lunes, 15 de septiembre de 2014

La izquierda en México hoy / Víctor Flores Olea

La izquierda en México hoy / Víctor Flores Olea


En nuestro artículo anterior, subrayábamos la decisión de Enrique Peña Nieto, que debe haber tomado desde su entronización y seguramente antes, en favor del capitalismo como sistema de crecimiento (y desarrollo, por lo que contiene de distorsiones y descomposición profunda de la sociedad). Y más aun, subrayábamos la definición neoliberal que caracteriza ya a su gobierno, que tiende a la acumulación de riquezas concentradas, originando mayores desigualdades y creciente explotación, además de la destrucción imparable de los valores comunitarios y del medio ambiente.
Por eso es que hoy en México la cuestión de la izquierda vuelve a plantearse con fuerza, a pesar de las dificultades crecientes que deberán superarse. Uno de los grandes problemas, visto en tres dimensiones, es que no hay duda que la vuelta del PRI al poder ha generado desorientación en el sentido de que “pareciera” que hay una cierta “intención” reivindicatoria de algunos aspectos sociales centrales en la historia ya centenaria del proceso revolucionario mexicano. Pero sobre todo que hay gente sin demasiada capacidad de observación, que piensan que la “nueva” etapa capitalista (neoliberal) que se vive será capaz, en efecto, de “mover” a México hacia delante, y que no miran que el desarrollo neoliberal aumentará las desigualdades y la explotación y, como decíamos, la destrucción abismal de los valores comunitarios y del medio ambiente.
Una segunda cuestión que dificulta hoy el progreso político de la izquierda es la fragmentación extraordinaria de la misma, que comienza por el PRD y sus tribus y que, sin embargo, ha dejado el campo abierto en buena medida al partido recién fundado por Andrés Manuel López Obrador. Partido que origina esperanzas en importantes sectores sociales, sobre todo por los antecedentes participativos exitosos de las fuerzas políticas que ha tenido AMLO, quien ha sido derrotado en ocasiones anteriores por procedimientos ilícitos. No hay duda que  Morena representa hoy una posibilidad importante para la izquierda mexicana que, sin embargo, deberá abrirse para lograr la mayor inclusión posible en sus filas, y la menor exclusión de una izquierda potencial que hoy se encuentra fragmentada.
Una cuestión que sin duda preocupa es el hecho de que los grandes medios de comunicación en México, lo mismo la TV que la prensa escrita en su mayoría, y buena parte de las redes sociales, no obstante que contienen importantes segmentos de izquierda, también reflejan poderosamente las tesis dominantes, en el sentido de que la izquierda se ha quedado atrás y al margen. Por ello, este tiempo es propicio para difundir intensamente, por todos los medios posibles, el real carácter del capitalismo neoliberal, y la necesidad de un cambio profundo de nuestro sistema político, económico y social que signifique un alto importante a las destrucciones de ese capitalismo, y que sea capaz de imponer, o “ir imponiendo”, un orden de civilización nacional que no solamente signifique mayor igualdad sino una cultura de solidaridad en que el valor de la acumulación disminuya drásticamente frente al valor de uso de los satisfactores creados por el trabajo (no explotado) del hombre.
Cuando en líneas atrás anoto “ir imponiendo” un nuevo orden social me refiero a un inevitable “gradualismo” de las transformaciones sociales, un gradualismo que no se opone a las “transformaciones revolucionarias”, y que va más allá de la tajante dicotomía de que se echa mano con demasiada frecuencia entre reforma o revolución, calificándose tajantemente como reformistas las batallas de tipo electoral, y atribuyéndose las de tipo “revolucionario” exclusivamente a aquellas que implican la caída a corto plazo y casi instantáneo del orden existente, y que por necesidad alude a elementos de confrontación violenta en sus diferentes versiones.
Aquí sostenemos, en otras palabras, que existen “reformas revolucionarias” que no resultan solamente de la confrontación o de la lucha de clases armada, sino que el cambio “revolucionario” puede derivarse de un conjunto de medidas que por acumulación impliquen tal cambio, o su dirección inversa “contrarevolucionaria” (un conjunto de cambios graduales y legislativos sin golpes de Estado en el sentido tradicional, como probablemente está ocurriendo en el gobierno de Enrique Peña Nieto, con sus “reformas estructurales”, contrarevolucionarias en la mayoría de los casos).
No hay duda que en los procesos políticos de la derecha los sistemas electorales y la oposición entre partidos políticos es puramente “formal”, y vistos en perspectiva simplemente funcionales a los intereses de las clases dominantes. Por tal razón, como han dicho algunos estudiosos, resulta altamente complicado transitar hoy hacia un país en el que impere de verdad la democracia, la legalidad y el orden jurídico. No hay duda que en determinados países y regiones tal ha sido el objetivo primordial, por ejemplo en América Latina, después de décadas de regímenes dictatoriales en que imperó la violencia y la negación de los derechos humanos más elementales.
La batalla por una “real” democracia y un efectivo orden jurídico que de verdad se aplique resulta entonces objetivo primordial de las izquierdas, aparte de que en esas batallas sea posible ya lograr significativos avances sociales. Desde un punto de vista general, los procesos revolucionarios contienen diferentes modalidades, sin que sea posible juzgarlos o calificarlos según consideraciones abstractas, pero subrayaría dos: avance social y democrático (revolución) y resistencia (a la contrarevolución). Además de que sería indispensable examinar el grado en que tales movimientos “realmente” luchan por la transformación del statu quo, es decir, la medida en que luchan por un debilitamiento de las instituciones de la mentira y la explotación capitalista y neoliberal, y batallan desde el inicio por una transformación de esas instituciones para lograr (o “ir logrando”) una sociedad más genuinamente democrática, participativa, incluyente e igualitaria.
Tal es la distancia entre una organización que pueda realmente calificarse de izquierda, y otras que toman el calificativo con un fin simplemente oportunista. Por ello, hemos repetido siempre que la lucha de la izquierda es permanente y, en cierta forma, sin fin ni tregua.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario