, o para guillotinar a jueces que osen atreverse a poner en práctica el principio de presunción de inocencia cuando se aplica a los sospechosos habituales.
Es realmente llamativo que muchas personas, hombres y mujeres, se dejen llevar de la presunción que enuncia “yo jamás haría lo que ahora condeno”, una proclama enormemente sospechosa que, junto con la urgencia de castigar al réprobo, amenaza con hacer que el derecho penal retroceda a la época de Recesvinto. ¿Qué los lleva a sostener esta fantasía moral que choca con una enormidad de evidencias?
La vida contemporánea se ha hecho endemoniadamente compleja al tiempo que las creencias religiosas tradicionales muestran una debilidad evidente. Las dos circunstancias chocan frontalmente con una exigencia casi biológica y bastante simple: no se puede vivir sin creencias, y si no se tienen solo hay dos alternativas, la muy cara de la soledad y el cultivo de un espíritu crítico muy exigente, y la que es bastante más barata: hay que construir inmediatamente un ersatz apañado al caso.
La solución más fácil es integrarse en un grupo que se conforme con las proclamas más on the wind y que no plantee exigencias personales que puedan suponer cualquier clase de dificultades, de manera que para formar parte de semejante legión de salvación baste con decir, sin que sea necesario hacer nada. Estos dos ingredientes son los que mueven la industria de la buena conciencia que nutre gran parte de las ONG que compran Toyotas blancos e impolutos para pasearse por África, es Paul Theroux el que así lo cuenta.
Identificarse con un bien ideológicamente abstracto e indiscutible y que evite cualquier clase de cuestionamiento personal de lo que hacemos en el día a día es un remedio al alcance de muchas fortunas que se beneficia de ese chorro de divina gracia que proporciona lo que Orwell trataba de caricaturizar como el “gritar siempre con los demás”. Sentirse en el lado correcto de la historia nunca ha estado tan barato.
La moral, o la ética, que muchos eruditos a la violeta creen cosa asaz distinta, siempre ha supuesto una actitud de autocuestionamiento, un esfuerzo personal por atender a las exigencias más altas del sentimiento moral y de la razón práctica, no es nada fácil, como lo muestra el hecho de que el mundo no sobreabunde en figuras ejemplares.
Cuando se vive a golpe de estímulos externos, de mensajes continuos, de ideales baratos, no es nada fácil esforzarse por tener una ética coherente y modesta, de forma que si se nos ofrece una terapia de inserción en las ligas contra el mal que se organizan con tanta frecuencia, no es extraño que muchos sucumban al atractivo de beneficiarse de una moral prêt-à-porter, en especial si, como suele ser el caso, va acompañada del glamour y los aires de grandeza que le prestan las multinacionales.
¿Quién habría sido capaz de sustraerse a una campaña tan bien pergeñada como el Me too? Por cierto, acaba de hacerlo una gran actriz, muy bella y, por lo que se ve, valiente, Juliette Binoche, que se ha atrevido a decir que el tal Weinstein ya se ha llevado la suyo. Se ve que hasta la fecha casi nadie había caído en que la lapidación lo tendría difícil para superar cualquier mínima prueba de justicia congruente, pero es que abundan los y las que se sienten perfectamente legitimadas para tirar la primera piedra, o la milmillonésima si hay reporteros al quite. Las morales de fantasía son como adelgazar sin esfuerzo o aprender idiomas en diez minutos, una tentación a la que es difícil resistirse. Pero no estaría mal pensárselo dos veces en la próxima ocasión.
Foto: CANVALCA

Lo que separa a la política de las 'manifas'


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Lo que separa a la política de las 'manifas' 

 

 

Javier Benegas

Antes, la derecha política, a pesar de toda su mala prensa, tenía una virtud que pasaba desapercibida. Esta virtud era un escrupuloso respeto al orden institucional que la llevaba por lo general a no mezclar la representación parlamentaria con las movilizaciones callejeras. Lo normal es que fueran los partidos de la izquierda los que, desde la calle, intentaran desacreditar al parlamento o al gobierno cuando en ellos mandaban los adversarios.
Pero los tiempos cambian y también las circunstancias. Y a fecha de hoy, la derecha política ha pasado a defender en la calle lo que, en demasiadas ocasiones, ha olvidado defender en las instituciones. Evidentemente, no vale cualquier motivo; solo las grandes causas. Porque aún quedan ciertos vestigios del pudor del pasado.
Sin embargo, no deja de sorprender el vigor de esta pulsión callejera, y sobre todo, la rapidez con la que ha ganado adeptos también en el centro. De pronto, los mismos que señalaban al populismo con desdén toman nota de sus éxitos. ¿Acaso puede haber algo más populista que cambiar el parlamento por la calle para marchar en olor de multitudes? Diríase que la emergencia de Vox ha creado en otros partidos una legión de patriotas, todos ansiosos por hacerse la foto agitando las banderas.
No hace mucho, numerosos sociólogos y analistas se preguntaban por qué la derecha populista no tenía en España un digno representante, como ya había sucedido en Francia, Alemania o Austria, y se respondían a sí mismos con sesudos razonamientos que, inevitablemente, abundaban en la manida singularidad española. Así estuvieron durante meses, congratulándose por esta rareza, hasta que Vox les cayó encima. Y a partir de ahí pasaron de la satisfacción al disgusto.
España, por su puesto, seguía siendo diferente, pero ahora ya no lo celebraban, sino que mostraban una preocupación que rozaba la histeria. Según su nuevo parecer (tienen uno para cada contingencia), de todos los países del mundo, España era, por su siniestra historia, el lugar donde el populismo de derechas podía resultar más peligroso. Y concluyeron que la democracia estaba en peligro, más concretamente la democracia liberal, porque ahora socialdemocracia y democracia liberal son sinónimos. La posmodernidad tiene estos giros.
Puesto que de defender la democracia liberal se trataba, el mejor remedio fue promover un liberalísimo cordón sanitario. Un cordón que, con el argumento del regreso del fascismo, no sólo fue adoptado por la izquierda; también el centro político hizo cruz y raya. Pero a pesar del cinturón y sus poderes mágicos, las expectativas de voto de Vox siguieron aumentando a buen ritmo, hasta que en Andalucía cristalizaron. Fue un duro golpe para los hombres buenos de la democracia inmaculada, en especial para los santos del centrismo.
¿Cómo era posible? ¿Qué estaban haciendo mal? Para la izquierda estaba claro, los medios hablaban demasiado de Vox, aunque fuera para denigrarlo, proporcionándole publicidad gratuita. Así que había que combinar el cinturón sanitario con un muro de silencio. En el centro, sin embargo, comprendieron que era demasiado tarde para frenar el impulso del nuevo partido. Y de intentarlo, no harían sino lograr el efecto contrario. Había pues que rectificar sin que se notara demasiado, y transformar el éxito de Vox en Andalucía en un “cambio histórico” pilotado por el centro.
Después, como agradecimiento, le regalarían a Vox un roadshow televisivo. Un regalo envenenado para que su activismo a través de las redes sociales, clave del éxito del populismo auténtico, diera paso a una mayor dependencia de los medios convencionales. De esta forma, se le cortaba las alas y se convertía a Vox en una pieza más del tablero que pudiera ser mangoneada por los gurús mediáticos de turno. Esa dependencia de los medios ya fue en su día la clave milagrosa del éxito de Podemos y, también, el dispositivo de obsolescencia programada que ayudaría a desactivarlo.
Una vez probada con éxito la experiencia piloto andaluza, sólo quedaba esperar a que el gobierno socialista, que seguía deslizándose por la resbaladiza pendiente del conchaveo secesionista, proporcionara una excusa lo suficientemente sólida como para echarse a la calle, con Vox ya de comparsa. Y “relator” fue la palabra clave para tocar a rebato.
Así, en poco más de dos meses, exactamente lo que va desde la celebración de las elecciones a la Junta de Andalucía hasta la manifestación del domingo 10 de febrero, se ha producido un sutil reajuste del panorama político. El desafiante agente libre que era Vox ha terminado integrado en una maquinaria donde manda un statu quo más populista y patriota que nadie.
Habrá quien considere que contar todo esto es hacerle el juego al sanchismo o, peor, a sus socios secesionistas. En absoluto. Simplemente, sacar a la gente a la calle no deben hacerlo quienes ya representan a esa gente en donde deben: en el parlamento. O se está en las instituciones o se está fuera de ellas. Otra cosa es que el común se manifestara por su cuenta, asociándose de manera espontánea, sin padrinos y sin tutelas. Además, resulta que quienes pretenden salvar España con una manifa, pudieron hacerlo una y mil veces desde las instituciones. Y no lo hicieron porque primaron sus intereses.
Los particulares que se manifiestan es seguro que lo hacen honestamente, convencidos de que deben hacerlo, porque la situación es lo suficientemente grave. Pero su gesto quedará en nada si la política no regresa algún día de estos de la calle al parlamento. Porque es ahí donde el patriotismo se demuestra, no solo con gestos, sino con inteligencia, dedicación… y coraje, con la vocación de servir a los demás y no de servirse.
Llevamos 40 años de cesiones a los nacionalistas, muchas veces bajo mano, sin que el común se entere. Décadas de una progresiva y consciente desaparición del Estado nación en muchas regiones. Centenares de miles de millones de los contribuyentes arrojados al agujero negro de los particularismos y los carteles nacionalistas. Y como guinda del pastel, un artículo 155 aplicado en Cataluña a regañadientes, que inmediatamente fue reemplazado por una convocatoria electoral que dejó las cosas peor de lo que estaban, aunque a alguno le saliera a cuenta.
Todo esto y mucho más no ha ocurrido por ciencia infusa: lleva la firma de nuestros representantes, porque es fruto de su cálculo político. Por eso no creo que la calle sea la solución de nada, salvo para adelantar unas elecciones. Y seguramente ni eso. Más bien diría que estamos de campaña. Una campaña que se ha vuelto interminable, infinita.
Así vamos de un sufragio a otro sin que nada mejore, pasando de un Zapatero a un Rajoy, y de un Rajoy a un Sánchez. Y entretanto, todos hacen carrera, menos los votantes. Así que, quizá, los políticos deberían empezar a demostrar sus principios donde deben. Y la derecha debería volver a sus buenas costumbres para dar ejemplo. Y, llegado el caso, que sean los ciudadanos los que se manifiesten para enseñarles los dientes.
Imagen: Alex Castellá

El hijo bastardo del elitismo


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El hijo bastardo del elitismo

 

 

Javier Benegas

Resumen

El populismo tiene un ingrediente clave: el antielitismo. Si una reacción no tiene este ingrediente, por más que parezca popular, no es populismo. Es otra cosa.
Es este factor, el antileitismo, lo que convierte al populismo en una reacción que desborda la división convencional izquierda-derecha. Eso es lo que le permite en ocasiones ganar a los partidos de un lado y otro del eje ideológico.
Pero cuidado, el antielitismo es bastante más complejo de lo que el término en sí puede inducir a pensar. Élite no es cualquiera que tenga una buena posición, económica y/o intelectual. El antielitismo apunta contra los sistemas de élites enclavadas.
El antielitismo, que anida en los populismos auténticos, es un mecanismo de reacción en sociedades que, formalmente democráticas, han experimentado una cierta regresión hacia un orden estamental, por un problema de élites enclavadas.
Estas élites, según la consistencia institucional (instituciones formales frente a instituciones informales) pueden haberse establecido mediante la transmisión directa de posiciones de padres a hijos (Noruega) o mediante un sistema de relaciones (España).
En España, a pesar de que ocasionalmente, ese factor antiélite puede haber existido, no ha permanecido en los supuestos populismos. En Podemos fue un sucedáneo. En la derecha directamente no existe.
Foto: Heng Films

Venezuela. La responsabilidad de proteger: ¿Salvar de la asfixia, estrangulando?


