sábado, 11 de mayo de 2013

David Páramo se lo merecía

David Páramo se lo merecía

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David ParamoDavid Páramo insinuó que el hijo de Javier Sicilia merecía ser asesinado, defendió la guerra encabezada por Felipe Calderón y es ofensivo con sus radioescuchas, por lo tanto, se ganó a pulso el homicidio de sus dos hijos. Es “la ley del karma”.
Esta fue la lógica predominante de miles de usuarios de las redes sociales y lectores de noticias ante el asesinato de los jóvenes Alfredo y David,  hijos de los periodistas David Páramo y Martha González.
Twitter se atiborró de mensajes como estos: “Es terrible lo de los hijos de David Paramo, probablemente ahora deje de usar la expresión víctimas colaterales …” (sic). “El asesinato de sus hijos es muy lamentable y no justificable…aunque David Páramo como persona siempre deje mucho que desear..”. “Nadie se merece enterrar a sus hijos, David Paramo critico a Javier Sicilia diciendo ‘si los matan, debe ser por algo’ #karma” (sic).
Es verdad, David Páramo no es uno de los locutores más queridos de la radio. Incluso en Facebook existe una página, “Odio a David Páramo oficial”, que recopila los excesos y agresiones verbales del comunicador. Tal vez si una tragedia de tal magnitud le hubiese ocurrido a un periodista con mayor popularidad, las muestras de solidaridad serían inobjetables. Sin embargo, la postura editorial o la personalidad del colaborador de Grupo Imagen es un tema independiente y ajeno al hecho: asesinaron a sus hijos. Se trata de un padre que perdió a una parte irrecuperable de su familia como consecuencia de la despiadada violencia que dinamita el país.
En una era donde el lector de noticias sabe todas las respuestas a los problemas del mundo y se forja una opinión en segundos, la posición ante este dolor indescriptible fue cruel, inhumana, egoísta. La filosofía  máxima de la era del consumo, dejar hacer, dejar pasar: “Mientras no me ocurra a mí, la vida sigue”. La tragedia del otro como una noticia más con qué acompañar el café de la mañana.
En la sociedad mexicana nos acostumbramos a vivir entre cadáveres. Vemos natural que la pantalla de televisión reproduzca escenas de migrantes convalecientes en el ferrocarril. El dolor del otro como una lejana anécdota para opinar sobre política en la sobremesa dominical. Siempre hay una solución mágica: si el país fuera de izquierda, si legalizaran la droga, si copiaran el sistema de Suecia… ¿Cuántas iniciativas ciudadanas hubo para mitigar, en su minúscula medida, el dolor de Páramo? Y no me refiero a tuits de condolencias.
Javier Sicilia se la pasa besando a políticos. Los maestros que se oponen a la reforma educativa son unos burros. Los papás de los niños muertos por la corrupción del sistema en la guardería ABC son unos revoltosos. En México el que exige justicia, el que sale a la calle, el que ve por los demás es reducido a la peor de las parias. Hay que producir, trabajar hasta el ocaso  y andar de prisa para consumir más y más.
Entre las personas medianamente informadas se antepone la ideología, la teoría, las discusiones abstractas ante la urgente acción que requiere la confusa guerra que recorre el país. En México el homicidio de periodistas, menores de edad y mujeres es parte natural del día a día. Se callan las voces ciudadanas de hombres que arriesgan su vida por informar. ¿Cuál es la respuesta de los demás? Ver pasar el dolor como si fuese el espectáculo del Día de San Fermín.
En cambio, en esta cultura de “yo hago lo que me toca”, las plazas comerciales están abarrotadas. Quien tiene mediano poder adquisitivo quiere correr un maratón, aprender a bailar, estudiar una maestría, dominar un tercer idioma y adoptar un perro. ¿Que descuartizaron a cuatro, violaron a seis y desaparecieron a ocho? Ah, claro, estoy enterado: lo leí en las noticias, deberían legalizar la droga.
Sólo así se entiende por qué muchos celebraron el homicidio de los hijos de Páramo. “Justicia divina”, le llamaron, como si Dios existiera y se preocupara por saldar las añejas cuentas pendientes que tiene con el país.
Lo más absurdo es que en los tiempos donde la espada ensangrentada toca la puerta de todos, sigamos pensando que los descuartizados, los mutilados y los enterrados en vida son sólo lejanas imágenes, extraños a los que les pasan tragedias por puro karma. La nueva versión del rey que se negaba a ver su desnudez.
Tal vez estemos en un estado de negación colectiva, pero cómo urge que despertemos.

P.D. El próximo viernes 17 de mayo presento mi primer libro, Vivir en el Cuerpo Equivocado, en Cuernavaca, Morelos. La cita es a las 17:30 horas en la librería la Rana de la Casona, ubicada en Hidalgo número 22, esquina con Comonfort.

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