jueves, 2 de mayo de 2019

A Nicolás Maduro, los rusos lo bajaron del avión… Mike Pompeo, dixit (ja, ja, ja)


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A Nicolás Maduro, los rusos lo bajaron del avión… Mike Pompeo, dixit (ja, ja, ja)


Si el secretario de Estado de los EE.UU se hubiera dedicado a las artes escénicas hubiese sido todo un consagrado comediante del humor blanco pero prefirió el poco divertido oficio del humor negro como lo son sus nada hilarantes o divertidas actuaciones como responsable de la política exterior de los Estados Unidos.

A NICOLÁS MADURO, LOS RUSOS
LO BAJARON DEL AVIÓN…
MIKE POMPEO, DIXIT   (JA, JA, JA)




Por Luciano Castro Barillas
Mike Pompeo es todo un desopilante sujeto. Si se hubiera dedicado a las artes escénicas hubiese sido todo un consagrado comediante del humor blanco como lo fueron en su momento Larry, de los Tres Chiflados, o Groucho Marx, del trío de los Hermanos Marx. Cuerpo lo tiene para ser un actor gracioso y torpe que mueve a la risa en todo lo que hace y no dedicarse al poco divertido oficio del humor negro, como lo son sus nada hilarantes o divertidas actuaciones como responsable de la política exterior de los Estados Unidos. Son peligrosos sus desplazamientos escénicos. Son mortales sus oscilaciones y sus acercamientos al proscenio, al abismo de la provocación, donde alguna vez puede caer y no solo él, sino todo el mundo, nos tendremos que lamentar para siempre de una tragedia colosal.
Sus episodios de auténtica locura son sobrecogedores. De espanto. Gran miedo ha de sufrir su familia cuando monta en cólera ante tanta frustración de su gestión de política internacional y ante el hecho que su ira no se cristaliza (Putin, el Premier Chino o Kim Yon Un) en victorias contra sus enemigos. Solo triunfa contra los débiles, contra los vulnerables, contra los inmigrantes desvalidos, hambrientos; que suplican por comida y trabajo. Solo contra ellos puede ser el héroe victorioso de los cómics de Marvel, todo un Capitán América luchando contra las terroristas de la frontera sur, que se hacen acompañar de unos pequeños terroristas de uno, dos o tres años. En esas circunstancias se yergue como todo un valiente para los vigilantes de Arizona y Texas que cazan indocumentados desarmados. Así es de hombrecito Mike Pompeo.
Todo un campeón que rinde a trompadas a un contrincante atado de las manos. ¡Así quién no es valiente! Pero Venezuela no es exactamente así, un humilde hombre desamparado. Cuentan con alta moral combativa y armas para defenderse. Sus fuerzas de aire, mar y tierra están preparadas para repeler cualquier agresión con modernos sistemas antiaéreos que hará lucir a la aviación colombiana como simples bichos voladores. Corre el riesgo el régimen de Iván “El Chucky” Duque de quedar pulverizado y no salir victoriosos de la contienda como ellos se lo han imaginado. Llegando con sus mercenarios al Cuartel de la Montaña de Caracas a mancillar, a escarnecer, la tumba de Chávez.
Eso no sucederá por dos razones: por la unidad en un 99.5% de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, FANB, que hacen posible su lema ¡Leales siempre, traidores nunca! Por los casi 3 millones de milicianos, hombres y mujeres, entrenados y armados y por algo aún más importante que no toman en cuenta colombianos y norteamericanos; los grandes ideales socialistas por construir una patria nueva y un hombre nuevo. Eso está tan vigente en Venezuela como en Cuba y Nicaragua, independiente de sus respectivos errores en la edificación del socialismo en sus expresiones nacionales.
Lo ocurrido ayer 30 de abril es una victoria definitiva contra la oposición fascista, donde el “alzamiento armado” no fue más que una escaramuza, una refriega de bandoleros, que sin disciplina combativa alguna soltaban tiros a tontas y locas. ¡Cuán fácil hubiera sido derrotarlos! Pues en menos de cinco minutos estaban ya sin municiones y sin capacidad de responder una contra ofensiva del ejército venezolano. Prevaleció el profesionalismo y la disciplina de las FANB y de sus mandos militares, pese a contar con el pretexto, si así hubiera sido el caso, de dos coroneles con heridas de bala en el cuello causada por los forajidos en el primer ataque sorpresa.
No quiso Maduro ni sus mandos militares un baño de sangre, siguiendo su política  -para mí extrema-  de paz. ¡Increíble! es lo único que puedo decir. Yo, personalmente, no hubiera podido tener tanta paciencia. Pero en ningún momento está conjurado el peligro. Después de esta intentona fallida viene lo peor. Al imperialismo solo le queda una carta: la intervención directa. El pueblo venezolano debe prepararse para esto porque se avizora inevitable. Solo es cuestión de tiempo.
USA.

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