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Venezuela. La responsabilidad de proteger: ¿Salvar de la asfixia, estrangulando?


Nota de redacción. El impulso a la “ayuda humanitaria” como herramienta de intervención en Venezuela, avanza ante la imposibilidad que tiene Estados Unidos para imponerla formalmente desde la OEA y el Consejo de Seguridad de la ONU. Ambos fracasos en estas instancias al no lograr un reconocimiento por aclamación de Juan Guaidó, incluyendo el posterior veto al uso de […]

Nota de redacción. El impulso a la “ayuda humanitaria” como herramienta de intervención en Venezuela, avanza ante la imposibilidad que tiene Estados Unidos para imponerla formalmente desde la OEA y el Consejo de Seguridad de la ONU. Ambos fracasos en estas instancias al no lograr un reconocimiento por aclamación de Juan Guaidó, incluyendo el posterior veto al uso de la fuerza militar en el Senado de EEUU, han provocado que la oposición sea articulada bajo la demanda de exigir la entrega de “ayuda humanitaria” sea como sea. El tono extremista indica que ese “sea como sea” pasa por el uso de la fuerza militar. Se ha vuelto a colocar en agenda la doctrina de la Responsabilidad de Proteger (paradigma de la “intervención humanitaria”), recurso que por primera vez utilizado en Kosovo (1999) quedó como referencia de la violación del derecho internacional al realizarse la intervención armada por encima del Consejo de Seguridad de la ONU. Ante esto y por la actualidad en el abordaje, esta tribuna decide republicar un trabajo de la abogada e investigadora Ana Cristina Bracho, que ya desde el año pasado desgranaba esta estrategia y alertaba sobre sus peligros.

Para Howard Zinn, el conocido historiador y pacifista estadounidense, toda nuestra civilización está basada en una mentira. Pues nos han hecho creer que la guerra es un estado permanente, un derivado de la naturaleza humana, y él lo niega.
Recuerda que los pueblos no se lanzan solos a la guerra y que detrás de los conflictos armados hay soldados que van a disparar a otro pueblo sin ningún otro sentimiento que las ganas de regresar vivos a casa. Lo dijo porque Zinn era norteamericano y un crítico de las aventuras guerreristas estadounidenses, de las cuales, siendo joven, le tocó participar.
De allí que nosotros no podamos mirar la realidad internacional en ningún momento sin prestar particular atención a las acciones de propaganda y en ella, a los discursos, que van a justificar la invasión o ataque a un país.
En la presente nota desarrollaremos un debate jurídico sobre el campo donde se intenta una reconfiguración peligrosa en torno a la idea de la soberanía y de la prohibición del crimen de agresión, para el hipotético privilegio de los intereses humanos aunque nadie haya podido demostrar que el método mejore las condiciones que supuestamente quiere cambiar. Busquemos el significado y la dimensión jurídica y humana de la Responsabilidad de Proteger (R2P).
UNA DIMENSIÓN JURÍDICA DEL MUNDO
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el mundo existen 193 países. Es decir, 193 territorios con fronteras delimitadas y ejercicio de soberanía. Este número no es estático, pues se incrementa en la medida que hay territorios que se declaran independientes por diversas razones y la comunidad internacional los reconoce, así como disminuye cuando se dan confederaciones u otras formas de absorción de Estados.
Para contar los países, la ONU hace uso de su propia data porque estima que la condición final de existencia de un Estado es pertenecer a esa organización. Allí, tan solo existe una excepción, que es el caso de los Estados observadores, categoría que antes sólo tenía el Vaticano y que desde el año 2012 comparte con Palestina.
La ONU es la entidad de carácter internacional que funciona en el presente y que está conformada por representaciones de los gobiernos de los Estados que la conforman, y cuyo margen de funcionamiento quedó fijado en una Carta que se firmó el 26 de junio de 1945 en San Francisco, al terminar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Organización Internacional, y que entró en vigor el 24 de octubre del mismo año.
Al mirar su estructura, nosotros conseguiremos que las Naciones Unidas tienen cinco órganos principales: la Asamblea General, el Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y Social, la Corte Internacional de Justicia y la Secretaría General. Las ideas del nacimiento de esta organización son producto del clima del fin de la Segunda Guerra Mundial y fueron desarrolladas principalmente por el matrimonio Roosevelt acompañado de notables juristas europeos.
Allí, se crea una institución en las que no son invitados todos los países que existían en el momento, y en el que no se cuestiona el orden colonial como fórmula de gobierno de inmensas áreas del mundo, principalmente, en Asia y África.
La organización naciente fue creada como un complejo sistema de contrapesos que hace que la voluntad de los Estados, reunida en la Asamblea General, tenga menos fuerza que las decisiones adoptadas por el Consejo de Seguridad, del que tan solo una parte de los países miembros, con la permanente presencia de los aliados y el exorbitante privilegio del derecho al veto que hace que la voluntad de tan sólo uno de cinco Estados pueden hacerlo, anule todos los anhelos o negativas de los 193 países.
Bajo este esquema de funcionamiento, la multiestatal que alcanzó ya los 73 años de historia arroja resultados menos brillantes que los pomposos propósitos con los que nació, pues no ha logrado contener la guerra, establecer una fórmula de paz permanente, erradicar el hambre y la enfermedad ni avanzar sólidamente hacia la primacía de los derechos humanos.
Su fracaso puede medirse, desde un punto de vista diplomático, si consideramos que no existe un solo tratado de derechos humanos que haya sido ratificado por todos los países del mundo; jurídicamente porque no dispone de mecanismos de seguimiento efectivos de las obligaciones de los miembros, y finalmente porque desde su nacimiento, su desempeño ha sido cuestionado, al considerarse por lo mínimo dudoso que funcione en un edificio que estuvo vinculado a los Rockefeller.
Si esto ocurre, con más o menos uniformidad durante toda su existencia, el decenio de mayor cuestionamiento de la ONU se dio al final de los años 1990 y a comienzos del siglo XXI. Pues la guerra no ha parado, su brutalidad ha aumentado y las Naciones Unidas parecen incapaces de actuar para evitarlo. Luego, las normas que prohíben la agresión, que ordenan el respeto de la soberanía y la sacralidad de lo decidido por el Consejo de Seguridad, serían anuladas cuando el gobierno de los Estados Unidos declarara que iniciaría contra Afganistán, y con el apoyo del Reino Unido, una guerra sin precedentes.
El presente no es más alentador. Las decisiones tomadas por las Naciones Unidas ordenando misiones en determinados territorios suelen terminar con grandes escándalos por actos de corrupción, por prostitución forzada, por brutalidad de los soldados en contra de las poblaciones civiles, y además arrojando escasos beneficios para la paz o recuperación de los pueblos.
Esto nos demuestra que las Naciones Unidas, y en consecuencia todo lo que refiere a las relaciones de los países, es un territorio jurídico precario, donde las fórmulas básicas como el respeto a la soberanía y la igualdad de los Estados, la prohibición de la agresión y de los atentados en contra de los civiles van a depender de los intereses que manifiesten quienes, por la fuerza militar que tengan, su capacidad de veto o importancia económica dentro de la organización sean capaces de lograr.
En conclusión, este esquema universal fracasó, y esto es una verdad que nadie oculta. Por el contrario, ante su incapacidad y la ocurrencia de actos inconcebibles en los términos jurídicos de la organización, se ha planteado una reconfiguración que se pretende implantar en contra de la voluntad de las partes y que autorizaría actos prohibidos o no consagrados en el corpus iuris, bajo una especie de lógica según la cual los fines justificarían los medios y los neologismos burlarían las prohibiciones expresas.
Así, se ha colado por las hendijas de la prohibición del crimen de agresión una doctrina tan perversa como la de la guerra preventiva, y ahora, con apariencia de legalidad, aparece el concepto de la Responsabilidad de Proteger, con la que se han amparado los horrores que han hecho padecer al pueblo sirio y con el que ahora quieren justificar una ofensiva militar contra Venezuela.

