Según
un estudio nuestras emociones no son reacciones al mundo, sino una
invención de nuestro cerebro para explicar la causa de nuestras
sensaciones y acciones.
Conforme pasa el día, todos experimentamos una variedad de emociones.
Enojo, cuando alguien te avienta el coche en el camino; miedo, si cuando
sales a correr en la mañana te encuentras con una serpiente; tristeza,
la mayoría de las noches al ver las noticias. Las emociones vienen y van
automáticamente y al parecer son provocadas por esas "cosas" –el coche,
la serpiente, las tragedias en el extranjero. Pero resulta que esa no
es toda la historia.
Según Lisa Feldman Barrett, directora del Laboratorio de Ciencias
Afectivas Interdisciplinarias de la Universidad de Northeastern, las
emociones no son algo que nos pasa. Al contrario, dice, nosotros las
creamos. Creamos nuestras emociones a partir de sensaciones corporales,
experiencias pasadas, y de aprender conceptos emocionales de nuestros
padres y nuestra educación cultural. En resumen, nuestras emociones no
son reacciones al mundo, sino una invención de nuestro cerebro para
explicar la causa de nuestras sensaciones y acciones.
Fui a visitar a Barrett en Boston con un experimento mental que me
ayudaría a entender su teoría de las emociones construidas: si una
persona se criara en una reclusión de aislamiento, con suficiente comida
y agua para sobrevivir, pero ninguna interacción social, ¿tendría
emociones? ¿La respuesta simple? No.
La persona sentiría cosas. Podría ver los objetos en su habitación,
tener dolores de estómago y percibir el latido de su corazón. Pero sin
las aportaciones de la sociedad para decirle lo que significan sus
sensaciones corporales, las sentiría sólo como un afecto, un término
para la experiencia cruda del sentimiento.
"La emoción requiere algo más que el afecto", dice Barrett. "Se
necesita dar sentido a ese afecto. Eso, por sí solo no es nada, si un
niño naciera y creciera en la naturaleza, sin ningún otro ser humano,
eso no se desarrollaría". En lugar de eso sentiría sensaciones más vagas
como placer o desagrado; excitación o calma –es parecido a la forma en
que los bebés se sienten cuando son pequeños, o incluso el tipo de
"emoción" que vemos en los animales (a los que muchas veces les
atribuimos un significado más profundo).
La teoría de Barrett sobre las emociones construidas, de la que escribe en su nuevo libro How Emotions are Made: The Secret Life of the Brain,
es el resultado de décadas de investigación de ella y de otros.
Contradice la visión clásica de la emoción que ha persistido durante dos
mil años. En el modelo clásico, tus emociones ya están incorporadas a
ti. Una persona que creció totalmente sola tendría las mismas emociones
complejas que cualquier otra, porque ya nació con ellas.
Para los que no nacimos incomunicados, así se "sienten" las emociones:
como si naciéramos con circuitos cerebrales para cuando estás "triste" y
"feliz" y cuando tienes "miedo", y como si estuviéramos programados de
manera evolutiva para poder responder de la mejor manera a las amenazas y
recompensas en nuestro medio ambiente. Pero cuando Barrett empezó a
buscar estas emociones universales, no las pudo encontrar. Ni en las
expresiones faciales, ni en la respuesta fisiológica ni en la activación
cerebral.
Por ejemplo, en 2007, las psicólogas de desarrollo Linda A. Camras y Harriet Oster usaron un juguete de gorila para
asustar a bebés de diferentes culturas, y les sostuvieron sus brazos
para hacerlos enojar. Las investigadoras descubrieron que no podían
distinguir los movimientos faciales de los bebés en el momento que
sentían estas emociones, aunque los sujetos experimentales adultos –al
ver los videos– percibían que los bebés tenían miedo o estaban enojados
(basados en gran parte en el contexto).
La estudiante de posgrado de Barrett, María Gendron, viajó a Namibia
para ver si los sujetos de prueba de la cultura aislada de Himba
clasificarían las expresiones faciales y las vocalizaciones en las
mismas categorías de emoción que tienen en Estados Unidos. Allí, y en viajes posteriores a
otros grupos, incluyendo comunidades de cazadores recolectores en
Tanzania, encontró que las personas clasificaron las emociones de manera
diferente que nosotros, y etiquetaron las fotos de las expresiones
faciales planteadas de manera diferente, muchas veces etiquetándolas más
bien como comportamientos.
En el laboratorio de Barrett en Boston, los voluntarios vieron fotos de
actores famosos con expresiones faciales emocionales reales, como el
miedo. Algunos voluntarios sólo vieron los rostros, a algunos se les dio
una situación contextual y un rostro ("Él acaba de presenciar una
balacera"), y a algunos sólo se les dio una descripción verbal de la
situación. Encontraron que para todas las emociones, el contexto
importaba. Por ejemplo, sólo el 38 por ciento de los que vieron un
rostro con miedo, lo percibió como "miedo" (56 por ciento percibió la
expresión facial como de sorpresa), mientras que el 66 por ciento que
percibió la situación por sí sola o vio la cara dentro de un contexto,
percibió el miedo. El hecho de conocer la situación cambió la manera en
que se percibía la cara.
