domingo, 20 de enero de 2013

El Centro Histórico frena su hundimiento

El Centro Histórico frena su hundimiento

Un centenar de edificios presenta riesgos por las fallas que sufre el terreno

Arturo Páramo
20/01/2013 08:01:31

El ingeniero Adolfo Zeevaert diseñó un efectivo sistema de soporte para la Torre Latinoamericana.
El ingeniero Adolfo Zeevaert diseñó un efectivo sistema de soporte para la Torre Latinoamericana.

CIUDAD DE MÉXICO, 20 de enero.- El suelo del Centro Histórico se hundió, se asentó, creó ondulaciones durante décadas y actualmente se encuentra en un proceso de reducción de deformaciones, aseguró el titular del Fideicomiso del Centro Histórico, Inti Muñoz.
Desde que la Ciudad de México fue trazada en el virreinato y se decidió desecar el lago, comenzó a gestarse el problema de hundimientos de terreno que, de acuerdo con Muñoz, ha comenzado a ceder.
Por su parte, Vicente Flores, director de Desarrollo Inmobiliario del Fideicomiso del Centro Histórico, dijo que mientras que otras zonas de la capital como Iztapalapa, Iztacalco o Chalco, mantienen un hundimiento de 40 centímetros al año, en la zona centro de la capital es de apenas cinco centímetros, y se ha desa-celerado considerablemente en los últimos años.
Al reducirse el fenómeno, los hitos arquitectónicos del Centro Histórico construidos en la Colonia y en el siglo XX tienen garantizada su permanencia, al disminuir los riesgos estructurales, destacó Flores, arquitecto y especialista en restauración de inmuebles.
Estableció que al iniciar el desalojo de las aguas del lago y la construcción de la capital de la Nueva España, la ciudad comenzó a sufrir hundimientos que se prolongaron durante siglos debido a que el suelo arcilloso perdió humedad y se compactó.
“Es un proceso paulatino. Han existido edificios desde tiempos de los aztecas y del virreinato, lleva 700 años de historia y el terreno se ha ido consolidando.
“En cambio, lo que es Iztapapala, Tláhuac e Iztacalco, hasta hace pocos años sólo eran cultivos y cuando se les ponen construcciones encima o vialidades comienzan a hundirse, es en esas zonas es donde actualmente vemos hundimientos más acelerados y dramáticos”, puntualizó Flores.
Desde el inicio de su construcción en el virreinato, la Catedral Metropolitana sufrió hundimientos que comprometieron su estructura y se convirtió en el ejemplo más representativo de los efectos destructivos del asentamiento diferenciado del terreno.
Enrique Santoyo, especialista reconocido a escala mundial en mecánica de suelos, expuso en un estudio realizado durante varios años y publicado en 2007 que el hundimiento del terreno en la Catedral Metropolitana se reducía paulatinamente en los estratos de hasta 40 metros de profundidad.
Los estudios demostraron que a profundidades de hasta 100 metros, el hundimiento era prácticamente nulo.
Las mediciones en la Alameda Central ratificaron que el hundimiento en los estratos cercanos a la superficie presentaban una disminución, y eran aún menores a mayor profundidad.
Flores confirmó estos estudios al asegurar que “se ha ido desacelerando, no es tan acentuado como fue en otros momentos, es mucho más pequeño, en cambio en zonas como Iztapalapa e Iztacalco, ahí sí hay niveles grandes”.
Emergen
El edificio del Banco de México, conocido también como Guardiola, en la esquina de Madero y Eje central, tenía su entrada a nivel de piso en 1928, cuando fue inaugurado.
Actualmente hay que subir escalones para estar al nivel de la puerta principal, a un metro y medio por encima del nivel de las calles que lo rodean.
“El edificio está bien cimentado en el suelo firme, se tuvo que construir así para construir una bóveda donde guardar los valores, por eso se hunde menos que el entorno”, explicó Flores.
Es por ello que hacia la Calle Madero en dirección al Zócalo, el resto del Centro de la Ciudad parece hundirse o, por el contrario, el sector donde se encuentra el edificio Guardiola y la Torre Latinoamericana parece emerger.
Los 361 pilotes de la Torre Latinoamericana anclados a 33 metros de profundidad no serían suficientes para mantenerla erguida, sin inclinación.
