martes, 31 de mayo de 2016

No, no era la democracia. México.


No, no era la democracia

El error de concepción de la democracia puede explicar la crisis actual de la política

Carlos Ramírez Carlos Ramírez   
Desde los tiempos de oro del régimen priista autoritario la puerta de salida de la crisis se supuso que estaba en la democracia. Pero ahora que los espacios de la democracia son mayores a los del absolutismo, resulta que el país es menos funcional que antes.
A diferencia del pasado reciente hoy el PRI tiene menos de un tercio de la votación nacional, perdió la mayoría absoluta en las dos cámaras, hay gobiernos en manos de partidos de oposición, el órgano electoral es independiente, los medios de comunicación ya no son voceros del poder y las redes sociales son por esencia antipriistas.
Pero existe una paradoja política: a más democracia, menos funcionalidad. La culpa, en realidad, no es de la democracia en sí; más aun: la existencia de espacios, instituciones y prácticas más democráticas han alejado al país del desorden a la cubana o a la venezolana y han evitado golpes autoritarios.
El error de concepción de la democracia puede explicar la crisis actual de la política, el gobierno y el poder en México: la democracia es un mecanismo procedimental o de funcionamiento de las instituciones básicas. Más concretamente: en México se confundió la democracia con el respeto al voto. La crisis de 1968 fue asumida como una exigencia de democracia y el fraude electoral condujo a reformas electorales de fondo. El régimen democratizó las elecciones pero no contribuyó al mejoramiento del sistema político.
La democratización debió de ver más allá del respeto al voto. Ahora mismo se asiste a doce elecciones de gobernador en las que el problema ya no es el robo de urnas, la alteración de actas, el recuento de votos o el sobretiro de boletas para el relleno de urnas. Hoy el problema de la democracia es de calidad electoral: candidatos marcados por la corrupción, juegos de poder para imponer sucesores, compra de voluntades de votantes y opositores, estrategias de miedo, las guerras de lodo, las polarizaciones para inducir votos.
Riesgo
El problema no es exclusivo de México: en España hay una baja en la calidad democrática en aras de ganar el poder; en Estados Unidos compiten por el poder dos ideologías pragmáticas y usan la democracia como si vendieran comida rápida; en Venezuela la democracia conduce a un golpe de Estado; en Brasil la democracia justifica ajustes de cuentas entre grupos de poder; en Cuba se elude la democracia para propiciar una ruptura de guerra civil…
El enfoque que le falta a la política en México es el de la precisión de categorías: el problema no es de la democracia sino de la inexistencia de una república de instituciones, reglas y contrapesos. Y ahí se debe incluir como parte de la baja calidad de la democracia a una sociedad acostumbrada al autoritarismo como solución a los problemas. Hoy, por ejemplo, no se quiere un sistema de justicia sino un Estado que reprima —como antes— a los delincuentes.
La democracia por sí misma no conduce en automático a la república, pero la república no puede existir sin democracia no solo electoral sino en sus estructuras e instituciones. El primer paso fue exitoso: la democracia como objetivo en materia electoral; pero existe el riesgo —peligro, más bien— de que la democracia electoral conduzca a un nuevo sistema político autoritario.
El detonante de la crisis de democracia sin modernización institucional está en las calles, en la abstención electoral mayor a 50% y en las tensiones en el sector productivo ante el fracaso de las reformas: habrá democracia pero con inestabilidad social, política y económica.

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