El laboratorio de Barrett también realizó un metaanálisis de 100
estudios de neuroimagen sobre la ira, el enojo, la felicidad, el miedo y
la tristeza. Cubrió 1300 temas de prueba en un lapso de 20 años. Lo que
encontraron apoyó sus hipótesis: no había ninguna región del cerebro
que de manera consistente tuviera una "huella digital" para cualquier
emoción. Incluso la amígdala, que se nos dice que asociemos con el
miedo, aumentó en los estudios de la experiencia del miedo, pero sólo en
una cuarta parte de los estudios. Y descubrieron que la amígdala
también mostraba un aumento en momentos de enojo, disgusto, tristeza y
felicidad, dolor, cuando aprendes algo, cuando conoces a alguien nuevo, o
cuando tomas decisiones.
Barrett estaba descubriendo que la única consistencia con la emoción es
su variabilidad, así que ¿cómo sabemos qué es "enojo"? La respuesta es a
través del aprendizaje, la predicción y la autocreación. La diferencia
entre nuestra persona hipotética en solitario, y un bebé en el mundo
real, es que los bebés comienzan el aprendizaje estadístico a una edad
muy temprana. Esto significa que comienzan a aprender conceptos simples,
a agrupar objetos en categorías y a observar patrones. Los niños
aprenden lo que son las emociones de estas maneras, como cuando les
preguntan, "¿Estás enojado?", en diferentes situaciones, y asocian sus
sensaciones corporales a ese momento y a lo que perciben, con la palabra
"enojo".
"Las emociones se ven en el movimiento de los ojos, en las cejas
fruncidas y otras contracciones musculares, las escuchamos por el tono y
la voz, se sienten emociones en tu propio cuerpo, pero la información
emocional no está en esos signos en sí", escribe Barrett en su libro.
"Tu cerebro no fue programado por la naturaleza para reconocer las
expresiones faciales y otras cosas a las que llaman demostraciones
emocionales y para que después de manera reflexiva actúes sobre ellas.
La información emocional está en tu percepción. La naturaleza le
proporcionó a tu cerebro las materias primas para conectarse con un
sistema conceptual, con la voz de los adultos que te hablaron de
palabras de emoción de manera deliberada e intencional".
En ruso, hay dos conceptos culturales para el enojo. En alemán hay
tres, y en el mandarín hay cinco. Si hablarás inglés y estuvieras
aprendiendo esos idiomas, te podrías sentir como esa persona
incomunicada, mientras intentas comprender qué situaciones y
sentimientos se correlacionan con esa palabra. Cuando finalmente
entiendes, todavía te tomaría un tiempo antes de que pudieras "sentir"
esa emoción automáticamente, de la manera en que sientes el "enojo".
Nuestros cerebros sienten los cambios sensoriales en nuestros cuerpos.
Pero damos diferentes significados a esas sensaciones corporales
dependiendo del contexto. Si saliste a correr y tu corazón comenzó a
latir rápido , no te preocuparías. Pero si estuvieras leyendo este
artículo, y tu corazón empezara a latir rápido y empezaras a sudar, te
preocuparías y le hablarías a una ambulancia.
Cuando estaba haciendo su posgrado, Barrett salió con un tipo por el
que no sentía ninguna atracción. Pero cuando sintió que su cara se
sonrojó, sentía mariposas en el estómago y tenía problemas para
concentrarse, experimentó una fuerte atracción por él después de todo y
accedió a salir con él otra vez. Cuando llegó a su casa, sintió muchas
ganas de vomitar y se dio cuenta de que estaba enferma y que no había
sido amor a primera vista. Su cerebro agarró las sensaciones de cuando
empiezas a estar enfermo y construyó un sentimiento de atracción durante
la cita. Las sensaciones corporales en la atracción y cuando empieza
una enfermedad pueden parecer lo mismo, y su cerebro había utilizado el
contexto (la cita) para hacer que significaran atracción. Un estudio de 2011demostró
de manera similar que los jueces son más duros antes de salir a comer
que después. Ese nudo en el estómago que te dice que estás ansioso, que
no confías en alguien, también se siente como cuando tienes hambre.
"Desde la perspectiva de tu cerebro, tu cuerpo es sólo otra fuente de
información sensorial", escribe Barrett. "Las sensaciones del corazón y
los pulmones, el metabolismo, la temperatura cambiante, etc. son
sensaciones puramente físicas dentro de tu cuerpo y no tienen un
significado psicológico objetivo, pero una vez que tus conceptos entran
en la imagen, esas sensaciones pueden adquirir un significado
adicional".
Otra buena manera de conceptualizar la forma en que nuestra persona
hipotética se sentiría, al emerger en un mundo de emociones construidas,
es hablar con gente que haya recuperado la vista, dice Barrett. Nuestra
vista es otra experiencia que damos por sentada: se siente como si
existiera un objeto en el mundo, y simplemente lo vemos. La verdad es
que aprendemos a ver, al igual que aprendemos lo que son las emociones.
