Este
artículo contiene reflexiones sobre el proceso de reestructuración de
la globalización, mismas que se dan a propósito de descifrar el
significado del conflicto entre Irán-Estados Unidos. El documento
adicionalmente busca caracterizar y prever la posible influencia de la
mencionada tensión en el proceso electoral norteamericano 2020. Son
problemáticas, hipótesis y conjeturas serán desarrolladas en las
próximas semanas, como parte de la indagación sobre el Capitalismo
Planetario [2].
Introducción
La tensión entre Irán y EE.UU. agravada desde junio de 2019, por la acción del gobierno persa al derribar un dron norteamericano, RQ-4 Global Hawk, que surcaba cielos iraníes en claro afán de espionaje, es un elemento más de provocación, de entre otros que continúan dándose. Anteriormente y en mayo del mismo año, Irán decidió romper parcialmente el acuerdo nuclear [3] firmado con EE.UU. y algunos países europeos en 2015. Incumplimiento que se produjo tras la ruptura que, por su lado, Estados Unidos había concretado en mayo de 2018. En consecuencia, Irán aumentó el porcentaje de refinación de uranio, rompiendo el acuerdo y exigiendo a EE.UU. deponer las sanciones económicas. En junio pasado, por su parte, el régimen norteamericano amenazó al gobierno iraní con aplicar nuevas sanciones económicas, al mismo tiempo que se generó un conjunto de incidentes con barcos petroleros, especialmente del Reino Unido, que circulaban por el Estrecho de Ormuz. Finalmente, en los primeros días de agosto, se produjo un nuevo incidente con un barco petrolero del Reino Unido aumentando los niveles de tensión en la región.
Todo este conjunto de hechos y circunstancias nos muestran la creciente hostilidad en Medio Oriente, que junto a la llamada guerra comercial, como lo es la afectación a la empresa china productora de teléfonos celulares (Huawei), ponen de manifiesto nuevas condiciones mundiales, propiciando especulaciones en torno a un posible desenlace guerrerista en Medio Oriente y el planeta.
¿Cuáles son los antecedentes, características y factores que generan esta situación que podrían llevar al mundo, como dicen algunos analistas, a una posible conflagración bélica mundial?
¿Los intereses reales y las acciones de chantaje de los dos gobiernos, el iraní y el norteamericano, muestran solo una tensión circunstancial o abren un proceso de probable guerra de imprevisibles consecuencias?
Estas son las preguntas principales que este artículo intenta responder sobre la mencionada coyuntura planetaria, al mismo tiempo que tomar el pulso de la situación incierta y confusa del planeta que encubre los objetivos e intereses en juego en el conflicto en ciernes.
En este contexto, el artículo examina algunos antecedentes, factores y circunstancias de la nueva situación creada en torno a la globalización y la correlación de fuerzas en el Medio Oriente; vale decir, la situación de la globalización y sus tendencias o fracciones; el escenario y límite de la hegemonía planetaria; las disputas tecnológicas y transnacionales evidenciadas en la restricción comercial a la empresa Huawei, por parte de los Estados Unidos; las repercusiones que puede generar el conflicto sobre la disputa presidencial norteamericana, especialmente la reelección de Trump, así como la. Por otro lado, el involucramiento de algunos países de la Unión Europea en torno al acuerdo nuclear para limitar al gobierno de Irán, en algunos casos; y, en otros, distanciándose de los Estados Unidos, como las posiciones expresadas por Alemania y Francia; han dado lugar a la profundización de la llamada guerra comercial entre China y Estados Unidos y que se expresa en la imposición de nuevos derechos arancelarios, de una parte, y de otra, a la devaluación del yuan, etc., dejando abierta la posibilidad de una nueva crisis capitalista mundial.
I. Límite de la hegemonía estadounidense
Antecede a la tensión surgida entre Irán-EE.UU., el revés geopolítico que sufrió Norteamérica al perder su influencia y capacidad de decisión en la guerra civil en Siria en el 2017. De una participación activa que buscaba invadir –como en otros países- y hegemonizar sobre Siria, terminó en el 2018 retirándose del mencionado país, luego de un nuevo intento por recuperar posiciones durante el bombardeo efectuado por EE.UU, Francia y el Reino Unido en el mismo año.
Dicho revés adquiere un nivel de trascendencia en tanto pone de manifiesto el fracaso de la estrategia neoconservadora, que impulsó EE.UU. para recuperar influencia y hegemonía en el mundo, a raíz de la caída de las torres gemelas de Nueva York en el 2001.
Efectivamente, precede al conflicto mencionado, en el curso de la evolución geopolítica mundial de los últimos años (2017), la mencionada guerra civil. Situación en el que se enfrenta, conjuntamente con las fuerzas aliadas (China, Rusia, Turquía, Irán e India), el gobierno sirio de Bashar al Assad a la invasión de Siria por parte de los Estados Unidos.
En una investigación realizada sobre la situación geopolítica planetaria [4], se dice:
En consecuencia, el objetivo de afianzar la “acumulación por desposesión” en el Medio Oriente como parte del mencionado proyecto neoconservador del “Nuevo Siglo Norteamericano”, y fortalecer así la hegemonía de Estados Unidos en la región, ha tenido en Siria un gran obstáculo y un revés. La victoria de la coalición formada por Siria, Rusia, Irán, China y Hezbolá en la ciudad fortaleza de Alepo, que fue liberada del control de los terroristas apoyados por la OTAN y sus socios árabes en diciembre de 2016, es la demostración de que el poder norteamericano se encuentra cuestionado y debilitado. En ese contexto, Estados Unidos se presenta relativamente limitado para conducir el mundo en lo económico y político, es decir, el ejercicio de su tradicional hegemonía y su autoridad moral y política imperialista. [5]
En el mencionado documento, desde una visión integral, se parte de la premisa que caracteriza la situación histórica en el siglo XXI como un momento de decadencia hegemónica estadounidense, evidenciada a raíz de la crisis capitalista del 2008, donde se expresaron los límites de la potencia norteamericana “tanto en su capacidad para mantener la supremacía global, como en las problemáticas internas” [6].
Las invasiones de Estados Unidos a Afganistán (2001-2014) y a Irak (2003-2011), fueron acciones de intervención bélica que pusieron en juego la mencionada estrategia imperialista neoconservadora para inaugurar un “Nuevo Siglo (Norte) Americano” [7], donde Estados Unidos sufrió el revés mencionado, como importantes limitaciones en su acción bélica, social, cultural, política y económica.
Estrategia neoconservadora –dice el mencionado texto inédito- basada en la guerra y el saqueo a los países periféricos, especialmente del Medio Oriente, que se desplegó en circunstancias en que Estados Unidos necesitaba recuperarse de una situación de debilidad político-hegemónica, así como del momento económico crítico interno por el que atravesaba, dada la situación de desindustrialización ocasionada a consecuencia, principalmente, de que la mayoría de las corporaciones transnacionales productivas migraron sus inversiones al Asia. Así, Estados Unidos se convirtió en un país que, para sostener su altísimo y suntuoso nivel de consumo, debía acudir a grandes flujos de importaciones de mercancías y materias primas. Hecho que generó una inevitable fuga de dólares como resultado de la gran cantidad de capitales que debían salir de Estados Unidos para pagar los productos importados. [8]
Manifiesta situación económica que ha amenazado constantemente la estabilidad monetaria de Estados Unidos y ha generado, por lo tanto, un deterioro de la balanza comercial y de pagos.
La misma explosión de las importaciones –dice Brenner- que impulsó la economía mundial [durante los 90] llevó el comercio y a los déficits de cuenta corriente de EUA a niveles récord, con el crecimiento inédito de las responsabilidades de los propietarios externos [y] la vulnerabilidad sin precedentes de la economía estadounidense a la fuga de capital y al colapso del dólar. [9]
Producto de estos desbalances económicos y financieros es que el Estado norteamericano debe endeudarse a niveles exorbitantes para enfrentar la crisis y el déficit fiscal [10], cuestión que ha determinado en años anteriores que la economía norteamericana entre en una situación “profundamente distorsionada e inestable” [11], y provoque sensaciones de alarma y búsqueda de emergentes soluciones, donde se puede ubicar los principales factores que determinaron en el 2016 el surgimiento de Trump que ha intentado recuperar económicamente a EE.UU. desde posiciones ideológicas nacionalistas.
De todas formas la invasión de Irak, según el parecer de Harvey, logró básicamente “asegurar el control estratégico estadounidense sobre el abastecimiento de petróleo; evitar la formación de un bloque de poder euroasiático, e imponer una nueva sensación de orden [y seguridad] social en los propios Estados Unidos” [12].
Así, el consenso mundial que Estados Unidos había logrado décadas atrás para legitimar su proyecto imperial se encontraba, al momento de la invasión de Irak y Afganistán, sensiblemente debilitado y desacreditado. Desde la guerra de Vietnam, en la década del 70, en que Estados Unidos sufrió una gran derrota militar, hasta las intervenciones en Afganistán e Irak, se demuestra que la estrategia guerrerista ha generado en el planeta efectos contraproducentes respecto a los objetivos de dominio y hegemonía imperial. El apoyo financiero-militar de los países de la OTAN, que contribuyeron en ocasiones anteriores, como afirma Arrighi [13], a sostener las guerras ha disminuido considerablemente.
Por otro lado, la conducción guerrerista norteamericana ha sido cuestionada. En efecto, la población norteamericana criticó las guerras de Irak y Afganistán, en tanto causaron desmesurados gastos económicos y numerosas bajas en el ejército; que llevó al ex presidente Obama, en su primera elección en el 2007, a prometer finalizar las invasiones a estos países. Demostrando así la necesidad de responder a la población norteamericana que tenía una seria preocupación por estos temas, debilitando, de esta manera, las posiciones bélicas estadounidenses.
En este ambiente de disputa, uno de los acontecimientos más importantes que se dio en el siglo XXI, fue la movilización y acción político-social de los sectores subalternos conocida como “primavera árabe”, la misma que puso de manifiesto las oposiciones democráticas a ciertos regímenes autoritarios internos y al dominio imperial en la región. Movimientos de características insurreccionales que desataron, como nunca antes en la historia, masivas protestas populares con demandas democráticas que se encendieron y multiplicaron en varios países del Medio Oriente desde el 2011, y que ocasionaron el derrocamiento y la suplantación de algunos gobiernos, que, sin embargo, tendieron a asumir, posteriormente, una política más amistosa con los Estados Unidos. El caso más emblemático de este proceso fue Egipto.
Más tarde, como respuesta a la “primavera árabe”, se impulsó, en primer lugar, la invasión de tropas de la OTAN a Libia (2011), al mismo tiempo que se incentivó la guerra civil siria. Esta guerra-como se dijo antes-representó un fenómeno distinto a los conflictos regionales precedentes, puesto que su proceso y desenlace abrió la posibilidad de un cambio en la correlación de fuerzas, que hizo posible el triunfo del gobierno sirio de Bashar Al Assad en alianza con Rusia, Irán, China y Líbano, permitiendo un importante cambio geoestratégico y limitando la hegemonía estadounidense.
De todas formas, la estrategia neoconservadora norteamericana pudo establecer, en los hechos, una posición de control político-militar en Medio Oriente. Estados Unidos dio un grave golpe a los gobiernos que le eran incómodos y contrarios en la región, principalmente los alineados con el partido BAAZ [14]. Es el caso del gobierno iraquí de Sadam Hussein, país que fue devastado y destruido por los norteamericanos. En este contexto, el hegemón mundial amenazó a Irán, su principal enemigo en la región, tensando las relaciones, sobretodo, por el programa nuclear del país persa, obligándole a un acuerdo sobre energía nuclear.
Adicionalmente, se puede afirmar que esta ofensiva militar y control imperialista en Medio Oriente logró fortalecer a sus dos socios estratégicos en la región, Israel, que logró afianzar su dominio sobre los palestinos, y Arabia Saudita, que ha generado una oleada de expansión de su ideología político-religiosa, el llamado wahabismo, a través de grupos extremistas armados.
II. Conflicto comercial y previsiones
Otro rasgo del contexto del mencionado conflicto, constituye la situación de la multifacética crisis capitalista iniciada en el 2008, que ha generado tensiones comerciales mundiales, así como ha abonado en el debilitamiento histórico de la hegemonía norteamericana; poniendo de manifiesto la crisis del capitalismo y de la humanidad, y anunciando procesos de tránsito civilizatorio, como sostienen varios analistas, entre ellos Immanuel Wallerstein.
Momento que configura una nueva situación geopolítica a inicios del siglo XXI. Colocando algunas premisas y pistas para la comprensión del tipo y forma, como límite, de las crecientes tensiones actuales entre Irán y EE.UU.
Se requiere, por otro lado, tomar el pulso a la llamada “guerra comercial” entre EE.UU. y China, que se inició en septiembre de 2018. Luego de la última reunión del G-20, que se realizó en Osaka-Japón en junio de 2019, en la que se manifestó por parte del gobierno norteamericano la disposición a solucionar el conflicto comercial, concretando la negociación entre EE.UU. y China; se ha generado, en los primeros días de agosto de 2019, incidentes en torno al conflicto comercial, en esta ocasión a través, principalmente, de la devaluación del yuan como medida del gobierno chino para enfrentar el incremento del 10% de impuestos a las exportaciones chinas a EE.UU, que llevaría hasta finales de 2019 a generalizar las imposiciones arancelarias a un 95% de los productos que ingresan a Estados Unidos desde el país asiático. En una última declaración del presidente Trump, en septiembre, amenaza a China con desatar una guerra comercial integral.
En el marco de la reunión del G-20, por otro lado, se anunció la decisión de superar el conflicto con la empresa china Huawei, eliminando la prohibición de uso del sistema operativo Android. En dicha decisión, se dejaba en libertad a la corporación norteamericana Google para que preste sus servicios a la empresa asiática posibilitando, en consecuencia la participación de otras corporaciones y empresas norteamericanas y europeas vinculadas a dicha compañía. Sin embargo, a pocos días de la mencionada decisión el gobierno norteamericano volvió a restringir la relación de Google con la firma asiática.
Este hecho y negociación (avances y retrocesos), como tensión entre una importante corporación transnacional y el Estado y gobierno norteamericano, permite advertir uno de los cambios importantes del proceso de reestructuración política del dominio mundial. El poder constituido de las grandes corporaciones trasnacionales, como es el caso de Google, presionan por una salida negociada al Estado y gobierno norteamericano para dar continuidad a su fuerza y procesos de desarrollo e inversión económica; evidenciándose así, en este contexto, la contradicción entre la línea de comportamiento económico-político de Trump y la tendencia globalista financiera. Fenómeno, enlazado e interrelacionado con la potencia asiática, que a estas alturas de la historia adquiere una sustantiva influencia en la escena global en el contexto de la disputa hegemónica en torno a la reestructuración de la globalización.
El acelerado crecimiento de China -como dice Serbin- generó, junto con el crecimiento de otros actores asiáticos, un progresivo desplazamiento del centro de dinamismo económico mundial del Atlántico hacia el Asia Pacífico [15].
En esencia, el proceso plantea la posibilidad de una contradicción entre la globalización desarrollada en términos del intercambio de bienes, servicios, personas e ideas en un marco de creciente interdependencia y una des-globalización que se despliega a través de una fragmentación regional, de órdenes normativos superpuestos y de múltiples dependencias. Y, eventualmente, de una confrontación entre el orden liberal internacional establecido y la emergencia de un potencial orden euroasiático que no responde a los valores políticos liberales y que apunta a dar forma a nuevas modalidades de gobernanza global menos universal y más fragmentada, que pone bajo signo de interrogación la posibilidad de mantener las instituciones y normas cosmopolitas o liberales surgidas en la etapa previa y la capacidad de desarrollar alguna modalidad de gobernar el mundo. [16]
En esta perspectiva examinada, cabe dejar formuladas importantes preguntas a ser desarrolladas en el curso de la indagación mencionada: ¿qué relación se puede encontrar entre, el hecho económico, por una parte, expresado en el conflicto China-EE.UU. en torno a la imposición y negociación de impuestos arancelarios en el comercio exterior y, por otra, el geopolítico/geoeconómico expresado en la tensión político-militar entre EE.UU. e Irán en Medio Oriente?
Adicionalmente, cabe formular otra cuestión: ¿cómo influye esta disputa en el curso de la conflictiva relación político electoral para elegir presidente de los EE.UU. en el 2020 y cómo, por otro lado, se refleja dicho proceso en el conflicto en ciernes del Golfo Pérsico, teniendo en cuenta que el ámbito planetario adquiere dimensiones internas nunca antes expresadas en la disputa o resolución electoral entre demócratas y republicanos en EE.UU.?
III. La geopolítica planetaria
La comprensión y previsión del desenlace del conflicto, que muchos analistas consideran podría provocar una situación de guerra planetaria y/o de escaramuza guerrerista en Medio Oriente, requiere examinar y ubicar su dimensión estructural, atendiendo a las determinaciones capitalistas que concurren y definen el cambio de la situación actual.
Una lectura correcta, metodológicamente hablando, propia del pensamiento crítico, debe tratar de desentrañar la realidad de los intereses de las diferentes fracciones globalizadoras y las contradicciones en juego entre estas, en donde el conflicto Irán-Estados Unidos aparece como un punto de inflexión en la evolución del forcejeo geopolítico mundial que se manifiesta, adicionalmente, en la competencia electoral presidencial entre los dos partidos principales de Estados Unidos.
Estamos frente a una coyuntura mundial confusa e incierta, que brota en esta fase de la cambiante globalización, en que expresa, esencial o estructuralmente, un momento de tensión, entre el capital financiero multinacional que surgió, principalmente, como respuesta al cambio de patrón de acumulación capitalista en la década de 1970 del siglo XX, cuando los límites de acumulación del capital dieron lugar a la financiarización económica, frente al cada vez mayor predominio del capital financiero globalizante-transnacional [17], resultado histórico de la acumulación de capital y del capitalismo, que se ha puesto de manifiesto en el siglo XXI. En este sentido vale decir, entre los intereses del capital financiero ligado a la transnacionalización y globalización, que se ha independizado de sus vínculos nacionales y los procesos y situaciones como intereses del anterior proceso de acumulación del capital ligado a las naciones y al capital financiero, donde se encuentran los vínculos con el complejo militar industrial, así como rezagos de tendencias, material e ideológicamente, nacionalistas.
Los impulsos endógenos nacionalistas de Trump –decíamos en el artículo sobre Huawei [18] - que buscan defender el mercado, las empresas norteamericanas y el desarrollo de la tecnología de punta y de seguridad nacional, se encuentra en esta encrucijada de las nuevas y efectivas condiciones económico-materiales-tecnológicas (las llamadas fuerzas productivas) del capitalismo actual que crea el contexto para limitar u obstaculizar la aplicación del decreto emitido el 14 de mayo [que restringía la relación comercial de las empresas norteamericanas con Huawei].
Como dicen Win Dierckxsens y Walter Formento [19], la globalización es “la mundialización de la ley del valor” es decir, es la mundialización de la acumulación capitalista y conlleva a un “proceso de desarrollo de una nueva forma de capital financiero (forma global o transnacional) que emerge y lucha por imponerse frente a la forma dominante anterior, el capital financiero multinacional” [20]. Por eso, los mencionados autores sostienen que,
El poder hoy por hoy parte del estado/universal. No hay poder en el Estado/Nación solo Nación, ni tampoco en el Estado/Continente solo Unión Continental, solamente como Estado/Universal (Estado/Global para las ETN´s [Empresas Transnacionales]) se puede construir poder/soberanía constituyendo Estado en lo nacional y continental. [21]
En el mencionado artículo sobre Huawei y el Conflicto Planetario [22] se formularon hipótesis sobre la situación mundial, que nos dejan ver rasgos nuevos y específicos de la situación estructural de la globalización capitalista.
El cambio molecular de la globalización generado por la tensión multinacional- transnacional, y por la importante presencia estructural activa de China, que interrelaciona regiones, naciones, sectores y empresas vinculadas a una misma producción o servicio, como se evidencia en el conflicto con la empresa Huawei; constituye un primer factor.
La constatación de la disputa mundial, múltiple y heterogénea, de estas dos formas de acumulación capitalista: la multinacional y la transnacional, constituye un segundo factor que alcanza un predominio económico y político en la globalización donde se puede observar, hipotéticamente, las siguientes tendencias y/o fracciones:
Uno. La fracción globalista ligada al desarrollo transnacional del capital corporativo y financiero global, conformada por una red planetaria, multilateral y unipolar de cities financieras [23] y de empresas transnacionales [24] y que en el desarrollo futuro puede coincidir objetivamente con la iniciativa de China denominada la Ruta de la Seda.
Dos. La llamada fracción continentalista que pone de manifiesto la representación de las empresas multinacionales [25] y que, en los Estados Unidos, están íntimamente ligadas al complejo industrial militar [26], vale decir de aquellas que se desarrollaron desde una base nacional para incursionar en el mundo, en razón de la necesidad de la acumulación, como alternativas corporativas financieras al capital productivo de la época fordista del Estado de bienestar. En esta medida constituyen la base material de la globalización.
Tres. En este entorno se puede identificar la presencia débil y dispersa del capital local donde se encuentra la industria nacional y la oligarquía financiera estadounidense [27], al mismo tiempo que se diferencia y se opone a los tratados comerciales globalistas: el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) y el Acuerdo de Comercio en Servicios (TISA); todos ellos organizados para impulsar una fuerte vinculación globalista con el mundo. Es, a este nivel, que se expresa y diferencia la línea endógena nacionalista de Trump, que discrepa, además, con los tratados continentalistas como el de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) [28].
Cuatro. Dierckxsens y Formento señalan como otra tendencia de la globalización, la llamada “Gran Formación Social Emergente”, donde se encuentra, principalmente, China, Rusia, Irán, y cuyo resultado geopolítico se evidenció -decíamos- en la constitución del bloque que durante la guerra civil en Siria enfrentó el intento de dominio e invasión norteamericana. Es una red de polos regionales, de capitalismo social de Estado y empresas estatales orientadas en una economía real productiva, desplegando redes de comercio, infraestructura y energía como es el caso de la iniciativa china conocida como la Ruta de la Seda [29].
Cinco. Como manifiestan los antes mencionados autores, la globalización actual se encuentra frente a otra tendencia de importante influencia en el campo ideológico y espiritual a la que denominan “multipolarismo universal del Humanismo Ecuménico e Inter-religiones” [30] conformada por las grandes religiones monoteístas, de relativa vecindad con la “Gran Formación Social Emergente”.
Este complejo entramado de actores –dice Serbín- da lugar a la emergencia de un nuevo mundo que no refleja los intereses de un poder hegemónico superior, ni siquiera de un grupo de poderes con la capacidad suficiente de imponer su voluntad, de manera sostenida al resto, lo cual hace difícil identificar quién determinará las nuevas reglas de juego imperantes en el sistema. [31]
Finalmente, en las hipótesis del artículo sobre Huawei [32] se argumentaba sobre el importante vínculo –de dimensión no conocida antes- entre el conflicto geopolítico mundial y la disputa electoral hoy de la presidencia de EE.UU. Hecho geopolítico mencionado y analizado en este artículo que influye, de manera determinante, en las elecciones norteamericanas y estas, a su vez, en los conflictos mundiales, como el examinado entre Irán y EE.UU. Aquí se puede, hipotéticamente, evidenciar dos escenarios principales.
Primer escenario, el triunfo de la reelección de Trump como resultado de una múltiple negociación con sectores de derecha que expresan las antípodas entre globalistas y continentalistas norteamericanos; es decir, entre intereses ligados al desarrollo multinacional, de una parte, e intereses relacionados con el desarrollo transnacional de punta, de otra, en una suerte de nacionalismo a ultranza que defiende el desarrollo endógeno y la recuperación de la economía nacional norteamericana. En esta perspectiva, el candidato Trump se encuentra comprometido con la cúpula reaccionaria del Partido Republicano (Tea Party, halcones o neoconservadores) y algunas posiciones de derecha ligadas al Partido Demócrata. Se presenta como una salida electoral a contrapelo de la tendencia globalista financiera mundial.
Segundo escenario, la presencia de un candidato demócrata para enfrentar la reelección de Trump, que abra una perspectiva distinta hacia una línea ideológica socialdemócrata. Proceso difícil de concretar, en tanto muestra un vacío político al carecer de una figura capaz de enfrentar a Trump. Su representación política, por otra parte, no alcanza a expresar los múltiples intereses de diversos sectores, sociales, ciudadanos y subalternos de Estados Unidos en la hora actual.
En todo caso, la posibilidad de uno u otro escenario depende, en mucho, del ambiente político electoral que se encuentra madurando en EE.UU.; de orden económico, como los efectos en los consumidores de las decisiones de comercio en la disputa con China; social, como la arremetida inmisericorde de Trump contra los inmigrantes; y de orden ideológico, como la postura racista de defensa del “blanco norteamericano”, que excluye la representación de amplios sectores “no blancos” de la población estadounidense; entre los principales. En esta perspectiva la salida del Gobierno de Trump, hace unos pocos días del Asesor de Seguridad Nacional Jon Bolton, conocido por su radical posición guerrerista frente a Irán y otros países, constituye una condición política ligada a la necesidad electoral de EEUU.
IV. Conclusiones
El conjunto de reflexiones expuestas en párrafos anteriores ponen de manifiesto la compleja situación de la globalización. Algunos elementos examinados permiten observar cambios estructurales o sustantivos que se han dado en el curso de la mundialización planetaria en el siglo XXI. Constituye el contexto del conflicto entre Irán y EE.UU. en la determinante encrucijada de poder (geopolítica), que pone de manifiesto la contradicción entre el bloque (Rusia, China e Irán) y Estados Unidos y sus aliados (Israel y Egipto). Esto ha generado una situación –como diría Gramsci [33] - de “equilibrio-inestable de fuerzas”. Concepción teórico política del autor italiano para referirse a la situación de madurez de las condiciones existentes, en una determinada correlación de fuerzas internas o externas, en el proceso de lucha política hegemónica por el poder; y que permite conjeturar sobre el equilibrio inestable en la situación analizada en este artículo. En este contexto, propio del siglo XXI, Formento anota:
Irán […] empieza a tener un diálogo cada vez más estructural con los BRICS. Un Irán que tiene tecnología, ciencia, industria, pero que, además, es una potencia gasífera, […y] tiene un lugar en el mundo del humanismo musulmán chiita, por lo tanto es una pieza clave [de la nueva geopolítica] [34].
