viernes, 28 de agosto de 2015

El Estilo Paranoico en la Política Estadounidense (I)


Por Richard Hofstadter
Traducción del famoso artículo “El estilo paranoico en la política estadounidense” del historiador estadounidense Richard Hofstadter publicado en la revista Harper en noviembre de 1964.
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Pasó mucho tiempo antes de que la Derecha Radical lo descubriera – y sus objetivos se dirigieran no solamente a “los banqueros internacionales”, sino también a los Masones, los Jesuitas y los fabricantes de armas.
La política estadounidense parece desenvolverse muy a menudo en un escenario para mentes crispadas. En los últimos años hemos visto mentes crispadas aparecer sobre todo en las formaciones de extrema derecha, que ahora han demostrado en el seno del movimiento de Barry Goldwater cuánta influencia política se puede conseguir de las animosidades y pasiones de una pequeña minoría. Pero detrás de todo esto creo que no se trata de un estilo del todo nuevo y que no necesariamente concierne sólo a la derecha. Yo lo llamo estilo paranoico, simplemente porque no encuentro otra palabra que evoque adecuadamente el exagerado acaloramiento, la desconfianza y la fantasía conspirativa que tengo en mente. Con la expresión “estilo paranoico” no hablo en un sentido clínico, pero puedo coger prestado este término clínico para otros fines. No tengo ni la competencia ni el deseo de clasificar a las figuras del pasado o del presente como alienados mentales. De hecho, la idea del estilo paranoico como una fuerza presente en la política tendría poca relevancia contemporánea o valor histórico si se aplicara sólo a los hombres con una mente profundamente perturbada. Es el uso de esas formas paranoicas de expresión por parte de personas más o menos normales lo que hace que sea un fenómeno significativo.
Por supuesto, este término es peyorativo, y así se propone; el estilo paranoico tiene una mayor afinidad por las causas perversas que por las honestas. Pero en realidad nada impide que un programa o unas peticiones sólidas se expresen en este estilo paranoico. Este estilo tiene más que ver con la forma con que se defienden estas ideas que con la verdad o falsedad de las mismas. Estoy interesado en comprender nuestra psicología política a través de nuestra retórica política. El estilo paranoico es un fenómeno antiguo y recurrente en nuestra vida pública que frecuentemente se ha relacionado con sospechosos movimientos de descontento.
Aquí tenemos al senador McCarthy hablando en junio de 1951 sobre la lamentable situación de Estados Unidos:
¿Cómo podemos comprender nuestra actual situación a menos que consideremos que los dirigentes de este Gobierno nos han llevado al desastre? Es el resultado de una conspiración a tan gran escala que toda la historia precedente del hombre queda empequeñecida. Una infame conspiración tan oscura que una vez descubierta sus promotores serán siempre merecedores de las maldiciones de todos los hombres honestos… ¿Qué se puede hacer con esta serie ininterrumpida de decisiones y actos que contribuyen a una estrategia de la derrota? No se puede atribuir a su incompetencia… Las leyes de la probabilidad dicen que parte de… [las] decisiones servirían a los intereses del país”.
Si volvemos ciento ciento cincuenta años atrás, al manifiesto firmado en 1895 por una serie de dirigentes del Partido Populista:
Desde 1865-1866 los especuladores con el oro de Europa y Estados Unidos han perpetrado una conspiración… Durante casi treinta años, estos conspiradores han entretenido a la gente en cuestiones menores, mientras perseguían con celo implacable su único y central propósito… Cada resorte de la traición, todos los recursos del arte de gobernar, y cada artificio saben de la conspiración secreta que los mercaderes internacionales del oro están utilizando para asestar un golpe a la prosperidad de la gente y la independencia financiera y comercial del país”.
O este artículo de prensa aparecido en Texas en 1855:
Es un hecho conocido que los Reyes de Europa y el Papa de Roma están trabajando en nuestra destrucción y suponen una amenaza para la desaparición de nuestras instituciones políticas, civiles y religiosas. Tenemos muchas razones para creer que la corrupción se ha instalado en nuestra Cámara Ejecutiva, y que nuestro Jefe Ejecutivo está contaminado con el infeccioso veneno del catolicismo… El Papa ha enviado recientemente a su embajador de Estado a este país en una comisión secreta, lo cual supone una enorme audacia de la Iglesia Católica en Estados Unidos… Estos esbirros del Papa están insultando con audacia a nuestros Senadores; reprenden a nuestros estadistas; proponen la unión adúltera de la Iglesia y el Estado; calumnian a todos los Gobiernos, excepto a los católicos, escupiendo maldiciones a todo el protestantismo. Los católicos de Estados Unidos reciben del exterior más de 200.000 dólares anuales para la propagación de su credo. Añádase a ello los enormes ingresos recaudados aquí…”.
Estas citas nos dan una idea de este estilo. En la historia de Estados Unidos lo encontramos, por ejemplo, en el movimiento antimasónico, en el movimiento nativista y anticatólico, en algunos portavoces del abolicionismo que consideraban que Estados Unidos estaba sometido a una conspiración de los dueños de los esclavos, en muchos alarmistas sobre los mormones, el Billete Verde [N. del T.:una forma de moneda de Estados Unidos, en concreto de la Reserva Federal, con el reverso de color verde, de ahí el apodo de billete verde], en algunos escritores populistas que construyeron una conspiración de los banqueros internacionales, o la conspiración de los fabricantes de armas durante la Primera Guerra Mundial, en la prensa popular de la izquierda, en el ala derecha estadounidense contemporánea, y a ambos lados de ese polémico enfrentamiento de hoy en día entre los Consejos Ciudadanos Blancos y Musulmanes Negros. No me propongo rastrear en las variaciones del estilo paranoico que se pueden encontrar en todos estos movimientos, así que me limitaré a unos pocos episodios destacados de nuestra historia reciente en la que este estilo arquetípico surgió en todo su esplendor.
Iluminismo y Masonería
Comienzo con un episodio particularmente revelador: el pánico que se desató en algunos sectores a finales del siglo XVIII por las actividades supuestamente subversivas de los Iluminati de Baviera.
Este pánico formaba parte de la reacción general a la Revolución Francesa. En Estados Unidos se intensificó por la respuesta de ciertos hombres, sobre todo en Nueva Inglaterra y entre el clero, ante el ascenso de la democracia Jeffersoniana. El Iluminismo fue iniciado en 1776 por Adam Weishaupt, profesor de derecho de la Universidad de Ingolstadt. Sus enseñanzas no son otra cosa que una versión del racionalismo de la Ilustración, aderezado con el ambiente anticlerical de la Baviera del siglo XVIII. Fue un movimiento un tanto ingenuo y utópico que aspiraba en última instancia a que la raza humana se sometiese a las reglas de la razón. Su racionalismo humanitario parece haber tenido bastante influencia en las logias masónicas.
El primer contacto de ls estadounidenses con el Iluminismo fue en 1797, con la publicación de un volumen en Edimburgo ( y posteriormente reimpreso en Nueva York) bajo el título Pruebas de una conspiración contra las religiones y los gobiernos de Europa, perpetrada en las reuniones secretas de los francmasones, los Iluminati y las Sociedades de Lectura. Su autor fue un famoso científico escocés, John Robison, que había tenido contacto un tanto informal la Masonería en Gran Bretaña, pero cuya imaginación se había inflamado por la francmasonería del continente, que consideraba mucho menos inocente. Robison hizo su trabajo dentro de sus posibilidades, pero al tratar el carácter moral y la influencia política del Iluminismo, hizo el característico salto paranoide en el terreno de la fantasía. La asociación, decía, se formó “con el propósito expreso de erradicar todos los establecimientos religiosos, y acabar con todos los gobiernos europeos”. Se había convertido en “un gran proyecto con propósitos perversos y actuaba a lo largo de toda Europa”. Y a ella le atribuyó un papel relevante en el triunfo de la Revolución Francesa. Los veía como libertinos, un movimiento anticristiano, que corrompía a las mujeres, que cultivaba los placeres sensuales, y violaba el derecho de propiedad. Sus miembros tenían entre sus planes la fabricación de un té que causaba el aborto por medio de una sustancia secreta que “ciega o mata cuando brota en la cara”, y un dispositivo parecido a una bomba que produce un fuerte hedor y “llena la habitación con vapores pestilentes”.
Todas estas nociones no tardaron en extenderse por Estados Unidos. En mayo de 1978, un pastor del centro Massachusetts Congregational  de Boston, Jedidiah Morse, pronunció un oportuno sermón al joven país, que estaba entonces fuertemente dividido entre jeffersonianos y federalistas, francófilos y anglosajones. Habiendo leído a Robison, Morse estaba convencido de la existencia de una conspiración jacobina iniciada por el Iluminismo, y que el país debía unirse para defenderse. Sus advertencias fueron escuchadas en Nueva Inglaterra, donde los Federalistas estaban atentos a la creciente ola de infidelidad religiosa o a la democracia Jeffersoniana. Timothy Dwight, presidente de Yale, continuó con el sermón de Morse en su discurso del cuatro de julio sobre el deber de los estadounidenses en la actual crisis, en el que cargó contra el Anticristo con su retórica brillante. Pronto por todos los púlpitos de Nueva Inglaterra sonaron denuncias contra los Iluminati, como si el país estuviera plagado de ellos.
El movimiento antimasónico de finales de los años 1820 y 1830 asumió y amplió la obsesión por la conspiración. Al principio, este movimiento pudiera parecer que no era otra cosa que una mera extensión o repetición del movimiento antimasónico cuyo clamor se hacía oír contra los Iluminati en Baviera. Pero mientras que los temores durante la década de 1790 se circunscribían principalmente a Nueva Inglaterra y estaban relacionados con un punto de vista ultraconservador, el movimiento antimasónico se extendió posteriormente por muchas zonas del norte de Estados Unidos, íntimamente ligado a la democracia popular y el igualitarismo rural. Aunque el movimiento antimasónico se convirtió en un movimiento antijacksoniano (Jackson era masón), las primeras manifestaciones de animosidad contra la pérdida de oportunidades para el hombre común y en contra de las instituciones aristocráticas se vieron en la cruzada de Jackson contra el Banco de Estados Unidos.
El movimiento antimasónico no era el producto sólo de un entusiasmo natural, sino también de las vicisitudes de la política de partidos. Fue asumida y utilizada por un gran número de personas que no compartían en su totalidad los sentimientos antimasónicos originales. Consiguió el apoyo de varios hombres de estado de renombre, aunque sólo se tratara de un simple gesto, pero que los políticos no podían darse el lujo de ignorar. Aún así, fue un movimiento popular de un considerable poder, y los mayores entusiastas de las zonas rurales le dieron un verdadero impulso, pues creían en ello de todo corazón.
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El estilo paranoico en acción
La Sociedad John Birch está intentado suprimir de la programación una serie de televisión sobre las Naciones Unidas por medio de una campaña de envío masivo de cartas al patrocinador… Xerox Corporation. La Compañía, sin embargo, tiene la intención de seguir adelante con los programas…
En la edición de julio del boletín de la Sociedad John Birch… se dice que “un alud de cartas debe convencerlos de la imprudencia de su propuesta de acción, del mismo modo que se persuadió a United Air Lines a dar marcha atrás y quitar el emblema de la ONU de sus aviones”. (Un portavoz de United Air Lines confirmó que el emblema de la ONU fue retirado de sus aviones después de una considerable reacción pública en contra de su presencia).
John Rousselot, representante de Birch, dijo: “No nos gusta que una empresa de este país promueva la ONU, cuando sabemos que es un instrumento de la conspiración comunista soviética”.
– San Francisco Chronicle, 31 de julio de 1964.
En cuanto que sociedad secreta, la Masonería fue considerada como una conspiración permanente contra el Gobierno republicano. Se les consideraba particularmente susceptibles de traición – como el caso de la famosa conspiración de Aaron Burr, de la que se acusó a los masones. La Masonería también fue acusada de constituir un sistema separado de lealtad, un imperio independiente en el marco de los Gobiernos federal y estatal, que era incompatible con la lealtad a ellos. Se argumentó, de manera plausible, que los masones habían establecido una jurisdicción propia, con sus propias obligaciones y castigos, susceptibles de aplicación, incluso con la pena de muerte. Este es básicamente el conflicto entre secreto y democracia, y por el cual otras sociedades, más inocentes, como Phi Beta Kappa, fueron atacadas.
Ya que los masones estaban comprometidos en acudir en ayuda de otros en circunstancias de emergencia, para ampliar la indulgencia fraternal en cualquier momento, se decía que la orden podía anular la aplicación de la legislación ordinaria. Policía, sheriffs, jurados y jueces, todos ellos podían ser cómplices de los fugitivos y delincuentes masónicos. También se pensaba que la prensa estaba amordazada por los propietarios y editores masónicos, razón por la cual no se informaba de la conspiración masónica. En un momento en que en Estados Unidos casi todos la fortaleza de los privilegios estaba siendo asalta por los principios democráticos, la Masonería era atacada como una fraternidad que ofrecía oportunidades privilegiadas y de monopolio de los cargos políticos.
Puede haber habido ciertos elementos de verdad en estos puntos de vista sobre la masonería. Lo que hay que destacar aquí, sin embargo, es el marco apocalíptico y absolutista en que se expresaba comúnmente esta hostilidad. Los antimasones no se contentaron simplemente con decir que las sociedades secretas era una idea perversa. Los autores de tesis más comunes contra la Masonería declararon que la Masonería era “no sólo abominable, sino también la institución más peligrosa que jamás haya creado el hombre… Se puede decir que realmente es una obra infernal”.
La amenaza de los jesuitas
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