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Los bosques del planeta arden en el altar del Capitalismo, y sigue el sobreconsumo teledirigido
En
base al saqueo del planeta y a la explotación de las y los
trabajadores, la clase explotadora perpetra la acumulación capitalista.
Por Cecilia Zamudio
Los bosques del planeta están ardiendo en el altar del capitalismo: la quema es el mecanismo previo al saqueo capitalista. La Amazonía y otras zonas boscosas de la región, los bosques de África Central, el bosque tropical de Indonesia, arden. Gran parte de las áreas quemadas son bosque protegido: una vez arrasadas por el fuego, una vez desplazadas las comunidades indígenas, los territorios serán saqueados por multinacionales mineras, hidroeléctricas, del agro industrial. Cometiendo ecocidio y genocidio las multinacionales perpetran su acumulación capitalista: miles de especies son extinguidas, los últimos pueblos indígenas de los bosques tropicales sufren exterminio.
La burguesía transnacional coloca a sus matarifes más eficaces en las presidencias de países estratégicos (porque no nos engañemos, es la burguesía la que coloca presidentes, dirigiendo el «voto» a través de sus medios de alienación masiva). Así por ejemplo, en Brasil, país riquísimo en recursos, la burguesía colocó a un Bolsonaro que claramente expresó que «acabaría con las reservas indígenas» por considerarlas un obstáculo «a la economía», es decir por considerarlas un obstáculo al lucro que perpetran un puñado de multimillonarios. Por eso no se está agilizando el apagar los incendios en Brasil, porque hay una voluntad de quema. La burguesía echa mano de su herramienta fascista cuando pretende incrementar brutalmente los niveles de saqueo del medio ambiente e incrementar la tasa de explotación contra las y los trabajadores.
Por Cecilia Zamudio
Los bosques del planeta están ardiendo en el altar del capitalismo: la quema es el mecanismo previo al saqueo capitalista. La Amazonía y otras zonas boscosas de la región, los bosques de África Central, el bosque tropical de Indonesia, arden. Gran parte de las áreas quemadas son bosque protegido: una vez arrasadas por el fuego, una vez desplazadas las comunidades indígenas, los territorios serán saqueados por multinacionales mineras, hidroeléctricas, del agro industrial. Cometiendo ecocidio y genocidio las multinacionales perpetran su acumulación capitalista: miles de especies son extinguidas, los últimos pueblos indígenas de los bosques tropicales sufren exterminio.
La burguesía transnacional coloca a sus matarifes más eficaces en las presidencias de países estratégicos (porque no nos engañemos, es la burguesía la que coloca presidentes, dirigiendo el «voto» a través de sus medios de alienación masiva). Así por ejemplo, en Brasil, país riquísimo en recursos, la burguesía colocó a un Bolsonaro que claramente expresó que «acabaría con las reservas indígenas» por considerarlas un obstáculo «a la economía», es decir por considerarlas un obstáculo al lucro que perpetran un puñado de multimillonarios. Por eso no se está agilizando el apagar los incendios en Brasil, porque hay una voluntad de quema. La burguesía echa mano de su herramienta fascista cuando pretende incrementar brutalmente los niveles de saqueo del medio ambiente e incrementar la tasa de explotación contra las y los trabajadores.
Por todo el mundo, impera la perversa
lógica de capitalizar, de «liberar tierras de bosque» para lucrarse del
territorio y sus recursos. El fuego avanza y no hay nunca suficientes
hidroaviones para apagar incendios porque los Estados, funcionales al
Capital, aducen que «no hay presupuesto para comprarlos», en cambio sí
tienen presupuesto para comprarle decenas de aviones de guerra al
complejo militar industrial, para inyectarle capital público a la banca
privada, para gigantescos cuerpos represivos encargados de reprimir el
descontento social que genera la explotación, la injusticia social y el
saqueo.
En base al saqueo del planeta y a la
explotación de las y los trabajadores, la clase explotadora perpetra la
acumulación capitalista.
