domingo, 5 de octubre de 2014

El estacionamiento de Emperador

Comparte esta historia

  • /
  • Autor: Héctor Zagal

El estacionamiento de Emperador

La noche del sábado pasado me estacioné en Polanco (México DF). Pagué el boleto del parquímetro y fui con mis amigos a un bar de Masaryk. La verdad es que se me hizo tarde. Cuando vi el reloj, salí corriendo para ponerle más monedas al parquímetro, pero fue muy tarde. Los empleados de la empresa  habían cumplido con su deber como si fuesen alemanes. Mi automóvil estaba inmovilizado por una araña; fue mi culpa, lo reconozco. Había pagado dos horas de estacionamiento, no dos horas y diez minutos. El chiste me costó un enorme disgusto y 518 pesos. La ley, aunque dura, es ley.
¡Ah! Pero si el Presidente de la República me hubiese invitado a aplaudirle a Palacio Nacional, entonces sí podría haber estacionado el automóvil en el Zócalo. El 2 de septiembre la Plaza de Constitución se convirtió en un enorme estacionamiento lleno de camionetas blindadas, choferes y guardaespaldas. ¿Vieron las fotografías? Era un estacionamiento privado, tan privado que a los peatones se les prohibía cruzar la plaza.
Menos mal que la Presidencia de la República pidió disculpas y prometió que no se repetirá el numerito. Me temo, sin embargo, que no estamos ante un detalle menor, sino ante el síntoma de la reaparición de una gravísima enfermedad: la “Presidencia Imperial”, por utilizar la expresión de Krauze. Ayer mismo, Manlio Fabio Beltrones declaró en radio, como si fuese un logro, que México transitaba hacia un “presidencialismo moderno”. La verdad es que no le veo lo moderno a este estilo de gobierno.
En las monarquías, los súbditos son habitantes de segunda categoría. Las leyes se dictan en el Palacio para que las cumplan los plebeyos. Nosotros, la plebe, la “prole”, debemos pagar el parquímetro; ellos, los Mirrreyes pueden estacionarse en el Zócalo.
Hace algunas semanas vi a la Secretaria de Desarrollo Social acompañada del gobernador de Tabasco saliendo de un restaurante de lujo en Río Sena. La escolta de Rosario Robles era impresionante. No menos de doce guardaespaldas y policías. Hace unos días, me topé en la calle con la comitiva de un funcionario de Hacienda; además de las camionetas, un policía le iba abriendo paso por la calle. ¡Qué bonita democracia! ¿Sabían que la alta burocracia no paga impuestos sobre su aguinaldo? ¿Conocen el salón VIP del aeropuerto por donde entran y salen los altos funcionarios? En México hay dos tipos de credencial de elector, la de prole, y la credencial platino.
Sapere aude! ¡Atrévete a saber!
@hzagal

No hay comentarios.:

Publicar un comentario