jueves, 16 de agosto de 2018

Los nuevos inquisidores y la demonización del humor


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Los nuevos inquisidores y la demonización del humor

 

 

Santiago Navajas

En 2012 el gobierno conservador de Gran Bretaña sacó adelante una Ley de Orden Público en el que se sancionaba lo que se entendía era “discurso del odio”. Bajo esta extraña expresión se trataba de eliminar todo tipo de expresión que atentase contra minorías perseguidas y acosadas. Porque no es lo mismo, sostienen los nuevos inquisidores, decir que los blancos están genéticamente incapacitados para tomar el sol, por lo que es mejor que vivan en guaridas, que sostener que los negros son difíciles de ver por la noche por lo que es mejor que vistan ropas reflectantes.
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Por lo segundo te despiden ipso facto de un medio progresista como el New York Times, pero hacer bromas sobre los “caras pálidas” no es óbice para que te nombren miembro con honores de su equipo de colaboradores (basta que te arrepientas con la boca pequeña y jures por Snoopy que no lo vas a volver a hacer). José Carlos Rodríguez denunciaba la doble moral del NYT en estas mismas páginas.
La bienintencionada ley, sin embargo, convirtió a los acosados en acosadores, a los perseguidos en perseguidores. Porque tanto el grueso de los conservadores como de los socialistas había caído en el dogma de que la víctima siempre tiene razón, lo que abrió la puerta a la victimización como argumento moral, la sensiblería como sustituto epistemológico de la razón y la demonización del disidente como método político.
Los humoristas auténticos se mofan de todo tipo de clichés, postureos, modas más o menos ridículas, más o menos venenosas
En aquella ocasión, Rowan Atkinson (el humorista famoso fundamentalmente por su caracterizadión de Mr. Bean) enarboló la bandera de los humoristas, los satíricos y todos aquellos que viven de burlarse con más o menos gracia, con más o menos mala leche, con más o menos malafollá de sus semejantes, para defender la libertad de expresión. Una tradición que se remonta a Aristófanes cuando satirizó de manera inmisericorde a Sócrates en Las nubes, pasó por los Monty Python y su diatriba en La vida de Brian contra radicales de todos las tendencias, encarnados en unos risibles soldados romanos y unos hipócritas fundamentalistas judíos, hasta llegar al iconoclasta y vitriólico Baron-Cohen, azote de dictadores islámicos, mujeres sin depilar o fans de comprar metralletas en los supermercados. Como en el caso de South Park o Rick y Morty, los humoristas auténticos se mofan de todo tipo de clichés, postureos, modas más o menos ridículas, más o menos venenosas.
Atkinson argumentó contra “la industria de la indignación de los autoproclamados árbitros del bien público, que los medios de comunicación alimentan“. Unos “indignados” fácilmente reconocibles: suelen emplear el sintagma “tolerancia cero” para referirse a la intolerancia clásica de los fascistoides de toda la vida de Dios. Esa búsqueda de eufemismos muestra uno de los rasgos dominantes de la personalidad autoritaria posmoderna: el asalto al lenguaje. Una tradición totalitaria consiste en tratar de hacer cautivo al pensamiento mediante la imposición de tabúes y de obligaciones lingüísticas.
Mientras que en Francia su Real Academia y el Parlamento han parado los pies a la pretensión de cambiar el francés por el “lenguaje inclusivo” que pretende imponer el feminismo de género, en España los socialistas pretenden cambiar la Constitución para que ni sus Padres puedan entenderla
Así en Estados Unidos todos los que no son negros (y el concepto de raza se decreta que no es científico pero se usa igualmente si interesa para cuestiones “políticamente correctas”) tienen proscrita la palabra “negrata” (que incluso se expurga de los clásicos literarios siguiendo la más rancia tradición de los índices de libros prohibidos); en España se cambian los topónimos en español y son usados en su lugar los que usan en gallego, vasco y catalán (en los telediarios en español dirán “A Coruña” pero no escuchará en TV3 hablar de “Zaragoza”). Y mientras que en Francia su Real Academia y el Parlamento han parado los pies a la pretensión de cambiar el francés por el “lenguaje inclusivo” que pretende imponer el feminismo de género, en España los socialistas pretenden cambiar la Constitución para que ni sus Padres puedan entenderla.
El caso más reciente de intolerancia ha sido el que ha desatado Boris Johnson cuando ha defendido el derecho de los individuos a vestir burkas (¿mujeres, cómo sabemos que son mujeres?) a pesar de que parezcan buzones de correos. Y lo que han destacado la prensa amarillista (toda) y los políticos de todos los partidos (incluido el suyo) no ha sido la defensa del derecho a llevar burka sino el chiste (que Rowan Atkinson ha defendido por oportuno y por bueno).
Los atenienses mataron a Sócrates, el ironista y tocapelotas supremo, y los islamistas ametrallaron a los humoristas inmisericordes de Charlie Hebdo
La crítica a Johnson por su comentario sarcástico no solo es una estupidez sino que constituye un atentado moral contra el significado político de las bromas. Porque el humor sirve para poner a prueba los límites de lo que puede ser pensado y dicho. Los humoristas, como los filósofos, tienen no solo el derecho sino el deber de decir lo indecible porque en el humor reside el poder transformador, la verdad desagradable. Los atenienses mataron a Sócrates, el ironista y tocapelotas supremo, y los islamistas ametrallaron a los humoristas inmisericordes de Charlie Hebdo. Quién no es capaz de reírse con aquello que le toca de lleno no es solo un amargado de sí mismo, es un peligro para los demás.
Terminemos con un chiste. En un bosque, un tremendo oso grizzly había atrapado a un ateo. El ateo, desesperado y muerto de terror, se puso a rezar: “por favor, Dios, haz que este oso se haga cristiano”. Dicho y hecho, el oso fue iluminado por un rayo del sol tras el cual cayó de rodillas, juntó las garras en gesto de oración y dijo: “Bendice, Dios, los alimentos que vamos a tomar”. ¿Algún ateo en la sala se ha ofendido por la broma? Pues además de ateo resulta que es imbécil. Palabra de ateo.

Turquía y el colapso del modelo Erdogan


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Turquía y el colapso del modelo Erdogan

 

