domingo, 5 de octubre de 2014

Estudiantes en lucha por un futuro digno



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Angel Sandoval.

 

Estudiantes en lucha por un futuro digno
Ana María Aragonés
M
éxico está viviendo un muy interesante, nutrido y bien planteado movimiento de estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN), cuyas reivindicaciones buscan derogar los planes y programas de estudio, que no sólo fueron aprobados sin ningún consenso, sino que disminuyen la calidad y el nivel de la educación superior pública, y que de aplicarse los convertiría en simples técnicos. Hay que recordar que el IPN fue fundado por el general Lázaro Cárdenas (1934-1940), cuyo objetivo era formar profesionistas de alta calidad que respondieran a las necesidades de un proyecto nacional, uno de cuyos acontecimientos destacados fue la nacionalización del petróleo en 1938.
Ese suceso hacía absolutamente imprescindible la formación de profesionistas de alta calidad, entre ingenieros, físicos, químicos, matemáticos, etcétera, para sustituir con éxito la desbandada de extranjeros que trabajaban en la industria petrolera, que auguraban un rotundo fracaso, pues México sería incapaz de renovar al capital humano extranjero. Al mismo tiempo, la idea central del general Cárdenas era permitir que los hijos de los obreros y campesinos pudieran tener acceso a la educación superior, política central para el desarrollo del modelo cardenista, estrategia que, como señala Joseph Stiglitz en su artículo Why inequality matters and what can be done about it, el estímulo educativo puede resultar en una política pública que brinde oportunidades a los más desfavorecidos, permitiendo salir de la pobreza a la población más vulnerable, lo cual, a su vez, permite una redistribución del ingreso, fortaleciendo a la clase media y frenando los excesos de las clases superiores.
En resumen, Lázaro Cárdenas era consciente de que se podía superar el subdesarrollo, y para ello se requería, como planteaban Sunkel y Paz, un proceso deliberado, cuya finalidad última es la igualación de las oportunidades sociales, políticas y económicas, tanto en el plano nacional como en relación con sociedades que poseen patrones más elevados de bienestar material. No es extraño que México, gracias a ese proyecto nacional, haya vivido lo que para algunos autores fue considerado el milagro mexicano.
Claro que el modelo se desgastó, pero la nueva estrategia iniciada en la administración de Miguel de la Madrid (1982-1988) fue poner las primeras piedras del camino hacia el neoliberalismo. Se aceptaron los mandatos del Fondo Monetario Internacional y el gobierno se sometió al Consenso de Washington, cuya finalidad fue abaratarla mano de obra para ganar competitividad internacional a expensas de la clase trabajadora. Así, poco a poco, se iría perdiendo la orientación que Lázaro Cárdenas había dado al IPN, lo que explica que en el Programa de Desarrollo del Instituto Politécnico Nacional 1986-1988 se señala que no sólo el instituto ha cambiado, la sociedad mexicana, transformó también su ser y necesidades, por lo que el papel del IPN de 1986 debe ser cuantitativamente y cualitativamente distinto a 1936. Los ajustes estructurales en el ámbito educativo durante los años 80 se centraron en la reducción del gasto público educativo como porcentaje del PIB, disminución de la tasa de escolarización y de la calidad de la educación, provocando a largo plazo un aumento de las desigualdades educativas y sociales, de acuerdo con Xavier Bonal en su artículo titulado Globalización y política educativa: un análisis crítico de la agenda del Banco Mundial para América Latina.
Los movimientos estudiantiles en el IPN no se hicieron esperar. En 1987 exigían la salida de grupos porriles de la institución y un incremento en el gasto público en educación, movimientos que continuaron en defensa de la educación en 1992, 2000, 2002 y 2012, siempre exigiendo a las autoridades mayores recursos públicos para la enseñanza. Por tanto, no es de extrañar que en 2014, de nuevo, una de las peticiones haga referencia a incrementar en 2 por ciento del PIB en gasto en educación, pero lo que resulta más importante es la exigencia de la revocación del nuevo reglamento impuesto por la directora Yoloxóchitl Bustamante, debido a que se eliminan asignaturas elementales para las ingenierías, lo que provocaría una menor calidad en su educación, al grado que incluso sus títulos académicos de licenciados o ingenieros ahora serán de técnicos superiores, de acuerdo con lo declarado por los jóvenes.
Estos movimientos estudiantiles nos permiten comprender con total claridad que las reformas estructurales llevadas a cabo por el gobierno de Enrique Peña Nieto son estrategias que profundizan el neoliberalismo, y con ello los gravísimos problemas no resueltos, como la pobreza endémica de una parte sustancial de la población mexicana. Como he señalado en colaboraciones anteriores, las grandes potencias económicas se ven favorecidas con los flujos de trabajadores migrantes altamente calificados que se ven forzados a irse por falta de infraestructura científica y tecnológica; precisamente, eso es lo que los politécnicos quieren evitar. Demandan consolidar un proyecto que favorezca un desarrollo tecnológico endógeno, que forme a los profesionistas necesarios para esas tareas.
De no atender sus reivindicaciones, se seguirá condenando a México a asumir el papel de simple maquilador de las innovaciones que los países centrales crean y de aportador de mano de obra barata al proceso productivo internacional.
Los estudiantes lo tienen claro.


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