I. El sistema-régimen presidencialista a la mexicana, inaugurado
desde 1824, fue dejando de ser “Siervo de la Nación” como propuso el
gran Morelos; mucho de esto por aquella sentencia de que “el poder
corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente” (John Emerich
Dalberg-Acton, mejor conocido como Lord Acton: 1834-1902). Mucho se
contagió, si bien históricamente el origen del presidencialismo es la
monarquía preconstitucional; en nuestro caso, pues, el virreinato de más
de 300 años lo influyó y contra ese virreinato es que con Hidalgo el
pueblo se rebeló y solamente Guadalupe Victoria (su nombre es José
Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix, según la mejor biografía del
duranguense por Felipe Victoria Gómez, ediciones Botas, 1952), ejerció
como Siervo. Aunque ahora nuestro presidencialismo convirtió a los
mexicanos en siervos de un poder casi siempre absoluto, excepcionalmente
moderado con Benito Juárez y Lázaro Cárdenas.
II. Y cuando suponíamos que Andrés Manuel López Obrador encauzaría sus pasos a la prédica de Morelos y a la cita que hace, sin mencionar a Lincoln, de que el “gobierno es del pueblo, para el pueblo y por el pueblo”, resulta que a tiempo de rectificar –que es conducta de los que aspiran a ser estadistas–, no quiere rectificar el nombramiento de Manuel Bartlett y en cambio lo ha ratificado con su sobada frase de “paz y amor”; agregando que “respeta” las opiniones pero no las comparte aunque vengan desde dentro de su círculo. Y está cerrado a las críticas por esa decisión y otras donde están sus compadres, sus amigos; los ex priistas millonarios como su alter ego: Romo. Y donde a punto de abandonar el barco de Morena, Tatiana Clouthier expresó que “había mejores opciones” que la de Bartlett. Además de echar mano del Artículo 127 para fijar los salarios de los funcionarios que colaborarán con él, para que nadie de ellos gane más que él. Y que quiere imponer a los cuadros medios y superiores de los funcionarios, incluyendo a legisladores federales, estatales y municipales en la creencia de que así acabará con la corrupción.
III. Que López Obrador se baje el salario es su decisión consecuente con su prédica de austeridad. Le lloverán amparos que le ganarán en los tribunales. En cuanto a los del Poder Judicial, donde los salarios y prestaciones son escandalosas, si hay división de poderes, sus integrantes deberán decidir. El caso es que no debe el próximo presidente erigirse en “la medida de todas las cosas” para establecer, nuevamente, una presidencia tradicional. Debe practicar la moderación (para no adjetivar e insultar); y no caer en la tradicional trampa de “el rey va desnudo”, creyendo que es un Hércules para imponer su voluntad al haber alcanzado la máxima perfección imposible de mejorar. El poder es un ladrillo y no sirve para mirar a los demás como inferiores. El presidencialismo a la mexicana ha sido el poder de un solo hombre que nos ha llevado a los peores desastres políticos, económicos y sociales, como ahora con Enrique Peña-Luis Videgaray. Pues es la nación, el pueblo como sociedad civil, la medida para ejercer la Presidencia de la República.
cepedaneri@prodigy.net.mx
II. Y cuando suponíamos que Andrés Manuel López Obrador encauzaría sus pasos a la prédica de Morelos y a la cita que hace, sin mencionar a Lincoln, de que el “gobierno es del pueblo, para el pueblo y por el pueblo”, resulta que a tiempo de rectificar –que es conducta de los que aspiran a ser estadistas–, no quiere rectificar el nombramiento de Manuel Bartlett y en cambio lo ha ratificado con su sobada frase de “paz y amor”; agregando que “respeta” las opiniones pero no las comparte aunque vengan desde dentro de su círculo. Y está cerrado a las críticas por esa decisión y otras donde están sus compadres, sus amigos; los ex priistas millonarios como su alter ego: Romo. Y donde a punto de abandonar el barco de Morena, Tatiana Clouthier expresó que “había mejores opciones” que la de Bartlett. Además de echar mano del Artículo 127 para fijar los salarios de los funcionarios que colaborarán con él, para que nadie de ellos gane más que él. Y que quiere imponer a los cuadros medios y superiores de los funcionarios, incluyendo a legisladores federales, estatales y municipales en la creencia de que así acabará con la corrupción.
III. Que López Obrador se baje el salario es su decisión consecuente con su prédica de austeridad. Le lloverán amparos que le ganarán en los tribunales. En cuanto a los del Poder Judicial, donde los salarios y prestaciones son escandalosas, si hay división de poderes, sus integrantes deberán decidir. El caso es que no debe el próximo presidente erigirse en “la medida de todas las cosas” para establecer, nuevamente, una presidencia tradicional. Debe practicar la moderación (para no adjetivar e insultar); y no caer en la tradicional trampa de “el rey va desnudo”, creyendo que es un Hércules para imponer su voluntad al haber alcanzado la máxima perfección imposible de mejorar. El poder es un ladrillo y no sirve para mirar a los demás como inferiores. El presidencialismo a la mexicana ha sido el poder de un solo hombre que nos ha llevado a los peores desastres políticos, económicos y sociales, como ahora con Enrique Peña-Luis Videgaray. Pues es la nación, el pueblo como sociedad civil, la medida para ejercer la Presidencia de la República.
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