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Angel Sandoval.
La justicia mexicana: en la miseria y en la desolación
La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre la Seguridad
Pública (Envipe), levantada por el Inegi y publicada esta semana que
concluye, demuestra el fracaso: en 2013 se cometieron 33 millones de
delitos contra personas adultas, esto es 12% más que en 2012.
En
México la inseguridad es un cáncer que sigue avanzando y que el Estado
no logra controlar. Desde hace ya varios sexenios lo único que ocurre es
que llegan nuevos gobiernos y desde el principio se encuentran
presionados por el crecimiento de los delitos que no saben cómo
combatir.
Las
nuevas administraciones terminan desarrollando estrategias que
básicamente consisten en cambiar el nombre y fachada de las
corporaciones de procuración de justicia y seguridad pública.
Hemos
visto desfilar federales preventivas, fiscalías, gendarmerías, policías
de proximidad, mandos únicos, cuerpos de élite; abundan nombres y
fachadas, pero lo que no funciona ni progresa es la seguridad.
La
Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre la Seguridad
Pública (Envipe), levantada por el Inegi y publicada esta semana que
concluye, demuestra el fracaso: en 2013 se cometieron 33 millones de
delitos contra personas adultas, esto es 12% más que en 2012.
La
tasa de delitos mostró también un incremento significativo: en 2013 fue
de 41 mil 563 crímenes por cada 100 mil habitantes, mientras que en
2012 la proporción fue de 35 mil 139 por cada 100 mil.
En 2013 hubo 22.5 millones de víctimas, lo que significa que cada una sufrió en promedio 1.5 crímenes.
Pero más allá de las cifras, el problema, todos lo sabemos, es la impunidad que infecta como virus todo el territorio nacional.
En
reciente visita a Los Mochis, Sinaloa, Juan Velázquez, mejor conocido
como El abogado del diablo por defender a personajes políticos como
Carlos Salinas, Luis Echeverría y José López Portillo, declaró que la
justicia mexicana está en la miseria y en la desolación.
¿Por
qué? El abogado respondió con cifras: 400 municipios no tienen
policías; 800 sí tienen pero sus elementos apenas saben leer y escribir.
Pero
la cifra que explica el desastre es el hecho de que alrededor de 98 por
ciento de los delitos que se cometen en México simplemente queda
impune, según el propio Velázquez.
Para
mi desgracia, he tenido que visitar en dos ocasiones ministerios
públicos y en ambas ocasiones algo me quedó claro desde el principio:
ningún policía investigaría mi denuncia.
La
primera experiencia fue por robo de automóvil. Desde que puse un pie en
la agencia del ministerio público ubicada a un costado de la delegación
Cuauhtémoc del Distrito Federal uno de los policías me advirtió que
seguramente no lo encontrarían y que los delincuentes cada vez
sofisticaban más sus estrategias.
Desde
luego, seguí pese al desánimo que provocó el comentario del policía,
pero después, con los mensajes que transmiten las actitudes y los
gestos, pude adivinar mi futuro: el auto que me habían robado jamás
regresaría a mis manos.
El
agente que tomó mi declaración, en tono regañón, censuró el hecho de
que hubiera tardado tanto (menos de un día después del asalto) y luego
noté que estábamos en medio de un trámite protocolario. Intuí que en
cuanto saliera de la oficina del agente mi declaración sería archivada
junto con la averiguación previa.
Cinco
años después corroboro que la denuncia que presenté no rindió fruto
alguno y que sólo sirvió para tener un sustento legal en caso que mi ex
auto fuera utilizado para cometer algún otro ilícito.
Esta
semana visité otro ministerio público, esta vez en el estado de
Hidalgo, luego que sufrí el robo de mi cartera. Cuando rendía mi
declaración, tuve un deja vú:
sabía que el acta que escribía el agente sólo engrosaría aún más la
pesada columna de archivos que seguramente se acumulan en alguna bodega
de la procuraduría estatal.
jorgebeat77@me.com
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