jueves, 23 de julio de 2020

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Electrosensibilidad, 5G y el determinismo biológico como caballo de Troya

Electrosensibilidad, 5G y el determinismo biológico como caballo de Troya


Fuentes: Rebelión

Existe todo un movimiento organizado que reivindica una moratoria en la implantación del 5G, la reducción de las emisiones de estas radiaciones y un mayor estudio de sus efectos sobre la salud. Los argumentos de los promotores de su desmantelamiento son diversos: ambientales, energéticos, decrecentistas, por los problemas que generará en la investigación astronómica, o por motivos de salud. En este último, sus detractores van desde los que afirman que es causante de la electrosensibilidad, una enfermedad “ambiental emergente”, que sufren miles de personas y cuya etiología no ha sido descubierta, a ser responsable del incremento de enfermedades como el cáncer; pasando por teorías como que es causante de la pandemia de la COVID19. 

La divulgación científica de masas afronta este asunto como otro objetivo blando, tipo homeopatía, chemtrails, etc. Y lo hace con arrogancia, autoritarismo y cientifismo. Siendo el cientifismo el motor del negacionismo científico. Además, desde los 80, la medicina se encuentra en un proceso de “biomedicalización”, que consiste en una transformación tecnocientífica de los conceptos de salud y enfermedad (Clarke, 2003). La biomedicalización tiene un brazo tecnocientífico, donde lo sanitario se mercantiliza, donde la tecnología domina lo epistemológico. La medicina, una “ciencia social” (Rudolf Virchow), que de manera holística (término denostado) debería afrontar el bienestar humano, se ha convertido en un taller de coches. Un coche funciona o no, y cuando se estropea se diagnostica el problema y se intenta arreglar. 

Otro elemento fundamental de la biomedicalización es que ha extendido en las sociedades una ideología reduccionista, el determinismo biológico. Aquel dogma por el que todo fenómeno en los organismos se puede reducir a una fenómeno biológico. Desde un resfriado a una depresión tiene una explicación biológica de que algo en el coche no va bien. Sin embargo, aunque el material que compone el coche es acero y plástico, pero esos materiales, sus engranajes, no explican el funcionamiento del coche. De igual manera, las neuronas y sus conexiones son la base material de la consciencia, pero no la explican. Así, si algo cambia en esa base material repercutirá en el comportamiento, las emociones, etc. pero eso no significa que los cambios en las emociones estén causadas por alteraciones comprensibles en la materia. Atención, no estamos defendiendo la existencia del alma como entidad separada de la materia, sino criticando el idealismo por el que la ideología reduccionista dominante pretende que las propiedades emergentes como la consciencia se reduzcan a mecanismos biológicos.

El tercer elemento es el solucionismo. Tenemos la explicación biológica (mecanicista), tenemos la tecnología (tecnociencia) – y si no, es cuestión de tiempo y recursos producirla – y por tanto tenemos la solución, tecnológica. Este fenómeno, que apenas tiene unas pocas décadas, acelerado por desarrollos tecnocientíficos como la genómica, tiene profundas consecuencias sociales y médicas.

Pongamos como ejemplo la depresión, cajón de sastre de criterios muy laxos, que casi siempre tiene unas causas estructurales (económicas, emocionales, históricas) y, por tanto, habría que afrontarlas de manera sistémica. Sin embargo, la ideología biologicista ha hecho que ya no sea un fenómeno que trasciende al individuo que necesita por un lado de cuidados, sostén y psicoterapia, abordaje individual, y por otro de soluciones estructurales (laborales, económicas, sociales), sino un fenómeno biológico que puede ser corregido mediante tecnología. Tú no estás jodido porque en este mundo lo raro es no estarlo, sino por tus desequilibrios en la serotonina. La consecuencia de este fenómeno es la medicalización de todos los fenómenos categorizados como “enfermedad”. Por eso, a menudo se habla de que se están generando nuevas enfermedades (enfermos). Otros ejemplos son el trastorno de déficit de atención e hiperactividad, o el autismo. Es obvio que no puede ser que en solo unos pocos años nos hayamos encontrado con una epidemia de autismo, sino que se están catalogando como ese síndrome una variedad enorme de sufrimientos, para así abordarlos de manera determinista. 

Porque la biomedicalización y la ideología biologicista no solo lleva al tratamiento biológico de todo lo considerado enfermedad, sino a la parcelación y segmentación de fenómenos psicológicos, y a menudo culturales, para conseguir “el diagnóstico”. Surge el paradigma de la “enfermedad mental”, que lleva asociado por supuesto el negocio de la psicofarmacologia expansiva.

En esta década, con el abaratamiento de la secuenciación masiva, este biologicismo con los fenómenos psicológicos (con o sin sufrimiento), ha llevado a un fuerte resurgir de una neo-eugenesia, financiada con dinero público, con la que estos “científicos” asocian patrones de expresión génica con la susceptibilidad a la pobreza, a la posibilidad de ser víctima de abuso infantil, o a la homosexualidad. Y por tanto, susceptible de corrección de todas estas desviaciones de la norma.

Por otro lado, y con la crisis de la Covid-19 se está viendo acentuado, existen muchísimas personas que sufren a las que la biomedicina es incapaz de diagnosticar, o sea, de encasillar. Para ello, continuamente se generan nuevas categorías “médicas” sin etiología biológica, cajones de sastre para personas sufrientes, mientras se encuentra el “marcador”. Pero claro, para la biomedicina, si no tienes un relato biológico, ahí se incluirían muchísimas “enfermedades raras”, eres una persona enferma de tercera división, cuando no directamente psicosomático, y por tanto loca.

Aquí podemos introducir otro elemento. La arrogancia científica y médica a la que llaman “medicina basada en la evidencia”. De esa manera se arrogan la autoridad para decir qué es una enfermedad, o una “histeria”, que tiene que ser tratada como enfermedad mental no catalogada, con fármacos anuladores.

Entonces, las personas sufrientes, que no encajan en el dogma del todo es biológico, ¿qué tienen que hacer para ser cuidadas y atendidas para mejorar su estado? Buscar y hacer lobby para que se busque la fuente biológica de su mal. ¡Qué remedio! Porque si no, son simplemente mujeres vagas, quejicas, histéricas, que quieren una paguita por no hacer nada. El clavo ardiendo es la prueba de lo material, lo biológico, que hará que los señores, médicos y científicos, pero también jueces y seguridad social, entonces sí, se fijen en su sufrimiento. Si no, ni ayuda médica, ni ayuda social.