Fernando Díaz Villanueva

Hace menos de dos meses Recep Tayyip Erdogan arrasó en las elecciones presidenciales, le sacó más de veinte puntos a su principal contrincante, el socialdemócrata Muharrem Ince. Erdogan es un caso extraño de mandatario al que el ejercicio del poder en lugar de desgastarle le fortalece. Cabría pensar que hubo fraude electoral, pero no, ni Erdogan ni su partido necesitan hacer trampas. Buena parte del país le adora. Ganó con contundencia en Estambul y Ankara, en las provincias del interior su triunfo fue directamente arrollador. Y así por decimosexta vez consecutiva desde 2002.
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Hay múltiples razones que explican el erdoganato. Una de ellas es la buena marcha de la economía. Turquía ha ido extraordinariamente bien en los últimos quince años. El país ha crecido, también lo ha hecho el ingreso per cápita, se ha formado una numerosa clase media y el bienestar se ha dejado sentir en todas las capas de la población.
En muchos aspectos la bonanza turca ha adquirido tintes orientales, propios de la China popular o de los emiratos del Golfo. Entre 2002 y 2010 el crecimiento promedio del PIB fue del 5,2%, entre 2011 y 2017 del 6,6%. La crisis mundial de 2009 apenas les rozó. Hubo años, como 2011, en los que, mientras la economía europea hacía aguas, la turca se marcaba un incremento del PIB del 11,1%.
No era casual que muchos hablasen de Turquía como el tigre del Mediterráneo. En unos años en los que Italia o España, economías ambas de alto ingreso, mordían el polvo, en la más oriental de las penínsulas del mare Nostrum la fiesta no se detenía.
Estambul, una ciudad de cúpulas y minaretes, se llenó de rascacielos formando un pequeño Manhattan euroasiático
Sus efectos estaban a la vista de cualquiera que visitase el país. Nuevas y flamantes autopistas, trenes de alta velocidad recorriendo los páramos de Capadocia, nuevos aeropuertos, barrios de nueva planta a las afueras de las ciudades trazados con mimo con su mezquita en el centro. Estambul, una ciudad de cúpulas y minaretes, se llenó de rascacielos formando un pequeño Manhattan euroasiático.
Hoy el distrito de Levent concentra más rascacielos que Londres o Fráncfort. Frente a ellos se levanta el nuevo puente del Bósforo, inaugurado hace sólo dos años y que Erdogan quiso bautizar como puente Sultán Selim en honor a Selim I, un emperador otomano que a principios del siglo XVI conquistó Egipto y las ciudades santas del Islam.
El puente es el símbolo de los años de la prosperidad: dos kilómetros de longitud, 322 metros de altura y un tablero de 58 metros de ancho por el que discurren ocho carriles de autopista y una doble línea férrea. A su lado el puente de Brooklyn es una miniatura. El Selim I conduce directo al nuevo aeropuerto de Estambul, un complejo gigantesco de seis pistas cuya construcción está finalizando al norte de la ciudad, junto al canal que el Gobierno ya ha empezado a excavar y que duplicará la capacidad de tránsito del Bósforo.
En cierto modo lo que ha ocurrido en Turquía es similar a lo de Extremo Oriente o el golfo Pérsico pero con ingredientes distintos. En el Golfo hay petróleo y gas, en Turquía no. China, por su parte, ha crecido gracias a las exportaciones, lo que le ha permitido encadenar superávits que son los que, en definitiva, han financiado los rascacielos de Cantón, el tren de levitación magnética de Shangai o la autopista que corre paralela a la antigua Ruta de la Seda.
Turquía ha basado su fulgurante desarrollo en créditos llegados desde el exterior. Mientras los bancos centrales como la FED o el BCE bombeaban efectivo al mercado para mantener a EEUU y la UE a salvo de la recesión no hubo problema. Parte de ese efectivo se iba a países emergentes como Turquía, donde aguardaban grandes inversiones, especialmente en infraestructuras y construcción de oficinas y viviendas.
Para financiar su déficit crónico Turquía necesita unos 200.000 millones de dólares anuales que, desde hace un par de años, no llegan con la alegría de antes
Dado el bajísimo nivel de ahorro interno, este esquema ha convertido a la economía turca en adicta al crédito foráneo. Para financiar su déficit crónico Turquía necesita unos 200.000 millones de dólares anuales que, desde hace un par de años, no llegan con la alegría de antes. El país ha invertido en grandes proyectos de construcción muy vistosos para el electorado y que crearon mucho empleo a corto plazo, pero que poco han hecho por mejorar la productividad, que es la fuente de todo crecimiento económico sostenido en el largo plazo.
Conforme iban pintando bastos en el sector financiero el Gobierno dobló la apuesta expandiendo la masa monetaria, la lira turca emitida por el propio Gobierno. Cuando Erdogan se refiere a soberanía monetaria quiere decir que la moneda es suya y hace con ella lo que le viene en gana. La consecuencia inmediata ha sido un repunte salvaje de la inflación, que ya está por encima del 15% y sigue subiendo.
La inflación actúa como un chute de cocaína, sus efectos son euforizantes a corto, pero a largo deja una resaca devastadora que es la que están padeciendo ahora. El Gobierno observa dolorido como tiene problemas crecientes para endeudarse en el extranjero y las empresas que habían confiado en una bonanza perpetua se encuentran en dificultades para devolver todo lo que habían pedido prestado.
Todo esto ya se sabía o, por lo menos, se intuía hace dos años, cuando el modelo Erdogan dio muestras de agotamiento. Pero el presidente quería seguir siéndolo, de modo que ante las elecciones de este año en lugar de reducir la deuda y enfriar la economía subiendo los tipos hizo todo lo contrario, se endeudó más y mantuvo los tipos artificialmente bajos, lo que ha provocado que los problemas se agraven.
Si el dinero no entra ya por una puerta, las de los bancos internacionales que llevan años con la mosca detrás de la oreja, lo ha hecho a través de otra, la del propio Gobierno colocando títulos en el mercado de deuda. El resultado ha sido el previsible: comprar bonos turcos es más arriesgado, sigue habiendo demanda pero el inversor pide mayores rentabilidades para compensar la eventualidad de una suspensión de pagos.
Erdogan se ha enfrentado con Rusia, con la Unión Europea y se ha metido de hoz y coz en la guerra de Siria, que está resultando muy costosa para el erario público
A este endiablado esquema se ha sumado el desorden político. En 2016 se produjo un golpe de Estado fallido que ocasionó una caza de brujas dentro del país y un gran descrédito fuera. Erdogan ha promovido una política exterior expansiva. Se ha enfrentado con Rusia, con la Unión Europea y se ha metido de hoz y coz en la guerra de Siria, que está resultando muy costosa para el erario público.
Demasiado para que la lira, una divisa que nunca fue especialmente sólida, aguante sin venirse abajo. La economía turca exporta bien, especialmente productos industriales gracias a la deslocalización de muchas plantas europeas, pero es muy dependiente de importaciones para hacerlo. Es decir, que la fábrica que FIAT tiene en el polo industrial de Bursa exporta vehículos a la UE, pero necesita importar antes muchos componentes. Algo similar sucede con los centros de producción que la española Inditex tiene en el país.
Una lira débil favorece las exportaciones, pero penaliza las importaciones. Lo que ganan por un lado lo pierden por otro, la cara B de las devaluaciones de la que los Gobiernos inflacionistas nunca quieren hablar. Si se quieren exportar productos complejos y, por tanto, de alto valor añadido antes hay que importar.
¿Por qué Erdogan ha insistido en prolongar una fase expansiva cuyos fundamentos eran tan endebles? A fin de cuentas el presidente turco no es un Hugo Chávez, no pretende hacer la revolución ni acabar con el capitalismo. No hay base ideológica en su ceguera. La razón es esencialmente política. Durante tres lustros el erdoganismo ha constado de dos ingredientes: recuperación del orgullo nacional y prosperidad económica. Sobre esas dos patas camina su régimen. No se puede permitir verse privado de una de ellas. Su imagen es la de un hombre-milagro que prometió trabajo y lo ha entregado. Así, ante los primeros síntomas en vez de replantearse fríamente los defectos de su modelo económico perseveró en él abriendo más el grifo del gasto y de la deuda.
Durante tres lustros el erdoganismo ha constado de dos ingredientes: recuperación del orgullo nacional y prosperidad económica. Sobre esas dos patas camina su régimen
El problema es que lo ha llevado tan lejos que ya no puede aterrizar suavemente. En cuanto la banca internacional interrumpa las refinanciaciones de las empresas turcas y los inversores rehúsen comprar los bonos del Estado no le quedará otra que tocar la puerta del FMI para no tener que presentar la bancarrota. La economía, a diferencia de la política, no admite interpretaciones creativas. Una vez se ha secado la fuente poco más se puede hacer.
Foto Fernando Díaz Villanueva

Los sentimientos y la civilización


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Los sentimientos y la civilización

 

 

J.L. González Quirós

Es un tópico de la historia cultural que a la Ilustración le ha seguido la época romántica y, según parece, hay muchos signos de que la exaltación de los sentimientos que vino con ella no ha sabido dar paso, todavía al menos, a algo un poco menos melifluo.
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Los sentimientos tienen una gran literatura a su favor y se ha acudido a desprestigiar a la pura razón y a la lógica para mostrar su superioridad no solo estética sino moral. La cosa ha llegado tan lejos que se ha hablado, con seriedad impostada, de un nuevo tipo de inteligencia (la “inteligencia emocional”) olvidando que, al menos desde Teofrasto, los analistas de la conducta humana nunca han pretendido que lo que hacemos y lo que buscamos se pudiera comprender en términos puramente racionales.
Tal vez uno de los factores que expliquen la preeminencia que se pretende otorgar a los deseos y los sentimientos sea, precisamente, que la civilización ha permitido una enorme multiplicación de vidas humanas y ha traído, al tiempo, una serie de poderosos procesos de homogeneización social. Las sociedades de masas se llaman así no meramente por el número, sino por el hecho de que las formas de vida colectivas dejan relativamente poco margen a la verdadera originalidad, dificultad que se disimula habitualmente con la moda. El sentimiento aparece entonces como el refugio de la individualidad, como el asiento de nuestra singularidad, dado que, por definición, es y se percibe como exclusivamente propio sin deuda ninguna con nada común. Lo que es común, la razón, el lenguaje, la moral, el derecho, la economía, todas las instituciones sociales, en suma, tiende a verse, y a devaluarse, desde el prisma del sentimiento subjetivo, del propio parecer, de aquello que nos resulta exclusiva e insobornablemente personal.
La entronización del sentimentalismo, en todos los niveles, no es solo un fenómeno social preocupante, sino, lo que es más grave, un error intelectual de enormes consecuencias
Desde esta perspectiva, es fácil acabar cifrando la dignidad y la libertad personal, en aquello que sentimos, hacer que nuestro sentimiento sea la forma privilegiada de realidad, olvidando por completo las dimensiones objetivas de lo efectivamente existente, y, al tiempo, el carácter racional y la fortaleza lógica de nuestra condición humana, y, en consecuencia, negándole a la razón su capacidad de someter al sentimiento y al deseo a exigencias de un nivel más alto. La entronización del sentimentalismo, en todos los niveles, no es solo un fenómeno social preocupante, sino, lo que es más grave, un error intelectual de enormes consecuencias.
Desde el punto de vista político, el fenómeno es de una virulencia preocupante y tiende a que olvidemos que la vida social en su conjunto, y su gestión, lo que es realmente la acción política, no puede basarse únicamente ni en deseos ni en sentimientos, sino que tiene que contar con realidades efectivas que son complejas y trabajosas de comprender. Cuando esto se olvida, lo más fácil es caer en el error de imponer nuestra voluntad a todo trance, olvidando, por supuesto, que la ley existe, precisamente, para que la vida colectiva no esté sometida a la arbitrariedad de nadie, para que no impere la violencia capaz de destruir cualquier orden social mínimamente razonable, para que ninguna fuerza organizada se imponga por las bravas y anule  la vigencia de reglas que todos debemos aceptar porque en ellas está nuestra salvación contra cualquiera de los abusos que siempre tientan al poder y a quien pretende alcanzarlo.
Un ejemplo claro de abuso sentimental en política es el nacionalismo excluyente, la conducta que olvida que los equilibrios históricos del poder y las fronteras que han resultado de ese juego, no existen de manera natural, sino que son el fruto de acuerdos seculares que es necio ignorar, y muy peligroso violar, ese nacionalismo que busca convertir a las lenguas, que son instrumentos de comunicación, en barreras que excluyen. Ese es el error que cometen quienes, por ejemplo, sostienen que como son catalanes y no se sienten españoles tienen derecho a un estado independiente, pero también sería el error de quien suponga que se puede resolver el problema que los nacionalismos plantean ilegalizando sus plataformas políticas. Ni basta sentirse algo para serlo, suposición que me serviría para declararme dueño de cualquier cosa con tal de sentirlo con suficiente intensidad, ni sirve de nada tratar de acabar con una epidemia, por poner un ejemplo distinto al político, haciendo, por ejemplo, que la gripe fuese ilegal.
José Jiménez Lozano tiene escrito que es siempre una delgada capa la que nos separa de la barbarie, y esa diminuta película está hecha de respeto a la palabra y a lo que con ella va, al diálogo, pero también a los conceptos y razones objetivas, a los acuerdos y las leyes, a la libertad de todos los que respetan la historia y la voluntad mayoritaria de sus conciudadanos, piensen lo que piensen. Si se da ese respeto, el ámbito de discrepancias puede ser amplio y suele ser fructífero, pero cuando se actúa, no sin un cierto infantilismo, pretendiendo imponer por la fuerza, o por la presión social organizada, lo que se dice “sentir”, el que así actúa está siempre a punto de provocar una guerra capaz de desencadenar un brutal sacrificio colectivo o de convertirse en un cáncer incurable.
Cuando los supremacistas catalanes dicen que persiguen sus objetivos de manera pacífica no solo mienten, porque no usan la persuasión sino la presión y el acoso, sino que están a punto de provocar un conflicto que luego no sabrían sofocar
Cuando los supremacistas catalanes dicen que persiguen sus objetivos de manera pacífica no solo mienten, porque no usan la persuasión sino la presión y el acoso, sino que están a punto de provocar un conflicto que luego no sabrían sofocar. Cuando los gobiernos ignoran la gravedad y seriedad del problema que a todos nos plantean esas conductas destructivas, están siendo tan irresponsables como lo serían si tolerasen sin hacer nada la propagación de una peste. Es verdad que la extensión y la intensidad del supremacismo catalán suponen un problema político que no puede arreglarse solo con la aplicación de la ley, si bien es inconcebible que pueda hacerse sin ella, pero el error más grave que España puede cometer es ignorar lo que ocurre, sea por considerarlo como un problema de orden administrativo, a la manera de Soraya, sea como un conflicto fruto de la torpeza de anteriores gobiernos, como parece entenderlo Sánchez, en el tiempo que le deja libre la gestión de su peculio político, incluyendo la habilidosa colocación de su señora en una cátedra de postín. Pero también sería un error considerarlo como un asunto puramente de orden público que se pueda arreglar abrazando a guardias civiles o exhibiendo el supuestamente fuerte brazo del Boletín Oficial del Estado para anonadar lo que resulta molesto.
Todos tenemos el derecho a sentir lo que nos plazca y hasta a reclamar consideración y respeto para nuestros deseos, ocurrencias, y peculiaridades, pero nunca tenemos derecho a que esas pretensiones se conviertan en mandatos que los demás hayan de acatar: lo sentimientos tienen que poder describirse y limitarse para convertirse en razones, para que puedan reclamar su derecho a actuar en la plaza pública en la que establecemos, por escrito y de la manera más razonable que podamos, las reglas capaces de evitar la violencia y la destrucción mutua.
Una política solo es buena cuando respeta la realidad  y cuando no trata de actuar únicamente en el universo que imagina deseable
Una política solo es buena cuando respeta la realidad y cuando, aunque distinga la realidad de lo que se pueda sentir y lo respete, no trata de actuar únicamente en el universo que imagina deseable, ese es el error de fondo de casi todas las izquierdas, sino de moverse con determinación y objetivos claros en el piélago de los conflictos colectivos tratando de buscar un óptimo reconocible por todos y en el que una sociedad pueda embarcarse de manera mayoritaria. Solo así puede aspirar a convertirse en un proyecto que pueda superar la estéril y ciega dialéctica entre, por una parte, los sentimientos y las demandas colectivas y, por otra, el bien efectivamente posible, un objetivo  en el que siempre ha de estar presente algo más que la voluntad de unos pocos, el logro de la continuidad pacífica en una civilización democrática.

Dimensión canalla de los comportamientos israelíes


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Dimensión canalla de los comportamientos israelíes


El artículo ejemplifica diversos episodios y declaraciones del gobierno israelí que revelan cierta duplicidad, “pensamiento doble” como lo caracterizara George Orwell hace ya un largo medio siglo.
Por Luis E. Sabini Fernández
Israel ha ido acrecentando su presión sobre la población palestina, desmantelando sus medios de vida, comunicación, transporte, sanitarios, educacionales, convirtiendo a la población palestina en islotes cada vez más segregados en los territorios mayores aun no deglutidos por el Estado de Israel ─Cisjordania fundamentalmente─ y en el caso de la Franja de Gaza, un régimen de cárcel a cielo abierto donde la segregación y el sitio que sufren ese más de millón y medio de palestinos parece contar con la anuencia mundial, en rigor la de los grandes poderes planetarios. “[…] la estrategia de asedio de las fuerzas israelíes de ocupación en Gaza y Cisjordania, una combinación peculiar de lo medieval y lo moderno. Aquí tenemos literalmente un estado de sitio que es permanente, una forma indefinida del ‘estado de excepción’ cuyo final es difícil de imaginar o concebir. Poblaciones enteras han sido deliberadamente aisladas de la posibilidad de seguir una vida cotidiana normal en lo que efectivamente era una ocupación colonial tardía […]”. Así define Jules Etjim 1 esa situación.
El “estado de excepción” dictado por el EdI es el que facilitó que la Marcha del Retorno, un reclamo palestino para volver a las tierras que le fueran violentamente arrebatadas primero y confiscadas después, programada y llevada a cabo desde el 30 de marzo ppdo. se convirtiera en la razón o la oportunidad para que las fuerzas armadas israelíes mataran, a lo largo de varios viernes, a centenares de palestinos desarmados y sin piedras 2 e hirieran a varios miles.
La Marcha del Retorno, entonces puso en blanco sobre negro el carácter racista, despótico, genocida del EdI.
¿Cómo se atreve Netanyahu y la plana mayor israelí a tales atropellos, a semejante comportamiento? Porque campea la impunidad.
La dimensión canalla se expresa multifacéticamente. Otro ejemplo: el gobierno israelí ha llevado a sus más minúsculos niveles el suministro de energía a la FdG. En el anuncio de tan drástica reducción, que significa una vida cotidiana para casi dos millones de habitantes o mejor dicho sobrevivientes en el territorio gazatí, con muy escasas horas de energía diaria (6, 4, 2, no sabemos), aclaran que mantendrán los servicios de ayuda humanitaria.
Suponemos que esa última aclaración es de las que tranquilizan las conciencias democráticas y occidentales.
Lo registro como expresión de pensamiento doble tan bien descrito por George Orwell.
Pero la dimensión canalla y el pensamiento doble proliferan.
A fines de junio fueron secuestrados tres jóvenes israelíes. Poco después se encontraban sus cadáveres. Observe el lector que desde el 30 de marzo las fuerzas de seguridad israelíes inauguraron ese nuevo círculo del infierno decidiendo el asesinato colectivo de gente desarmada como explicamos en los párrafos precedentes.
El asesinato de esos tres israelíes es la respuesta sorda, la venganza, mínima, simbólica de palestinos desesperados e impotentes ante la imposición brutal de matanzas colectivas. Pero cómo reacciona la dirección sionista: “Beniamìn Netanyahu aseguró que Hamas pagará por el asesinato de los jóvenes […] El Gabinete israelí se expresó a favor de una acción militar. El ministro de Exteriores de Israel, Avigdor Lieberman, pidió una gran ofensiva aérea y terrestre en la Franja de Gaza. […] A su vez, el ministro de Defensa israelí, Moshe Yaalon, reiteró ayer sus palabras del día anterior: Consideramos a Hamas responsable del secuestro y asesinato. Seguiremos persiguiendo a los asesinos de los adolescentes. No descansaremos hasta que les pongamos la mano encima.”
El presidente estadounidense, Barack Obama, ya había condenado ‘de la forma más contundente posible’ el asesinato de los jóvenes, lo que fue ratificado por el Departamento de Estado un día después. Sin embargo, la portavoz Harf no aportó pruebas concretas sobre la responsabilidad de Hamas en el asesinato aunque reiteró en varias ocasiones que existen ‘muchos indicios’. 3
La cita de los últimos párrafos proviene de infonews que encabeza su texto con el equívoco título de “Crímenes de israelíes”. Obviamente se refería al asesinato de los tres israelíes a manos palestinas y no el de centenares de palestinos a manos israelíes.
Esa reacción de Lieberman, Yaalon, Netanyahu, desgarrándose las vestiduras por la sangre vertida es lo que consideramos canalla cuando esos mismos dirigentes han sido fundamentales en el derramamiento de sangre palestina, acontecida justamente antes, mucho antes e inmediatamente antes.
El comportamiento israelí ha ido dando cada vez más razón a aquellos judíos temerosos ante el avance sionista. Uno de ellos aludía “al gato que estrangula sin hacer sangre”.
¿Qué nos advertía, por ejemplo, Isaac Leib Peretz en 1906, cuando el sionismo se estaba desarrollando con enorme vigor?
“[…] temo que sobre las ruinas, en lugar de lo nuevo construyáis algo pero, más oscuro y frío. […] y la justicia […] os abandonará. Y no lo notaréis, porque para eso son ciegos los que triunfan y oprimen. […] Construiréis cárceles para encerrar a quienes extienden el brazo señalando el abismo en que caeréis.” 4
Pero Peretz era un judío que hablaba de humanidad. Ese concepto parece raído y caduco para el sionismo. Y la lengua de Peretz era el yiddish. Que el sionismo desprecia.
Poco antes Peretz había señalado: “¿No decís acaso que la humanidad cual ejército hacia el frente, deberá marchar al compás que marquen vuestros tambores? Pero la humanidad no es un ejército.”
La cuestión hoy es si Israel es una sociedad que tiene su ejército o un ejército que tiene una sociedad.
Luis E. Sabini Fernández
http://revistafuturos.noblogs.org

Para leer « El Capital»


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Para leer « El Capital»


Certera introducción a la capital obra de Karl Marx
Por Iñaki Urdanibia
La obra más célebre de quien no se considerase marxista, es sin lugar a dudas esta voluminosa obra que ha sido más nombrada que leída, y que hoy parece que tras pasar un largo periodo en el purgatorio , por no decir el infierno ( pero es que de este ultimo no se sale), renace con cierta fuerza desde que las zarpas de la crisis arañasen al mundo, se dio emparejada a tal situación un aumento de la gente por el libro de Karl Marx, interés que ha aumentado más si cabe en este año n que se ha cumplido el doscientos aniversario de su nacimiento, en Tréveris en 5 de mayo de 1818; en este año los editores calculan que se llegarán a vender 3000 ejemplares de la obra, cifra insólita para un libro, que se compone de tres volúmenes, y de un género que habitualmente no centra las preocupaciones del personal. Este aumento además de la crisis financiera de 2008 y los coletazos años siguientes y el aniversario mentado, puede deberse que la utilización del nombre de Marx, y sus derivados ( marxismo, etc.), ya no se utiliza al menos de manera generalizada como bandera para luchar contra los países dichos socialistas, lo que le supone que se le haya quitado el traje de diablo que se le había endosado y así hay gente entre las nuevas generaciones que no tienen recelos para acercarse a la obra capital de Marx.
También es cierto que en las propias filas de la rebelión, algunos ha solido aplicar una falaz metonimia que hace que una versión del marxismo, convertida en doctrina de estado, pase a representar todos los males habidos y por haber en los procesos de burocratización , recurriendo para ello a los tiempos de la AIT, en los que las diferencias entre federalistas / anti-autoritarios y centralistas / autoritarios estaban representadas por Bakunin la primera mientras que la segunda era personificada por Marx y epígonos; según esta simplificadora visión ya entonces en el comportamiento de Marx se veían todos los males que luego vinieron, de las obras…ni hablar ya que teniendo en cuenta lo primero se ahorra el trabajo de leerle aduciendo un tramposo silogismo que vendría a mantener que de un autor autoritario nada bueno podría salir ni esperarse, ¡vaya por dios! Se obvia con tan simplificación que marxismos , en la medida de teóricos y militantes que se han reclamado del revolucionario alemán, ha habido de muy diverso pelaje, desde luego nada tiene que ver la vulgata establecida por las luminarias del PCUS y por el mismo Stalin que las reivindicaciones de Marx por parte de Karl Korsch, Gustav Landauer, Rosa Luxemburgo, o hasta algunos anarco-marxistas como el necesario Daniel Guérin ( no se ha de olvidar , y no digo como argumento malévolo, que al ruso fue el propio Bakunin quien tradujo la obra de su adversario). Así pues, no parece el camino adecuado tirar al bebé con el agua del baño sino que es lo más probo distinguir y acercarse sin prejuicios a la obra de Marx.
Podría optarse por el camino más expeditivo y decir que si se quiere leer a un autor lo mejor es recurrir a la lectura directa de sus propias obras en vez de acudir a introducciones que en no pocas ocasiones, por no decir que prácticamente en todas, la simplificación está servida y no me detendré en los manuales de Kuusinen o los diccionarios de Rosental y Iudin ( por no referirnos a lo catecismos- con perdón de Politzer o más tarde los omnipresentes lecciones de Marta Harnecker); quizá, en este orden de cosas, allá por los sesenta cobró presencia y celebridad aquella llamada a Lire le Capital, realizada por Louis Althusser con la ayuda de algunos de sus alumnos de entonces ( Etienne Balibar, Jacques Rancière, Pierre Macherey y Robert Establet) que la verdad era una visión estrictamente epistemológico-cientista presentada por los autores que a través de la famosa coupure epistémologique dejaba fuera de combate al joven Marx y sus veleidades heredadas de Hegel y Feuerbach con sus conceptos como alienación que no hacía sino representar un bienintencionado humanismo que para nada era marxista… la invitación a leer el Capital quedaba muy bien pero la lectura del libro más que facilitar la lectura de la obra magna del alemán, desviaba las cosas a una nebulosa que en vez de favorecer la propuesta lectura la complicase o hasta la evitase, a pesar de lo cual no cabe duda de que supuso una re-lectura de Marx que sacudió las tranquilas aguas de la mirada tradicional, esquemática y mecanicista; si bien también es verdad es que la lectura iba enfocada a enfrentarse con quienes mantenían una lectura basada en los Manuscritos, sacados a la luz en los años treinta.
Pues bien, acaba de ver un libro que puede incluirse entre los catalogados como una nueva lectura de Marx de Michael Heinrich: « Crítica de la economía política. Una introducción a El Capital de Marx » ( Guillermo Escolar, 2018). Vaya por delante que aunque en muchas ocasiones las introducciones o prólogos suelen ser, o suelen ser considerados como, baladís, no es el caso de la presentación que de la obra realiza César Ruiz Sanjuán, editor de ella: La nueva lectura de Marx, que , en el orden de lectura como es obvio va al principio, y ha de ser leído pues de él se saca, sin duda, provecho; y ello porque sitúa el trajín que se ha dado con respecto a la obra de Marx estudiada y sus diferentes interpretaciones , tergiversaciones , surgidas de las simplificaciones realizadas por Engels, con el fin de hacer accesible la complejidad de la obra de su amigo a los trabajadores, esto sirvió de base a ciertas interpretaciones deterministas y dogmáticas, representadas por el marxismo tradicional, bajo la batuta de los soviéticos, que presentaban de manera mecánica el inevitable colapso al que iba a llegar el capitalismo. Se presenta también en la jugosa presentación, los desmarques del marxismo occidental , y la importancia que tuvo en el estudio de la obra marxiana la aparición de los Manuscritos y los Grundisse, que hicieron que surgieran diferentes acercamientos algunos de ellos complementarios para la lectura de El Capital; por último, se destacan los puntos esenciales de la lectura que realiza Michael Heinrich .
El acercamiento de Heinrich se lleva a cabo desde una óptica crítica que no se priva de emitir ciertos reparos a algunas de las conceptualizaciones de Marx, del mismo modo que hace hincapié en algunas ambigüedades que hacen que Marx se sitúe, en algunos momentos, en el mismo nivel que los estudiosos de la economía política clásicos. Subraya de todos modos el aspecto crítico que destacaba en el proyecto de Marx, al calificarlo como crítica de la economía política, aspecto que queda puesto de relieve desde el propio título de la obra.
Entre los indudables valores del ensayo, está su claridad que hace que los complejos aspectos planteados en la obra estudiada sean puestos al alcance lector, valor al que se han de añadir las incursiones que el ensayista realiza en las diferentes interpretaciones que de algunos conceptos se han realizado, tanto por el marxismo tradicional como por el occidental, aclaraciones que va intercalando en la exposición de los aspectos esenciales y las categorías de la obra estudiada: trabajo, valor, dinero, mercancía, capital, plusvalor y explotación, el proceso de producción capitalista, la circulación, el beneficio, la caída tendencial de la tasa de beneficio, las crisis, el fetichismo de las relaciones burguesas y algunas derivas sobre la concepción del Estado en Marx y algunos escarceos en el tema de la cuestión judía. Tras los dos primeros capítulos en los que Heinrich expone sus decisiones metodológicas, y ya desde el siguiente entramos en harina y en la visita rigurosa de los tres tomos de la obra de Marx: valor de uso / valor de cambio , trabajo abstracto/ concreto y las distintas formas del valor, traducido en el dinero. Posteriormente somos aleccionados con respecto al establecimiento del valor, no de un modo sustancialista que es el predominante en las interpretaciones al uso ( el trabajo socialmente necesario) sino en la unión del trabajo individual y el trabajo social, en el intercambio de mercancías. Desvelada la relación entre mercancía y dinero, se pone en relación a este último con el capital, y en la acumulación originada por el plusvalor, producto del pago, vía salario, que el patrón hace de la mercancía-fuerza de trabajo y no del valor del producto del trabajo llevado cabo por el trabajador.
Los pasos siguientes nos conducen a las distinciones entre capital constante y variable y a los consiguientes plusvalor absoluto y relativo, y ahí entramos en la dinámica incesante del capitalismo en busca de su propio objetivo: el beneficio y el impulso incontrolado por ampliarlo de tal modo que tanto los humanos como la propia naturaleza se vean ninguneados con tal de que el objetivo señalado se cumpla…y siga marchando hacia adelante. Ahí es cuando aparece con fuerza el auténtico espíritu del capital , que más allá de la injusticia que supone en lo que hace a la distribución de la riqueza y las consiguientes y crecientes desigualdades, lo realmente preocupante es su carácter irrefrenable y depredador que puede llevan al desastre del agotamiento de las materias de la tierra. Beneficio tasa de beneficio son analizados y la tantas veces criticada “ley de la caída tendencial del beneficio”, que es explicada por Heinrich sin considerarla unida a la teoría de la crisis , de la que es independiente, resaltando el carácter voraz e insaciable del capital. El capital financiero y la idea del fetichismo especialmente ligado con éste, y el papel clave que juegan los bancos y las entidades de crédito como base sustancial de la estructura económica del capitalismo…provocando por las ansias de ampliar los beneficios el recurso a cantidades de capital solamente existentes en los sistemas de crédito, con lo que se trata de ampliar las inversiones y el crecimiento de ganancias que estas pueden originar. El análisis de las crisis resulta revelador al suponer un desmarque a las visiones mecanicistas, tan ampliamente implantadas, de que las crisi abocan al capital al desastre seguro y al colapso final , teoría que ha solido provocar una asentamiento de las visiones de espera…ya que el derrumbe llegará solo y sólo queda esperar. El fetichismo vuelve a ser contemplado con detenimiento y este caso recurriendo a la fórmula trinitaria – que supone la ilusión de que el capital, la propiedad del suelo y en trabajo son fuentes de valor per se producidas por la sociedad, y no como simples fuentes de ingreso para quienes están en posesión de ellas…hurgando el autor en los engaños que hacen creer a los ciudadanos, en general, que las cosas funcionan de un modo que en realidad no funcionan. El siguiente paso es dado en estudiar el papel del Estado , despejando algunos lugares comunes / instrumento opresor / árbitro) y proponiendo la justa visión de la participación estatal en la regulación de los modos de la producción, también se analiza la concepción del comunismo, poniendo los puntos sobre las íes, ya que las no-lecturas o las lecturas deficientes han dado por propia de Marx una visión que no se corresponde con lo expresado por él,, quien, por otra, parte no se dedicó en ninguna de sus obras a vender ningún tipo de armoniosos paraísos.
Por medio de las diferentes clarificaciones que se van sucediendo y que van siendo unidas las unas con las otras, como acabo de señalar, van asomando algunos aspectos esenciales de cara a una interpretación no ideológica, que ha sido lo predominante, que ha presentado la obra de Marx, bajo la denominación de marxismo como un recetario que tiene ( iba a decir tenía, pero todavía hay gente que se mueve en esos parámetros, por lo que lo he puesto en presente)respuesta para todo, y que ha de ser considerada como una ciencia exacta que marca la dirección de la sociedad hacia un porvenir insoslayable como si de un artefacto mecánico se tratase. Sirve igualmente la travesía propuesta por Heinrich para despejar los aires deterministas que tantos han criticado en Marx, cuando de hecho deja aclarado que tal visión no era de él sino de sus sucesores, que defendían la teoría del colapso al que estaba abocado el capitalismo como que esto fuese una ley de la naturaleza, independiente de la acción de los humanos. La labor de desmarque contra las supuestas puestas en práctica del ideario marxista, en los países del socialismo real ( por no hablar del socialismo burocrático y autoritario, aunque suene a puro oxímoron la unión de la primera palabra con las dos siguientes), desde la revolución de 1917, encabezada por Lenin y el partido bolchevique, marcando las experiencias posteriores en las que predominó el aspecto distributivo al emancipatorio que hacía que la sociedad entre iguales, la asociación de hombres libres, de la que hablase Marx quedase absolutamente anulada, al crearse un ambiente rígido en el que las libertades brillaban por su ausencia y el dirigismo más férreo era la moneda al uso, encarnada en el omnipresente y todopoderoso partido. No se ha de obviar tampoco los tonos moralistas que algunos ha otorgado a la obra de Marx, como si casi su proyecto fuese un pariente del espíritu cristiano, cuando de hecho la pretensión de Marx era la de estudiar el funcionamiento de la sociedad capitalista y la crítica de los velos, ideológicos, que ésta producía y que ocultaban los verdaderos objetivos que guiaban al capital: el beneficio, penetrando en las mentes de los trabajadores como si de una verdad pura amén se tratase.
La obra da pistas, igualmente, para ver la actualidad y pertinencia de los planteamientos de Marx, ya que aún habiendo cambiado los modos de funcionamiento del capitalismo, éste sigue siendo capitalismo y el retrato que el de Tréveris hacía con respecto al capitalismo de su época, sirve como base estructural al de entonces como al de ahora, obviamente sin obviar los cambios en lo que respecta a las clases, a los desarrollos científico-técnicos y sus consecuencias en el proceso productivo, etc., etc., etc. , y también para desmitificar algunas de las críticas habituales que subrayan el absoluto fracaso del ideario de Marx, cuando de hecho están refiriéndose a unas políticas que aun reclamándose del autor de El Capital, no usaban de él más que como bandera de enganche.
Igual que los otros mantenían que siempre hay motivos para rebelarse, « hay razones de suficiente peso para abolir el capitalismo e intentar reemplazarlo por una asociación de hombres libres”», y en este orden de cosas se puede afirmar que tras los estudios de Marx sobre la historia y el capitalismo hay un antes y un después al igual que lo hay, en sus terrenos correspondientes, con respecto a Kant , Newton o Darwin por nombrar algunos casos, del mismo modo que se puede coincidir con las afirmaciones de César Ruiz Sanjuán: « la teoría de Marx es una de las herramientas más potentes de que disponemos para comprender la dinámica interna del sistema capitalista, y a ella tiene que remitirse cualquier análisis profundo del capitalismo y cualquier crítica que aspire a la emancipación social de las personas sometidas a su potencial destructivo», del mismo modo que se puede afirmar que el libro presentado de Michael Heinrich es una magnífica herramienta no para sustituir la lectura del original marxiano sino para acercarse él con unas sagaces orientaciones que indudablemente facilitar´na la comprensión de esta magna obra de las ciencias sociales y de la emancipación.

EE.UU. destina 35 millones de dólares para “fabricar” democracia en Cuba y Venezuela


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EE.UU. destina 35 millones de dólares para “fabricar” democracia en Cuba y Venezuela

 

 


EE.UU. destina 35 millones de dólares para “fabricar” democracia en Cuba y Venezuela
El Congreso de Estados Unidos acaba de aprobar 35 millones de dólares de su presupuesto nacional, destinado a fabricar la “democracia” en Cuba y Venezuela, con el cual pagarán a sus asalariados y las campañas de terror mediático, a fin de hacerle creer al mundo que en esos países hay opositores “independientes” y se “violan” los derechos humanos.
Claro: de no existir ese dinero tampoco existirían los llamados disidentes que alimentan a los medios hegemónicos con tantas falsedades (fake news), rumores, especulaciones, mentiras.
Hoy el sistema capitalista, monitoreado desde Washington, aspira a desmontar los Estados, las identidades nacionales, las instituciones republicanas y la política representativa, abandonando a la ciudadanía a ser mero objeto de esas políticas.
El senador Marco Rubio, presidente del Subcomité para el Hemisferio Occidental del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, furibundo anticubano y guionista y financista de la oposición radical venezolana, logró la aprobación de 20 millones de dólares para promover la “democracia” en Venezuela y 15 millones para el mismo “fin” en Cuba, pese a que el Departamento de Estado había solicitado al Congreso solo nueve y diez millones, respectivamente.
En el caso cubano se aprobaron otro 29 millones de dólares para la Oficina de Transmisiones a Cuba, destinados a Radio y TV Martí, a pesar que jamás su señal se ha podido escuchar ni ver en la isla.
Nicaragua, país donde Washington insiste en derrocar al presidente Daniel Ortega, también fue “favorecido” con cinco millones para “promover” la democracia y fabricar la “sociedad civil”, que se suma a los presupuestos de la Usaid y la Ned, organizaciones ejecutoras de los planes desestabilizadores, que incluyen 125 mil dólares para el Observatorio de Derechos Humanos, y 119 mil para “promover la participación ciudadana en la responsabilidad local”.
Otros 85 mil dólares están destinados a ONG de derechos humanos, 55 mil para “construir” ciudadanía democrática, 95 mil para impulsar la “libertad de expresión del artista independiente”, 55 mil para promover el cine independiente, 23,5 mil para promover la libertad de prensa, 220 mil para el Diario de Cuba, 225 mil para CubaNet News, 110 mil para apoyar al periodismo “independiente y 60 mil para el Instituto Prensa y Sociedad.
Asimismo con 230 mil dólares se apoyará a sindicatos independientes y la empresa libre, 100 mil para “educar” a los activistas juveniles cubanos sobre la democracia y las habilidades de liderazgo, 140 mil en promover informes comunitarios, 68 mil en promover ideas democráticas y participación ciudadana, 66,7 mil para apoyar la libertad religiosa y construir puentes dentro de la sociedad civil.
Bloqueo y ahogo financiero
No son pocos los que aseguran que Cuba justifica sus errores con la guerra económica total que le aplica Estados Unidos, emiten opiniones y proponen cambios idílicos para que la economía de la isla avance. Pero, ¿cómo un inversionista extranjero puede hacer transacciones financieras con Cuba, si cada vez más, la OFAC refuerza su persecución contra los bancos que se atreven a efectuarlas, pregunta El Heraldo.
En 2015 Deutsche Bank fue multado por EEUU con 258 millones de dólares por haber ejecutado trasferencias cubanas. La persecución es implacable. En 2017, el holandés ING Bank, se negó a transferir 60 mil euros de la Asociación de Amistad alemana RFA-Cuba, destinado a familias damnificadas por el huracán Irma y en 2012 recibió una sanción de 619 millones de dólares por realizar transacciones con Cuba y el Departamento del Tesoro lo obligó a romper relaciones comerciales con la Isla.
La multinacional sueca, Ericsson, especializada en las telecomunicaciones, tuvo que pagar una multa de 1,75 millones de dólares por reparar, mediante su filial basada en Panamá, equipos cubanos de un valor de 320 mil dólares. En julio 2012, el Departamento del Tesoro multó en 1,35 millones de dólares, a la empresa estadounidense Great Western Malting Co. por vender entre agosto 2006 y marzo 2009, cebada a Cuba a través de sus filiales extranjeras.
La guerra financiera pretende ahogar la economía cubana, siguiendo las recomendaciones de Lester Mallory, sub secretario de Estado para el hemisferio occidental, en abril de 1960: “Debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba. Negarle dinero y suministros para disminuir los salarios reales y monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.
La ley Helms-Burton, sanciona a los inversionistas foráneos, los coacciona y condena, colocándolos en una posición de indefección en sus negocios. En mayo del 2014, multaron al banco francés BNP Paribas, con 10 mil millones de dólares, cifra record en la historia, por violar las leyes del bloqueo. El gobierno francés negoció con la Casa Blanca y obtuvo una rebaja de 8 mil 834 millones de dólares.
El banco alemán Commerzbank, en marzo 2015 tuvo que pagar una multa de mil 196 millones de euros, por realizar transacciones con empresas cubanas.En el 2014, los bancos franceses Société Géneral y Crédit Agricole, la banca italiana UniCredit y la alemana Deutsche Bank, corrieron la misma suerte que los bancos antes mencionados.
Empresas de Alemania como, Siemens, Daimler y Deutsche Telekom recibieron amenazas de Estados Unidos por hacer contratos con empresas de Cuba. Los dos mayores bancos de Suiza, Union Bank of Switzerland (UBS) y Credit Suisse, desde el 2005 fueron obligados a terminar las transacciones con Cuba, después de recibir amenazas de Estados Unidos.
Las contribuciones de Cuba a los organismos multilaterales también son sometidas a esa cacería. Cuba se vio impedida y obstaculizada de pagar sus cuotas desde 2004. En el 2006 le fue casi imposible liquidar el pago a la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) y a la Organización Meteorológica Mundial (OMM), con sede en Ginebra, debido a la negativa del Banco suizo UBS, de recibir transferencias desde Cuba.
El gobierno de Estados Unido decidió una vez más tener relaciones diplomáticas formales con Cuba, pero la mayoría de las restricciones económicas y comerciales impuestas desde los años 60 del siglo pasado, no han llegado a su fin. Pero la injerencia estadounidense en los asuntos internos de Cuba no finaliza y ahora el Congreso destina más millones de dólares para desestabilizar a la isla.
Elmer Pineda dos Santos: Periodista cubano asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Superar los subsidios en clave integral, no solo fiscal


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Superar los subsidios en clave integral, no solo fiscal

 


“Con el tiempo, es mejor una verdad dolorosa que una mentira útil”. (Thomas Mann) 
En nuestra sociedad, lamentablemente, hay temas difíciles de discutir a profundidad. A priori, las más de las veces se adoptan posiciones sin reflexión alguna. Ese es el caso de los subsidios a los combustibles fósiles (gasolinas, diésel, gas doméstico…). Aquí, por un lado, están los economistas ortodoxos, quienes defienden casi como verdad revelada -cual teología- aquello de “transparentar los precios” para que el mercado produzca resultados satisfactorios. Por otro lado, encontramos defensores a capa y espada de “aparentes” trincheras frente a los dogmas ortodoxos, “aparentes” pues -luego de reflexionar a fondo- se nota que muchas de esas trincheras más bien son verdaderos muros de lamentación.
Así, los ortodoxos buscan eliminar o focalizar los subsidios de forma burda, sin pensar en los efectos de tales medidas dentro de la estructura económica (con interrelaciones y retroalimentaciones de una complejidad que rebasa los enfoques de equilibrio parcial y general). En cambio, hay bandos que -cual conservadores- defienden mantener los subsidios intactos, a pesar de las evidentes ineficiencias sociales causadas por políticas de subsidios improvisadas, carentes de estrategias claras, pero sostenidas por “costumbre” o “miedo”.
Para enfrentar este debate lleno de sombras y dogmas , proponemos una lectura preliminar sobre cómo superar los subsidios en clave integral y no solo fiscal. La idea es no caer ni en la teología ortodoxa ni en el conservadurismo, sino armar una estrategia en donde los subsidios sean herramientas que -al mismo tiempo- busquen eficiencia económica y justicia social.
Algunas asfixias fiscales El escenario de crisis real -exacerbado mediáticamente- que vive el Ecuador se ha vuelto perfecto para reposicionar al mensaje neoliberal . Igualmente, el desperdicio correísta de la bonanza petrolera sirve de excusa para revivir la teología de que un menor tamaño del Estado casi por sí mismo “mejora la economía”, cuando lo crucial no es el tamaño sino la calidad del Estado y cuán democráticas son sus decisiones .
El caso es que, ya desde finales del correísmo e inicios del “morenismo” se ha ido reduciendo el tamaño del Estado contrayendo drásticamente la inversión pública de 13.980 a 8.648 millones de dólares entre 2014-2017. A la par de tal reducción del 38% en la inversión pública, el estancamiento económico se ha agudizado -el PIB per cápita lleva tres años estancado en 6 mil dólares anuales por persona- y, a pesar de eso, el déficit fiscal persiste en una proporción promedio entre 2014-2017 de más de 5,5% del PIB (aunque cabe notar que el déficit existe desde 2009).
La persistencia del déficit -aun con menor inversión pública- surge al combinarse algunas tendencias asfixiantes especialmente en el período 2014-2017:
1. Caída drástica de los ingresos petroleros estatales, de 11.433 a 5.402 millones de dólares (aunque con cierta mejora dado el aumento del precio del crudo ecuatoriano de 40 a 62 dólares por barril entre junio de 2017 y junio de 2018);
2. Recaudación tributaria deprimida-estancada tanto del IVA (de 6.376 a 5.979 millones de dólares) como del impuesto a la renta (de 4.161 a 3.764 millones), y con expectativas a caer más por las remisiones y exoneraciones que el “morenismo” ofrece a los grupos empresariales en 2018 ;
3. Pago creciente de servicio de la deuda externa que, solo en intereses, pasó de 829 a 1.850 millones de dólares;
4. Gasto persistente en múltiples subsidios, en concreto para 2018 se presupuestó un gasto de 3.193,6 millones de dólares , de los cuales 1.707 millones se destinarían al subsidio a los combustibles, distribuidos en:
a. Diésel importado, con 899,3 millones (53%)
b. Gas licuado de petróleo (GLP) importado, con 380,3 millones (22%)
c. GLP nacional, con 87,88 millones (5%)
d. NAFTA importada, con 258,91 millones (15%)
e. Otros importados, con 80,65 millones (5%)
En el caso de los subsidios a los combustibles, se debe aclarar que el presupuesto de 2018 se hizo con un precio del barril de petróleo de 42 dólares. Sin embargo, en el transcurso del año el precio internacional ha aumentado, provocando que los subsidios a los combustibles puedan llegar hasta a 3 mil millones de dólares según fuentes oficiales .
A todas estas tendencias asfixiantes se suma el despilfarro y la corrupción, agujeros de cuantiosos recursos que no se avizora cómo recuperarlos .
Semejante situación fiscal arriesga la supervivencia política del “morenismo”. En respuesta, Moreno y los suyos han decidido arrimarse más al neoliberalismo , y proponen como “válvulas de ajuste fiscal” un menor empleo público y la focalización de los subsidios a los combustibles; a más de la -ya aplicada- disminución de la inversión pública.
Respecto al empleo público, solo anotemos que el “morenismo” ni menciona a la burocracia dorada ( 38.700 funcionarios que absorben más de 2.200 millones de dólares anuales en salarios ), y más bien plantea revisar 160.000 empleos públicos “irregulares” y regularizar apenas 70 mil . Así, en vez de racionalizar los salarios públicos, el gobierno de Moreno pliega por más desempleo, deteriorando aún más al mercado laboral…
Subsidios: del neoliberalismo miope a una visión integral Sobre los subsidios a los combustibles -tema central de este texto-, primero sinteticemos el discurso de varios economistas ortodoxos. Para ellos, el subsidio es ineficiente y distorsionador pues, al ser generalizado beneficia más a estratos altos dueños de vehículos particulares, así como a industrias que ganan falsa competitividad usando energía subsidiada . Por tanto, al retirarse los subsidios no solo habría ahorro fiscal , sino que los precios se “limpiarían” de distorsiones , permitiendo al mercado asignar recursos con eficiencia (incluso “automáticamente” se regularía el flujo vehicular y las empresas buscarían mayor eficiencia energética). También, con menos distorsiones, “mejorarían” las opciones para acceder al financiamiento del Fondo Monetario Internacional y de otros multilaterales. A su vez, se propone que un mayor precio de los combustibles se compensa con menores tributos para importar vehículos (una situación que se deriva también del creciente aperturismo económico del país [1] ); asimismo, la eliminación de subsidios debería acompañarse con otras medidas aperturistas como la eliminación del impuesto a la salida de divisas . A lo sumo en el transporte público, los economistas ortodoxos aceptan que intervenga el Estado con subsidios focalizados.
Semejante discurso es el corazón del argumento neoliberal, un argumento realmente plagado de problemas. Su principal falla es olvidar que los precios de los energéticos -no solo los combustibles- deben analizarse con amplitud, y no solo abordando la cuestión desde los ingresos y egresos fiscales. La energía no es un mero insumo, ni una mera mercancía, es un recurso estratégico (limitado y de importancia geopolítica en el caso de los combustibles fósiles) con múltiples implicaciones sociales, económicas, políticas, ambientales y culturales. Es más, el acceso a la energía debería considerarse incluso como un derecho .
Decimos todo esto pues la energía es crucial al definirse las estructuras de producción, circulación y consumo de mercancías; es fundamental para el transporte de personas; e, incluso, la energía caracteriza la estructura sociopolítica de un país. Sobre la producción, a más de brindar insumos a todos los sectores productivos, e l sector energético genera o fortalece encadenamientos productivos, pudiendo crear efectos multiplicadores y brindar empleo, aspecto olvidado por el análisis fiscalista y ortodoxo parcial . Sobre la circulación, la energía permite transportar mercancías, además de contribuir en muchos otros aspectos de carácter logístico. Sobre el consumo, ninguna sociedad es sostenible sin tocar los hábitos de consumo energéticos dispendiosos. Así, la energía debe tomarse como pieza clave en la organización de cualquier sociedad.
Esta visión integral tiene implicaciones concretas. Por ejemplo, al hablar de combustibles no podemos pensar solo en el ahorro fiscal que surge al eliminar sus subsidios ni en la regulación “automática” del mercado. El transporte privado crea presiones energéticas, sociales y ambientales que deben enfrentarse de forma estratégica. Es inadmisible que las grandes urbes amplíen permanentemente su parque automotor privado, presionando incluso a los recursos del resto del país. Por ello, urge mejorar, masificar y subsidiar el transporte público, volverlo menos contaminante y volverlo culturalmente preferido al transporte privado (más allá de sus efectos en términos de ingresos y gastos).
Otro ejemplo concreto que debe abordarse más allá de la dimensión fiscal es el manejo de las fuentes y alternativas energéticas disponibles. El Ecuador posee un alto potencial en energías renovables que no se aprovecha de forma conveniente (por ejemplo, de ocho megaproyectos hidroeléctricos impulsados por el correísmo, apenas funcionan tres ). La tarea pasa, entonces, por definir ese potencial con precisión y crear planes adecuados de aprovechamiento y de reinstitucionalización (recordando que en el correísmo la institucionalidad en el sector energético quedó resquebrajada incluso por la corrupción).
Por tanto, es erróneo enfocarse en el problema fiscal cortoplacista sin retomar los análisis disponibles sobre el sector energético ecuatoriano (incluso desde enfoques alternativos ) y, desde ahí y desde nuevas propuestas, armar una estrategia seria y concreta (abandonando cualquier dogmatismo estatista o mercantil). Por cierto, en dicho proceso debe participar activamente la sociedad civil, los movimientos sociales, los gremios, las universidades…
Lo antes dicho no implica olvidar que, a pesar de ser el Ecuador un exportador neto de energía [2] , para satisfacer su demanda interna se requiere importar derivados de petróleo (que merman gran parte de los excedentes de exportación petrolera y presionan al déficit en balanza comercial y de pagos). Los combustibles importados y los refinados localmente, al venderse en el país con subsidios, crean fuertes egresos como acabamos de ver en las presiones fiscales que agobian al Estado ecuatoriano. Esto se debe a que los precios y tarifas energéticas no responden a la realidad de los costos. Además, la diferencia de precios con los países limítrofes drena recursos a través del contrabando (solo en el caso del gas licuado de petróleo, posiblemente un 20% saldría del país a causa del contrabando ).
En resumen, los subsidios a los combustibles -y a la energía en general- deben superarse en clave integral, no solo fiscal y peor neoliberal. Dicha clave integral requiere, entre otras cosas: una política nacional de precios como herramienta de política energética, económica y social; definir dónde los subsidios generan desproporciones entre oferta y demanda energéticas; definir dónde los subsidios generan ineficiencias y desperdicio de energía además de favorecer a estratos económicos altos (p.ej. automóviles privados, calentamiento de agua, etc.); definir dónde los subsidios deberían ampliarse (p.ej. transporte popular, pequeña y mediana producción, consumo energético en estratos bajos); aclarar que lo distorsionador no son los subsidios per se, sino su aplicación generalizada sin una estrategia seria; establecer metas y plazos claros para transformar la matriz energética.
Sabemos que las grandes distorsiones del sector energético por falta de planificación no se solucionan a corto plazo, menos aún si notamos que la política de subsidios a los combustibles empezó hace varias décadas y, desde entonces, se ha sostenido con múltiples -e infructuosos- intentos de superación. Pero buscar respuestas solo desde un menor déficit fiscal es un error grave. Si se focalizan los subsidios sin conocer los puntos medulares en dónde hacerlo, sin estimar cuánto del subsidio retirar, y sin una estrategia de largo plazo, el alza de precios podría repercutir gravemente en el aparato productivo, en el tejido social y hasta en la inflación (que ya de por sí vive una grave distorsión como resultado de la crisis económica ); por algo la lógica popular -a veces menospreciada por los analistas ortodoxos- intuye que, si sube el precio de los combustibles, sube el precio de todo.
Hasta podría surgir un efecto de “profecías autocumplidas”: si gran parte de la población asume que el aumento del precio de los combustibles hace crecer el precio de todas las demás mercancías, tal población puede anticiparse incrementando los precios de sus productos, generándose un proceso inflacionario incluso por un mal manejo de las expectativas. A eso se suma los posibles procesos especulativos que nacen siempre que las medidas económicas se manejan e informan de forma inadecuada…
Debe estar claro, entonces, que la política de precios de la energía es un tema muy delicado; un tema que requiere de toda una estrategia gradual y consensuada para cualquier transición, reconociendo la necesidad de reducir el subsidio en unos puntos e incrementarlo en otros. Así, la focalización debe hacerse sabiendo dónde y cómo actuar, y nunca adoptar una posición a la ligera, como han hecho no solo los distintos bandos ortodoxos y conservadores sino incluso el propio gobierno.
Siendo claro el llamado a construir una propuesta energética estratégica, revisemos algunas ideas fuerza sobre cómo enfrentar el tema de los subsidios. Dichas ideas no son propuestas terminadas, sino ideas que aspiran motivar a una construcción colectiva de puntos estratégicos mínimos que los sectores populares deberían exigir al poder.
Ideas fuerza para una propuesta energética integral
Primero: diagnosticar
Lo primero que urge es diagnosticar con claridad la situación actual de los subsidios energéticos en el país, tanto combustibles, gas licuado de petróleo e incluso energía eléctrica. Además del diagnóstico, es crucial que la información se encuentre unificada y sea difundida desde los canales oficiales, pues la información disponible al momento es en extremo fragmentaria y dificulta la posibilidad de tener una visión global del sector energético.
De lo que se sabe, como ya se anotó antes, el incremento de los precios del petróleo ha generado un aumento en los egresos fiscales por el incremento del subsidio a los combustibles. Como muestra el cuadro 1, en el primer semestre de 2018 el subsidio creció 80% respecto al primer semestre de 2017, implicando un gasto de 907,1 millones de dólares.
Cuadro 1. Subsidios por comercialización de combustibles (millones de dólares)
Tipo de egreso/ingreso
Enero - Junio 2017
Enero - Junio 2018
Incremento
Nafta
146,1
302,4
107%
Diésel
208,0
425,2
104%
Gas licuado de petróleo
150,4
179,4
19%
Total
504,5
907,1
80%
Fuente: Banco Central del Ecuador. Elaboración propia.
A nivel de precios, se sabe que el subsidio a las gasolinas se diversifica entre las diferentes calidades disponibles en el mercado, de modo que la eliminación de subsidios tendría efectos diferenciados : el precio del galón de gasolina súper pasaría de 2,30 a 3,07 dólares sin subsidio; el precio del galón de extra pasaría de 1,45 a 2,41 dólares; y el de extra con etanol (ecopaís) pasaría de 1,45 a 2,53 dólares [3] . Por su parte, la bombona de 15 kilogramos de gas licuado de petróleo tiene un precio oficial de 1,60 dólares, pero sin subsidio llegaría a los 12 dólares.
Es decir, dentro de las gasolinas, el grupo que recibe mayor subsidio son la extra y la extra con etanol, las cuales de hecho son las que poseen mayor demanda dentro del país (dejando de lado al diésel). Efectivamente, según información de Petroecuador [4] , entre enero y junio de 2018 se demandaron 6,4 millones de barriles de extra con etanol, 5,9 millones de barriles de extra y apenas 2,3 millones de barriles de súper [5] . En términos agregados [6] , el subsidio a la gasolina súper representaría en 2018 aproximadamente un gasto de 144 millones de dólares, mientras que el subsidio a las gasolinas extra y extra con etanol representaría 1.025 millones.
Respecto a la distribución por sectores de consumo, se conoce que entre 2007-2016 [7] el 46% del subsidio a los combustibles se dirigió al transporte, el 14% a la generación eléctrica, 14% al uso residencial, 13% al uso industrial, 8% a las actividades de construcción, 4% al comercio y otros servicios públicos. En términos geográficos, según la Cámara Nacional de Distribuidores de Derivados de Petróleo del Ecuador ( CAMDDEPE ) [8] , la mayoría del consumo de gasolinas para autos se concentra en las provincias de Guayas y Pichincha con 24,6% y 21,4% respectivamente. A su vez, dentro del mercado automotriz, las gasolinas extra y extra con etanol tienen la mayor participación con 48,7%, seguidas por el diésel con un peso de 42,9%.
Aunque se conoce toda esta información de manera fragmentaria, falta saber cómo se distribuyen los montos del subsidio a los combustibles dentro de la sociedad. Apenas se estima, según información del Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos ( INEC ) [9] , que el quintil de más altos ingresos usaría el 55% de los combustibles, mientras que los de bajos ingresos apenas usarían el 3%. Asimismo, desde múltiples fuentes se estima que una revisión generalizada del precio de todos los combustibles podría aumentar en 12% el precio del transporte, 5% el precio de bienes de consumo duradero y 1% el precio de la comida. Por su parte, un informe de 2010 elaborado por el Ministerio Coordinador de la Producción [10] indicaría que una revisión de los subsidios tendría mayor impacto sobre los hogares del quintil más alto de ingresos, con un efecto más leve en los sectores camaronero y silvicultura.
La necesidad de un diagnóstico es ejemplar en el caso del gas licuado de petróleo: a unque en principio el subsidio se focaliza al uso doméstico, se estima que los usos industriales, suntuarios y de transporte (sin considerar el contrabando) se benefician de alrededor de un cuarto del subsidio , pero no existe información oficial detallada al respecto. Igualmente, estimaciones gruesas señalan que si un vehículo usa combustible ecopaís en promedio obtiene un subsidio anual de casi 1.000 dólares, 677 dólares si usa combustible extra y 540 si usa súper ; sin embargo, tampoco hay estimaciones oficiales. Estos, y muchos otros datos, deben investigarse con urgencia.
De paso mencionemos que no es correcto enfocarse en la eliminación aislada del subsidio a un solo tipo de combustible, como ha propuesto el gobierno de Moreno al enfocarse exclusivamente en ahorrar 144 millones de dólares eliminando el subsidio a la gasolina súper. Tal medida podría empujar la demanda hacia la gasolina extra, la cual tiene mayor subsidio y podría mermar los ingresos obtenidos de aumentar el precio de la gasolina súper. En definitiva, reiteremos, las respuestas deben ser integrales y no improvisadas.
Segundo: priorizar el transporte público y de mercancías
Se sabe que en el Ecuador circulan 2 millones de vehículos, de los cuales 1,7 millones usan gasolina (súper, extra o extra con etanol); de los vehículos que usan gasolina, 67.699 son de alquiler (taxis, camionetas, etc.) y el resto son autos particulares. Por tanto, si se planea eliminar el subsidio a las gasolinas, debe hacerse afectando primordialmente al transporte particular, mientras que el transporte público de personas y al transporte de carga debería subsidiarse. Una opción es mantener el subsidio al diésel y prohibir totalmente el uso de vehículo particulares que usen ese combustible, dando paso a una transición del uso de gasolina al diésel por parte de buses y camiones.
Incluso se debería estudiar cuán factible es que las tarifas de transporte público sean gratuitas o más bajas que las actuales, al menos en los grandes sistemas de transporte dentro de las ciudades (y que sea nuevamente el gobierno central -y no los gobiernos seccionales- el que maneje dicho subsidio con los ingresos obtenidos de focalizar los subsidios a los combustibles). También se debe pensar en políticas que masifiquen el uso de un transporte público (p.ej. ampliar servicios de recorridos en colegios e instituciones públicas, prohibir la circulación de vehículos que solo tengan un pasajero al menos en las principales avenidas), incluso tomando como inspiración los ejemplos aplicados en otros rincones del mundo donde se aplican tarifas o directamente se prohíbe el ingreso de vehículos en zonas de alta congestión. En dicho proceso se requiere repensar al transporte público para otorgarle mayor calidad y dignidad (enfrentando problemas como el hacinamiento, la inseguridad y el acoso).
Igualmente se debe estudiar cuán viable es usar la energía eléctrica como alternativa para el transporte masivo de carga y de pasajeros; hay experiencias como el trolebús o incluso con el proyecto del metro en Quito.
Por cierto, debemos ser claros que la solución no es solo sustituir autos que consumen combustibles fósiles por vehículos eléctricos. En las ciudades más grandes el problema del transporte es cada vez más complejo por la cantidad creciente de automóviles privados. Por ello, hay que normar y hasta limitar esa expansión para mejorar sustantivamente al transporte público, que debe masificarse al tiempo que mejora su calidad. Aquí hay que incorporar a todos los sistemas de taxi, que también deben ser subsidiados.
De paso esta reflexión saca a flote otra cuestión estructural que, tarde o temprano, tendrá que discutirse en el país: la necesidad de rediseñar y redimensionar las grandes ciudades. En términos de rediseño, es urgente que las grandes urbes se diseñen dando mayor prioridad al transporte público, al uso de bicicletas y al peatón en vez de insistir en el “culto” al automóvil privado. En términos de redimensión, las grandes ciudades deben planificar con seriedad los límites de su expansión, pues simplemente es imposible sostener para siempre el crecimiento del parque automotor (e incluso el crecimiento poblacional).
Tercero: enfrentar la cuestión del gas de uso doméstico
Dentro de la estrategia energética que proponemos, antes que eliminar el subsidio al gas de uso doméstico se podría evitar su uso en otros fines cambiando la mezcla energética para reducir su capacidad calórica. Además, por ejemplo, se podría vender el gas doméstico subsidiado en tanques de máximo 5 kilos. Para garantizar la focalización del subsidio, solo la empresa estatal envasaría los cilindros y éstos se venderían en barrios populares o en poblados solo con la participación institucionalizada de comunidades y organizaciones sociales. Los respectivos municipios entregarían en comodato los terrenos necesarios. Con esta combinación de mercado y organización popular, además de ayudar a eliminar las distorsiones de un subsidio indiscriminado, se evitarían impactos -hasta culturales- demasiado altos, como sucedió con el fracasado programa de cocinas eléctricas a inducción .
Esta propuesta semi-gradualista es más potente que la simple entrega de exiguos ingresos monetarios a los más pobres. No se puede simplemente eliminar el subsidio al gas e incrementar el bono de desarrollo humano pues las urgencias de los estratos pobres pueden llevar a que éstos gasten el incremento del bono en mercancías diferentes, poniendo en riesgo sus posibilidades de adquirir el gas. A su vez, la eliminación de golpe del subsidio al gas puede llevar a que varias familias regresen a cocinar con leña, lo cual a más de generar deforestación y generar problemas de salud (especialmente en ojos y pulmones), puede exacerbar problemas de género pues muchas veces terminan siendo las mujeres quienes recolectan la leña para la cocina.
También, la propuesta de que sean las comunidades quienes se hagan cargo de la distribución del gas cuestiona la estructura oligopólica que existe en dicha actividad (donde apenas dos empresas privadas -Duragas y Agip- controlan alrededor del 70% del mercado).
Cuarto: enfatizar en sector eléctrico y en transformación de la matriz energética
Para el subsector eléctrico podría estudiarse un enfoque combinado. Por un lado, se podría interrelacionar las tarifas con los precios de los derivados del petróleo y, por otro, aplicar tarifas diferenciadas con valores más bajos en el campo y en las ciudades pequeñas y medianas, por ejemplo, en las de menos de 50 mil habitantes (similar tratamiento podría darse a las tarifas telefónicas). En los sectores populares, incluso cabría ampliar la entrega de electricidad subsidiada (sobre todo en la costa ecuatoriana por el uso masivo de ventiladores, por ejemplo), subvencionada por una tarifa más alta para quienes más consumen, enfatizando en el uso de subsidios cruzados . Con tales políticas, más que buscar una mayor recaudación de ingresos fiscales, se buscaría usar los subsidios como herramientas para mejorar la calidad de vida en el mundo rural.
Pero quizá lo más potente del subsector eléctrico es su papel crucial en la transformación de la matriz energética dentro del aparato productivo. Los subsidios a los combustibles fósiles deberían manejarse como parte de una política que incentive la transición hacia el uso de energía eléctrica y otras fuentes alternativas. Aquí también cabría un enfoque combinado, en donde mientras que a la pequeña y mediana producción se le da incentivos para aplicar una sustitución inter-energética de combustible fósil a electricidad (por ejemplo, programas gratuitos o créditos para el cambio energético), a la gran producción se la penalice por no realizar la transición.
Dicho sea de paso, aquí cabría exigir la elaboración de un programa de desarrollo hidroeléctrico descentralizado, en donde se deje de enfatizar en las grandes obras y se impulse a obras pequeñas y medianas, incluso con administración local. El objetivo es alcanzar la autosuficiencia y soberanía energéticas. Igualmente, deberá organizarse un uso racional y eficiente de la energía y una regulación de las emisiones de carbono, desde la legislación y con programas concretos como, por ejemplo, la inspección periódica de edificios.
En definitiva, requerimos un proceso plural de transición en donde caiga sistemáticamente el aporte de los combustibles fósiles aprovechando las reservas de energías renovables: hídrica, solar, geotermia, eólica. Pero hasta alcanzar tal transición, se podría instrumentar medidas urgentes como la reconversión temporal de centrales térmicas en centrales de fueloil y de gas natural. Esto evitaría la exportación del fueloil excedentario a precios baratos, y la generación -menos contaminante- de energía a partir del gas natural.
Pensando estratégicamente en otros subsidios Si vamos a abordar la cuestión de los subsidios de forma integral, demos un paso más.
Por ejemplo se podría revisar el bono de desarrollo humano, transformándolo también en una herramienta productiva . Puede servir para promover a campesinos y pescadores, así como a pequeñas asociaciones de productores que constituyan un capital de base para generar ingresos, y cuyo destino esté ligado a procesos productivos comunitarios. Por ejemplo, los beneficiarios del bono podrían proveerse en mercados o tiendas articuladas a la producción campesina y a la pesca artesanal. De esta manera el Bono podría hasta aumentarse siempre y cuando los beneficiarios demanden productos de los campesinos, de la pesca artesanal o de los artesanos. Además, si los beneficiarios del bono en una comunidad se unen para impulsar un proyecto comunitario productivo, el Bono también podría duplicarse. El objetivo es potenciar la economía comunitaria, en el marco del Buen Vivir.
Los resultados de esta decisión son evidentes: fortalecimiento del aparato productivo campesino y pesquero artesanal, así como mayor generación de empleo y la configuración de núcleos de producción de bienes de consumo de masas, en el marco de una ampliación del mercado doméstico y autodependiente. Esto se completaría con un sistema de abastecimiento del desayuno y almuerzo escolar proveniente de la producción de los campesinos y los pescadores locales, sobre todo de los propios cantones: basta de seguir favoreciendo a los grupos más poderosos, que usufructúan incluso de prácticas monopólicas. Esta política, que deberá recaer en el ámbito de los gobiernos municipales, con apoyo del gobierno central, provocará una dinamización de la economía local. La definición de la dieta alimenticia recaerá en los propios padres y madres de familia, que mejor conocen las oportunidades alimenticias de su localidad y no en los burócratas del gobierno central.
¿Y para cuándo eliminar los subsidios al gran capital? En la economía ecuatoriana existen subsidios escondidos o, mejor dicho, “perversos”, pues subvencionan directa o indirectamente a los grandes grupos económicos locales y transnacionales. Aquí se encuentran, entre muchos otros ejemplos:
- Subsidios del Estado al financiamiento de la remediación ambiental cuando las empresas no asumen esa obligación,
- Construcción de infraestructura de transporte y energética para ampliar la megaminería,
- Tarifas preferenciales por el consumo de electricidad o el uso hasta gratuito del agua en actividades extractivistas,
- Apoyo para importar agroquímicos sin aranceles,
- Diversos tipos de exoneraciones tributarias y arancelarias, por ejemplo, a las mineras, etc.
A todo este conjunto cabe agregar las remisiones de impuestos o de diversas deudas con el Estado que propone el “morenismo” en su “Ley de Fomento Productivo”: con dicha propuesta, el “morenismo” otorgaría a los grupos empresariales grandes beneficios, que en 2018 legarían a 1.344,7 millones de dólares en el caso de los 50 mayores deudores del Servicio de Rentas Internas ; monto que supera el subsidio por la comercialización de derivados de petróleo registrado en 2017 (el cual sumó 1.122 millones de dólares)…
La eliminación de estos subsidios “perversos” pasa por transparentarlos. En el Ecuador, sobre todo los grandes grupos económicos, han vivido permanentemente protegidos por complejos sistemas de apoyo estatal (como parte de todo un impulso a la acumulación de grandes grupos económicos promovida desde el mismo correísmo y continuada por el “morenismo”). Es necesario pues conocer tales protecciones para evitar distorsiones que afectan a la economía y a la sociedad. Igualmente hay que visibilizar a los subsidios “legítimos” que busquen romper con las enormes inequidades de nuestra sociedad. La eficiencia o no de los subsidios dependerá de una estrategia que tenga en mente una transición pensada y ejecutada de forma adecuada, consensuada y democrática.
Si ha llegado la hora -por fin- de cuestionar los subsidios, pues cuestionémoslos todos, tanto aquellos que son ineficientes, como aquellos que pueden generar alternativas de transformación, como aquellos que son muy eficientes… para el gran capital.-
Notas:

[1] No olvidar, por cierto, que ese aperturismo fue inaugurado en el correísmo con la firma del tratado comercial con la Unión Europea y continuado en el “morenismo” con la firma de un tratado con la EFTA , sus aspiraciones de un tratado con los Estados Unidos y la potencial adhesión a la Alianza para el Pacífico .
[2] Tengamos presente que los países exportadores de petróleo son los que mayores niveles de subsidio a los combustibles registran . Este “desorden fiscal” es, sin duda, una manifestación de “la maldición de la abundancia”, que constituye incluso un riesgo para la democracia .
[3] Información tomada del artículo de El Universo: “ Estado ecuatoriano asume entre $0,72 y $0,99 por galón de gasolinas ”, agosto 6 de 2018.
[4] Información de Petroecuador difundida en el artículo de El Comercio: “ Ecopaís es la gasolina con más demanda ”, agosto 6 de 2018.
[5] Cabe recordar que la gasolina súper tiene “mejor calidad” con 92 octanos, la extra es de menor calidad con 87 octanos y la ecopaís mezcla 95% de extra y 5% de bioetanol (proveniente de la caña de azúcar).
[6] Información tomada del artículo de El Comercio: “ El subsidio a la súper le cuesta al Fisco USD 144 millones anuales ”, agosto 7 de 2018.
[7] Información recopilada por la nota técnica del Banco Interamericano de Desarrollo: “El impacto macroeconómico de la reforma energética ecuatoriana”, julio de 2018, p.13 .
[8] Información difundida en el artículo de Expreso: “ Guayas, la más afectada si se retiran subsidios ”, agosto 10 de 2018.
[9] Información difundida en entrevista de El Comercio a Ana Patricia Muñoz: “ La revisión de subsidios es una medida aislada ”, agosto 12 de 2018.
[10] Información difundida por el artículo de El Universo ya citado (ver nota 4).
Alberto Acosta: Economista ecuatoriano. Ex-ministro de Energía y Minas. Ex-presidente de la Asamblea Constituyente. Ex-candidato a la Presidencia de la República del Ecuador.
John Cajas Guijaro: Economista ecuatoriano. Profesor de la Escuela Politécnica Nacional y de la Universidad Central del Ecuador.
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