Cómo pueden los Dos Grandes instaurar la paz en el Gran Medio Oriente, por Thierry Meyssan
Este artículo da continuación al artículo titulado «Cómo espera Washington imponer su voluntad», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 23 de junio de 2020.
- El 16 de julio de 2018, los presidentes Trump y Putin iniciaron en Helsinki negociaciones directas sobre la manera de “codirigir” el mundo. La prensa occidental respondió inmediatamente instaurando la polémica sobre una supuesta injerencia rusa en la elección presidencial estadounidense y eclipsando así los progresos de aquella cumbre.
A lo largo de todo el año 2011 y del primer semestre de 2012, Estados Unidos y Rusia discutieron en secreto sus proyectos en el Medio Oriente ampliado (o Gran Medio Oriente). También en secreto, el Pentágono aplicaba la doctrina Rumsfeld/Cebrowski [1], o sea el plan de destrucción de todas las estructuras de los Estados de esa región –como pudo verse en Afganistán, Irak, Libia, Siria, etc. Lo que quería el entonces presidente Barack Obama era encontrar la manera de retirar las tropas estadounidenses de aquella región para enviarlas al Pacífico, alrededor de China, en el marco de su política de redespliegue de Estados Unidos en Asia. Rusia, por su parte, esperaba recuperar su influencia en la región aportando su respaldo a la población rusoparlante de Israel y a Siria.
Aquellas discusiones, cuyo contenido no conocemos, fueron difíciles. Durante todo el mes de junio de 2012, ambas potencias se enzarzaron en una polémica, en la que cada una acusaba a la otra de situarse «del lado incorrecto de la Historia» [2]. En todo caso, Washington y Moscú convocaron juntos una conferencia internacional sobre Siria, a celebrarse en Ginebra –el 30 de junio de 2012– pero sin la presencia de sirios. Perfectamente conscientes de que lo que sucedía en Siria no era una guerra civil, Estados Unidos y Rusia concluyeron en Ginebra un acuerdo de paz ruso-estadounidense, con sus respectivos aliados como testigos. Todos creyeron entonces que, a pesar del desequilibrio militar entre los dos protagonistas, habían asistido a un “nuevo Yalta”, a una nueva repartición del mundo, cuya primera consecuencia era precisamente aquel acuerdo [3].
Sin embargo, sólo una semana más tarde, el entonces presidente de Francia, Francois Hollande, organizaba en París una reunión de los llamados «Amigos de Siria» para reactivar el conflicto [4]. Los países miembros de la OTAN, en presencia de la secretaria de Estado Hillary Clinton, y con su complicidad, [5], hacían fracasar en París las negociaciones entre los presidentes Obama y Putin. Ante aquella nueva situación, el “maestro de ceremonias” de la Conferencia de Ginebra y ex secretario general de la ONU, Kofi Annan, denunció el doble juego de uno de los protagonistas y renunció estruendosamente –el 2 de agosto– al cargo de enviado especial de la ONU para Siria. Inquietos, varios miembros del Movimiento de Países No Alineados [6], y posteriormente China [7], trataron de lograr un regreso al acuerdo de Ginebra pero no lo lograron.
Vinieron entonces 9 años de guerra.
En 2020, mientras el Pentágono sigue adelante con la estrategia Rumsfeld/Cebrowski, pero el presidente Donald Trump negocia en secreto no sólo con los presidentes de Rusia, Vladimir Putin, y de Siria, Bachar al-Assad, y con los dos primeros ministros israelíes, Benyamin Netanyahu y Benny Gantz. Es probable que también esté negociando con muchos otros dirigentes.
- El 20 de febrero de 2019, el presidente Putin revelaba a la Asamblea Federal de Rusia las capacidades de las nuevas armas rusas, confirmando así que Rusia había recuperado su categoría de gran potencia mundial.
Aunque la mayoría cree lo contrario, las contradicciones de la parte estadounidenses no son nuevas. Ya existían hace 9 años, bajo las administraciones de Barack Obama. Esas contradicciones estadounidenses no se deben al presidente Trump sino a una profunda y antigua crisis de Estados Unidos, crisis que los occidentales no quieren tener en cuenta. La diferencia actual es que Obama estaba tratando de desplazar las tropas estadounidenses de una región del mundo hacia otra, pero el objetivo de Trump es traerlas a casa.
Mientras tanto, las exigencias rusas han aumentado considerablemente. Moscú se implicó militarmente en Siria y ha demostrado el poderío de su renacida industria militar y de las renovadas fuerzas armadas de la Federación Rusa. Antes en ruinas, debido al derrumbe de la URSS y al saqueo interno que caracterizó la época de Boris Yeltsin [8], Rusia se convirtió nuevamente en una gran potencia internacional, recuperando no sólo la capacidad de defenderse sino también la de destruir a su rival estadounidense –Rusia es hoy el único Estado del mundo que podría plantearse tal objetivo. Comenzamos hablando de cómo gobernar el mundo, pero en realidad se trata de una verdadera correlación de fuerzas.
Hoy, en 2020, seguimos sin saber qué negociaron la Casa Blanca y el Kremlin en 2011. Pero podemos deducir lo que está en juego a partir del análisis de los acontecimientos actuales. O se mantiene la guerra que está destrozando uno a uno todos los Estados del Gran Medio Oriente, o los Dos Grandes se dividen la régión en zonas separadas, o deciden encargarse juntos de toda la región. Evidentemente, también es posible mezclar esas tres variantes, aplicar una de ellas a todo el conjunto de la región o varias, según los países.
Lo importante es saber que todo acuerdo tendrá que estar basado en un análisis realista del Gran Medio Oriente, no en los titulares de los periódicos. Los medios de difusión no reportan las verdaderas correlaciones de fuerzas que existen en la región porque se obstinan en abordar los conflictos como si no estuviesen vinculados entre sí, a pesar de que sí están relacionados. En esta región, todo acuerdo tiene consecuencias para todos, de manera que la paz para unos puede significar un desastre para otros.
- En junio de 2019 se desarrollaba en Jerusalén –a nivel de consejeros de seguridad– un nuevo encuentro sobre la gobernanza mundial. En la foto, el ruso Nikolai Patruchev y el estadounidense John Bolton.
También en contradicción con lo que todo el mundo cree saber, los palestinos y los kurdos no tienen hoy papeles centrales: han perdido su causa legítima al pretender instaurar Estados nacionales fuera de sus territorios históricos. Los turcos y los iraníes no constituyen un peligro, siempre están dispuestos a negociar por debajo de la mesa. Lo que hace fracasar todo desde hace 40 años es la voluntad de ciertos anglosajones de seguir colonizando la región a través de Israel, voluntad que ha encontrado la resistencia de grupos árabes, a través del Hezbollah libanés. En este momento, la facción colonialista israelí, encabezada por Benyamin Netanyahu, está en declive ante la progresión de la facción nacionalista, lidereada por Benny Gantz. Por su parte, el Hezbollah ya no puede contar con sus dos padrinos: Siria está considerablemente debilitada mientras que Irán acaba pactar con los británicos en Yemen, de ponerse de acuerdo con Estados Unidos en Irak y de anudar una alianza militar con la Hermandad Musulmana en Libia.
Por consiguiente, toda solución duradera tendrá que pasar por:
una cogestión de Israel por parte de Estados Unidos y Rusia;
una gestión del Líbano y Siria por parte de Rusia, bajo la supervisión de Estados Unidos.
Así tendrá que ser tarde o temprano, a pesar de la oposición de una parte de los israelíes, de los libaneses y de los sirios, porque es la única posibilidad de garantizar la seguridad de todos.
La parte rusa ya se reorganizó en ese sentido. El encargado ruso del Levante, Alexander Zaspikin, ya está concentrando su actividad únicamente en el Líbano, donde funge como embajador, mientras que el nuevo embajador ruso en Siria, Alexander Efimov, tiene ahora la posibilidad de comunicarse directamente con el presidente Putin, sin pasar por el ministerio ruso de Exteriores, donde el ex embajador ruso en Siria, Alexander Kinschak, supervisará ahora toda la región.
Lo que hoy está en juego es algo que ya ha fracasado repetidamente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero la región ha evolucionado y también han evolucionado los Dos Grandes. Donald Trump es muy realista y Vladimir Putin tiene un agudo sentido del Derecho Internacional. Si logran compatibilizar sus puntos de vista sobre el Gran Medio Oriente, habrá de inmediato consecuencias positivas en Extremo Oriente.
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