¿Con qué problema nos encontramos? ¿Cómo resolvemos este entuerto sin paternalismos, condescendencia ni pensamiento mágico o postulados anticientíficos?

Pues es un temazo, como dicen. En una sociedad donde lo que no tiene base material no existe, y donde hay que explicarlo todo de manera mecanicista, no hay cabida para fenómenos que la ciencia al uso no puede explicar. Parto del escepticismo, o sea, de que la ciencia no ha desvelado todos los misterios de la naturaleza, y que a lo mejor no lo podrá hacer.

Pero estamos convencidos de que existe una vía de en medio, una alternativa al dualismo. No existen evidencias en la física o la biología que expliquen que la 5G, esa longitud de onda de la TDT, una onda de radio, sea causante de todos esos efectos biológicos que desde grupos como Plataforma STOP 5G, Ecologistas en acción o la asociación Electro Químico Sensibles por el Derecho a la Salud se dicen. En esta última he buscado alguna referencia científica (revisada por pares) pero no tienen ninguna en su página. Me han enviado decenas de textos, vídeos, conferencias sobre los efectos de estas radiaciones sobre la biología y sin embargo aún nadie me ha mostrado nada coherente con el consenso científico y la biología fundamental. 

Las personas de esos colectivos, el “consenso científico” lo asocian al autoritarismo. Sin embargo, tomado con sano escepticismo, el consenso científico es lo que nos permite agarrarnos a una realidad cada vez más volátil, más dependiente de los relatos, pensamientos mágicos y bulos. Véase por ejemplo el cambio climático, si no fuese porque las organizaciones ecologistas se han basado y agarrado al consenso científico, estaríamos aún peor. La evidencia científica debe ser publicada en revistas científicas y revisadas por pares, y para que haya consenso tiene que ser reproducida por grupos independientes. Y al contrario también hay ejemplos. No hay consenso científico en que la energía nuclear sea una alternativa a las energías fósiles, sin embargo, sí hay un potente lobby científico pro-nuclear. 

Y eso es lo que más desconcierta en Ecologistas en acción. Hoy día son el colectivo que mejor sabe leer la evidencia científica en aspectos ambientales y de crisis energética, así como muchos de sus miembros son los que mejores propuestas anticapitalistas tienen. Sin embargo, en aspectos como la “contaminación electromagnética” es justamente lo opuesto, no interpretan correctamente la evidencia. Evidentemente esto tiene que ver con su historia y su pluralidad. 

Ecologistas apoya la “Declaración científica internacional de Madrid”.  En ella se hacen afirmaciones muy serias: “La exposición a campos electromagnéticos artificiales…generan una situación indiscutible e insoslayable de impacto en la salud pública”; Pongamos otro ejemplo: “resoluciones firmadas por cientos de científicos y médicos independientes que están alertando de que estas tecnologías, “en niveles miles de veces por debajo de las directrices legales actuales”, “son extremadamente dañinas para toda clase de vida”. Ponen un enlace, pero ahí no encuentro ningún artículo científico. Después siguen: “Dos mil artículos científicos revisados por pares hablan de cáncer, estrés celular, radicales libres dañinos, daños genéticos, cambios estructurales y funcionales del sistema reproductivo, déficit de aprendizaje y memoria, trastornos neurológicos…” ¿hablan? Por supuesto que hay muchísimos estudios al respecto, pero ¿esos dos mil artículos concluyen que esas radiaciones son “extremadamente dañinas para toda clase de vida”? 

¿Existe toda una conspiración para ocultar esa clamorosa evidencia por parte de científicos e instituciones?

En Rebelion.org se publicó esta entrevista a Blanca Salinas Álvarez, miembra de Ecologistas en acción. Este párrafo de la entrevista es muy representativo:

Las investigaciones apuntan a que los químicos y las ondas interactúan. Muchos de los químicos que todos tenemos en sangre (la media es de 40 químicos, sólo el 2% de ellos estudiados antes de su introducción en el mercado) son xenoestrógenos, disruptores endocrinos que imitan a los estrógenos, hormona femenina por excelencia. Se acumulan en la grasa y las mujeres tenemos un 20% más de materia grasa, luego somos bioacumuladoras. Estas sustancias alteran todos los equilibrios hormonales femeninos y afectan también al sistema nervioso, inmunológico y celular. Estudios científicos apuntan a que las ondas electromagnéticas agravan el problema, pues entre otras cosas, abren la barrera hematoencefálica que protege al cerebro (lo que posibilita que esos químicos accedan a él) y abren excesivamente los canales iónicos celulares dependientes de voltaje, especialmente los canales de calcio, generando un fuerte estrés oxidativo y graves daños celulares y metabólicos.

Estas afirmaciones plantean problemas de comunicación graves al no tener ningún sentido biológico. Si alguien dijera que los aviones vuelan porque a 11 mil metros hay menos gravedad, todo el mundo se daría cuenta que no tiene sentido, que la gravedad sigue siendo lo suficientemente alta a esa altura para hacer caer el avión. Y eso se sabe porque la física lo ha demostrado (no solo la experiencia). Sin embargo, cuando alguien sin formación en biología dice que los disruptores interaccionan con las ondas electromagnéticas y abren los canales iónicos dependientes de voltaje, especialmente los canales de calcio, generando estrés oxidativo… Se han puesto muchas palabras de biología raras seguidas sin ningún sentido. 

Y así podríamos poner muchísimos ejemplos de la pobrísima calidad epistemológica del argumentario sobre salud y 5G. Pero, de nuevo, el diálogo es inviable cuando para las cuestiones de cambio climático el consenso científico sirve, mientras que para las cuestiones de biología celular ni siquiera los libros de texto, el ABC de la biología más que demostrada vale, y se convierte entonces en arrogancia cientifista. 

Para los que estamos en contra de la implantación del 5G por motivos ambientales y socio-políticos (desarrollismo vs. decrecentismo), nada nos gustaría más, de verdad, que encontrar un buen artículo, con sus controles, que demuestre un efecto tan pernicioso sobre la salud. Es muy importante dejar claro que el que no se hayan demostrado sus efectos biológicos, no quiere decir que haya que afirmar categóricamente que no existan. De hecho, la OMS, a través de la IARC, catalogó en 2011 a las radiaciones no ionizantes de los móviles dentro del grupo 2B de los posibles riesgos de cáncer, grupo en el que están los agentes que es posible que sean cancerígenos. Es decir, se tiene algún indicio de peligro a las dosis que estamos recibiendo pero no es en absoluto convincente y, ni mucho menos, es probable que lo haya. La lista 2B de la IARC recoge actualmente a 313 agentes clasificados como «Posibles carcinógenos en humanos”. O sea, hay evidencia que no llega a ser concluyente de que la exposición puede causar cáncer en humanos. ¡Como los vegetales en escabeche!

La IARC no determina riesgos, solo trata de determinar si un agente es cancerígeno o no. Si mete un agente en una lista es por algo. En sucesivas revisiones puede quitarlo de la lista o subirlo de categoría. 

A partir de aquí, el sano escepticismo nos debe hacer exigir que se sigan tomando datos epidemiológicos y estudios biofísicos de las improbables interacciones entre ondas de baja frecuencia y los organismos. Por otro lado, luchar contra el determinismo biológico y por el cuidado en igualdad de condiciones de todas las personas afectadas por cualquier dolencia sin base biológica (probada). Esos cuidados se deben hacer de manera integral y desde diversas disciplinas sin menoscabar ninguno de sus derechos y por supuesto sin estigmatización. 

Alfredo Caro Maldonado @cienciamundana, es doctor en biología celular.

El Parlamento de Italia apoya las ‎misiones neocoloniales, por Manlio Dinucci


El Parlamento de Italia apoya las ‎misiones neocoloniales, por Manlio Dinucci

Manlio Dinucci,Red Voltaire

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El ministro de Defensa de Italia, Lorenzo Guerini, expresó gran satisfacción por el voto «unido» ‎del parlamento sobre las misiones [militares] internacionales. Exceptuando alguna divergencia ‎sobre el respaldo a la Guardia Nacional de Trípoli, la mayoría y la oposición aprobaron juntas, sin ‎ningún voto en contra y con muy contadas abstenciones, 40 misiones militares italianas ‎en Europa, África, Medio Oriente y Asia. ‎

Fueron prorrogadas las principales «misiones de paz» que fueron iniciadas desde hace décadas, tras ‎los pasos de las guerras de Estados Unidos y la OTAN –en las que Italia participó activamente– ‎en los Balcanes, Afganistán y Libia, y en la guerra de Israel contra Líbano, que es parte de la ‎misma estrategia. ‎

A esas guerras se han agregado otras nuevas: la operación militar de la Unión Europea en el ‎Mediterráneo, que supuestamente debe «prevenir el tráfico de armas en Libia»; la misión de ‎‎«apoyo al aparato de seguridad en Irak», así como la de la Unión Europea y la misión de ‎la OTAN para reforzar el apoyo a los países situados en el flanco sur de la alianza atlántica. ‎

La implicación militar de Italia en el África subsahariana está en constante aumento. Fuerzas ‎especiales italianas participan en la Takuba Task Force, desplegada en Mali bajo el mando de ‎Francia. Esa fuerza opera también en Níger, Chad y Burkina Faso, en el marco de la Operación ‎Barkhane en la que están implicados 4 500 militares franceses con blindados y bombarderos, oficialmente para luchar sólo contra los grupos armados yihadistas. ‎

En Mali, Italia también está participando en la misión EUTM de la Unión Europea, que imparte ‎entrenamiento militar y «consejo» a las fuerzas armadas malienses y de otros países limítrofes. ‎

En Níger, Italia conduce su propia misión bilateral de apoyo a las fuerzas armadas locales a la vez ‎que participa en la misión EUCAP Sahel Niger de la Unión Europea en un área geográfica que ‎también incluye Nigeria, Mali, Mauritania, Chad, Burkina Faso y Benín. ‎

El parlamento italiano aprobó igualmente el uso de un «dispositivo aeronaval nacional en ‎actividades de presencia, vigilancia y seguridad en el Golfo de Guinea». El objetivo declarado ‎sería «vigilar en esa área los intereses estratégicos nacionales [léase los intereses de la compañía ‎petrolera italiana ENI] en apoyo a la flota comercial nacional que transita por allí». ‎

No es casual que las áreas africanas donde se concentran las «misiones de paz» sean ‎precisamente las más ricas en materias primas de importancia estratégica, como el petróleo, ‎gas natural, uranio, coltán, oro, diamantes, manganeso, fosfato, a cuya explotación se dedican ‎transnacionales estadounidenses y europeas. ‎

Pero el predominio de esas transnacionales se ve ahora en peligro ante la creciente presencia ‎económica de China en el continente africano. Al ser económicamente incapaces de contrarrestar ‎la presencia china y viendo como disminuye su propia influencia sobre los países africanos, ‎Estados Unidos y las potencias europeas están recurriendo a la vieja, pero aún eficaz, estrategia ‎colonial: garantizar sus intereses económicos mediante medios militares, incluyendo el apoyo a las ‎élites locales, cuyo poder se basa en el control de las fuerzas armadas. ‎

La lucha contra los grupos armados yihadistas, justificación oficial de operaciones como la de la ‎Takuba Task Force, es la cortina de humo tras la cual se esconden los verdaderos objetivos ‎estratégicos. El gobierno italiano afirma que las misiones militares internacionales sirven para ‎‎«garantizar la paz y la seguridad de esas zonas, para la protección y la tutela de las poblaciones». ‎En realidad, las intervenciones militares exponen las poblaciones a peligros ulteriores y, ‎al reforzar los mecanismos de explotación, agravan su empobrecimiento, lo cual se traduce ‎a su vez en el aumento de los flujos migratorios hacia Europa. ‎

Para mantener miles de soldados y vehículos en las misiones militares, Italia gasta directamente ‎más de 1 000 millones de euros al año, dinero del contribuyente italiano comprometido en esas ‎operaciones no sólo por el ministerio de Defensa sino también por los ministerios del ‎Interior, de Economía y Finanzas y por la cabeza del gobierno de Italia. ‎

Pero esos 1 000 millones de euros anuales sólo son la punta del iceberg del creciente gasto militar ‎italiano (más de 25 000 millones de euros anuales) destinados a la tarea de adaptar las fuerzas ‎armadas de Italia a esa estrategia, que el parlamento acaba de aprobar con una bella unanimidad.‎

Traducido al español por Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio

La lenta disolución de la República ‎en Francia, por Thierry Meyssan


La lenta disolución de la República ‎en Francia, por Thierry Meyssan

Thierry Meyssan,Red Voltaire

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En sus manifestaciones, los “chalecos amarillos” hacen ondear la bandera de Francia, símbolo ‎siempre ausente en las reuniones organizadas por los ecologistas. ‎

La primera ola

En octubre de 2018, una sorda protesta se hacía sentir desde las pequeñas localidades y los ‎campos de Francia. Los dirigentes del país y los medios de difusión descubrían, estupefactos, la ‎existencia de una clase social que no conocían hasta entonces y a la que nunca antes se habían ‎visto confrontados: una pequeña burguesía excluida de las grandes ciudades y relegada al llamado ‎‎«desierto francés», donde los servicios públicos son muy limitados y el transporte público ‎inexistente. ‎

Esa protesta, que en algunos lugares llegó a tomar visos de revuelta, tuvo como factor ‎desencadenante un impuesto sobre el combustible diésel –impuesto que oficialmente tenía como ‎objetivo alcanzar las metas planteadas en el Acuerdo de París sobre el medioambiente. ‎Los ciudadanos que protestaban estaban muchos más afectados que los demás porque vivían ‎lejos de todo y su única posibilidad de transporte era el uso de sus vehículos personales. ‎

A raíz de la disolución de la Unión Soviética, se produjo una reorganización de la economía ‎mundial. Las empresas occidentales cerraron cientos de millones de puestos de trabajo en sus ‎países y los trasladaron a China. En Occidente, la mayoría de los trabajadores que perdieron sus ‎empleos tuvieron que aceptar trabajos menos remunerados, se vieron obligados a abandonar las ‎grandes ciudades –ya demasiado onerosas para ellos– para irse a vivir en las zonas periféricas ‎‎ [1].‎

Miembros de esa población relegada, los “chalecos amarillos” aparecieron en 2018 para ‎recordarle al resto de la sociedad que, aun viviendo en las localidades desfavorecidas, seguían ‎siendo parte de Francia y que no podían contribuir a la lucha contra «el fin del mundo» si antes ‎no les ayudaban a sobrevivir hasta «el fin de mes». Los “chalecos amarillos” denunciaban la ‎inconciencia de los dirigentes políticos que –desde sus cómodas oficinas en París– eran incapaces ‎de ver las dificultades que enfrentan otras categorías poblacionales [2]. ‎

Los primeros debates políticos entre ciertas personalidades políticas y algunas de las principales ‎voces de los “chalecos amarillos” fueron todavía más increíbles: cuando los políticos proponían ‎medidas sectoriales, los miembros de los “chalecos amarillos” respondían describiendo ‎serenamente los desastres provocados por la globalización financiera. Los políticos se veían ‎totalmente desorientados mientras que los miembros de los “chalecos amarillos” exponían una ‎visión panorámica de la situación. Los políticos no mostraban la capacidad de análisis necesaria, que ‎sí estaba presente entre los electores. ‎

Por suerte para la clase dirigente, los medios de difusión se dieron a la tarea de ocultar a los ‎‎“chalecos amarillos” mostrando a otros manifestantes que expresaban su cólera con gran energía, ‎pero de manera mucho menos inteligente. La agravación del conflicto, con la participación ‎de una parte importante de la población, hizo que llegara a temerse una eventual revolución. ‎Presa del pánico, el presidente francés Emmanuel Macron se encerró durante 10 días en su ‎bunker subterráneo, bajo el Palacio del Elíseo, anulando todas sus salidas y encuentros fuera del ‎edificio. Pensó en la posibilidad de dimitir y llegó a convocar al presidente del Senado para que ‎este asumiera la presidencia interina de la República. Sólo cuando el presidente del Senado ‎lo mandó a paseo, Macron apareció en televisión anunciando unas cuantas medidas de carácter ‎social, de las cuales ninguna respondía a los reclamos de los “chalecos amarillos”… porque ‎el presidente Macron simplemente no sabía todavía de dónde habían salido esos franceses. ‎

Todos los estudios de opinión tienden a mostrar que este movimiento de protesta no expresa un ‎rechazo de la política per se sino, al contrario, una voluntad política de restaurar la noción del ‎interés general, o sea de la República, en el sentido inicial de la palabra [3]. ‎

La ciudadanía está relativamente satisfecha de la Constitución, pero no de cómo se utiliza o ‎se aplica ese texto. La ciudadanía rechaza, en primer lugar, el comportamiento de la clase ‎política en su conjunto, pero no rechaza las instituciones. ‎

Tratando entonces de recuperar la iniciativa, el presidente Emmanuel Macron decidió organizar ‎un «Gran Debate Nacional» en cada comunidad, algo así como los «Estados Generales» ‎de 1789, anunciando que cada ciudadano tendría derecho a expresarse en esos encuentros y que ‎las proposiciones serían recogidas y tenidas en cuenta. ‎

Pero, desde los primeros días, el presidente se dedicó a controlar la expresión popular, ‎‎¡no hay que permitir que “el populacho” diga todo lo que le pase por la mente! Resultó ‎entonces que temas como la inmigración, el aborto voluntario, la pena de muerte y el matrimonio ‎entre personas del mismo sexo quedaban excluidos del «debate». El presidente Emmanuel Macron dice ser ‎‎un «demócrata»… pero desconfía del pueblo. ‎

Por supuesto, todo grupo de personas está expuesto a dejarse llevar por el apasionamiento. ‎Durante la Revolución Francesa, los sans culottes [4] ‎llegaron a crear desorden en los debates parlamentarios insultando a los diputados desde los ‎espacios reservados al público. Pero en 2019 nada permitía prever que los alcaldes fuesen ‎objeto de la cólera de sus conciudadanos. ‎

La organización del «Gran Debate Nacional» estaba en manos de la «Comisión Nacional del ‎Debate Público». Pero esta pretendía garantizar la libre expresión de cada ciudadano mientras ‎que el presidente Emmanuel Macron quería, al contrario, limitarla a 4 temas: «transición ‎ecológica», «régimen fiscal», «democracia y ciudadanía» y, por último, «organización del ‎Estado y de los servicios públicos». ‎

‎¿Resultado? La Comisión fue disuelta y reemplazada por… 2 ministros. El desempleo, las ‎relaciones sociales, la situación de dependencia de los «adultos mayores», la inmigración y la ‎seguridad quedaron fuera del «debate». ‎

El presidente Macron acaparó entonces el escenario. Participó en varias reuniones, ‎convenientemente transmitidas por televisión, donde respondió a todas las preguntas de los ‎participantes, como si él fuese un experto conocedor de todos los temas, ofreciendo un ejercicio ‎de evidente autosatisfacción. Del proyecto inicial –oír las preocupaciones de la ciudadanía–, el ‎‎«Gran Debate Nacional» pasó a un objetivo muy diferente: explicar a los franceses que están ‎siendo bien gobernados. ‎

Al cabo de 3 meses, 10 000 reuniones y de 2 millones de contribuciones, se elaboró un informe ‎que está cuidadosamente guardado en alguna gaveta. Aunque la síntesis elaborada dice ‎otra cosa, las intervenciones de los participantes en el «Gran Debate Nacional» aludían a las ‎prerrogativas de los políticos que ejercen cargos electivos, los impuestos, la caída del poder ‎adquisitivo, las limitaciones de velocidad en las carreteras, el abandono de las regiones rurales y la ‎inmigración. El «debate» no pasó de ser un simple ejercicio de estilo, que además demostró a ‎los “chalecos amarillos” que el presidente Macron está dispuesto a hablarles… pero no tiene intenciones ‎de oírlos. ‎

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A través de toda Francia, los “chalecos amarillos” organizaron firmas de ‎peticiones a favor de la institucionalización de un Referéndum de Iniciativa Ciudadana (RIC).

¡Pero nosotros somos demócratas!

En sus manifestaciones, numerosos “chalecos amarillos” mencionaron la propuesta de Etienne ‎Chouard, propuesta de la que finalmente nunca se habló en el «Gran Debate Nacional». Hace ‎unos 10 años que Etienne Chouard [5] recorre Francia explicando a los franceses que una Constitución sólo es legítima ‎cuando la redacta la ciudadanía que va a regirse por ella. Por consiguiente, Etienne ‎Chouard estima que debe conformarse una Asamblea Constituyente, cuyos miembros serían ‎designados por sorteo, para redactar una Constitución que se sometería a un referéndum. ‎

El presidente Emmanuel Macron respondió con la creación, mediante un sorteo, de una asamblea ‎que llamó «Convención Ciudadana». Pero, como hizo con el «Gran Debate Nacional», desde el ‎primer día, Macron adulteró la idea inicial. Ya no se trataba de redactar una nueva Constitución ‎sino sólo de abundar sobre uno de los 4 temas que el propio Macron ya había impuesto. ‎

El presidente Emmanuel Macron no vio en el uso del sorteo una manera de liberar el debate de los ‎privilegios adquiridos por ciertas clases sociales o de escapar al predominio de los partidos ‎políticos. Abordó el sorteo simplemente como un medio de conocer mejor la voluntad popular, ‎al estilo de los institutos que realizan sondeos de opinión. Así que ordenó dividir la población por ‎regiones y categorías socio-profesionales y, sólo después de realizada esa categorización, los ‎miembros de la «Convención Ciudadana» fueron designados por sorteo dentro de cada uno de ‎esos grupos, como se escoge a un grupo de encuestados para participar en un sondeo de opinión. ‎Cómo se materializó la conformación de cada grupo es algo que nunca se dio a conocer. ‎Además, Emmanuel Macron puso la organización de los debates en manos de una firma ‎especializada en la animación de paneles, de manera que el resultado es el mismo que habría ‎arrojado la organización de un sondeo de opinión. Esta «Convención Ciudadana» no formuló ‎ninguna proposición propia sino que se limitó a priorizar las proposiciones que le fueron ‎presentadas. ‎

Claro, ese proceso es mucho más formal que un sondeo de opinión… pero no tiene nada de ‎democrático ya que sus participantes nunca pudieron presentar iniciativas. Las propuestas más ‎acordes con el consenso comúnmente admitido serán presentadas al parlamento o sometidas ‎al pueblo mediante un referéndum. Por cierto, no está de más recordar que el último ‎referéndum realizado en Francia, hace 15 años, dejó un pésimo recuerdo: los franceses ‎se pronunciaron contra la política del gobierno, que a pesar de ello impuso su propio objetivo ‎por otras vías, ignorando olímpicamente la voluntad que la ciudadanía había expresado. ‎

La verdadera naturaleza de esta “asamblea de ciudadanos” quedó al descubierto cuando ‎sus miembros hicieron saber que no querían someter a referéndum una propuesta que ‎ellos mismos habían aprobado. ¿Por qué no querían someterla a referéndum? Porque estimaban ‎que el pueblo, la ciudadanía que ellos supuestamente representaban, seguramente la rechazaría. ‎De esta manera reconocían implícitamente que, sobre la base de los argumentos que les habían ‎presentado, ellos habían aceptado una propuesta a sabiendas de que el Pueblo razonaría de otra ‎manera. ‎

¡No soy yo, son los científicos!

Cuando apareció la epidemia de Covid-19, el presidente Emmanuel Macron se dejó convencer ‎por el especialista británico en estadística Neil Ferguson [6] de que ‎se trataba de una situación de extremo peligro. Cuando decidió imponer a los franceses el ‎confinamiento obligatorio generalizado, lo hizo siguiendo las recomendaciones del antiguo ‎equipo de Donald Rumsfeld [7]. Y, finalmente, optó por protegerse de las críticas ‎creando un «Consejo Científico», cuya presidencia puso en manos de una personalidad cuyo ‎criterio creía incuestionable [8].‎

Hubo una sola voz plenamente autorizada que criticó ese dispositivo, uno de los más eminentes ‎epidemiólogos de todo el mundo: el profesor Didier Raoult [9]. Al final de la crisis, el profesor ‎Raoult fue llamado a prestar testimonio ante una comisión de la Asamblea Nacional y declaró que ‎Neil Ferguson es un charlatán; que el «Consejo Científico» –del cual él mismo había sido ‎miembro hasta que acabó dimitiendo– está viciado por una serie de conflictos de intereses que ‎lo vinculan a Gilead Science –transnacional estadounidense que tuvo como presidente al ya ‎mencionado Donald Rumsfeld–; que ante una situación como esta epidemia el papel de los ‎médicos es dedicarse a salvar vidas, en vez de experimentar con los pacientes; que los resultados de los médicos dependen de la visión que ellos mismos tienen sobre su profesión y ‎que es por esas razones que los enfermos de Covid-19 internados en los hospitales de París tenían ‎‎3 veces más probabilidades de morir que los ingresados en los hospitales de Marsella. ‎

Los medios de difusión no se molestaron en analizar el testimonio del profesor Didier Raoult sino ‎que se dedicaron a resaltar las reacciones hostiles de la nomenklatura administrativa y médica. ‎Optaron por dar máxima cobertura a las críticas contra el profesor Raoult, cuando este eminente ‎miembro de la élite científica mundial acaba de cuestionar la eficacia de las acciones del ‎presidente de la República, Emmanuel Macron, del gobierno francés y de la clase médica francesa ‎en el enfrentamiento de la epidemia. ‎

La segunda ola

La primera ronda de las elecciones municipales francesas había tenido lugar el 15 de marzo ‎de 2020, justo al inicio de la epidemia de Covid-19 en suelo francés. En las localidades periféricas ‎y en las zonas rurales –territorios de los “chalecos amarillos”–, esa primera ronda permitió la ‎elección inmediata de alcaldes y consejos municipales. Pero, como siempre, en las grandes ‎ciudades las cosas son más complicadas y se hacía necesaria una segunda vuelta, que tuvo que ‎esperar hasta el pasado 28 de junio. ‎

Resultado: 6 electores de cada 10, ya decepcionados por el «Gran Debate Nacional» e ‎indiferentes ante la «Convención Ciudadana», no acudieron a votar. ‎

Ignorando esa protesta silenciosa, los medios de difusión interpretan el voto de la minoría como ‎un «triunfo de los ecologistas». Sería más correcto decir que la abstención de 6 de cada ‎‎10 electores ilustra el divorcio definitivo entre los partidarios de la lucha contra «el fin ‎del mundo» y la población que lucha por sobrevivir hasta «el fin de mes». ‎

Los estudios de opinión nos aseguran que el voto ecologista está enraizado principalmente entre ‎los funcionarios. Eso es una constante en todos los procesos prerrevolucionarios: los individuos ‎que se creen más inteligentes, si se sienten vinculados al poder, se ciegan y no entienden ‎lo que están viendo. ‎

La Constitución francesa no prevé esta situación de profunda división en el seno de la población y ‎no establece un mínimo de participación en las elecciones. Así que los resultados de esa segunda ‎ronda electoral en las grandes ciudades francesas, a pesar de no ser democráticos, son válidos. ‎Ninguno de los alcaldes electos en esta segunda vuelta –con la participación de sólo una quinta ‎parta de los electores, o incluso menos– ha solicitado la anulación de ese escrutinio. ‎

Ningún régimen puede perpetuarse sin apoyo de la población. Si esta “huelga” de los electores ‎llegara a extenderse a la próxima elección presidencial francesa, en mayo de 2022, el sistema ‎acabará derrumbándose. Pero ninguno de los dirigentes políticos parece consciente de ello. ‎

Estados Unidos, del racismo al ‎racismo igualitario‎, por Thierry Meyssan


Estados Unidos, del racismo al ‎racismo igualitario‎, por Thierry Meyssan

Thierry Meyssan,Red Voltaire

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Esto podría ser un cartel humorístico pero por desgracia es un eslogan puritano que debe ‎interpretarse en su sentido más literal. “Black Men are an endangered species”, o sea “Los ‎hombres negros son una especie en peligro de extinción”.‎

Los Puritanos anglosajones

En 1609, alrededor de 400 fieles de la iglesia inglesa huyeron de su propio país, donde eran ‎considerados fanáticos extremistas, y se refugiaron en la ciudad holandesa de Leiden, donde ‎pudieron vivir según la tradición calvinista, o más exactamente según la interpretación puritana del ‎cristianismo. Probablemente a pedido del rey Jacobo I, enviaron a América dos grupos para ‎luchar allí contra el imperio español. El primer grupo fundó lo que se convertiría en los ‎Estados Unidos de América y el segundo se perdió en Centroamérica. ‎

Posteriormente, los puritanos tomaron el poder en Inglaterra, a través de Oliver Cromwell, ‎decapitaron al rey papista Carlos I, instauraron una República igualitaria (el Commonwealth) y ‎colonizaron Irlanda perpetrando allí grandes masacres contra los católicos. Aquella experiencia ‎sanguinaria fue de corta duración y desacreditó por largo tiempo para los ingleses la noción del ‎Interés General (la Res Publica, expresión latina que da origen a la palabra República).‎

Los 35 Pilgrim Fathers (Padres Peregrinos) zarparon de Leiden a bordo del barco Mayflower, hicieron escala en Inglaterra y ‎cruzaron el océano. Llegaron a Norteamérica en 1620 para ‎practicar allí su religión con toda libertad. Durante su viaje a bordo del Mayflower habían ‎firmado un pacto en el que juraban crear una sociedad modelo –de estricto respeto a la paz y el ‎culto calvinista, vida comunitaria intensa, disciplina social y comportamiento moral estrictos. ‎Crearon la Colonia de Plymouth con la esperanza de construir la «Nueva Jerusalén», después de ‎haber huido del «Faraón» (el rey Jacobo I) y de haber cruzado el «Mar Rojo» (en realidad el ‎Océano Atlántico). Al cabo de un año, organizaron una ceremonia de agradecimiento a Dios por haberlos guiado en su epopeya, celebración que aún se realiza anualmente bajo la denominación ‎de Día de Acción de Gracias (Thanksgiving) [1]. ‎

Aquellos puritanos, que establecieron su capital en Boston, a 60 kilómetros de Plymouth, ‎imponían a sus mujeres el uso de velo y practicaban las confesiones públicas y los castigos ‎corporales. ‎

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En el logo de la poderosísima Pilgrim’s Society, la figura del Padre Peregrino aparece junto al león británico y el águila estadounidense. ‎

Esos hechos no son simples mitos que todo estadounidense debe conocer, son parte integrante ‎del sistema político imperante en Estados Unidos. De los 45 presidentes que han pasado por la ‎Casa Blanca, 8 –entre ellos los Bush– son descendientes directos de los 35 «Padres ‎Peregrinos». A pesar de la llegada de decenas de millones de inmigrantes a Estados Unidos y de ‎las apariencias institucionales, la ideología de los puritanos se mantuvo en el poder durante ‎‎4 siglos, hasta la elección de Donald Trump. Un club extremadamente cerrado, la Pilgrim’s ‎Society, reúne –bajo la autoridad de la reina de Inglaterra– a muy altas personalidades británicas ‎y estadounidenses. La Pilgrim’s Society instauró la Special Relationship (Relación Especial) ‎entre Londres y Washington, llegando incluso a designar numerosos secretarios y consejeros ‎durante la presidencia de Barack Obama. ‎

Numerosas ceremonias que debían realizarse este año por los 400 años del Mayflower fueron ‎anuladas debido a la lucha contra la epidemia de Covid-19, entre ellas una conferencia que un ‎ex consejero británico de seguridad nacional iba a pronunciar ante la Pilgrim’s Sociey. Las ‎malas lenguas dicen que la epidemia “terminará” al día siguiente de la elección presidencial… si Trump ‎la pierde, para que ese resultado pueda festejarse. ‎

Entre los cristianos estadounidenses existen dos culturas opuestas: la de los calvinistas ‎o puritanos y la de los católicos, anglicanos y luteranos. Algunas de las 800 iglesias existentes ‎en Estados Unidos se definen resueltamente como pertenecientes a una de esas culturas, que ‎sin embargo existen simultáneamente dentro de la mayor parte de las iglesias estadounidenses ‎ya que el puritanismo carece de corpus teológico definido. Es más bien una forma de pensar. ‎

La Guerra de Independencia de Estados Unidos comenzó en 1773, con el “Motín del Té” (Boston ‎Tea Party). El protagonista de aquel acto de protesta tuvo como abogado defensor a John Adams, ‎otro descendiente directo de uno de los 35 “Padres Peregrinos” y más tarde segundo presidente de ‎Estados Unidos. El llamado a la independencia fue lanzado por el periodista político Thomas ‎Paine, quien no dudó en esgrimir argumentos religiosos, que él mismo no creía ni remotamente. ‎

De cierta manera, la Guerra de Independencia de Estados Unidos es la prolongación, en el ‎nuevo continente, de la Guerra Civil británica que había lidereado Oliver Cromwell. Aquel ‎conflicto resurgirá una vez más, nuevamente en Estados Unidos, con la Guerra de Secesión. En ‎este punto no está de más recordar que la Guerra de Secesión estadounidense no tuvo nada que ‎ver con el esclavismo –al inicio de la guerra, ambos bandos lo practicaban y también ambos ‎bandos lo abolieron durante el conflicto para enrolar a los antiguos esclavos en sus ejércitos. ‎

En Inglaterra, los puritanos fueron derrotados con la República de Oliver Cromwell, pero en ‎Estados Unidos ganaron la Guerra de Independencia y la Guerra de Secesión. El historiador Kevin ‎Phillips, consejero electoral del presidente republicano Richard Nixon –también descendiente de ‎un hermano de uno de los 35 Padres Peregrinos– estudió a fondo este conflicto que ya tiene ‎siglos de duración [2]. Fue así como concibió la estrategia de «la Ley y el Orden» ‎ante el demócrata segregacionista George Wallace durante la elección presidencial de 1968, ‎estrategia que Donald Trump reedita para la elección de 2020. ‎

Todo lo anterior demuestra que las apariencias son engañosas. Las líneas que definen a ‎los bandos no están allí donde todos creen.
- Los puritanos siempre han defendido la igualdad absoluta… pero sólo entre cristianos. Durante ‎mucho tiempo prohibieron el acceso de judíos a los cargos públicos y masacraron a los indios a los que tanto ‎decían amar. Durante la Guerra de Secesión extendieron su igualitarismo a los negros –pero en ‎África austral los puritanos defendieron el apartheid hasta el último momento– dando lugar así al ‎mito que presenta la Guerra de Secesión estadounidense como una guerra antiesclavista. Hoy en ‎día, defienden la idea según la cual la humanidad se divide en razas iguales pero que deben vivir ‎preferentemente separadas y siguen siendo reticentes a lo que llaman «matrimonios ‎interraciales».
- Los puritanos ponen la mentira en el lugar más bajo de su escala de valores. No la consideran ‎una astucia sino siempre como el peor de los crímenes, más grave incluso que el robo y el ‎asesinato. En el siglo XVII castigaban con latigazos el hecho de mentir a un pastor, sin importar ‎la causa de la mentira, así como aún existen leyes estadounidenses que castigan duramente ‎el hecho de mentir a un funcionario federal, sin importar los motivos. ‎

El evangelismo estadounidense

Con el tiempo, sobre todo en el siglo XIX, surgió otra corriente de pensamiento en el seno del ‎cristianismo estadounidense: el evangelismo. Se trata de cristianos de todas las denominaciones ‎que tratan de acercarse al cristianismo original, sobre el cual en realidad no saben ‎prácticamente nada. Por consiguiente, lo que hacen es recurrir ciegamente a los textos sagrados. ‎Al igual que los puritanos, los evangélicos son fundamentalistas, lo cual significan que toman las ‎Escrituras al pie de la letra, como palabra divina, negándose a toda contextualización de los ‎textos. Pero son mucho más pragmáticos que los puritanos ya que tienen una posición de principio ‎sobre todos los temas pero, ante una situación precisa no actúan en función de reglamentos ‎comunitarios sino según su conciencia. ‎

Es fácil burlarse de las absurdas opiniones de los evangélicos contra la teoría de la evolución, pero ‎no se trata de algo fundamental –ellos mismos dejan de lado ese rechazo cuando les parece ‎necesario. Resulta en cambio mucho más importante denunciar la visión puritana de una ‎humanidad dividida en razas diferentes, iguales pero separadas, visión que desgraciadamente casi ‎nadie critica a pesar de sus graves consecuencias cotidianas. ‎

Los puritanos controlaron la política estadounidense hasta 1997, cuando el presidente libertino ‎Bill Clinton prohibió por decreto toda expresión de fe religiosa en las instituciones federales. ‎El resultado fue que la religión se desplazó de la administración hacia el sector privado. Todas ‎las grandes empresas acogieron grupos de plegaria en sus lugares de trabajo. Ese desplazamiento ‎favoreció la aparición pública de los evangélicos en detrimento de los puritanos. ‎

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Durante los disturbios frente a la Casa Blanca, el presidente Trump fue ‎a pie hasta la iglesia episcopal Saint John’s para presentarse, Biblia en mano, como el defensor ‎de las convicciones religiosas de todos los cristianos ante el fanatismo de los puritanos.

El regreso del fanatismo puritano

El conflicto entre los puritanos y el resto de la sociedad vuelve a tomar hoy un cariz radical y ‎religioso. En ese conflicto se enfrentan dos mentalidades. Una es idealista, igualitaria –pero en el ‎seno de cada comunidad– y fanática. La otra, a veces más extravagante, comulga con las ‎desigualdades pero es realista. ‎

Después de su fracaso en la última elección presidencial, la puritana Hillary Clinton se planteó la ‎posibilidad de hacerse pastor metodista [3]. Hillary Clinton considera que pecó mucho ‎‎(mantuvo una relación extramarital), Dios la castigó (con la relación de su esposo Bill Clinton con ‎Mónica Lewinsky), pero ella supo hacer acto de contrición (en el seno del influyente grupo de ‎plegaria del Pentágono conocido como The Family [4]) y Dios la redimió. Está convencida de que cuenta con el favor de Dios, se enorgullece de la violencia que ella misma ‎desató contra los pueblos no cristianos, apoya todas las guerras contra los «enemigos de ‎América» (léase de Estados Unidos) y espera ver el regreso de Cristo. ‎

Donald Trump, por el contrario, no manifiesta ningún interés por la teología, su conocimiento de ‎la Biblia es aproximativo y su fe se limita a lo estricto necesario. Considera que ha pecado tanto ‎como cualquier otro pero, en vez de dedicarse a exhibir muestras públicas de arrepentimiento ‎prefiere hablar de logros. Trump duda de sí mismo y compensa su sentimiento de inferioridad ‎mostrando un ego desmesurado. Le encanta la rivalidad con sus enemigos pero sin pretender ‎aniquilarlos. El hecho es que, en vez pretender continuar guerreando en todas partes, Trump ‎encarna la voluntad de restaurar la grandeza de Estados Unidos («Make America Great Again!»), ‎lo cual lo convierte en ídolo de los evangélicos contra los puritanos. Y además ofrece a ‎los cristianos la opción de reformarse a sí mismos en lugar de tratar de convertir al mundo ‎entero. ‎

Mientras se desarrollaba la campaña electoral de 2016, yo llegué a plantear una interrogante: ‎‎“Estados Unidos, ¿se reforma o se desgarra?” [5]. Opinaba que sólo Donald Trump podía permitir que Estados Unidos siguiese siendo ‎una nación, mientras que Hillary Clinton provocaría una guerra civil y probablemente la disolución ‎del país, en un fenómeno similar al fin de la URSS. Lo que está sucediendo desde la muerte del ‎ciudadano negro George Floyd demuestra que no estaba equivocado. ‎

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Hillary Clinton durante la campaña electoral previa a la elección ‎presidencial estadounidense de 2016.

Los partidarios de Hillary Clinton y del Partido Demócrata imponen su ideología. Luchan contra ‎la mentira y destruyen monumentos con el mismo fanatismo conque sus antecesores puritanos ‎quemaban a las “brujas” de Salem. Desarrollan una lectura absurda de su propia sociedad, niegan ‎los conflictos sociales e interpretan las desigualdades únicamente en función de la supuesta ‎existencia de razas humanas diferentes. Desarman los departamentos de policía locales y obligan ‎a las personalidades «blancas» a pedir perdón públicamente por gozar de un privilegio invisible. ‎

En el caso de la supuesta «trama rusa», el fin de los procesos judiciales contra el general ‎Michael Flynn, el efímero primer consejero de seguridad nacional del presidente Trump, y el perdón ‎presidencial concedido al ex consejero de Trump, Roger Stone, han suscitado airadas protestas ‎de parte de los puritanos. Ninguno de esos dos personajes había hecho daño a alguien… pero ‎se atrevieron a mentirle al FBI para mantenerlo alejado de la Casa Blanca. ‎

El alcalde de Minneapolis –la ciudad donde fue asesinado George Floyd– fue humillado en público ‎porque se negaba a disolver la policía municipal, acusada de ser «racista». En Seattle, el ‎consejo municipal acaba de ordenar un drástico recorte del presupuesto de la policía municipal, ‎lo cual no molesta a las clases sociales altas –que viven en residencias protegidas por empresas de seguridad ‎privadas– pero priva de protección pública a quienes no pueden darse el lujo de recurrir a tales ‎empresas de seguridad. ‎

La agencia Associated Press y después el New York Times y el Los Angeles Times –pronto ‎lo harán seguramente casi todos los medios estadounidenses– decidieron comenzar a escribir la ‎palabra “Negro” (Black) con mayúscula cuando se refiere a la «raza» (sic) [6], pero no harán lo mismo con la palabra “blanco” (white) porque escribir ‎‎“Blanco” (White) con mayúscula es costumbre arraigada entre los supremacistas blancos ‎‎ [7].‎

El Pentágono se planteó rebautizar las bases militares que portan nombres de personalidades ‎históricas sudistas señaladas como «racistas» y todo el personal civil y militar del US Army (el ‎ejército terrestre) recibió un correo electrónico que denunciaba como «de extrema derecha» ‎sostener que sólo existe una raza humana única –lo cual está científicamente demostrado, ‎aunque en el correo electrónico se dice que es una mentira [8]. Esas iniciativas dieron lugar a una ‎enérgica reacción de parte de la tropa, esencialmente partidaria de Trump, y acabaron ‎fracasando pero indican la existencia de una escalada muy peligrosa. ‎

Se trata de decisiones que muestran una pérdida de la racionalidad colectiva. ‎