En esta perspectiva examinada de equilibrio de fuerzas se requiere, por otro lado, considerar lo que afirma Rodolfo Bueno [35]:
Si se desatara la guerra real e Irán cerrara el estrecho de Ormuz, la economía mundial se afectaría: el precio del crudo podría subir hasta los 300 dólares por barril, situación insostenible para EE.UU., Europa, China […]; los mercado bursátiles se desplomarían como consecuencia de la disminución del valor de las acciones en todo el planeta; la economía global no soportaría las consecuencias de esos efectos negativos; la existencia de Israel y el reino Saudí estaría en jaque y, por ende, la paz mundial peligraría. Estos ingredientes son complejos y muy difíciles de controlar, porque involucran a varios países, peor todavía si se pretende imponer soluciones jaladas de los cabellos y eso es lo que Trump no entiende y no le gusta entender.
En este contexto, el conflicto Irán-EE.UU. se encuentra condicionado, así mismo por algunas circunstancias de orden económico y político que influyen sobre el desenlace de la mencionada tensión y el curso de la globalización. En este sentido, encontramos, como un factor especial, el importante proceso de producción y comercialización del petróleo que circula por el Golfo Pérsico, principalmente desde Irán y, en esta medida, el caso de la comercialización e incremento inmediato de los precios del petróleo, como resultado del conflicto que podría eventualmente beneficiar intereses de sectores vinculados con el presidente Trump.
También es necesario considerar la influencia de la situación compleja de la carrera por la hegemonía nuclear controlada básicamente por los Estados Unidos, y expresado en el acuerdo establecido en el Plan de Acción Integral Conjunto. Este es un factor importante en el posible desenlace del mencionado conflicto, puesto que balancea la situación de tensión, abriendo contrapesos políticos con la Unión Europea, la misma que fue parte del acuerdo y compromiso para frenar el programa nuclear en Irán.
Adicionalmente, es necesario tener en cuenta, para calibrar los límites del desenlace del conflicto y su situación de equilibrio el fracaso de la estrategia neoconservadora, que condujo en el pasado al gobierno de Obama a dar un paso atrás respecto al guerrerismo generado en el periodo de Bush, y girar, manteniendo la fuerza militar, hacia una estrategia compleja de cooperación y negociación, especialmente, en el caso de países como Irán.
En conclusión y recapitulando, la tensión entre EE.UU. e Irán, que expresa un momento de la nueva situación de la globalización, la decadencia y declinación hegemónica, luego del revés norteamericano en Siria en el 2018, requiere tener en cuenta a futuro las siguientes principales tendencias: la aproximación de una nueva crisis capitalista mundial; la tensión comercial que se encuentra cada vez más próxima al conflicto China-EE.UU.; el debilitado crecimiento económico mundial; y, el decadente proceso en el mundo desarrollado de las condiciones política y democráticas.
El artículo deja abierto el debate sobre las tendencias reales estructurales de la globalización, la disputa por el control geopolítico de esa importante región y, el posible desenlace del conflicto que tiene relación con los aspectos estructurales y circunstanciales examinados.
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Notas
[1] En la elaboración de este artículo contribuyó Tito Madrid.
[2] Francisco Muñoz y Carlos Michelena. Capitalismo Planetario (texto inédito en proceso de construcción).
[3] El programa nuclear de Irán inició en 1950 con el apoyo de Estados Unidos, hasta el cambio de gobierno iraní en 1979.
[4] Muñoz y Michelena. Op Cit.
[5] Ibíd.
[6] Arrighi, Giovanni. (2005a). “Comprender la hegemonía 1”. En New Left Review 32.
[7] “En la primera parte de este trabajo -dice Arrighi- argumenté que el reciente resurgimiento de los conceptos de «imperio» e «imperialismo» es consecuencia sobre todo de la adopción por parte de la administración Bush de un nuevo programa a raíz del 11 de septiembre, el neoconservador Proyecto para un Nuevo Siglo Americano” . En Arrighi (2005a). Op. Cit., pág. 24.
[8] Muñoz y Michelena. Op. Cit.
[9] R. Brenner en Harvey. Op. Cit., pág. 119.
[10] “El déficit presupuestario de Estados Unidos subió un 14 % en el año fiscal 2017 hasta los 666.000 millones de dólares, el mayor desde 2013, informó el Tesoro. La cifra de 2017 supone el 3,5 % del producto interior bruto (PIB) de Estados Unidos, frente al 3,2 % del PIB de 2016”. En Agencia EFE. (2017). El déficit fiscal de EE.UU. sube un 14 por ciento en 2017, y es el mayor en cuatro años.
“Se estima que la deuda pública de Estados Unidos llega a más de US$14 billones. China tiene casi US$1.2 billones en bonos del tesoro” . En BBC. (2017). Estados Unidos: las angustias financieras del país con la mayor deuda externa del mundo.
[11] Arrighi (2005a). Op. Cit., pág. 120.
[12] Ibíd., p ág. 43.
[13] Arrighi corrobora esta situación cuando afirma lo siguiente: “La más destacada de estas ocasiones fue la primera guerra de Iraq. La administración de Bush (1990) consiguió extraer de sus clientes más ricos y más dependientes militarmente (en particular Arabia saudí, Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos, Alemania y Japón) contribuciones financieras que totalizaban 54.100 millones de dólares, mientras que la contribución estadounidense de 7.000 millones de dólares equivalía a poco más de la mitad de la japonesa cifrada en 13.000 millones… En notorio contraste con las exitosas extorsiones de la primera guerra de Iraq, esta vez (2003) le toca a Estados Unidos soportar todo el peso financiero de la guerra. Alemania y Arabia Saudí no han contribuido prácticamente con nada. Incluso la promesa de 1.500 millones de dólares de Japón quedaba muy por debajo de los 13.000 millones con los que contribuyó este país a la primera guerra de Iraq”. En Arrighi, Giovanni. (2005b). “Comprender la hegemonía 2”. En New Left Review 33, p. 51.
[14] Partido que se originó a partir de la revolución islámica en Irán en la década del 60 del siglo anterior. Su tendencia dentro del Islam es el Chiismo, la misma es contraria al Sunismo que tiene su sede en Arabia Saudita. La revolución iraní y su partido Baaz tuvieron un carácter tercermundista y antiimperialista. Pudo irradiarse en otros países de Medio Oriente, especialmente en Siria e Irak, lo que marcó un límite del poder europeo y estadunidense en la región.
[15] Serbin, Andrés. (2018). “América Latina y el Caribe frente a un nuevo orden mundial: crisis de la globalización, reconfiguración global del poder y respuestas regionales”. En Andrés Serbin. Ed. América Latina y el Caribe frente a un Nuevo Orden Mundial: Poder, globalización y respuestas regionales, pág. 15. Barcelona: Icaria Editorial.
[16] Ibíd., pág. 17.
[17] El capital trasnacional opera en varios países, pero, a diferencia del funcionamiento de una empresa multinacional, pierde su base nacional.
[18] Muñoz, Francisco. (2019). Huawei y el conflicto capitalista planetario. https://www.planv.com.ec/historias/sociedad/huawei-y-el-conflicto-capitalista-planetario
[19] Walter Formento, Wim Dierckxsens y Mario Sosa. (2017). Capital Financiero Global, Crisis, Acumulación y Trabajo. https://ciepeblog.wordpress.com/2017/05/10/capital-financiero-global-crisis-acumulacion-y-trabajo/
[20] Dierckxsens, Wim y Walter Formento. (2017). El multipolarismo avanza a costa del unipolarismo. https://www.alainet.org/es/articulo/187381
[21] Dierckxsens, Wim y Walter Formento. (2016a). La crisis financiera global, unipolarismo y multipolarismo, es nacional y popular. https://www.alainet.org/es/articulo/175127
[22] Muñoz, Op. Cit.
[23] Formento, Walter. (2018). Entrevista en Asia TV. ¿Qué hay detrás del Poder Mundial? La puja entre los sectores dominantes. https://youtu.be/fw8gmQaY8oQ
[24] Formento, Dierckxsens y Sosa. Op. Cit.
[25] Dierckxsens y Formento. (2017). Op. Cit.
[26] Dierckxsens, Wim y Walter Formento. (2016b). Ganó la profundización de la Crisis Global. https://www.alainet.org/es/articulo/182448
[27] Dierckxsens, Wim y Walter Formento. (2019a). Trump Gobierno, política exterior y geoestrategia mundial. https://www.alainet.org/es/articulo/197200
[28] Dierckxsens, Wim y Walter Formento. (2019b). La prospectiva geopolítica a partir de abril-2019. https://www.alainet.org/es/articulo/199512
[29] Dierckxsens y Formento. (2019b). Op. Cit.
[30] Dierckxsens y Formento. (2019a). Op. Cit.
[31] Serbin. Op. Cit., pág. 19.
[32] Muñoz, Op. Cit.
[33] Gramsci, Antonio. (2004). Antología (Selección, traducción y notas de Manuel Sacristán). Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
[34] Fomento. (2018), Op. Cit.
[35] Bueno, Rodolfo. (2019). El silencio ensordecedor de Irán. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=257811
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
Introducción
La tensión entre Irán y EE.UU. agravada desde junio de 2019, por la acción del gobierno persa al derribar un dron norteamericano, RQ-4 Global Hawk, que surcaba cielos iraníes en claro afán de espionaje, es un elemento más de provocación, de entre otros que continúan dándose. Anteriormente y en mayo del mismo año, Irán decidió romper parcialmente el acuerdo nuclear [3] firmado con EE.UU. y algunos países europeos en 2015. Incumplimiento que se produjo tras la ruptura que, por su lado, Estados Unidos había concretado en mayo de 2018. En consecuencia, Irán aumentó el porcentaje de refinación de uranio, rompiendo el acuerdo y exigiendo a EE.UU. deponer las sanciones económicas. En junio pasado, por su parte, el régimen norteamericano amenazó al gobierno iraní con aplicar nuevas sanciones económicas, al mismo tiempo que se generó un conjunto de incidentes con barcos petroleros, especialmente del Reino Unido, que circulaban por el Estrecho de Ormuz. Finalmente, en los primeros días de agosto, se produjo un nuevo incidente con un barco petrolero del Reino Unido aumentando los niveles de tensión en la región.
Todo este conjunto de hechos y circunstancias nos muestran la creciente hostilidad en Medio Oriente, que junto a la llamada guerra comercial, como lo es la afectación a la empresa china productora de teléfonos celulares (Huawei), ponen de manifiesto nuevas condiciones mundiales, propiciando especulaciones en torno a un posible desenlace guerrerista en Medio Oriente y el planeta.
¿Cuáles son los antecedentes, características y factores que generan esta situación que podrían llevar al mundo, como dicen algunos analistas, a una posible conflagración bélica mundial?
¿Los intereses reales y las acciones de chantaje de los dos gobiernos, el iraní y el norteamericano, muestran solo una tensión circunstancial o abren un proceso de probable guerra de imprevisibles consecuencias?
Estas son las preguntas principales que este artículo intenta responder sobre la mencionada coyuntura planetaria, al mismo tiempo que tomar el pulso de la situación incierta y confusa del planeta que encubre los objetivos e intereses en juego en el conflicto en ciernes.
En este contexto, el artículo examina algunos antecedentes, factores y circunstancias de la nueva situación creada en torno a la globalización y la correlación de fuerzas en el Medio Oriente; vale decir, la situación de la globalización y sus tendencias o fracciones; el escenario y límite de la hegemonía planetaria; las disputas tecnológicas y transnacionales evidenciadas en la restricción comercial a la empresa Huawei, por parte de los Estados Unidos; las repercusiones que puede generar el conflicto sobre la disputa presidencial norteamericana, especialmente la reelección de Trump, así como la. Por otro lado, el involucramiento de algunos países de la Unión Europea en torno al acuerdo nuclear para limitar al gobierno de Irán, en algunos casos; y, en otros, distanciándose de los Estados Unidos, como las posiciones expresadas por Alemania y Francia; han dado lugar a la profundización de la llamada guerra comercial entre China y Estados Unidos y que se expresa en la imposición de nuevos derechos arancelarios, de una parte, y de otra, a la devaluación del yuan, etc., dejando abierta la posibilidad de una nueva crisis capitalista mundial.
I. Límite de la hegemonía estadounidense
Antecede a la tensión surgida entre Irán-EE.UU., el revés geopolítico que sufrió Norteamérica al perder su influencia y capacidad de decisión en la guerra civil en Siria en el 2017. De una participación activa que buscaba invadir –como en otros países- y hegemonizar sobre Siria, terminó en el 2018 retirándose del mencionado país, luego de un nuevo intento por recuperar posiciones durante el bombardeo efectuado por EE.UU, Francia y el Reino Unido en el mismo año.
Dicho revés adquiere un nivel de trascendencia en tanto pone de manifiesto el fracaso de la estrategia neoconservadora, que impulsó EE.UU. para recuperar influencia y hegemonía en el mundo, a raíz de la caída de las torres gemelas de Nueva York en el 2001.
Efectivamente, precede al conflicto mencionado, en el curso de la evolución geopolítica mundial de los últimos años (2017), la mencionada guerra civil. Situación en el que se enfrenta, conjuntamente con las fuerzas aliadas (China, Rusia, Turquía, Irán e India), el gobierno sirio de Bashar al Assad a la invasión de Siria por parte de los Estados Unidos.
En una investigación realizada sobre la situación geopolítica planetaria [4], se dice:
En consecuencia, el objetivo de afianzar la “acumulación por desposesión” en el Medio Oriente como parte del mencionado proyecto neoconservador del “Nuevo Siglo Norteamericano”, y fortalecer así la hegemonía de Estados Unidos en la región, ha tenido en Siria un gran obstáculo y un revés. La victoria de la coalición formada por Siria, Rusia, Irán, China y Hezbolá en la ciudad fortaleza de Alepo, que fue liberada del control de los terroristas apoyados por la OTAN y sus socios árabes en diciembre de 2016, es la demostración de que el poder norteamericano se encuentra cuestionado y debilitado. En ese contexto, Estados Unidos se presenta relativamente limitado para conducir el mundo en lo económico y político, es decir, el ejercicio de su tradicional hegemonía y su autoridad moral y política imperialista. [5]
En el mencionado documento, desde una visión integral, se parte de la premisa que caracteriza la situación histórica en el siglo XXI como un momento de decadencia hegemónica estadounidense, evidenciada a raíz de la crisis capitalista del 2008, donde se expresaron los límites de la potencia norteamericana “tanto en su capacidad para mantener la supremacía global, como en las problemáticas internas” [6].
Las invasiones de Estados Unidos a Afganistán (2001-2014) y a Irak (2003-2011), fueron acciones de intervención bélica que pusieron en juego la mencionada estrategia imperialista neoconservadora para inaugurar un “Nuevo Siglo (Norte) Americano” [7], donde Estados Unidos sufrió el revés mencionado, como importantes limitaciones en su acción bélica, social, cultural, política y económica.
Estrategia neoconservadora –dice el mencionado texto inédito- basada en la guerra y el saqueo a los países periféricos, especialmente del Medio Oriente, que se desplegó en circunstancias en que Estados Unidos necesitaba recuperarse de una situación de debilidad político-hegemónica, así como del momento económico crítico interno por el que atravesaba, dada la situación de desindustrialización ocasionada a consecuencia, principalmente, de que la mayoría de las corporaciones transnacionales productivas migraron sus inversiones al Asia. Así, Estados Unidos se convirtió en un país que, para sostener su altísimo y suntuoso nivel de consumo, debía acudir a grandes flujos de importaciones de mercancías y materias primas. Hecho que generó una inevitable fuga de dólares como resultado de la gran cantidad de capitales que debían salir de Estados Unidos para pagar los productos importados. [8]
Manifiesta situación económica que ha amenazado constantemente la estabilidad monetaria de Estados Unidos y ha generado, por lo tanto, un deterioro de la balanza comercial y de pagos.
La misma explosión de las importaciones –dice Brenner- que impulsó la economía mundial [durante los 90] llevó el comercio y a los déficits de cuenta corriente de EUA a niveles récord, con el crecimiento inédito de las responsabilidades de los propietarios externos [y] la vulnerabilidad sin precedentes de la economía estadounidense a la fuga de capital y al colapso del dólar. [9]
Producto de estos desbalances económicos y financieros es que el Estado norteamericano debe endeudarse a niveles exorbitantes para enfrentar la crisis y el déficit fiscal [10], cuestión que ha determinado en años anteriores que la economía norteamericana entre en una situación “profundamente distorsionada e inestable” [11], y provoque sensaciones de alarma y búsqueda de emergentes soluciones, donde se puede ubicar los principales factores que determinaron en el 2016 el surgimiento de Trump que ha intentado recuperar económicamente a EE.UU. desde posiciones ideológicas nacionalistas.
De todas formas la invasión de Irak, según el parecer de Harvey, logró básicamente “asegurar el control estratégico estadounidense sobre el abastecimiento de petróleo; evitar la formación de un bloque de poder euroasiático, e imponer una nueva sensación de orden [y seguridad] social en los propios Estados Unidos” [12].
Así, el consenso mundial que Estados Unidos había logrado décadas atrás para legitimar su proyecto imperial se encontraba, al momento de la invasión de Irak y Afganistán, sensiblemente debilitado y desacreditado. Desde la guerra de Vietnam, en la década del 70, en que Estados Unidos sufrió una gran derrota militar, hasta las intervenciones en Afganistán e Irak, se demuestra que la estrategia guerrerista ha generado en el planeta efectos contraproducentes respecto a los objetivos de dominio y hegemonía imperial. El apoyo financiero-militar de los países de la OTAN, que contribuyeron en ocasiones anteriores, como afirma Arrighi [13], a sostener las guerras ha disminuido considerablemente.
Por otro lado, la conducción guerrerista norteamericana ha sido cuestionada. En efecto, la población norteamericana criticó las guerras de Irak y Afganistán, en tanto causaron desmesurados gastos económicos y numerosas bajas en el ejército; que llevó al ex presidente Obama, en su primera elección en el 2007, a prometer finalizar las invasiones a estos países. Demostrando así la necesidad de responder a la población norteamericana que tenía una seria preocupación por estos temas, debilitando, de esta manera, las posiciones bélicas estadounidenses.
En este ambiente de disputa, uno de los acontecimientos más importantes que se dio en el siglo XXI, fue la movilización y acción político-social de los sectores subalternos conocida como “primavera árabe”, la misma que puso de manifiesto las oposiciones democráticas a ciertos regímenes autoritarios internos y al dominio imperial en la región. Movimientos de características insurreccionales que desataron, como nunca antes en la historia, masivas protestas populares con demandas democráticas que se encendieron y multiplicaron en varios países del Medio Oriente desde el 2011, y que ocasionaron el derrocamiento y la suplantación de algunos gobiernos, que, sin embargo, tendieron a asumir, posteriormente, una política más amistosa con los Estados Unidos. El caso más emblemático de este proceso fue Egipto.
Más tarde, como respuesta a la “primavera árabe”, se impulsó, en primer lugar, la invasión de tropas de la OTAN a Libia (2011), al mismo tiempo que se incentivó la guerra civil siria. Esta guerra-como se dijo antes-representó un fenómeno distinto a los conflictos regionales precedentes, puesto que su proceso y desenlace abrió la posibilidad de un cambio en la correlación de fuerzas, que hizo posible el triunfo del gobierno sirio de Bashar Al Assad en alianza con Rusia, Irán, China y Líbano, permitiendo un importante cambio geoestratégico y limitando la hegemonía estadounidense.
De todas formas, la estrategia neoconservadora norteamericana pudo establecer, en los hechos, una posición de control político-militar en Medio Oriente. Estados Unidos dio un grave golpe a los gobiernos que le eran incómodos y contrarios en la región, principalmente los alineados con el partido BAAZ [14]. Es el caso del gobierno iraquí de Sadam Hussein, país que fue devastado y destruido por los norteamericanos. En este contexto, el hegemón mundial amenazó a Irán, su principal enemigo en la región, tensando las relaciones, sobretodo, por el programa nuclear del país persa, obligándole a un acuerdo sobre energía nuclear.
Adicionalmente, se puede afirmar que esta ofensiva militar y control imperialista en Medio Oriente logró fortalecer a sus dos socios estratégicos en la región, Israel, que logró afianzar su dominio sobre los palestinos, y Arabia Saudita, que ha generado una oleada de expansión de su ideología político-religiosa, el llamado wahabismo, a través de grupos extremistas armados.
II. Conflicto comercial y previsiones
Otro rasgo del contexto del mencionado conflicto, constituye la situación de la multifacética crisis capitalista iniciada en el 2008, que ha generado tensiones comerciales mundiales, así como ha abonado en el debilitamiento histórico de la hegemonía norteamericana; poniendo de manifiesto la crisis del capitalismo y de la humanidad, y anunciando procesos de tránsito civilizatorio, como sostienen varios analistas, entre ellos Immanuel Wallerstein.
Momento que configura una nueva situación geopolítica a inicios del siglo XXI. Colocando algunas premisas y pistas para la comprensión del tipo y forma, como límite, de las crecientes tensiones actuales entre Irán y EE.UU.
Se requiere, por otro lado, tomar el pulso a la llamada “guerra comercial” entre EE.UU. y China, que se inició en septiembre de 2018. Luego de la última reunión del G-20, que se realizó en Osaka-Japón en junio de 2019, en la que se manifestó por parte del gobierno norteamericano la disposición a solucionar el conflicto comercial, concretando la negociación entre EE.UU. y China; se ha generado, en los primeros días de agosto de 2019, incidentes en torno al conflicto comercial, en esta ocasión a través, principalmente, de la devaluación del yuan como medida del gobierno chino para enfrentar el incremento del 10% de impuestos a las exportaciones chinas a EE.UU, que llevaría hasta finales de 2019 a generalizar las imposiciones arancelarias a un 95% de los productos que ingresan a Estados Unidos desde el país asiático. En una última declaración del presidente Trump, en septiembre, amenaza a China con desatar una guerra comercial integral.
En el marco de la reunión del G-20, por otro lado, se anunció la decisión de superar el conflicto con la empresa china Huawei, eliminando la prohibición de uso del sistema operativo Android. En dicha decisión, se dejaba en libertad a la corporación norteamericana Google para que preste sus servicios a la empresa asiática posibilitando, en consecuencia la participación de otras corporaciones y empresas norteamericanas y europeas vinculadas a dicha compañía. Sin embargo, a pocos días de la mencionada decisión el gobierno norteamericano volvió a restringir la relación de Google con la firma asiática.
Este hecho y negociación (avances y retrocesos), como tensión entre una importante corporación transnacional y el Estado y gobierno norteamericano, permite advertir uno de los cambios importantes del proceso de reestructuración política del dominio mundial. El poder constituido de las grandes corporaciones trasnacionales, como es el caso de Google, presionan por una salida negociada al Estado y gobierno norteamericano para dar continuidad a su fuerza y procesos de desarrollo e inversión económica; evidenciándose así, en este contexto, la contradicción entre la línea de comportamiento económico-político de Trump y la tendencia globalista financiera. Fenómeno, enlazado e interrelacionado con la potencia asiática, que a estas alturas de la historia adquiere una sustantiva influencia en la escena global en el contexto de la disputa hegemónica en torno a la reestructuración de la globalización.
El acelerado crecimiento de China -como dice Serbin- generó, junto con el crecimiento de otros actores asiáticos, un progresivo desplazamiento del centro de dinamismo económico mundial del Atlántico hacia el Asia Pacífico [15].
En esencia, el proceso plantea la posibilidad de una contradicción entre la globalización desarrollada en términos del intercambio de bienes, servicios, personas e ideas en un marco de creciente interdependencia y una des-globalización que se despliega a través de una fragmentación regional, de órdenes normativos superpuestos y de múltiples dependencias. Y, eventualmente, de una confrontación entre el orden liberal internacional establecido y la emergencia de un potencial orden euroasiático que no responde a los valores políticos liberales y que apunta a dar forma a nuevas modalidades de gobernanza global menos universal y más fragmentada, que pone bajo signo de interrogación la posibilidad de mantener las instituciones y normas cosmopolitas o liberales surgidas en la etapa previa y la capacidad de desarrollar alguna modalidad de gobernar el mundo. [16]
En esta perspectiva examinada, cabe dejar formuladas importantes preguntas a ser desarrolladas en el curso de la indagación mencionada: ¿qué relación se puede encontrar entre, el hecho económico, por una parte, expresado en el conflicto China-EE.UU. en torno a la imposición y negociación de impuestos arancelarios en el comercio exterior y, por otra, el geopolítico/geoeconómico expresado en la tensión político-militar entre EE.UU. e Irán en Medio Oriente?
Adicionalmente, cabe formular otra cuestión: ¿cómo influye esta disputa en el curso de la conflictiva relación político electoral para elegir presidente de los EE.UU. en el 2020 y cómo, por otro lado, se refleja dicho proceso en el conflicto en ciernes del Golfo Pérsico, teniendo en cuenta que el ámbito planetario adquiere dimensiones internas nunca antes expresadas en la disputa o resolución electoral entre demócratas y republicanos en EE.UU.?
III. La geopolítica planetaria
La comprensión y previsión del desenlace del conflicto, que muchos analistas consideran podría provocar una situación de guerra planetaria y/o de escaramuza guerrerista en Medio Oriente, requiere examinar y ubicar su dimensión estructural, atendiendo a las determinaciones capitalistas que concurren y definen el cambio de la situación actual.
Una lectura correcta, metodológicamente hablando, propia del pensamiento crítico, debe tratar de desentrañar la realidad de los intereses de las diferentes fracciones globalizadoras y las contradicciones en juego entre estas, en donde el conflicto Irán-Estados Unidos aparece como un punto de inflexión en la evolución del forcejeo geopolítico mundial que se manifiesta, adicionalmente, en la competencia electoral presidencial entre los dos partidos principales de Estados Unidos.
Estamos frente a una coyuntura mundial confusa e incierta, que brota en esta fase de la cambiante globalización, en que expresa, esencial o estructuralmente, un momento de tensión, entre el capital financiero multinacional que surgió, principalmente, como respuesta al cambio de patrón de acumulación capitalista en la década de 1970 del siglo XX, cuando los límites de acumulación del capital dieron lugar a la financiarización económica, frente al cada vez mayor predominio del capital financiero globalizante-transnacional [17], resultado histórico de la acumulación de capital y del capitalismo, que se ha puesto de manifiesto en el siglo XXI. En este sentido vale decir, entre los intereses del capital financiero ligado a la transnacionalización y globalización, que se ha independizado de sus vínculos nacionales y los procesos y situaciones como intereses del anterior proceso de acumulación del capital ligado a las naciones y al capital financiero, donde se encuentran los vínculos con el complejo militar industrial, así como rezagos de tendencias, material e ideológicamente, nacionalistas.
Los impulsos endógenos nacionalistas de Trump –decíamos en el artículo sobre Huawei [18] - que buscan defender el mercado, las empresas norteamericanas y el desarrollo de la tecnología de punta y de seguridad nacional, se encuentra en esta encrucijada de las nuevas y efectivas condiciones económico-materiales-tecnológicas (las llamadas fuerzas productivas) del capitalismo actual que crea el contexto para limitar u obstaculizar la aplicación del decreto emitido el 14 de mayo [que restringía la relación comercial de las empresas norteamericanas con Huawei].
Como dicen Win Dierckxsens y Walter Formento [19], la globalización es “la mundialización de la ley del valor” es decir, es la mundialización de la acumulación capitalista y conlleva a un “proceso de desarrollo de una nueva forma de capital financiero (forma global o transnacional) que emerge y lucha por imponerse frente a la forma dominante anterior, el capital financiero multinacional” [20]. Por eso, los mencionados autores sostienen que,
El poder hoy por hoy parte del estado/universal. No hay poder en el Estado/Nación solo Nación, ni tampoco en el Estado/Continente solo Unión Continental, solamente como Estado/Universal (Estado/Global para las ETN´s [Empresas Transnacionales]) se puede construir poder/soberanía constituyendo Estado en lo nacional y continental. [21]
En el mencionado artículo sobre Huawei y el Conflicto Planetario [22] se formularon hipótesis sobre la situación mundial, que nos dejan ver rasgos nuevos y específicos de la situación estructural de la globalización capitalista.
El cambio molecular de la globalización generado por la tensión multinacional- transnacional, y por la importante presencia estructural activa de China, que interrelaciona regiones, naciones, sectores y empresas vinculadas a una misma producción o servicio, como se evidencia en el conflicto con la empresa Huawei; constituye un primer factor.
La constatación de la disputa mundial, múltiple y heterogénea, de estas dos formas de acumulación capitalista: la multinacional y la transnacional, constituye un segundo factor que alcanza un predominio económico y político en la globalización donde se puede observar, hipotéticamente, las siguientes tendencias y/o fracciones:
Uno. La fracción globalista ligada al desarrollo transnacional del capital corporativo y financiero global, conformada por una red planetaria, multilateral y unipolar de cities financieras [23] y de empresas transnacionales [24] y que en el desarrollo futuro puede coincidir objetivamente con la iniciativa de China denominada la Ruta de la Seda.
Dos. La llamada fracción continentalista que pone de manifiesto la representación de las empresas multinacionales [25] y que, en los Estados Unidos, están íntimamente ligadas al complejo industrial militar [26], vale decir de aquellas que se desarrollaron desde una base nacional para incursionar en el mundo, en razón de la necesidad de la acumulación, como alternativas corporativas financieras al capital productivo de la época fordista del Estado de bienestar. En esta medida constituyen la base material de la globalización.
Tres. En este entorno se puede identificar la presencia débil y dispersa del capital local donde se encuentra la industria nacional y la oligarquía financiera estadounidense [27], al mismo tiempo que se diferencia y se opone a los tratados comerciales globalistas: el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) y el Acuerdo de Comercio en Servicios (TISA); todos ellos organizados para impulsar una fuerte vinculación globalista con el mundo. Es, a este nivel, que se expresa y diferencia la línea endógena nacionalista de Trump, que discrepa, además, con los tratados continentalistas como el de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) [28].
Cuatro. Dierckxsens y Formento señalan como otra tendencia de la globalización, la llamada “Gran Formación Social Emergente”, donde se encuentra, principalmente, China, Rusia, Irán, y cuyo resultado geopolítico se evidenció -decíamos- en la constitución del bloque que durante la guerra civil en Siria enfrentó el intento de dominio e invasión norteamericana. Es una red de polos regionales, de capitalismo social de Estado y empresas estatales orientadas en una economía real productiva, desplegando redes de comercio, infraestructura y energía como es el caso de la iniciativa china conocida como la Ruta de la Seda [29].
Cinco. Como manifiestan los antes mencionados autores, la globalización actual se encuentra frente a otra tendencia de importante influencia en el campo ideológico y espiritual a la que denominan “multipolarismo universal del Humanismo Ecuménico e Inter-religiones” [30] conformada por las grandes religiones monoteístas, de relativa vecindad con la “Gran Formación Social Emergente”.
Este complejo entramado de actores –dice Serbín- da lugar a la emergencia de un nuevo mundo que no refleja los intereses de un poder hegemónico superior, ni siquiera de un grupo de poderes con la capacidad suficiente de imponer su voluntad, de manera sostenida al resto, lo cual hace difícil identificar quién determinará las nuevas reglas de juego imperantes en el sistema. [31]
Finalmente, en las hipótesis del artículo sobre Huawei [32] se argumentaba sobre el importante vínculo –de dimensión no conocida antes- entre el conflicto geopolítico mundial y la disputa electoral hoy de la presidencia de EE.UU. Hecho geopolítico mencionado y analizado en este artículo que influye, de manera determinante, en las elecciones norteamericanas y estas, a su vez, en los conflictos mundiales, como el examinado entre Irán y EE.UU. Aquí se puede, hipotéticamente, evidenciar dos escenarios principales.
Primer escenario, el triunfo de la reelección de Trump como resultado de una múltiple negociación con sectores de derecha que expresan las antípodas entre globalistas y continentalistas norteamericanos; es decir, entre intereses ligados al desarrollo multinacional, de una parte, e intereses relacionados con el desarrollo transnacional de punta, de otra, en una suerte de nacionalismo a ultranza que defiende el desarrollo endógeno y la recuperación de la economía nacional norteamericana. En esta perspectiva, el candidato Trump se encuentra comprometido con la cúpula reaccionaria del Partido Republicano (Tea Party, halcones o neoconservadores) y algunas posiciones de derecha ligadas al Partido Demócrata. Se presenta como una salida electoral a contrapelo de la tendencia globalista financiera mundial.
Segundo escenario, la presencia de un candidato demócrata para enfrentar la reelección de Trump, que abra una perspectiva distinta hacia una línea ideológica socialdemócrata. Proceso difícil de concretar, en tanto muestra un vacío político al carecer de una figura capaz de enfrentar a Trump. Su representación política, por otra parte, no alcanza a expresar los múltiples intereses de diversos sectores, sociales, ciudadanos y subalternos de Estados Unidos en la hora actual.
En todo caso, la posibilidad de uno u otro escenario depende, en mucho, del ambiente político electoral que se encuentra madurando en EE.UU.; de orden económico, como los efectos en los consumidores de las decisiones de comercio en la disputa con China; social, como la arremetida inmisericorde de Trump contra los inmigrantes; y de orden ideológico, como la postura racista de defensa del “blanco norteamericano”, que excluye la representación de amplios sectores “no blancos” de la población estadounidense; entre los principales. En esta perspectiva la salida del Gobierno de Trump, hace unos pocos días del Asesor de Seguridad Nacional Jon Bolton, conocido por su radical posición guerrerista frente a Irán y otros países, constituye una condición política ligada a la necesidad electoral de EEUU.
IV. Conclusiones
El conjunto de reflexiones expuestas en párrafos anteriores ponen de manifiesto la compleja situación de la globalización. Algunos elementos examinados permiten observar cambios estructurales o sustantivos que se han dado en el curso de la mundialización planetaria en el siglo XXI. Constituye el contexto del conflicto entre Irán y EE.UU. en la determinante encrucijada de poder (geopolítica), que pone de manifiesto la contradicción entre el bloque (Rusia, China e Irán) y Estados Unidos y sus aliados (Israel y Egipto). Esto ha generado una situación –como diría Gramsci [33] - de “equilibrio-inestable de fuerzas”. Concepción teórico política del autor italiano para referirse a la situación de madurez de las condiciones existentes, en una determinada correlación de fuerzas internas o externas, en el proceso de lucha política hegemónica por el poder; y que permite conjeturar sobre el equilibrio inestable en la situación analizada en este artículo. En este contexto, propio del siglo XXI, Formento anota:
Irán […] empieza a tener un diálogo cada vez más estructural con los BRICS. Un Irán que tiene tecnología, ciencia, industria, pero que, además, es una potencia gasífera, […y] tiene un lugar en el mundo del humanismo musulmán chiita, por lo tanto es una pieza clave [de la nueva geopolítica] [34].
En esta perspectiva examinada de equilibrio de fuerzas se requiere, por otro lado, considerar lo que afirma Rodolfo Bueno [35]:
Si se desatara la guerra real e Irán cerrara el estrecho de Ormuz, la economía mundial se afectaría: el precio del crudo podría subir hasta los 300 dólares por barril, situación insostenible para EE.UU., Europa, China […]; los mercado bursátiles se desplomarían como consecuencia de la disminución del valor de las acciones en todo el planeta; la economía global no soportaría las consecuencias de esos efectos negativos; la existencia de Israel y el reino Saudí estaría en jaque y, por ende, la paz mundial peligraría. Estos ingredientes son complejos y muy difíciles de controlar, porque involucran a varios países, peor todavía si se pretende imponer soluciones jaladas de los cabellos y eso es lo que Trump no entiende y no le gusta entender.
En este contexto, el conflicto Irán-EE.UU. se encuentra condicionado, así mismo por algunas circunstancias de orden económico y político que influyen sobre el desenlace de la mencionada tensión y el curso de la globalización. En este sentido, encontramos, como un factor especial, el importante proceso de producción y comercialización del petróleo que circula por el Golfo Pérsico, principalmente desde Irán y, en esta medida, el caso de la comercialización e incremento inmediato de los precios del petróleo, como resultado del conflicto que podría eventualmente beneficiar intereses de sectores vinculados con el presidente Trump.
También es necesario considerar la influencia de la situación compleja de la carrera por la hegemonía nuclear controlada básicamente por los Estados Unidos, y expresado en el acuerdo establecido en el Plan de Acción Integral Conjunto. Este es un factor importante en el posible desenlace del mencionado conflicto, puesto que balancea la situación de tensión, abriendo contrapesos políticos con la Unión Europea, la misma que fue parte del acuerdo y compromiso para frenar el programa nuclear en Irán.
Adicionalmente, es necesario tener en cuenta, para calibrar los límites del desenlace del conflicto y su situación de equilibrio el fracaso de la estrategia neoconservadora, que condujo en el pasado al gobierno de Obama a dar un paso atrás respecto al guerrerismo generado en el periodo de Bush, y girar, manteniendo la fuerza militar, hacia una estrategia compleja de cooperación y negociación, especialmente, en el caso de países como Irán.
En conclusión y recapitulando, la tensión entre EE.UU. e Irán, que expresa un momento de la nueva situación de la globalización, la decadencia y declinación hegemónica, luego del revés norteamericano en Siria en el 2018, requiere tener en cuenta a futuro las siguientes principales tendencias: la aproximación de una nueva crisis capitalista mundial; la tensión comercial que se encuentra cada vez más próxima al conflicto China-EE.UU.; el debilitado crecimiento económico mundial; y, el decadente proceso en el mundo desarrollado de las condiciones política y democráticas.
El artículo deja abierto el debate sobre las tendencias reales estructurales de la globalización, la disputa por el control geopolítico de esa importante región y, el posible desenlace del conflicto que tiene relación con los aspectos estructurales y circunstanciales examinados.
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Notas
[1] En la elaboración de este artículo contribuyó Tito Madrid.
[2] Francisco Muñoz y Carlos Michelena. Capitalismo Planetario (texto inédito en proceso de construcción).
[3] El programa nuclear de Irán inició en 1950 con el apoyo de Estados Unidos, hasta el cambio de gobierno iraní en 1979.
[4] Muñoz y Michelena. Op Cit.
[5] Ibíd.
[6] Arrighi, Giovanni. (2005a). “Comprender la hegemonía 1”. En New Left Review 32.
[7] “En la primera parte de este trabajo -dice Arrighi- argumenté que el reciente resurgimiento de los conceptos de «imperio» e «imperialismo» es consecuencia sobre todo de la adopción por parte de la administración Bush de un nuevo programa a raíz del 11 de septiembre, el neoconservador Proyecto para un Nuevo Siglo Americano” . En Arrighi (2005a). Op. Cit., pág. 24.
[8] Muñoz y Michelena. Op. Cit.
[9] R. Brenner en Harvey. Op. Cit., pág. 119.
[10] “El déficit presupuestario de Estados Unidos subió un 14 % en el año fiscal 2017 hasta los 666.000 millones de dólares, el mayor desde 2013, informó el Tesoro. La cifra de 2017 supone el 3,5 % del producto interior bruto (PIB) de Estados Unidos, frente al 3,2 % del PIB de 2016”. En Agencia EFE. (2017). El déficit fiscal de EE.UU. sube un 14 por ciento en 2017, y es el mayor en cuatro años.
“Se estima que la deuda pública de Estados Unidos llega a más de US$14 billones. China tiene casi US$1.2 billones en bonos del tesoro” . En BBC. (2017). Estados Unidos: las angustias financieras del país con la mayor deuda externa del mundo.
[11] Arrighi (2005a). Op. Cit., pág. 120.
[12] Ibíd., p ág. 43.
[13] Arrighi corrobora esta situación cuando afirma lo siguiente: “La más destacada de estas ocasiones fue la primera guerra de Iraq. La administración de Bush (1990) consiguió extraer de sus clientes más ricos y más dependientes militarmente (en particular Arabia saudí, Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos, Alemania y Japón) contribuciones financieras que totalizaban 54.100 millones de dólares, mientras que la contribución estadounidense de 7.000 millones de dólares equivalía a poco más de la mitad de la japonesa cifrada en 13.000 millones… En notorio contraste con las exitosas extorsiones de la primera guerra de Iraq, esta vez (2003) le toca a Estados Unidos soportar todo el peso financiero de la guerra. Alemania y Arabia Saudí no han contribuido prácticamente con nada. Incluso la promesa de 1.500 millones de dólares de Japón quedaba muy por debajo de los 13.000 millones con los que contribuyó este país a la primera guerra de Iraq”. En Arrighi, Giovanni. (2005b). “Comprender la hegemonía 2”. En New Left Review 33, p. 51.
[14] Partido que se originó a partir de la revolución islámica en Irán en la década del 60 del siglo anterior. Su tendencia dentro del Islam es el Chiismo, la misma es contraria al Sunismo que tiene su sede en Arabia Saudita. La revolución iraní y su partido Baaz tuvieron un carácter tercermundista y antiimperialista. Pudo irradiarse en otros países de Medio Oriente, especialmente en Siria e Irak, lo que marcó un límite del poder europeo y estadunidense en la región.
[15] Serbin, Andrés. (2018). “América Latina y el Caribe frente a un nuevo orden mundial: crisis de la globalización, reconfiguración global del poder y respuestas regionales”. En Andrés Serbin. Ed. América Latina y el Caribe frente a un Nuevo Orden Mundial: Poder, globalización y respuestas regionales, pág. 15. Barcelona: Icaria Editorial.
[16] Ibíd., pág. 17.
[17] El capital trasnacional opera en varios países, pero, a diferencia del funcionamiento de una empresa multinacional, pierde su base nacional.
[18] Muñoz, Francisco. (2019). Huawei y el conflicto capitalista planetario. https://www.planv.com.ec/historias/sociedad/huawei-y-el-conflicto-capitalista-planetario
[19] Walter Formento, Wim Dierckxsens y Mario Sosa. (2017). Capital Financiero Global, Crisis, Acumulación y Trabajo. https://ciepeblog.wordpress.com/2017/05/10/capital-financiero-global-crisis-acumulacion-y-trabajo/
[20] Dierckxsens, Wim y Walter Formento. (2017). El multipolarismo avanza a costa del unipolarismo. https://www.alainet.org/es/articulo/187381
[21] Dierckxsens, Wim y Walter Formento. (2016a). La crisis financiera global, unipolarismo y multipolarismo, es nacional y popular. https://www.alainet.org/es/articulo/175127
[22] Muñoz, Op. Cit.
[23] Formento, Walter. (2018). Entrevista en Asia TV. ¿Qué hay detrás del Poder Mundial? La puja entre los sectores dominantes. https://youtu.be/fw8gmQaY8oQ
[24] Formento, Dierckxsens y Sosa. Op. Cit.
[25] Dierckxsens y Formento. (2017). Op. Cit.
[26] Dierckxsens, Wim y Walter Formento. (2016b). Ganó la profundización de la Crisis Global. https://www.alainet.org/es/articulo/182448
[27] Dierckxsens, Wim y Walter Formento. (2019a). Trump Gobierno, política exterior y geoestrategia mundial. https://www.alainet.org/es/articulo/197200
[28] Dierckxsens, Wim y Walter Formento. (2019b). La prospectiva geopolítica a partir de abril-2019. https://www.alainet.org/es/articulo/199512
[29] Dierckxsens y Formento. (2019b). Op. Cit.
[30] Dierckxsens y Formento. (2019a). Op. Cit.
[31] Serbin. Op. Cit., pág. 19.
[32] Muñoz, Op. Cit.
[33] Gramsci, Antonio. (2004). Antología (Selección, traducción y notas de Manuel Sacristán). Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
[34] Fomento. (2018), Op. Cit.
[35] Bueno, Rodolfo. (2019). El silencio ensordecedor de Irán. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=257811
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