El hito que marcó el diseño de Adolfo Zeevaert, fue el de los sistemas de inyección de agua para compensar inclinaciones, los gatos hidráulicos en los cimientos y las tres plataformas de concreto independientes que sostienen la estructura de 24 mil toneladas de peso.
Es por esos logros tecnológicos que la Torre desciende junto con el resto del Centro, aunque a menor velocidad.
“La Torre se ha hundido parejito” desde su inauguración en 1956, aseguró Flores.
Al paso de los años, sin embargo, la Latino ha tenido que sumar escalones para ingresar a ella.
Edificios como el Palacio de Bellas Artes sufrieron con el suelo desde el inicio de su construcción en el “suelo más complejo del mundo”, de acuerdo con Muñoz.
Se registraron problemas de hundimiento que provocaron que el proyecto del palacio se retrasara hacia 1907, y quedara detenido por varios años.
Años atrás, otros monumentos han sufrido los estragos del hundimiento del terreno en el Centro de la capital.
La Iglesia de Nuestra Señora de Loreto, en la calle Rodríguez Puebla, diseñada por Manuel Tolsá, se consagró tal y cómo se le conoce ahora, en 1819. Al año siguiente se comenzó a inclinar hacia atrás comprometiendo la estabilidad de su estructura.
La falla se detuvo poco después, y pese a los intentos por rescatarla todavía es posible experimentar cierto vértigo al caminar en su interior.
“Es como nuestra Torre de Pisa, en realidad no corre riesgo”, destacó Muñoz.
Tesoros a salvo
El caso paradigmático de hundimiento, la Catedral Metropolitana fue renivelada mediante la inyección de concreto en sus cimientos, la instalación de gatos hidráulicos, y la instalación de un esqueleto de vigas de acero durante años para evitar que se desmoronara.
Trabajos similares se han desarrollado en la Iglesia de la Santísima, en la de Nuestra señora de Loreto o en el templo de San Agustín.
“Durante los últimos años se invirtieron 300 millones de pesos en 27 templos que ha sido reforzados, se hicieron trabajos de cimentación, de inyección.
“Templos que estaban en serio riesgo hace cinco años ahora están en buenas condiciones, pero no hay que confiarnos. No hay que confiarnos”, enfatizó Muñoz.
De acuerdo con Protección Civil del Distrito federal, unos 100 edificios del Centro Histórico mantienen riesgos estructurales generados por los hundimientos, pero también por la falta de mantenimiento durante las décadas en que estuvieron en vigor las rentas congeladas, los daños ocasionados por los sismos de 1957 y 1985, o están abandonados.
De ellos, unos 20 han tenido que ser apuntalados para evitar que se derrumben.
Inmuebles de sube y baja
Otros ejemplos notorios de hundimiento de terreno en el Centro Histórico son la Iglesia del Ex Convento de San Francisco, en la calle Madero, que se encuentra a varios metros debajo del nivel de la calle.
El edificio La Nacional, ubicado en Juárez y Eje Central, de 25 pisos y considerado el primer rascacielos del país, que estaba a nivel de piso en su inauguración en 1934, y ahora se requiere de escaleras para ingresar.
Las huellas del hundimiento del suelo se reflejan en varios lugares y no siempre obedecen a la orografía del extinto lago.
En la calle Moneda existe una notoria “joroba” formada por un edificio prehispánico que se encuentra debajo del nivel de la calle, y eso provoca que el terreno se hunda en torno a él.
Una sección del edificio se puede observar mediante una ventana arqueológica instalada en el edificio del Arzobispado.
El mismo efecto existe en la calle República de Guatemala, detrás de Catedral, donde hay una “loma” a mitad de la calle detrás del templo.
Prácticamente no hay calle en el Centro Histórico que se salve de las huellas del hundimiento acumulado durante siglos.
El colonial ex Convento de San Jerónimo se encuentra por debajo del nivel de los edificios del siglo XIX que lo rodean.
En la calle Artículo 123, entre Luis Moya y Marroquín, existe un hundimiento tan notorio que los autos se inclinan como si se tratara del peralte de una pista de carreras, y el nivel de la acera sur está por encima de la acera norte.
En la calle Ayuntamiento la vialidad se ondula notoriamente, y en el cruce con Balderas emerge un montículo que hace reducir la velocidad a los conductores que circulan por el lugar.
En la Alameda Central, un poste instalado en el siglo XIX para medir el hundimiento en la zona, ha emergido alrededor de seis metros por sobre la superficie.
También en la zona centro de la capital, la avenida Congreso de la Unión ha sufrido de tal manera los hundimientos que los carriles que corren cerca de las columnas que sostienen la estructura de la Línea 4 del Metro son intransitables.
En la colonia Doctores se tuvo que eliminar un “chipote” de casi un metro creado por una lumbrera del Drenaje Profundo que estaba cimentada sobre piedra en el cruce de Doctor Velasco y Doctor Vértiz.
Los puentes que cruzan el Viaducto Miguel Alemán son cada año más altos debido al hundimiento del terreno en torno a los pasos a desnivel que se encuentran mejor cimentados que sus alrededores, lo que se puede apreciar a simple vista.
Daños cada vez más costosos
El hundimiento del terreno a causa de la sobreexplotación de los mantos freáticos cuesta cientos de millones de pesos a la Ciudad de México.
Los planes para concentrar en plantas tratadoras la totalidad del agua residual que genera la Zona Metropolitana, y eventualmente reinyectar el líquido en el subsuelo, es a mediano plazo una posible solución, y en tanto, los estragos por el hundimiento del suelo continúan.
En 1996, el problema del hundimiento hizo su aparición en todo su potencial con el agrietamiento sin remedio de edificios en la Unidad CTM 14, en Ecatepec, los que tuvieron que ser demolidos.
En 2001, la Línea 2 del Metro, de Chabacano a Taxqueña, tuvo que cerrar durante una semana de abril, por la renivelación de las vías. En esa zona las vías corren a nivel de superficie, sufriendo los estragos del hundimiento diferencial del terreno.
Una año más tarde, tocó el turno a la Línea A del Metro que corre sobre la calzada Ignacio Zaragoza. Tuvieron que cerrar los tramos de Santa Martha a Los Reyes y de Peñón Viejo a Acatitla, pues existían 58 puntos donde podría haber accidentes, debido a los desniveles del terreno.
También en 2002, se invirtieron 630 millones de pesos en la construcción de plantas de bombeo de agua en el Gran Canal del Desagüe, debido a que las aguas residuales ya no eran desalojadas por gravedad.
Debido al hundimiento del Valle de México, el Gran Canal perdió pendiente y en lugar de desalojar las aguas residuales, éstas quedaban estancadas.
En agosto de 2003, la Línea 9 del Metro cerró en su tramo de Pantitlán a Velódromo, y la Línea A lo hizo de La Paz a Guelatao, para renivelar las vías afectadas por los hundimientos diferenciales en la zona oriente de la ciudad.
El Metro ha sido la infraestructura urbana más costosa de ser reparada, debido a los desniveles ocasionados por la sobreexplotación de los mantos freáticos.
Para 2007, la Línea 5 del Metro tuvo que cerrar en cinco estaciones durante el primer semestre del año para renivelar sus vías.
En ese periodo, la avenida Congreso de la Unión cerró parcialmente para permitir que el pavimento literalmente fuera rebanado, pues existían “chipotes” de hasta 40 centímetros en los carriles más cercanos a la estructura elevada de la Línea 4 de la red del Metro.
En septiembre de 2009, un edificio de la Unidad Ermita Iztapalapa, en la calzada Ignacio Zaragoza fue renivelado mediante la técnica de gatos hidráulicos aplicados en sus cimientos.
En diciembre de ese año, dos edificios de la colonia Año de Juárez no tuvieron la misma suerte y tuvieron que ser demolidos ante el inminente riesgo de derrumbarse.
A finales de 2009 también se inició una nueva etapa de renivelación de vías en la Línea A del Metro, causada por las grietas de origen geológico y agravadas por la acelerada disminución de los mantos freáticos.
La carretera Chalco-Tláhuac es constantemente elevada, pues cruza una zona de pantanos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario