miércoles, 26 de agosto de 2015

El Sistema, síntoma de enfermedad colectiva

El Sistema, síntoma de enfermedad colectiva

Por Patrocinio Navarro Valero
Con todo, todavía son muchos más los ciudadanos poco exigentes, ante lo cual uno se pregunta si esto del Poder tiene alguna raíz hipnótica que dé lugar a su existencia como árbol podrido en el jardín Mundo, pero esta pregunta se quedará sin respuesta mientras no seamos capaces de mirar a través de
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Este desorden general del mundo bautizado cínicamente como Nuevo Orden, tiene en jaque a las personas tanto como a la Naturaleza y todas sus formas de vida. Contra esta sinrazón impuesta con violencia existen toda suerte de contestaciones de movimientos ciudadanos con creciente participación. Esto se hace notorio a gran escala  con ocasión de los foros sociales mundiales y contra las cumbres de los “Gs” que reúnen a los fieles servidores de los magnates del mundo.
Igualmente notoria es la creciente movilización de los pueblos en contra de las políticas neoliberales de recortes y privatizaciones con que se lleva a la práctica este Orden Nuevo. Así que  también tenemos  un movimiento mundial creciente de ciudadanos con matices cada vez más políticos, pero opuestos a la forma de entender la política los partidos oficiales. Creciente oposición, pues, de movimientos ciudadanos y grupos anticapitalistas  a los abusos que el capitalismo ejerce en nombre de la democracia tanto como  a las agresiones medioambientales y a las restricciones de derechos sociales y políticos que lleva consigo esta arremetida general del mundo de las finanzas que ha convertido las democracias  teóricas encaminadas a emerger como estados policiales
¿Todos a una?
Aunque los grupos opuestos al Nuevo Orden  tengan distinta ideología, y actúen en diversos frentes (vivienda, trabajo, ecología, estafas bancarias, derechos humanos, defensa de los animales, etc), les une estar en contra de este  Sistema. Y tienen eco entre multitudes afectadas por esta deriva regresiva de los poderes públicos encaminada a terminar con los ya de por sí exiguos avances de derechos de todo orden  conseguidos en muchos años.
Este avance opositor está poniendo nerviosos a los gobernantes, que  se sientan cada vez más amenazados y por ello recrudecen  las  acciones represivas y aceleran sus políticas regresivas en todas sus versiones: políticas, económicas, religiosas, mediáticas, policiales, y judiciales. Cuentan, por desgracia, con  la pasividad de cientos de millones de ciudadanos grises tan fastidiados como sumisos, tan victimas como cómplices; tan resignados como confiados en la “voz de su amo”. Creen estos que las urnas les librarán de sus miserias,  y cada cuatro años, vuelven a confiar en ellas sin haber adelantado nada, sino al contrario. Este es el juego del Sistema para perpetuarse y lo que rechazan las nuevas generaciones con espíritu crítico, para quienes por un lado no basta con votar cuando se les dice, sino que desean exigir que se cumplan las promesas electorales bajo la amenaza de sanción, dimisión y exclusión de cargos públicos en caso contrario, mientras a la vez proponen alternativas más interesantes a esos programas porque nacen de las necesidades de las gentes y no de las de los ricos y poderosos.
Con todo, todavía son muchos más los ciudadanos poco exigentes, ante lo cual uno se pregunta si esto del Poder tiene alguna raíz hipnótica que dé lugar a su existencia como árbol podrido en el jardín Mundo, pero esta pregunta se quedará  sin respuesta mientras no seamos capaces de mirar a través de la piel sucia del Poder, pues lo que hipnotiza a las masas es el teatro, las tradiciones repetitivas, la verborrea, las parafernalias y puestas en escena de los Parlamentos. Sí, pero ¿qué hay tras eso? ¿Qué energía es la que alimenta a esta planta venenosa y de dónde le viene? Acerquemos nuestra lupa a estas cuestiones.
Cada persona es como una célula del gran cuerpo social; una célula individual  que a menudo  vemos aquejada de diversas alteraciones que según las circunstancias terminan por manifestarse antes o después en este gran cuerpo Humanidad. Y como quien lanza una piedra a las tranquilas aguas de un estanque, las ondas negativas que emanan de cada uno – que son ondas de energía- terminan por hacerse visibles alimentando a esto que llamamos El Sistema.
En otras páginas expuse que los sentimientos  negativos de odio, rencor, envidia, codicia y semejantes son las ondas negativas que llevan a las catástrofes que observamos a diario, porque están presentes en el corazón de las gentes, y finalmente en  el Sistema, porque  el Sistema es una consecuencia concreta, no un ente abstracto.
El Sistema, nombre con que unificamos la forma social mundial dominante, con su rostro poliédrico económico, político, religioso y cultural, es una enfermedad social, un gigantesco cáncer gestado en las conciencias individuales que se manifiesta con metástasis en las organizaciones e instituciones del mundo, sean las que sean.
Está bien que nos produzcan repudio, por ejemplo,  el capitalismo o la Iglesia, como  grandes columnas de sostén del Sistema, por el daño físico, económico, social, emocional o moral que producen, pero no podemos quedarnos ahí, lamiendo nuestras heridas,  o al menos no deberíamos hacerlo si queremos cambios estructurales  que comiencen sanando nuestra propia estructura de pensamientos y emociones negativas, y no cambios coyunturales de gobiernos para que todo siga igual, porque entonces todo  irá a peor.

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