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Gracias.
Angel Sandoval
Barack Peña
Obama y Peña en Palacio Nacional en mayo pasado. Foto: Xinhua / David de la Paz |
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La clase política de
Estados Unidos se niega a aceptar la realidad de la estrepitosa caída de
su predominio económico, poder político e influencia ideológica en el
mundo. Recurre una vez más a la fuerza de las armas como un acto
desesperado por afianzar su control sobre los recursos y los pueblos del
planeta. Las nuevas agresiones en Irak, Siria, Palestina y Ucrania
fomentadas o dirigidas por Barack Obama, otrora Premio Nobel de la Paz,
también le han permitido construir su propio pacto con la oposición, al
estilo del “Pacto por México” de Enrique Peña Nieto, para unir a la
clase política frente a las cada vez más contundentes críticas a su
gestión, tanto desde la izquierda como de la derecha.
La tasa de aprobación
ciudadana para Obama se encuentra en el nivel más bajo que ha tenido
durante los casi seis años que ha ocupado la Casa Blanca. Hoy todas las
encuestas coinciden en que más de 50% de la población desaprueba su
labor, mientras solamente 40% lo apoya (véase: http://ow.ly/BDg2V).
Asimismo, la gran mayoría de quienes desaprueban expresan un sentimiento
fuerte al respecto (strongly disapprove), mientras solamente la mitad
de quienes aprueban están tan convencidos (véase: http://ow.ly/BDgjJ).
La movilización social del pueblo afroamericano en
Ferguson, la traición a los latinoamericanos en materia migratoria y la
consolidación del poder militar del Estado Islámico (EI) en el Medio
Oriente desnudan el fracaso del gobierno de Obama tanto en materia de
política interior como en el exterior. Obama es entonces el perfecto
“amigo” y símil de Peña Nieto. Ambos presidentes trabajan para intereses
ajenos y, por lo tanto, son repudiados por sus pueblos.
La revuelta de Ferguson, Missouri, responde al hecho de
que los afroamericanos se encuentran en una situación aún más precaria
que cuando Obama ganó su primera elección presidencial en 2008. La
brecha entre los “blancos” y los “negros” en términos de ingresos,
patrimonio, rendimiento educativo y desempleo se ha ensanchado de manera
pronunciada. Igualmente, el racismo estructural del sistema de
“justicia” estadunidense llena las cárceles del país con cada vez más
afroamericanos. Este es el contexto para la brutalidad policiaca que ha
abierto las heridas y despertado la conciencia de la comunidad
afroamericana. Obama no solamente ha dado la espalda a los latinos que
lo apoyaron con tanta convicción, sino también a su propia comunidad.
Los contundentes éxitos militares del EI en una zona
supuestamente “pacificada” por el ejército estadunidense evidencia el
absoluto fracaso de más de dos décadas de bombardeos e intervención
militar desde el inicio de la Guerra del Golfo en 1990. Así como la
consolidación del poder del narco en Michoacán revela la derrota de la
“guerra contra las drogas” iniciada por Felipe Calderón y continuada por
Peña Nieto por órdenes de Washington, la situación en Irak demuestra la
enorme fragilidad y debilidad de las estrategias militares dirigidas
desde la Casa Blanca en todo el mundo.
Existe una sorprendente continuidad entre el gobierno de
Obama y el de George W. Bush Jr. (2000-2008), comparable a la falta de
cambio o “transición” durante los 12 años de gobiernos panistas en
México. Del mismo modo en que el PAN terminó por devolver el poder al
viejo PRI, lo más probable es que Obama también entregue la Casa Blanca
de regreso al Partido Republicano cuando termine su segundo cuatrienio
en 2016 o, en su caso, a Hilary Clinton, quien representa exactamente
los mismos intereses.
El discurso de Barack Obama del pasado 17 de septiembre
en la Base Militar MacDill, en Florida, fue revelador con respecto a su
verdadera orientación política. “Entre la guerra y la recesión económica
(…) estos han sido 14 años llenos de retos. Quiero que sepan, mientras
los acompaño hoy, que hoy estoy tan seguro, como lo he estado siempre,
de que este siglo, justo como el siglo anterior, será dirigido por
América (sic) (…) Es y será un siglo americano (sic)”.
No se asomó ni por error la palabra “cambio” o
“esperanza” en el discurso del presidente que supuestamente introduciría
transformaciones importantes en el sistema político de Estados Unidos.
Obama ahora se quita la máscara al presentarse como el defensor de la
más absoluta continuidad conservadora, tanto con los ocho años
anteriores a los suyos en que Bush Jr. ocupó la Casa Blanca (“han sido
14 años”), como con el siglo pasado de “liderazgo” estadunidense en el
mundo, incluyendo constantes intervenciones militares, económicas y
políticas a lo largo y ancho de América Latina.
La “democracia” estadunidense se encuentra tan dolida y
traicionada como la mexicana. Quienes luchan por un mejor país deben
enfrentar la realidad de que lo que ocurre en México es parte de un
fenómeno global de vaciamiento del sentido de las instituciones
“liberales” en todo el planeta. No se trata desde luego de abandonar el
frente nacional, sino de constantemente vincularlo con las luchas
paralelas que están teniendo lugar en el mundo. Por ejemplo, el empuje
hacia la independencia de Escocia, la resistencia del pueblo palestino y
los esfuerzos del nuevo partido ciudadano “Podemos” en España, todos
indican que se acercan nuevos tiempos. También sería muy importante
estrechar los lazos con los gobiernos de izquierda en Sudamérica.
La izquierda mexicana ha cometido el error de descuidar
el frente internacional durante los últimos lustros. La revitalización
de este ámbito de acción sería particularmente importante en este
momento, dado el dinamismo actual en tal esfera. Una mejor vinculación
con movimientos y luchas en otras latitudes podría fortalecer de manera
importante el proceso de reconstrucción de la izquierda nacional y
nacionalista.
www.johnackerman.blogspot.com
Twitter: @JohnMAckerman
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