Países que han emitido declaraciones en torno a la R2P desde 2009 (Foto: @GCR2P)
HISTORIA DE UN CONCEPTO
La ONU entró en debate tras los hechos ocurridos en los años 1990. Así, la multilateral parece haberse sorprendido y culpado de los crímenes ocurridos en Ruanda y en la Península de los Balcanes. Su conclusión, sin mirar los factores involucrados y los intereses en los conflictos, fue que el orden establecido en su organización era insuficiente para proteger los derechos fundamentales ante la guerra y la hostilidad. Con esta idea, iniciará la búsqueda de fórmulas alternas a las previstas en su legalidad.
Así, hablaba Kofi Annan, en el Reporte del Milenio, considerando que había fracasado el Derecho Internacional en Ruanda y en Kosovo, sugiriendo que pese a la prohibición de la intervención humanitaria que reposa en las normas debería buscarse una alternativa para actuar frente a las “violaciones flagrantes y sistemáticas a los derechos humanos”.
Para responder al Secretario General, se formó una mesa de trabajo en 2001 dirigida por los canadienses, y sería esta la que acuñaría el término “Responsabilidad de Proteger”, bajo una lógica inspirada en la idea de cómo apartarse del Derecho para lograr un fin que consideran más importante que todas las normas adoptadas. Luego, para darle fuerza en el año 2004, se convocan a personalidades influyentes que refrenden la nueva idea.
En 2005, por primera vez, se utiliza el término en una Cumbre de Jefes de Estado, aunque será hasta el año 2009 que el mismo se utilice en un documento oficial. Se trata de una primera resolución identificada como A/63/L80 Rev.1.
Para quienes trabajamos en el campo de las ciencias jurídicas, este no es un detalle sino un aspecto mayor, porque estamos frente a una construcción que se hace a contrario sensu de los tratados y nociones fundamentales de las Naciones Unidas, cuyo propósito presuntamente noble ha sido objeto de profundos cuestionamientos.
Pese a ello, ha sido utilizada para autorizar despliegues desde el Consejo de Seguridad. La primera vez que el Consejo de Seguridad se refirió oficialmente a la Responsabilidad de Proteger fue en abril de 2006, en la resolución 1674 sobre la protección de los civiles en los conflictos armados.
Siendo la primera vez que el Consejo de Seguridad se remitió a esa resolución en agosto de 2006, al aprobar la resolución 1706 por la que se autorizaba el despliegue de las tropas de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas en Darfur (Sudán). Luego se evocaría para tratar eventos en Libia, Costa de Marfil, Yemen, Sudán del Sur y finalmente, en el 2012, sobre la situación en Siria.
EN DEFINITIVA, ¿DE QUÉ SE TRATA?
Según un resumen dispuesto por el Groupe Urgence Rehabilitation Developpement (GRUD), “la doctrina de R2P concierne a la responsabilidad de los Estados y la comunidad internacional de proteger a la población civil contra cuatro tipos específicos de crímenes y violaciones de los derechos humanos: el genocidio, los crímenes de guerra, la limpieza étnica y los crímenes contra la humanidad. La idea central de esta doctrina es la de que el Estado no es el único responsable del bienestar de la población. Si fracasa o elude de forma manifiesta su responsabilidad, la comunidad internacional debe hacerlo, con pleno respeto de los principios del derecho internacional y de la Carta de las Naciones Unidas. La R2P implica tres dimensiones: la responsabilidad de prevención, de reacción (con medios diplomáticos, legales y otras medidas específicas; con medios coercitivos como sanciones; y con la fuerza como último recurso) y de reconstrucción”.
Al leerlo podemos ver que, para invocarlo, es necesario que exista una situación jurídicamente típica, es decir, definida por las leyes internacionales. No bastando, por ejemplo, con una crisis económica o una situación de conflictividad política.
Esto nos sirve para entender por qué, de un tiempo para acá, los voceros de la oposición y sus aliados internacionales han empezado a emplear un vocabulario extraño a nuestra jerga política habitual, refiriendo, por ejemplo, que el gobierno venezolano busca “exterminar a la población”, un detenido que se sabe dónde se encuentra recluido está “desaparecido”, o que, como recientemente hizo el Secretario General de la OEA, habría que actuar para evitar un genocidio en Venezuela.
El segundo punto es jurídicamente más complejo, porque el primero dependería de la existencia de una situación de hecho que sea asimilado a un supuesto típico de derecho mediante las declaraciones, investigaciones y opiniones de los organismos adscritos a la ONU.
Aquí, podemos entender el sentido de la compleja articulación de sujetos, como la OEA reuniéndose con la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, el nombramiento de una autoridad para los “refugiados venezolanos”, o las estrategias de la embajadora Nikky Haley para debatir el tema de Venezuela ante el Consejo de Seguridad.
Sin embargo, jurídicamente podríamos darnos espacio para ser inocentes y no leer políticamente lo que ocurre diciendo que son mecanismos válidos para que alguien pruebe un hecho del que se encuentra íntimamente convencido. A diferencia de esto, pensar que el Estado deja de ser el responsable único del bienestar de su población, y que por ello puede ser apartado de su soberanía para que otro intervenga, significa romper la base fundamental del Derecho Internacional, sustentada precisamente en la idea de que todo el Derecho derivó del poder de un Estado.
Si esto no fuera complejo, o nos bastase decir que existe un fin superior en la preservación de la especie, veríamos un problema adicional, pues esto se hace tomando en cuenta una resolución y desaplicando los tratados. Por ello, esta idea es contraria a todo el sistema que, para favorecer la paz y el desarrollo, se promulgó desde la génesis de la civilización occidental.
Volviendo a nuestra realidad, ahora, vemos que tiene sentido discutir una y otra vez un asunto, aunque se sepa que no se va a contar con los votos o los argumentos suficientes para sustentarlo, porque con ello se sostendrá en el futuro que ha de considerarse agotada la vía diplomática porque no se ha podido avanzar.
RESUCITAR A LAS VÍCTIMAS DE ASFIXIA A TRAVÉS DE LA ESTRANGULACIÓN
Las voces críticas a esta institución no se limitan a considerar su precariedad jurídica y señalan lo absurdo que termina siendo enfrentar una situación de carestía con sanciones, así como de violencia con acciones militares.
Podemos ver que la violencia no ha perdido terreno en los conflictos mundiales y que, por el contrario, los países donde esto se ha aplicado, las situaciones que se pretendían erradicar no han cesado sino que se han complejizado y agudizado, trayendo innumerables pérdidas humanas y materiales que generan más bien el atraso de la garantía de los derechos fundamentales en esos territorios.
Es importante para nuestro análisis considerar que esta práctica tampoco ha logrado el consenso absoluto de los miembros de las Naciones Unidas, así como que su aplicación no ha sido desechada cuando se han aplicado los mecanismos de rechazo previstos en la Carta de la Organización, toda vez que, por ejemplo, su empleo en Siria fue negado por Rusia y China.
UN INSTRUMENTO NEOCOLONIAL
Finalmente, en este tema hay un problema filosófico mayor, porque si bien los conceptos macro que, en teoría, se utilizan para autorizar el empleo de esta fórmula tienen un marco fijado en el Estatuto de Roma, los estándares de Derechos Humanos, las maneras de sobrevivir y de hacer cultura, varían sensiblemente de un país a otro.
Cuando a través de esta R2P se autoriza que un conjunto de Estados actúe sobre un país y en contra de la voluntad del gobierno local, vemos en el escenario un mundo dividido entre países civilizados y países bárbaros, donde los primeros deciden quiénes se les parecen y quiénes no.
Allí se centran los primeros cuestionamientos a esta institución, a los que no podemos dejar de incorporar una reflexión sobre el estado en el que han quedado los países a los cuales se les ha aplicado esta fórmula. ¿Es hoy Siria un país con mejores condiciones que en 2012? ¿La intervención de los países occidentales ha servido para mejorar las garantías democráticas? ¿Es legal que, cuando los sirios han expresado su voluntad de seguir bajo el mismo gobierno, una coalición internacional destruya su país?
Puede que a usted no le guste ese ejemplo, y si así fuere, revise lo que ha ocurrido en Sudán, donde por cierto, después de partirse el país, debió ser analizada la situación que persistió en el Estado que nació del pedacito petrolero de aquella nación.
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Venezuela. Entre el caballo de Troya “humanitario” y una eventual guerra en la Cuenca del Caribe


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Venezuela. Entre el caballo de Troya “humanitario” y una eventual guerra en la Cuenca del Caribe


Por Mirko C. Trudeau
Para Meyssan, la tercera etapa serán sangrientos atentados por todo el país, esquema que EEUU ya utilizó con éxito contra Libia y Siria y el envío posterior de mercenarios extranjeros (130 mil enviados a Irak y Siria).

La propuesta de EEUU y sus cómplices sudamericanos, Colombia y Brasil, bajo los auspicios del Grupo de Lima, de promover una caravana humanitaria en Venezuela supone una flagrante vulneración del principio humanitario de neutralidad y soberaníamientras algunos analistas alertan sobre una posible guerra en toda la Cuenca del Caribe, ya que Nicaragua y Haití también ‎están siendo desestabilizados. ‎
Esa guerra será impuesta desde el exterior, dice el analista francés Thierry Meysan. Su objetivo ya no será derrocar gobiernos de ‎izquierda para reemplazarlos por los partidos de derecha, ya que en el desarrollo de los acontecimientos se perderán las distinciones entre esos bandos. Poco ‎a poco, todos los sectores de la sociedad se verán amenazados, sin distinción de ideología ni de ‎clase social. ‎
La propuesta de establecer corredores humanitarios entre Colombia y Venezuela sitúa a las Fuerzas Armadas venezolanas en la tesitura de impedir o aceptar la llegada de alimentos y medicinas al país, lo que es una flagrante instrumentalización de la acción humanitaria, la cual está siendo utilizada como mecanismo de presión política para solucionar el problema de fondo en Venezuela a medida de los deseos e intereses del gobierno estadounidense.
Incluso suponiendo que una parte de las Fuerzas Armadas Bolivarianas diesen vía libre a la entrada de esos bienes en el país, resulta difícil vislumbrar cómo, dónde y con qué criterios se canalizaría esta asistencia.
“El llamado de un Estado extranjero a las Fuerzas Armadas de otra nación a cambiar su postura y, de hecho, traicionar su juramento, es una injerencia inaudita en los asuntos de un país”, afirmó este lunes el director de la cancillería rusa para América Latina, Alexandr Schetinin, quien aseveró que Venezuela no pidió ayuda militar a Rusia ante la crisis política que sufre.
Si para entablar un diálogo “es necesaria la asistencia internacional, la apoyamos, justo por ello saludamos la iniciativa de México, Uruguay y los países de la Comunidad del Caribe, pero estamos convencidos de que el diálogo no debe buscar una suerte de capitulación, sino que debe centrarse en la reconciliación y la salida de la crisis en interés de ese país soberano y los propios venezolanos”, sostuvo.
Meyssan sostiene que los demás países de la región no podrán mantenerse al margen para escapar a una guerra que se desarrollaría en etapas, como sucedió en la región africana de los Grandes Lagos y en Medio Oriente, y significaría la destrucción de los símbolos del Estado moderno, con ataques ‎contra la conciencia colectiva y la memoria de Hugo Chávez.
Ya son habituales las tentativas de introducción de armas y el financiamiento para la organización de “manifestaciones” que acaban ‎en actos de violencia que la prensa hegemónica atribuye sistemáticamente al gobierno (el terror callejero opositor de 2014 y 2017 causó más de 200 muertos).
Para Meyssan, la tercera etapa serán sangrientos atentados por todo el país, esquema que EEUU ya utilizó con éxito contra Libia y Siria y el envío posterior de mercenarios extranjeros (130 mil enviados a Irak y Siria).
Chomsky: es el imperio
El concepto de ayuda humanitaria como alternativa de la política es casi todo acto agresivo realizado por cualquier potencia que, desde el punto de vista del agresor es una ayuda humanitaria, pero no desde el punto de vista de las víctimas, explica el filósofo, lingüista y politólogo estadounidense Noam Chomsky. EEUU lo reconoce públicamente y se entiende en el terreno del imperio tradicional, añade.
Chomsky pone en el tapete varios ejemplos de “ayuda humanitaria”, como los bombardeos estadounidenses a Serbia en 1999 (con saldo de dos mil muertos)  y Libia en 2011 (dejando 10 mil muertos). Y asevera que  la sociedad debe repensar lo que significa el poder.
Estados Unidos, a su juicio, sigue siendo el poder supremo. Su poder es dañino, pero desde el punto de vista de la oligarquía, ese poder les da todo lo que piden, asevera el filósofo. Solo en términos militares, esta nación maneja el 25% de la economía mundial, y también está mucho más avanzado en tecnología que el resto del mundo.
Agrega que pese a que en economía han estado en declive, sería un error pensar en que han perdido su dominio. “La multinacionales estadounidenses son dueñas de la mitad del mundo, están integradas con el Estado, tienen todos los sectores: industria, venta, comercio, finanzas”. Explica que desde su elección como presidente, no solo es Trump quien representa el peligro, sino el liderazgo republicano completo, que niega el fenómeno del calentamiento global, por mencionar solo un problema.
Según Chomsky, las políticas más peligrosas apenas se discuten, “son amenazas existenciales que enfrentamos, esta generación tiene que decidir si la existencia humana continuará, no es un chiste, es el calentamiento global o una guerra nuclear y las acciones de Trump empeoran ambas”.
Hay varias formas de capturar un territorio con las mayores reservas de petróleo y la más confortable sería la imposición de un gobierno –una dictadura tecnocrática, al ejemplo saudí-  que proteja los intereses de la potencia hegemónica. Pero pasa el tiempo y Washington muestra nerviosismo, como la sugerencia de John Bolton de recluir al presidente Nicolás Maduro en Guantánamo  o la insistencia de Donald Trump en una “invasión”, que si bien satisface a su claque interna, incomoda a sus socios europeos.
El portugués Francisco Louca señala que aún les falta “descubrir” las armas de destrucción masiva en Venezuela o inventar algún incidente sangriento que justifique su accionar. No olvida el analista que después del golpe contra el presidente chileno Salvador Allende, China y el Vaticano fueron los primeros Estados en reconocer al dictador Augusto Pinochet, mientras los presos políticos eran fusilados en el Estadio Nacional.
Cruz Roja no participa
Mientras en Colombia se habla de la llegada de la “ayuda humanitaria” a la ciudad de Cúcuta, fronteriza con Venezuela, el jefe de la delegación del Comité Internacional de la Cruz Roja en Colombia, Christoph Harnisch, afirmó que esa institución no participará en  la distribución de la asistencia que llegará desde EEUU, al considerar que es ayuda de un Gobierno y no es humanitaria.
“Nosotros no participamos en lo que no es para nosotros una ayuda humanitaria”, puntualizó el jefe del CICR en Colombia. “Hablamos de una ayuda que un gobierno decide”, puntualizó Harnisch y acotó que para el CICR  el término  “humanitario” debe ser protegido por los principios fundamentales  de esa organización como son la independencia, la  imparcialidad y la neutralidad.
Según lo dispuso la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en sendas resoluciones de 1991 y 2006, humanidad, imparcialidad, neutralidad e independencia operativa son los cuatro principios que deben estar presentes en las acciones de ayuda internacional para que sean calificadas de humanitarias.
En la práctica, cuando la ayuda está dirigida a estados donde ha habido o hay un conflicto de proporciones (Kosovo, Irak, Libia y Somalia son buenos ejemplos de 1999 hasta hoy), las naciones ricas, con EEUU en primer lugar, se encargan de convertir lo que debía ser un acto de solidaridad en uno impúdicamente propagandístico.
Venezuela atraviesa por una severa crisis política, no humanitaria. Esta última se define como una situación de emergencia generalizada que exige ayuda masiva, sin la cual podría convertirse en catástrofe. La ayuda propuesta por Trump y sus cómplices parece más producto de una preocupación por el reconocimiento de un gobierno autoproclamado que garantizaría el asalto a sus riquezas naturales, que el interés por el destino del pueblo venezolano.
Comida deshidratada
El programa “El Citizen”, que conduce el opositor experiodista y exdiplomático venezolano Leopoldo Castillo en una televisora de Miami, mostró los presuntos paquetes de “ayuda humanitaria” que el gobierno estadounidense dice que entregará a 20 mil venezolanos, como parte de un show para justificar una intervención militar disfrazada de “ayuda humanitaria” a Venezuela.
Se trata de paquetes de comida deshidratada “con un contenido calórico de 2.500 calorías, lo suficiente para subsistir por un día”. Son entregados por la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), institución financiada por el Departamento de Estado norteamericano.
El anuncio desilusionó a muchos venezolanos opositores al gobierno, residentes en el sur de EEUU, quienes esperaban un “Clap mejorado” u otro tipo de alimentos más tradicionales. Los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap) garantizan en Venezuela la distribución de alimentos. Las propias comunidades abastecen y distribuyen los alimentos prioritarios a través de una modalidad de entrega de productos casa por casa.​
Se presentan con colores marrón o anaranjado, espaguetis disecados con carne y salsa. “Esta bolsa viene con una serie de químicos, que tú le echas agua al químico y calienta la comida en cuestión de segundos. Trae algunos dulces, una bolsita con una salsa para la pasta, agua de emergencia, y puede conservarse cinco años sin refrigerarse. También trae una barra de proteínas con seis porciones, señaló el “investigador” del programa, Casto Ocando.
  • Mirko C. Trudeau. Economista-jefe del Observatorio de Estudios Macroeconómicos (Nueva York), Analista de temas de EEUU y Europa, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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estrategia.la/2019/02/12/entre-el-caballo-de-troya-humanitario-y-una-eventual-guerra-en-la-cuenca-del-caribe/

Argentina. El FMI y la reelección de su alumno predilecto


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Argentina. El FMI y la reelección de su alumno predilecto


Por Walter C. Medina
Este lunes llegó la tercera misión del FMI desde que el gobierno tomó deuda por 56 millones de dólares.

Miembros del Fondo Monetario Internacional arribaron ayer a la Argentina para auditar el programa económico del gobierno encabezado por Mauricio Macri que, a estas alturas, se ha convertido en el mejor alumno de Christine Lagarde.
El pasado 28 de enero voceros del FMI aseguraron que las elecciones presidenciales del próximo mes de octubre “son un riesgo considerable” debido a la posibilidad de un giro político que cambie el rumbo de la economía. De este modo Macri recibía el respaldo de la entidad crediticia que orquestó el plan de ajuste que el gobierno argentino está llevando adelante con nefastas consecuencias para la economía real.
Del mismo modo que lo hizo durante la presidencia de Carlos Menem en la década de los ’90, el FMI se deshace en elogios hacia Macri, quien ha hecho un paso al costado para dejar en manos del organismo internacional el futuro de la Argentina. La receta del Fondo no varía de la que ya ensayaron los pasados gobiernos neoliberales, tanto en dictadura como en democracia. El resultado tampoco varía y ya es una realidad que los medios hegemónicos se afanan en invisibilizar.
Este lunes llegó la tercera misión del FMI desde que el gobierno tomó deuda por 56 millones de dólares. El nuevo desembolso se producirá en marzo y es de 11 mil millones de dólares, una suma que deberá devolver el próximo gobierno.
Durante la asamblea anual del Fondo Monetario Internacional, celebrada en BaliIndonesia, Lagarde destacó que “la Argentina demuestra una clara disciplina para acelerar el ajuste fiscal y llevar las cuentas públicas a un nivel de equilibrio primario en 2019”, y que “las cosas actualmente pueden cambiar y dar vuelta a la economía”. Pero el elogio más impactante hacia la administración Cambiemos llegó cuando la titular del FMI destacó que “estamos reconfortados por lo que hemos visto, hemos modificado el acuerdo para que sea más legible y sólido”.
La presión de Lagarde para que Macri aplique la reforma previsional y laboral, de momento se mantiene alejada de la agenda. A siete meses de las elecciones, el presidente argentino aún no tiene un solo resultado positivo que mostrar a sus electores. De modo que ha suspendido la urgencia por dichas reformas a la espera del momento indicado. El mejor alumno del FMI ya se relame por la reelección. La guerra mediática-judicial contra la oposición y el blindaje del que goza, le dan aún la chance de convencer al sector más incauto del electorado, ese mismo sector que ignora que en la Argentina gobierna el Fondo, mientras que Macri sólo oficia de gerente.
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www.nuevatribuna.es/articulo/america-latina/fmi-argentina-macri-lagarde-deuda-default/20190212114828160031.html

Argentina. Macri escucha a economistas críticos por derecha


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Argentina. Macri escucha a economistas críticos por derecha


Por Julio C. Gambina
Los consultados exigen avanzar de manera urgente con imprescindibles reformas laborales y previsionales, para eliminar derechos sociales, individuales y colectivos.

Los datos relativos a la economía son desastrosos para la mayoría de la población, especialmente los sectores sociales de más bajos ingresos. Son pocos los que se benefician con la elevada inflación y la recesión: especuladores y grandes productores y exportadores. Crece la pobreza, el desempleo y las condiciones de vida  mísera para muchos.
Ese es el marco en el gobierno para escuchar opiniones críticas de profesionales de la economía, consultores de empresas y lobistas de capitales externos, caso de Miguel Ángel Broda, que se compromete a presentar un “plan integral” con contribuciones de Guillermo Calvo desde EEUU y el inefable Domingo Cavallo. También se consulta a ex funcionarios de Fernando de la Rúa o a Carlos Melconian, que fuera Presidente del Banco de la Nación de Macri al comienzo de la gestión y que crítica el supuesto gradualismo del gobierno.
Todos los consultados reclaman política económica con un shock de ajuste fiscal, más rápido y en profundidad que el actual, en línea con el FMI, claro, pero acelerando los tiempos de disciplinamiento social por vía del achique del gasto público.
Los consultados exigen avanzar de manera urgente con imprescindibles reformas laborales y previsionales, para eliminar derechos sociales, individuales y colectivos.
Son argumentos para mejorar las  condiciones de la inversión y el resultado esperado en materia de ganancias, fiel a la lógica esencial del orden capitalista.
No se puede esperar otra cosa de ese ámbito político ideológico de la derecha en la Argentina.
Lo primero que hay que decir es que Macri escucha opiniones críticas de un espectro profesional que acuerda con el rumbo amigable con los negocios, que sustenta el gobierno Macri, del PRO y de Cambiemos.
Ni se le ocurre a Macri escuchar las críticas provenientes de la izquierda o del movimiento sindical y popular; o la que emerge de la movilización contra el impacto regresivo del tarifazo, que hoy se despliega en todo el país.
Solo hay escucha para los socios en el rumbo, aun cuando sus opiniones puedan incluso descalificar el accionar del gobierno por ineptitud.
Resultaría ilógico e irreal imaginar una consulta por izquierda cuando un personaje como Aranguren, ex ministro de Energía de Macri, sostiene críticas a la concepción del Derecho a la Energía, para sostener enfáticamente que se trata de una mercancía que debe pagarse.
La concepción gubernamental, coincidente con la de las clases dominantes es por el mercado, las privatizaciones y la extranjerización, o sea, un rumbo de dependencia y subordinación a la lógica hegemónica del capitalismo mundial.
Es más, escuche o no escuche, la realidad de la economía avanza en el rumbo para hacer funcionar la lógica de la ganancia.
Diagnóstico erróneo
Es evidente una cuestión ideológica y política, donde solo se escucha a quienes coinciden con intervenir para resolver la demanda de hacer funcionar al capitalismo local.
La escucha tiene que ver con un diagnóstico errado en origen por parte del gobierno. El primer error fue creer que la sola definición por el capitalismo y el liberalismo atraería las inversiones necesarias para relanzar el orden económico.
Se desconocía la situación de crecimiento empobrecido del sistema mundial desde la crisis 2007/2009, tema que enfatiza en estas horas el FMI, y por ende la reticencia del capital global para orientarse a países “emergentes”, no solo la Argentina, sino otros con mayor volumen en la región, caso concreto del Brasil.
Por ese mal diagnóstico, anclado en la liberalización operada en los 90, incluso desde mediados de los 70 es que la apuesta fue por los demócratas y Hillary Clinton en la elección que ganó Trump en EEUU. Este define el rumbo discursivo contra la liberalización y a favor de proteger los intereses estratégicos de la Nación estadounidense por encima de cualquier consideración global.
El macrismo tuvo que revertir el apoyo a los Demócratas en EEUU y pronunciarse favorable a la nueva gestión estadounidense, de los Republicanos, para obtener entre otras cuestiones, el apoyo del financiamiento externo esquivo vía FMI.
Entre los errores de diagnóstico aparece el problema de los precios, con un Macri señalando que el tema era más difícil de lo que pensaba en campaña.
Aseguraba entonces que la inflación no sería un problema en su gobierno y ahora reconoce que el tema costará ser reducido y que no alcanza un periodo de cuatro años para resolverse, augurando mayores penurias en el corto y mediano plazo, más aún si hay reelección.
Claro que la inflación, en tanto mecanismo de transferencia de ingresos consolida la ecuación de perjudicados y beneficiarios, con mayor empobrecimiento de millones y la concentración de ingresos y riquezas en muy pocos.
La inflación es parte de la disputa por el poder en la Argentina, que define a los beneficiarios, a los que pueden incrementar los precios y por ende obtener el logro de apropiación de la riqueza socialmente generada.
No pueden aumentar precios quienes perciben ingresos fijos, sean trabajadoras o trabajadores, jubiladas o jubilados, o perceptoras o beneficiarios de planes sociales. Todos ellos se cuentan por millones, quienes ven contenidos sus ingresos por las políticas públicas o el accionar de las patronales que definen la política de ingresos en el país.
Por ello es que tampoco bajará la pobreza, otra promesa al inicio de la gestión Macri y sostenida en esta nueva campaña electoral por la renovación presidencial. Se afirma que un nuevo periodo presidencial del macrismo favorecerá el objetivo, cuando la realidad confirma la esencia de la desigualdad con la extensión de la marginación y el empobrecimiento de la sociedad.
Sea por error o por convicción, lo que ocurre es una disputa del sentido común en la sociedad. El gobierno disputa consenso y habla a su marco ideológico de referencia, como el único camino posible y con ello organiza su iniciativa ideológica y política para ganar el suficiente consenso que le otorgue capacidad de gobierno y una reaccionaria reestructuración del orden capitalista local.
Existe una fuerte campaña por el consenso social mínimo a una política de ajuste y reforma estructural, que trasciende a la coalición de gobierno e involucra a la oposición cómplice, quienes también disputan por vía electoral la gestión de gobierno.
Otro modelo productivo
El asunto a debatir no es solo la macroeconomía, el crecimiento o la recesión, el ajuste gradual o de shock, sino el modelo productivo, algo que es poco considerado.
Desde hace más de cuatro décadas asistimos esencialmente a un modelo de apertura de la economía, la liberalización, que coloca la producción local al servicio de la demanda internacional, no solo del agro y la minería, sino también de la industria, las finanzas y los servicios.
Vale señalar que hubieron intentos de mediatizar el rumbo con procesos de redistribución del ingreso y favorecimiento de la industrialización sin cambiar el horizonte estratégico del modelo productivo.
La apertura económica o liberalización de la economía define el modelo productivo que pretende colocar a la Argentina como proveedor de materias primas con escasa elaboración, más allá de los derivados del petróleo y la soja, entre otros “comodities” de la exportación local al mercado mundial.
Es cierto que Argentina produce aceites de soja e incluso combustibles basados en esa producción, pero la tendencia empuja a la primarización productiva y la comercialización sin valor agregado. Algo similar ocurre con los minerales y el petróleo. Existe una tradición local en materia petroquímica e incluso derivados, discontinuada en tiempos de hegemonía neoliberal.
Pretendemos apuntar a que el rumbo esencial de la Producción local remite a las políticas y rumbos inducidos desde mediados de 1975, afianzados bajo el terrorismo de Estado, configurando en la actualidad una estructura económica social de inserción subordinada y dependiente en el sistema mundial del capitalismo.
La soja y los hidrocarburos, hoy no convencionales, explican la apuesta principal por la producción local; más las finanzas y la especulación, de la que la deuda pública resulta un instrumento privilegiado.
Cuando me consultan que hacer remito a dos cuestiones que deben pensarse y actuarse en simultáneo. Una remite al cambio de la política económica financiera, monetaria, fiscal, de ingresos, de impacto macroeconómico. La otra, al modelo productivo, con otra política para modificar sustancialmente la producción primaria y secundaria, incluso el sector servicios a ello asociado.
La reforma agraria e industrial resulta así fundamental, con otros sujetos económicos promotores de ese nuevo modelo productivo, con agricultura familiar y comunitaria; cooperativas y formas asociativas de producción de pequeños y medianos productores y empresarios; con empleo de esa inmensa masa desocupada que hoy percibe beneficios sociales o deambula en la informalidad e irregularidad del mercado de trabajo. Un sistema financiero y de comercio exterior nacionalizado resulta imprescindible para ese propósito.
Para que ello sea posible se requiere poder político, impensado de ser instrumentado desde el gobierno o la oposición cómplice con capacidad de disputa electoral, por lo que no solo el gobierno de Macri no escuchará estas opiniones, sino que las combate desde todos los ángulos posibles, incluida la represión en sus diferentes dimensiones, ideológica, judicial o física.
Instalar esta discusión en la sociedad resalta indispensable, cuando el FMI visita el país para confirmar el rumbo, más allá de la crítica por derecha de liberales a ultranza y así liberar unos 11.000 millones de dólares para asegurar la cancelación de los vencimientos de la deuda externa que hipoteca cada vez más la vida de millones de argentinos.
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juliogambina.blogspot.com/2019/02/macri-escucha-economistas-criticos-por.html

Los trabajadores del clic, nuevos proletarios digitales

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Los trabajadores del clic, nuevos proletarios digitales


Bienvenida al mundo del digital labor, que el sociólogo Antonio Casilli renombra como trabajo del clic en una obra tan amplia como rigurosa, construida como una encuesta basada tanto en las metamorfosis del trabajo en este tiempo digital, como del mismo trabajo digital.

¿La perspectiva de la sustitución general del trabajo humano por las tecnologías de la inteligencia artificial es solo un gran bluf destinado a impedir la organización de los nuevos proletarios del sector digital? Analizando los perfiles del digital labor [trabajo digital], el sociólogo Antonio Casilli ha elaborado una gran encuesta sobre el trabajo en el siglo XXI.
Seres humanos que roban el trabajo de los robots, inteligencia artificial que es realmente artificial, un gran engaño tecnológico que es un gigantesco truco de magia ideológico, un trabajo hasta tal punto fragmentado que apenas se ve, “granjeros del clic”, “la parias digitales, produsagers o proletarios del teclado…
Bienvenida al mundo del digital labor, que el sociólogo Antonio Casilli renombra como trabajo del clic en una obra tan amplia como rigurosa, construida como una encuesta basada tanto en las metamorfosis del trabajo en este tiempo digital, como del mismo trabajo digital.
Un término que el libro de este investigador permite por otra parte utilizar sin que se le pueda acusar de anglicismo ya que se trata, para él, de estudiar el trabajo del dedo, sobre la pantalla o el ratón, comparable con el trabajo manual, mientras que el digital labor es a menudo confundido con el trabajo inmaterial. De ese modo se pone el acento en el elemento físico, “el movimiento activo del digitus, el dedo que sirve para contar, pero también que apunta, clica, apoya sobre el botón”, por contraste con la inmovilidad abstracta del numerus, el número en tanto que concepto matemático”, lo que para el investigador es una forma de liberarnos “de una visión de lo numérico entendida exclusivamente como un trabajo de expertos y de sabios”.
Al equiparar el título de su nuevo libro, En attendant les robots (Esperando a los robots, ndt), con la célebre obra de Samuel Beckett, Antonio Casilli nos sumerge en un mundo absurdo, en el que el saqueo del trabajo y la inanidad de la condición humana están organizados por los grandes grupos de la economía digital, que permiten multiplicar las actividades creadoras de riquezas pero no de ingresos.
Ahora bien, el investigador aporta una tesis especialmente sugerente, que va contra las decenas de artículos que nos describen la inteligencia artificial (IA) como el porvenir de humanidad en general y del trabajo en particular. En efecto, según él, la mayor parte de las inteligencias artificiales se asemeja mucho al Turco mecánico descrito por Walter Benjamin en sus Tesis sobre el concepto de historia, en la que un enano, jorobado y jugador de ajedrez, manipulaba las piezas, dando la ilusión de que se trataba de una máquina mediante un juego de cuerdas y un espejo [foto del artículo].
En materia de IA, los fallos de la innovación son en realidad numerosos y deben ser constantemente paliados mediante un recurso intensivo al trabajo humano para, a su vez, entrenar, enmarcar y suministrar a las máquinas datos fiables y utilizables. Lo que conduce a una situación en la que frecuentemente la IA muestra que no es otra cosa que una “mezcla de becarios franceses y precarios malgaches”; justo lo contrario a la extendida imagen tecnológica y futurista.
El investigador nos obliga así a entender la automatización bajo otro ángulo: “Esta no supone la sustitución de trabajadores humanos por inteligencias artificiales eficaces y precisas, sino por otros trabajadores humanos: -ocultados, precarios y mal pagados”. En efecto, para Casillo no son “las máquinas quienes hacen el trabajo de las personas humanas, sino los humanos quienes se ven obligados a realizar un digital labor para las máquinas”. Esto es particularmente cierto para los vehículos autónomos cuya autonomía es en realidad muy relativa.
Para describir esta situación, Antonio Casillo llega hasta a hablar de gran “bluf tecnológico”, de estrategia de “camelo”, incluso de “IA Washing [lavado, ndt]”, tomando en especial el ejemplo de Google. En efecto, mientras que se pueden leer decenas de artículos sobre las teorías desarrolladas por Ray Kurzweil, escritor transhumanista y empleado en Google, en los que propone trazar el camino de una IA fuerte que obtenga resultados superiores a los sistemas biológicos, su patrón se ha lanzado a una producción de masa de IA débil y “estrecha” que utilizan ampliamente el digital labor de los “parias digitales”.
A pesar del hecho de que a instancias de Godot, la IA que reemplazará al trabajo humano tiene el riesgo de no llegar nunca, sin embargo, se sigue considerando al digital labor como transitorio, en la idea de que “actualmente las máquinas tendrán necesidad de él para aprender a prescindir del mismo mañana”.
Pues si en la actualidad está de moda esta tesis del “gran reemplazamiento tecnológico”, el investigador demuestra que es menos en razón de los avances de la tecnología que de los usos que permite. En efecto, “la automatización, fantasma constantemente agitado por los industriales, produce efectos desde el momento en que simplemente es considerada: ejerce una constricción sobre los trabajadores e introduce una verdadera disciplina en el trabajo. El trabajo se ve amenazado y mal pagado y cada trabajador es potencialmente supernumerario”.
Sin embargo, un estudio de la OCDE basado en 21 países en 2016 mostró la sobreestimación de la posibilidad de automatizar las actuales profesiones. Estimaba ciertamente que aproximadamente el 50% de las tareas son susceptibles de verse considerablemente modificadas por la automatización. No obstante, subrayaba que solo el 9% de los empleos serían realmente susceptibles de ser eliminados por la introducción de inteligencias artificiales y procesos automáticos.
Para Casilli, el capitalismo de las plataformas actuales “recurre abundantemente al mismo truco que utilizaban los propietarios manufactureros del pasado siglo: evacuar las variables sociales de un proceso de innovación tecnológica para hacerle aparecer como una fase necesaria de un progreso indefinido”. Y los robots “solo son en esta operación los avatares cómodos de la voluntad de los propietarios de las plataformas de obstaculizar la constitución de un movimiento de oposición”.
En consecuencia, estima el investigador, “la automatización es ante todo un espectáculo, una estrategia de distracción de la atención, destinada a ocultar las decisiones empresariales que pretenden reducir la parte relativa de los salarios (y más generalmente de la remuneración de los factores productivos humanos) en relación con la remuneración de los inversores”.
Como el horizonte de la completa automatización “aparece inalcanzable, es legítimo interrogarse sobre la función ideológica de ese escenario”, concluye el investigador, estimando que se construye una visión del mundo y del trabajo en la que el “proletariado digital no tendría necesidad de pensarse, de organizarse, ni de imaginar un proyecto colectivo ya que no sería más que la porción residual de un mundo del trabajo humano destinado a la desaparición”.
Sin duda, si el gran reemplazo tecnológico del trabajo no tendría lugar, está claramente en marcha su gigantesco desplazamiento, a la vez geográfico y numérico. En efecto “La inquietud contemporánea sobre la desaparición del trabajo es un verdadero síntoma de la verdadera transformación en marcha: su digitalización”, estima el sociólogo.
Esta digitalización de las tareas humanas empuja al extremo dos tendencias profundas, “la estandarización y la externalización de las tareas”. En efecto, “la especificidad de las tecnologías informacionales actuales en relación con sus antecedentes industriales consiste en la relación que mantienen con el espacio. Como la producción se puede organizar en cualquier lugar, el lugar físico en el que se despliega la automatización no es fijo, ni limitado al perímetro de la empresa”.
Este desplazamiento delega en realidad un “cierto número de tareas productivas a no-trabajadores (o a trabajadores no remunerados y reconocidos como tales”. Y las plataformas adoptan entonces un estilo particular “de gestión de las actividades productivas, que consiste en poner a trabajar a un número creciente de personas, pero situándolas fuera del trabajo, ya que su figura se sitúa fuera de las modalidades clásicas de la relación de empleo”.
El fenómeno que se describe con los términos de digital labor se hace “posible por dos dinámicas históricamente manifestadas: la externalización del trabajo y su fragmentación”. Estas dos tendencias han conocido puntos de partida y ritmos diferentes, pero “las tecnologías de la información y de la comunicación las reconcilian”. De forma que el “trabajador de las plataformas se encuentra aplastado entre las proclamaciones de independencia y las condiciones materiales que le exponen a bajas o inexistentes remuneraciones, a ritmos y a finalidades heterodeterminadas, a una separación entre su gesto productivo y el fruto de este”.
Y es justamente porque está fragmentado, parcelado y externalizado, que este trabajo “escapa a la categorías utilizas clásicamente para analizarlo” y que “ya no reconocemos el trabajo que tenemos delante de los ojos”.
“Inflexible flexibilidad del trabajo a petición”
Para aprender a reconocer el trabajo en la época del capitalismo de las plataformas y en la era de lo digital, Antonio Casillo propone estudiar el digital labor como un “movimiento de organización en tareas (tâcheronnisation) [no existe término equivalente en castellano; podría traducirse por tareanización, ndt] y de organización en datos (datafication) [no existe término equivalente en castellano, ndt] de las actividades productivas humanas en la hora de la aplicación de las soluciones de inteligencia artificial”.
A la vez que permanece lúcido sobre el hecho de que este tipo de trabajo amalgama fenómenos diferenciados y “se sitúa en el cruce complejo de formas de empleo no estándar, del freelancing, del trabajo a destajo micro-remunerado, del amateurismo profesionalizado, de ocios monetizados y de la producción más o menos visible de datos”. No se trata pues, o no solamente, de un trabajo gratuito, sino de un “continuum entre actividades no remuneradas, actividades mal pagadas y actividades remuneradas de forma flexible”.
Para clarificar las cosas, el investigador propone distinguir tres tipos de actividades que se subsumen corrientemente bajo los términos de digital labor. En primer lugar, el “digital labor por pedido”, que reagrupa las actividades creadas por las aplicaciones de tipo Uber o Deliveroo, cuyas prestaciones suministran no solo tareas manuales sino que pasan también mucho tiempo produciendo datos.
Para Casilli, aunque en su origen la economía por pedido fue asimilada a fenómenos diferentes, tales como la economía colaborativa, la economía de reparto o la economía circular, en realidad se trata de una actividad de otra naturaleza, marcada por la “inflexible flexibilidad del trabajo por pedido”, que generaliza el trabajo atípico más que abrir una nueva era a la autonomía humana.
A continuación el micro-trabajo, utilizado prioritariamente por las pseudo-inteligencias artificiales que confían a micro-sirvientes lo que era realizado por trabajadores regulares. El investigador utiliza el ejemplo de un trabajo que ocuparía 20 años a un asalariado equipado de un ordenador, un año entero a 20 asalariados en CDD [contrato de duración determinada, ndt] o seis meses a 40 becarios y puede ser realizado todavía de forma más rápida y barata gracias a la fragmentación de las tareas.
La encarnación de este nuevo tipo de trabajo es el servicio de Amazon, bautizado Turco Mecánico, gracias al cual la empresa puede, por ejemplo, publicar un anuncio pidiendo a 500.000 personas que transcriban dos líneas cada una. Tal servicio permite “reclutar a centenares de miles de micro-sirvientes situados en todos los lugares del mundo para filtrar videos, etiquetar fotos y transcribir documentos que las máquinas no son capaces de realizar”.
Contrariamente a las plataformas de trabajo por pedido, en las que los recientes conflictos sociales han permitido, puntualmente, hacer reconocer la relación de sujeción entre el prestatario y las empresas que organizan el trabajo en el siglo XXI, las reglas de gestión algorítmica del trabajo y las condiciones de contractualización del micro-trabajo oscurecen todavía aquí las pistas.
En efecto, en los “ecosistemas de micro-trabajo -escribe Casilli-, la actividad de producción de valor se hace discreta y, debido al estallido geográfico, los trabajadores no encuentran interlocutores patronales frente a ellos, como en el caso de Uber y otros Deliveroo”. Amazon encarna perfectamente el “papel de plataforma neutra, de útil técnico de puesta en contacto que desintermedia el trabajo y desaparece en tela de fondo”, como si fuera un “tercer beneficiario”.
En fin, el sociólogo distingue el “trabajo social en red” realizado por cualquiera que alimenta en datos, por el uso que hace de internet, los gigantes de la economía numérica. Antono Casilli da cuenta del debate que opone, sobre el tema, a dos perspectivas representadas por los “laboristas” y los “hedonistas”.
La primera “entiende la participación sobre los medios sociales como una relación social relacionada con el trabajo y caracteriza la apropiación por las grandes plataformas del valor que resulta como una relación de explotación. La otra interpreta el produsage como la expresión de una búsqueda de placer y una participación libremente consentida en una nueva cultura del amateurismo y, a por ello, niega la pertinencia misma de la noción de digital labor”.
Para Casilli, esta diferenciación se presenta, de forma demasiado tajante, como un conflicto de obediencias, “en la que los dos campos se acusan recíprocamente de ser, cada uno, una cábala de universitarios marxistas o una emanación de la investigación industrial del sector de lo numérico”. En una perspectiva próxima al marxismo, en el sentido en que este último define como trabajo todo lo que fecunda al capital, el investigador considera que “encerrando a sus usuarios en el papel de amateurs felices y desinteresados, los medios sociales buscan también mantener aparte uno de los elementos constitutivos de la dialéctica entre trabajo y capital: la conflictualidad”.
Una posición que permanece discutida, incluso cuestionada, por otros investigadores que trabajan sobre la economía numérica, especialmente los que prefieren hablar de extracción de valor que de trabajo, en la medida en que sigue siendo difícil medir el valor de un like o considerar sus fotos de vacaciones en Facebook como trabajo, incluso aunque ello contribuya a valorizar la empresa de Mark Zuckerberg.
Cualquiera que sea la extensión que se prefiera dar al perímetro del digital labor, Antoine Casilli pone el dedo sobre varios efectos importantes de la recomposición del trabajo en la era digital. El primero consiste en el hecho de que “el recurso a la deslocalización con el objetivo de una compresión de costes o de una racionalización de la cartera de las sedes de una empresa no solo afecta exclusivamente a las multinacionales. En lo sucesivo, el offshoring [externalización, deslocalización, ndt] es un proceso en cascada”.
Se produce así una nueva división internacional del trabajo ya que las tareas menos nobles “son habitualmente delegadas en los países asiáticos o africanos”, contribuyendo a que el digital labor sea muy frecuentemente invisible “para los ojos europeos”. Esta situación de hecho obliga a reactualizar el debate sobre las desigualdades Norte/Sur, aún cuando Casilli no endosa los términos de neocolonialismo numérico que circulan a veces para describir la actividad de los gigantes del sector, aunque solo sea porque “los países del Norte no son los únicos motores de la economía numérica” y que China, especialmente, forma parte de los que explotan los nuevos servidores de lo numérico.
El segundo es la “nivelación por abajo de las condiciones de trabajo y de remuneración a escala mundial” que el investigador muestra que coincide con una recomposición importante del capitalismo globalizado en este último decenio. En efecto, escribe, “el desarrollo de las plataformas numéricas ha coincidido con la crisis de la deuda y la crisis financiera de finales de los años 2000, marcada por un elevado desempleo, una congelación de los salarios, un declive de las protecciones sociales y una profundización de las desigualdades”.
El intento de hacer bajar todavía más el precio del trabajo mediante las deslocalizaciones ha podido enfrentarse “a políticas disuasivas de fiscalidad y a los costos de las inversiones necesarias para la apertura de instalaciones físicas en terceros países”. Y las soluciones, masivamente utilizadas durante los Treinta Gloriosos [se entiende con este término al período de mayor desarrollo del capitalismo en los países desarrollados, comprendido entre el final de la II Guerra Mundial, 1945, y la crisis petrolera de 1973, ndt], de introducción de la mano de obra extranjera, han caído “bajo el golpe de políticas migratorias cada vez más draconianas”.
La plataformización ha supuesto pues “una salida a esta doble constricción, al instaurar una libertad de circulación ‘virtual’ de la mano de obra planetaria” y permitiendo “transferencias no presenciales de poblaciones”. De hecho, “lejos de suavizar la dureza de las políticas migratorias de los países americanos y europeos respecto de la mano de obra inmigrada, el digital labor desempeña un papel perverso de facilitador de una explotación a distancia”.
El investigador estima pues que para los “capitalistas de las plataformas”, que hacen creer a los jóvenes occidentales que no tienen más que practicar un ocio productor de valor y condenan a la precariedad toda una parte de la fuerza de trabajo global, se trata de “fragilizar el trabajo para mejor evacuarlo, a la vez como categoría conceptual y como factor productivo a remunerar”.
¿Se puede, entonces, escapar de esta constatación tan desesperante como inquietante? Casilli describe algunas iniciativas y luchas para el reconocimiento de las y los trabajadores de las plataformas, que se anudan esencialmente alrededor de dos estrategias. Una se esfuerza de ensanchar al digital labor las conquistas sociales que precedentemente habían estado ligadas con el empleo, como han hecho algunos repartidores de Deliveroo o chóferes de Uber, pero exige, estima, “tomar en consideración la dimensión planetaria del digital labor”.
La otra, todavía emergente, se basa en repensar la relación “entre usuarios-trabajadores e infraestructuras de colecta y tratamiento de datos al criterio de la gobernanza de los comunes para concebir modalidades nuevas de distribución de los recursos”. En el marco de esta estrategia, sería posible “otra plataformización”, a la manera de Coopify, cooperativa de trabajadores al pedido alternativo en TaskRabbit, de AllBnB sustituto de AirBnB, o también de CoopCyicle que los repartidores prefieren a Foodora.
Sin embargo, para Casilli, “ni el arsenal sindical ni la respuesta liberal aportan solución satisfactoria al problema de la remuneración del digital labor”. El investigador propone pues no escoger entre una y otra estrategia sino, de forma más real, establecer un “ingreso social numérico” que estaría basado en el impuesto y también sobre la restitución a los comunes de lo que “se produce socialmente”.
Forzando a las plataformas actuales a renunciar a su opacidad y a su voracidad, e inspirándose en la tradición mutualista, sería posible pasar a modelos no depredadores de plataformas que entonces no tendrían ninguna razón para agitar el espectro de la automatización para disciplinar la fuerza de trabajo.
Para Casilli, estas plataformas renovadas cumplirían así su función original: “La sustitución de la propiedad privada por la propiedad social, sobrepasar el trabajo forzado por un trabajo sin coerción y reemplazar los enclaustramientos por infraestructuras verdaderamente comunes”.
Esperando la realización de este amplio programa es tiempo ya de plantearse sobre la forma como firmamos ciegamente las famosas CGU, o “Condiciones Generales de Utilización”, que muestran ser, en realidad, contratos leoninos que fijan los marcos de nuestra alienación.
Como recuerda Antonio Casilli, la plataforma de jobbing [trabajador a destajo, ndt] de estudiante americano Sweeping o las de tareas domésticas a pedido TaskRabbit llegan hasta a amenazar a sus usuarios con la reclamación de indemnizaciones si presentan denuncias para exigir la reclasificación de sus actividades o solicitar las cotizaciones sociales no pagadas…
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‎¿Pueden Venezuela y sus vecinos ‎sobrevivir a la guerra que ya se anuncia?‎, por Thierry Meyssan


voltairenet.org

‎¿Pueden Venezuela y sus vecinos ‎sobrevivir a la guerra que ya se anuncia?‎, por Thierry Meyssan




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Venezuela se divide hoy entre la legitimidad del presidente de la República constitucionalmente electo, Nicolás Maduro, y la del presidente de la Asamblea Nacional, Juan ‎Guaidó. ‎
Guaidó se autoproclamó «presidente encargado de Venezuela», invocando los artículos 223 y ‎‎233 de la Constitución. Pero basta con leer ambos artículos para comprobar que no se aplican a ‎la situación existente en Venezuela y que no es posible invocarlos para legitimar la posición que ‎Guaidó pretende reclamar. A pesar de ello, Estados Unidos, los países del «Grupo de Lima» y ‎ciertos gobiernos de países miembros de la Unión Europea afirman que Juan Guaidó tiene derecho ‎a la función que pretende usurpar. ‎
Entre quienes respaldan al presidente Nicolás Maduro, algunos aseguran que Washington está ‎reproduciendo el derrocamiento de un gobierno de izquierda, según el modelo de lo que ‎Estados Unidos hizo contra el presidente chileno, Salvador Allende, en 1973, bajo la ‎administración de Richard Nixon. ‎
Otros, luego de ver las revelaciones de Max Blumenthal y Dan Cohen sobre el historial de Juan ‎Guaidó [1], piensan, al contrario, que se trata de una ‎‎«revolución de color», como las que ya vimos bajo la presidencia de George W. Bush. ‎
En todo caso, ante la agresión de un enemigo mucho más fuerte que nosotros es crucial ‎identificar sus objetivos y entender los métodos que utiliza. Sólo tienen posibilidades de sobrevivir ‎quienes sean capaces de prever los golpes que van a recibir. ‎

Tres hipótesis predominantes


Es completamente lógico que los latinoamericanos comparen lo que están viviendo a lo que ya ‎vivieron en el pasado, como el golpe de Estado de 1973 en Chile. Pero sería arriesgado para ‎Washington tratar de reproducir el escenario aplicado contra Chile hace 46 años. Sería un error ‎porque todo el mundo conoce hoy los detalles de aquella manipulación. ‎
Al mismo tiempo, la revelación de los vínculos de Juan Guaidó con la National Endowment for ‎Democracy (NED) y con el equipo del estadounidense Gene Sharp hace pensar en una «revolución ‎de color», y más aún teniendo en cuenta que ya hubo en Venezuela una operación de ese tipo, ‎en 2007, cuando terminó en un fracaso. Pero, una vez más, sería arriesgado para Washington ‎tratar de aplicar nuevamente un plan que ya fracasó hace 12 años. ‎
Para entender las intenciones de Washington, debemos empezar por conocer su plan de batalla. ‎
El 29 de octubre de 2001, o sea mes y medio después de los atentados registrados en ‎Nueva York y el Pentágono, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld creó una estructura ‎llamada Office of Force Transformation (Oficina de Transformación de la Fuerza) cuya misión ‎consistiría en revolucionar las fuerzas armadas estadounidenses, cambiar su mentalidad para que ‎respondiesen a un objetivo radicalmente nuevo tendiente a garantizar la supremacía de ‎Estados Unidos a nivel mundial. Rumsfeld puso esa tarea en manos del almirante Arthur ‎Cebrowski, quien ya había trabajado en la creación de una red digital que abarcaba todas las ‎unidades militares y había participado, en los años 1990, en la elaboración de una doctrina de la ‎guerra en red (Network-centric warfare) [2].‎
El almirante Cebrowski llegaba con una estrategia ya elaborada que presentó no sólo en el ‎Pentágono sino en casi todas las academias militares estadounidenses. A pesar de su importancia, ‎su trabajo interno en las fuerzas armadas no se conoció hasta que se publicó un artículo en la ‎revista Vanity Fair. La argumentación de Cebrowski fue publicada por su asistente, Thomas ‎Barnett [3]. ‎Por supuesto, esos documentos no son obligatoriamente fieles al pensamiento imperante en el ‎Pentágono, pensamiento que ni siquiera tratan de explicar, limitándose a justificarlo. En todo ‎caso, la idea principal es que Estados Unidos debe tomar el control de los recursos naturales de ‎la mitad del mundo, no para utilizarlos para sí mismo sino para estar en posición de decidir quién ‎podrá utilizarlos. Para lograr ese objetivo, tendrá que destruir en esas regiones cualquier poder ‎político que no sea el de Estados Unidos y acabar con las estructuras mismas de los Estados en ‎los países existentes en esas regiones. ‎
Oficialmente, nunca se inició la aplicación de esa estrategia. Pero lo que estamos viendo desde ‎hace 20 años coincide precisamente con lo que se describe en el libro de Barnett. ‎
Primeramente, en los años 1980 y 1990, tuvo lugar la destrucción de la región africana de los ‎‎«Grandes Lagos». Lo que se recuerda de aquello es el episodio del genocidio perpetrado en ‎Ruanda y sus 900 000 muertos, pero el hecho es que toda la región fue devastada por una serie de ‎guerras que arrojaron un total de 6 millones de muertos. Resulta sorprendente comprobar que, a ‎‎20 años de aquellos hechos, numerosos países de la región aún no logran restaurar su soberanía ‎sobre el conjunto de sus territorios. Ese episodio es anterior a la doctrina Rumsfeld-Cebrowski, ‎así que no sabemos si el Pentágono había previsto lo que allí sucedió o si concibió su plan ‎mientras destruía aquellos Estados. ‎
Posteriormente, en los años 2000 y 2010, vino la destrucción del «Medio Oriente ampliado», ya ‎después de la doctrina Rumsfeld-Cebrowski. Por supuesto, es posible creer que lo sucedido en ‎esta otra región fue una sucesión de intervenciones «democráticas», de guerras civiles y de ‎revoluciones. Pero, además de que las poblaciones implicadas cuestionan la narración dominante ‎de esos acontecimientos, también podemos comprobar en este caso que las estructuras de los ‎Estados fueron destruidas y que no ha sido posible restaurar la paz después del fin de las ‎operaciones militares. Actualmente, el Pentágono está retirándose del «Medio Oriente ‎ampliado» y se prepara para desplegarse en la «Cuenca del Caribe». ‎
Una buena cantidad de elementos demuestran que nuestra comprensión anterior de las guerras de ‎George W. Bush y de Barack Obama era incorrecta y que esos mismos elementos corresponden a ‎la perfección con la doctrina Rumsfeld-Cebrowski. Esta lectura de los hechos no es por tanto ‎resultado de una coincidencia con la tesis de Barnett y nos obliga a revisar bajo otro ángulo todo ‎lo que hemos visto. ‎
Si adoptamos esta manera de pensar, tenemos que plantearnos que el proceso de destrucción de ‎la Cuenca del Caribe comenzó con el decreto del presidente Barack Obama, emitido el 9 de marzo ‎de 2015, según el cual Venezuela amenaza la seguridad nacional de los Estados Unidos de ‎América [4]. Puede parecer que eso pasó hace mucho tiempo, pero no es así. Basta recordar que ‎el presidente George W. Bush firmó la Syrian Accountabilit Act en 2003, pero las operaciones ‎militares contra Siria comenzaron 8 años más tarde, en 2011. Era el tiempo que necesitaba ‎Washington para crear las condiciones necesarias para la agresión. ‎

Los ataques contra la izquierda
anteriores a 2015


Si este análisis es correcto tenemos que plantearnos que los acontecimientos anteriores a 2015 –‎el golpe de Estado de 2002 contra el presidente Hugo Chávez, el intento de revolución de color ‎de 2007, la Operación Jericó en febrero de 2015 y las primeras guarimbas ‎ [5]‎ respondían a una ‎lógica diferente, mientras que lo sucedido después (el terrorismo de las guarimbas, en 2017) ‎es parte del plan actual. ‎
Mi reflexión se basa también en el conocimiento que he acumulado sobre esos elementos. ‎
Por ejemplo, en 2002 publiqué un análisis del golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez y ‎relataba el papel de Estados Unidos detrás de FEDECAMARAS –la organización de los patrones ‎venezolanos [6]. El presidente Hugo Chávez quiso verificar lo que yo había escrito y envió dos ‎emisarios a verme en París. Uno de ellos fue promovido a general y el otro es hoy una de las ‎principales personalidades de la República Bolivariana. El fiscal Danilo Anderson utilizó mi trabajo ‎en sus investigaciones y fue asesinado por la CIA en 2004. ‎
Por otro lado, en 2007, estudiantes trotskistas iniciaron un movimiento contra la decisión de ‎no renovar la licencia de RCTV, una estación de radio y televisión que transmitía en Caracas. Hoy ‎sabemos, gracias a Blumenthal y Cohen, que en aquella época Juan Guaidó ya estuvo implicado en ‎aquel movimiento y que recibió entrenamiento de discípulos del teórico de la no violencia Gene ‎Sharp. En vez de reprimir los excesos de aquel movimiento, lo que hizo el presidente Hugo ‎Chávez –en ocasión de la firma de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América ‎‎(ALBA), el 3 de junio– fue leer a los participantes un artículo que yo escrito sobre Gene Sharp y su ‎concepción de la no violencia al servicio de la OTAN y de la CIA [7]. Al darse cuenta de que habían sido manipulados, ‎numerosos manifestantes abandonaron la protesta. Sharp trató de negar torpemente los hechos, ‎escribiéndole al presidente Hugo Chávez y a mí mismo. Y logró crear cierta confusión en el ‎seno de la izquierda estadounidense, donde era visto como una personalidad respetable y ‎no vinculada al gobierno de Estados Unidos. El profesor Stephen Zunes asumió la defensa de ‎Sharp pero, ante el peso de las pruebas, Sharp acabó cerrando su instituto y dejando el espacio a ‎Otpor y al Canvas [8].‎
Volvamos ahora al periodo actual. Por supuesto, el reciente intento de asesinato contra el ‎presidente Nicolás Maduro hace pensar en todo lo que se hizo para acabar con el presidente ‎chileno Salvador Allende. También es cierto que las manifestaciones convocadas por el presidente ‎de la Asamblea Nacional Juan Guaidó hacen pensar en una revolución de color. Pero eso ‎no contradice mi análisis. Hay que recordar que en Libia hubo un intento de asesinato ‎contra Kadhafi poco antes del inicio de las operaciones militares contra la Yamahirya. ‎En Egipto, cuando los discípulos de Gene Sharp dirigieron las primeras manifestaciones contra ‎el presidente Hosni Mubarak, incluso distribuyeron una versión en árabe del manual que ya habían ‎utilizado en otros países [9]. Sin embargo, como lo demostraron los acontecimientos posteriores, en Egipto ‎no se trataba de un golpe de Estado ni de una revolución de color. ‎

Prepararse para la guerra


Si mi análisis es correcto –y por ahora todo parece indicar que sí lo es– hay que prepararse para ‎una guerra, no sólo en Venezuela sino en toda la Cuenca del Caribe. Nicaragua y Haití también ‎están desestabilizados. ‎
Esa guerra será impuesta desde el exterior. Su objetivo ya no será derrocar gobiernos de ‎izquierda para reemplazarlos por los partidos de derecha, aunque así lo indiquen las apariencias. ‎En el desarrollo de los acontecimientos se perderán las distinciones entre esos bandos. Poco ‎a poco, todos los sectores de la sociedad se verán amenazados, sin distinción de ideología ni de ‎clase social. ‎
Asimismo, los demás países de la región no podrán mantenerse al margen para escapar a la ‎tempestad. Los que crean que lograrán protegerse sirviendo de base de retaguardia a las ‎operaciones militares también serán parcialmente destruidos. Deben saber que, aunque la prensa ‎raramente menciona esto, ciudades enteras han sido arrasadas en la región de Qatif, en Arabia ‎Saudita, a pesar de que ese país es el principal aliado de Washington en el «Medio Oriente ‎ampliado». ‎
Según el esquema ya visto en los conflictos de la región africana de los Grandes Lagos y en el ‎Medio Oriente ampliado, esa guerra se desarrollaría por etapas:‎
- En primer lugar, destrucción de los símbolos del Estado moderno, con ataques ‎contra monumentos históricos o museos dedicados a la memoria de Hugo Chávez. Son acciones ‎que pueden no causar víctimas pero que atentan contra la conciencia colectiva de la población.
- Introducción de armas y financiamiento para la organización de “manifestaciones” que acabarán ‎en actos de violencia. La prensa dominante divulgará a posteriori explicaciones imposibles de ‎verificar sobre los crímenes, que serán atribuidos al gobierno como actos de represión contra ‎pacíficos manifestantes. Como lo que se busca es sembrar la división, es importante que ‎la policía crea haber sido tiroteada por la multitud y que la multitud crea al mismo tiempo que ‎la policía ha disparado contra ella.
- La tercera etapa consiste en organizar sangrientos atentados por todo el país. Eso requiere muy ‎pocas personas, basta con dos o tres equipos que circulen a través del país ‎[Este esquema ya fue utilizado con éxito contra Libia y Siria.]]‎.
- Sólo entonces será útil el envío de mercenarios extranjeros. En las guerras más recientes, ‎Estados Unidos envió a Irak y Siria al menos 130 000 extranjeros, a los que se agregaron unos ‎‎120 000 elementos armados locales. Se trata de ejércitos muy numerosos pero mal entrenados. ‎
El ejemplo de Siria demuestra que es posible defenderse. Pero hay medidas que deben adoptarse ‎urgentemente:
- Por iniciativa del general Jacinto Pérez Arcay y del presidente de la Asamblea Nacional ‎Constituyente, Diosdado Cabello, oficiales superiores venezolanos ya estudian las nuevas formas de lucha (la guerra ‎de 4ª generación). Pero sería importante enviar delegaciones militares a Siria para que sus ‎miembros puedan comprobar en el terreno cómo se desarrollaron los acontecimientos. Esto es ‎muy importante ya que este tipo de guerra no se parece a las anteriores. Por ejemplo, ‎en Damasco –la capital siria– la mayor parte de la ciudad está intacta, pero algunos barrios están ‎totalmente devastados, como Stalingrado después de la arremetida de los nazis. Eso implica el uso ‎de técnicas especiales de lucha.
- Es fundamental instaurar la unión nacional entre todos los patriotas. El presidente debe lograr ‎una alianza con la oposición nacional e incluir en su gobierno a algunos de sus líderes. ‎No se trata de encontrar o no simpático al presidente Maduro. Lo que se impone en la actual ‎coyuntura es luchar junto a él para salvar el país.
- El ejército debe formar una milicia popular. En Venezuela ya existe una, con unos 2 millones de ‎combatientes, pero no parece estar entrenada. Los militares rechazan generalmente la idea de ‎poner armas en manos de los civiles, pero los habitantes de un barrio son los más indicados ‎para defenderlo, precisamente porque conocen a todos sus habitantes.
- Será necesario emprender importantes trabajos de fortificación alrededor de los edificios del ‎Estado, de las sedes de los cuerpos armados y de los hospitales, en aras de garantizar su ‎seguridad a toda costa. ‎
Son medidas que deben adoptarse urgentemente, sobre todo porque concretarlas es complicado ‎y lleva tiempo… y el enemigo está ya casi listo. ‎