En el momento histórico que vivimos se
agudizan las contradicciones. La contradicción de intereses entre la
clase explotadora y la clase explotada se agudiza: la clase explotadora
incrementa la tasa de explotación e intensifica su arremetida de
privatizaciones, excluyendo a millones de personas de una vida digna,
precarizando cada día más las condiciones de vida. La contradicción
entre los intereses de la clase explotadora y la supervivencia del mismo
planeta, también queda de manifiesto. La contradicción entre la
naturaleza y un modelo socioeconómico perverso basado en capitalizar, es
ya inocultable, cuando hay un «continente» de plástico flotando en el
océano Pacífico; cuando el sobreconsumo teledirigido convierte al
planeta en un basural; cuando los bosques tropicales, pulmones del
planeta, son arrasados; cuando el modo de producción alimentario
capitalista nos envenena; cuando un puñado de multinacionales modifican
genéticamente las semillas y prohíben el uso de las semillas autóctonas;
cuando se derriten los polos; cuando las emisiones de CO2 a la
atmósfera, producto del modo de producción y consumo capitalista, son
abrumadoras.
No obstante la evidencia
de la devastación de la naturaleza, no obstante los discursos de los
voceros políticos de la burguesía (que fingen preocuparse por el cambio
climático), siguen vigentes todos los mecanismos de destrucción del
medio ambiente, porque al capital no le piensan poner freno. Para que un
puñado de multimillonarios acumule más y más riqueza, sigue vigente la
criminal Obsolescencia Programada (se programa, desde la producción, que
cada cosa dure un tiempo muy inferior al que podría durar, para
fomentar la compra de otro objeto… la lógica aberrante del usar y tirar
significa negocios para el gran capital); sigue también vigente la
alienación masiva que perpetra la clase explotadora contra la clase
explotada a través de sus medios de propaganda y publicidad, incitando
incesantemente a las masas a consumir, a practicar una orgía de
sobreconsumo que calcina al planeta. Los voceros de la burguesía
proponen tiritas para la gangrena, medidas cosméticas: en vez de
prohibir la Obsolescencia Programada, te invitan a llevarte una bolsa de
tela para tus compras (o a comprar las bolsas de plástico), te proponen
espejismos de «soluciones» siempre individuales, nunca se ataca la raíz
del problema, y a estas alturas de la destrucción, hay que atacar la
raíz sistémica de la depredación. La gangrena no se cura con cosmética.
Por muy buena voluntad que tengamos a nivel individual, frenar la
barbarie capitalista requiere de una toma de consciencia de la raíz del
problema (no solamente de sus síntomas), requiere de una lucha
colectiva.
La burguesía instala, a través de sus
medios, la idea fatalista de «el ser humano es malvado», para obviamente
evitar ser señalada como la depredadora que es, para sembrar
inmovilismo y el «sálvese quien pueda». Los medios nunca dicen que es la
clase explotadora y su sistema capitalista el que origina esta
devastación del planeta, esta devastación en la que también son
depredados los seres humanos, porque también los seres humanos son
intoxicados, alienados al punto de ser funcionales a este sistema,
enajenados de toda empatía y de toda relación de armonía con la
naturaleza.
Es la lógica del capitalismo: capitalizar cada día más, monopolizar en desmedro de lo que haga falta.
Desde
la desaparición de la URSS, los niveles de acumulación capitalista, de
concentración de riqueza en monopolios cada vez más descomunales, los
niveles de explotación y saqueo, se han venido incrementando de manera
brutal: es algo tangible y verificable. Al no haber contrapeso
importante al capitalismo, las burguesías han procedido a desmantelar
paulatinamente los llamados «Estados de Bienestar» en las metrópolis
capitalistas, ya que no les son ahora necesarios para fingir la estafa
del supuesto «rostro humano» del capitalismo. El capitalismo NO tiene
rostro humano, y las caretas se caen cuando ya no son necesarias. La
burguesía está hoy en una arremetida contra la seguridad social, contra
las pensiones públicas, contra la educación pública, contra la sanidad
pública, etc.
En cuanto a los países concebidos como meras
«bodegas de recursos», los países de la periferia capitalista (los
países de África, Asia y América Latina), ya sabíamos de la cara infame
del capitalismo, porque llevamos décadas padeciendo la injerencia
imperialista, padeciendo los golpes de Estado fomentados desde el
Pentágono, los servicios secretos franceses, belgas, ingleses y demás
potencias neocoloniales, contra todo gobierno que pretenda frenar el
saqueo capitalista. Sabemos de la cara infame del capitalismo porque
sufrimos su arremetida brutal: sufrimos los bombardeos «humanitarios» de
la OTAN en las guerras imperialistas que la UE y EEUU implementan para
arrodillar a pueblos enteros a un mayor saqueo de sus recursos (Irak,
Libia, etc); sufrimos Estados criminales como el Estado colombiano (por
poner un ejemplo entre muchos), que le hacen la guerra al pueblo con
Terrorismo de Estado (con militares y paramilitares, con tortura y
masacres) para desplazar comunidades enteras de las zonas codiciadas por
multinacionales, para exterminar toda oposición al saqueo que perpetra
el gran capital transnacional. Sabemos de la cara infame del
capitalismo, porque sabemos de éxodos forzados, porque vemos el cinismo
de la UE, Estados Unidos y demás metrópolis capitalistas que succionan
las riquezas de África, Asia y América Latina, pero rechazan a las
personas desposeídas, construyendo Fronteras-Fortalezas entorno al botín
saqueado… Fronteras-Fortalezas frente a las que mueren anualmente miles
de seres humanos, intentando escapar de la pesadilla a la que el saqueo
capitalista ha arrojado a sus países.
Hay una guerra
de clases: la burguesía le hace la guerra a la población al precarizar
sus condiciones de vida, es una guerra de explotación, de
empobrecimiento, de despojo, de hambreamiento, de alienación (la clase
explotadora fomenta racismo, machismo, individualismo, xenofobia, a
través de sus medios: la estrategia es «dividir para reinar», poco le
importa a la clase explotadora que su fomento del odio racista cause
matanzas horrendas, que su fomento de la misoginia cause Feminicidio, lo
importante es mantener a la clase explotada dividida, en «caos
controlado» como mecanismo de control social). La guerra de alienación
que perpetra la clase explotadora contra la clase explotada es un
mecanismo fundamental del capitalismo, y es cimiento de la aberrante
destrucción de la naturaleza en el altar del sobreconsumo: las masas son
bombardeadas de publicidad, de incitación permanente al «consumo
compensatorio» de las frustraciones y soledades creadas por el mismo
sistema: el individualismo y la destrucción del tejido social resultan
ser abono para el sobreconsumo, los constantes mecanismos de alienación
teledirigen a millones de personas hacia la orgía sobreconsumista.
La
guerra que perpetra la clase explotadora contra la clase explotada
también se expresa en el exterminio físico contra las y los luchadores
sociales que se oponen a la explotación de las y los trabajadores y al
saqueo de la naturaleza.
«El Capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la Naturaleza y los seres humanos», expresaba Marx.
Frente
a la explotación y a la devastación que perpetra la clase explotadora,
los pueblos luchan por sus derechos a una vida digna, a la educación, la
vivienda, la alimentación saludable, la salud, el derecho a un entorno
seguro, el respeto por el medio ambiente. Los pueblos indígenas, las
comunidades afrodescendientes, el pequeño campesinado del planeta,
luchan en primera línea contra las multinacionales mineras, energéticas,
del agro industrial… luchan por la soberanía alimentaria, por la
preservación de la naturaleza. La burguesía asesina, a través de sus
matarifes, a centenares de ambientalistas, sindicalistas y luchadores
sociales anualmente: para acallar sus voces y toda organización social
que cuestione la barbarie y sus causas sistémicas.
Pero
pese a la represión brutal y a la criminalización de la protesta, la
lucha sigue porque para algunos pueblos es cuestión de supervivencia
inmediata, porque para la clase explotada mundial es urgente salir de
este sistema que todo lo depreda y lo pudre, incluídas las relaciones
humanas, porque para el planeta es cuestión vital.
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