Interpretamos la luz que entra en nuestras retinas como formas,
dimensiones y objetos, basados en la experiencia y diciendo lo que son
las cosas. Para aquellos que tienen cataratas, o aquellos que tienen
trasplantes de córnea, los primeros momentos (o años) desde que
recuperan la vista pueden ser angustiantes.
En 1993, el neurocientífico Oliver Sacks escribió acerca de Virgil,
un hombre de 50 años que perdió la vista cuando era niño y la recuperó
después de la cirugía de cataratas. Sacks describe los primeros momentos
de visión de Virgil: "Había luz, movimiento, color, todo combinado, sin
sentido, borroso. Después escuchó una voz que decía: "¿Y entonces?"
Hasta ese momento finalmente se dio cuenta de que este caos de luz y
sombra era un rostro, y de hecho, era la cara de su cirujano". Virgil
seguía teniendo dificultades, con frecuencia no sabía qué era un objeto
hasta que lo tocaba. Comentó que su perro se veía tan diferente en
varias posiciones que estaba seguro de que había varios perros en su
casa.
Un profesor de neurociencia y vista computacional en Pawan Sinha, ayudó
a más de 200 niños ciegos de la India a recuperar la vista. Después de
que pudieron ver de nuevo, comprobó una pregunta que se había planteado el
filósofo William Molyneux: si una persona estuviera ciega desde el
nacimiento, ¿podría diferenciar entre un cubo y una esfera sin tocarlos?
La respuesta fue no.
Es difícil de concebir, si puedes ver desde que naciste. "Cuando
abrimos los ojos cada mañana, estamos en un mundo al que hemos aprendido
a ver durante toda una vida", escribió Sacks. "No se nos da el mundo:
hacemos nuestro mundo a través de la experiencia incesante, la
categorización, la memoria, la reconexión. Pero cuando Virgil abrió sus
ojos, después de permanecer ciego durante cuarenta y cinco años, con tan
solo la experiencia visual de un niño, no había recuerdos visuales para
sostener una percepción, no había un mundo de experiencia y
significado. Él pudo ver pero lo que vio no tuvo coherencia".
Este tipo de caos le pasaría a una persona que no había aprendido
ningún concepto emocional. Nuestras categorías de emoción les parecerían
azarosas: ¿por qué el enojo a veces nos lleva a gritar y otras veces es
un enojo tranquilo? ¿Por qué no es triste cuando lloras en una boda,
incluso si la respuesta corporal es la misma?
De hecho, no necesitamos recurrir a la imaginación o la metáfora para
ver cómo se desarrollaría esto. Hay casos desafortunados en los que los
niños han sido criados con poca interacción social, pero tenían comida
adecuada y refugio. Después de la caída del dictador rumano Nicolae
Ceauşescu, se encontró que cientos de miles de niños vivían en orfanatos
y habían recibido poco contacto social de adultos: no se les habló, no
tuvieron abrazos, ni contacto visual, no había un aprendizaje emocional.
Estos chicos estaban emocionalmente e intelectualmente atrofiados, y
Barrett dice que parecían sentir las cosas puramente de manera afectiva,
como se esperaba.
Los estudios cerebrales encontraron que los niños tenían mucho menos materia blanca, la materia en tu cerebro que conecta a toda la materia gris, de modo que los nervios puedan comunicarse. Pero había más.
"Su cerebro simplemente no se desarrolla normal, y tampoco sus cuerpos
se desarrollan normalmente", dice Barrett. "No es sólo que su desarrollo
cerebral está sustancialmente comprometido, lo que es, sino también que
su desarrollo físico está deteriorado. En los huérfanos rumanos, se
vería a un adolescente de 14 años de edad, que literalmente se parece a
un niño de 8 años de edad."
Así que no sólo su cerebro no se desarrolla, sino tampoco su cuerpo.
¿Cómo está ligado el desarrollo emocional al crecimiento físico? Por el
momento, no está claro. Barrett dice que cuando el cerebro no recibe la
entrada que espera, una de esas entradas es el contacto social, el
desarrollo sale mal.
"Si alguien está en una habitación blanca y le dan de comer tres veces
al día, la respuesta simple es no, no desarrollarían conceptos
emocionales", dice. "En realidad no desarrollarían conceptos abstractos
de ningún tipo, pero tampoco se desarrollaría de manera normal, no
tendrían un cuerpo normal".
Nuestras experiencias sociales son parte integral del crecimiento y
desarrollo humano normal, y también: el desarrollo emocional. Sin estos
conceptos de emoción entraríamos en un mundo tan confuso y borroso como
el de Virgil, que eventualmente volvió a perder la vista y regresó con
alivio a "su verdadero ser, el mundo táctil que ha sido su hogar durante
casi cincuenta años", escribió Sacks. La moraleja de la historia:
alégrate de que tu cerebro puede construir emociones, a pesar de lo
abrumador que puede ser a veces.
Hablando de historias, que están llenas de emociones, más tarde le
pregunté a Barrett: ¿Podría una persona que se crío incomunicada
entender una historia? ¿Qué hay de una película de Disney? ¿Una fábula
de Esopo?
"Probablemente no", dice.
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