sábado, 6 de agosto de 2016

La historia de la guerra de Monsanto contra Aragón


Publicado en: 6 agosto, 2016

La historia de la guerra de Monsanto contra Aragón

 

 

Por Pablo Corral Broto
Monsanto no dice la verdad y el Ayuntamiento de Zaragoza en Común debe seguir protegiendo la salud de sus ciudadanos y al medio ambiente, es decir, al común. El debate ahora lo dirige el pueblo.
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Tiene gracia la cosa, que ahora Monsanto, venga a dar lecciones de ciencia y pretenda defender los puestos de trabajo otra vez, cuando en Monzón ha echado a casi las tres cuartas partes de su plantilla. Monsanto no dice la verdad y el Ayuntamiento de Zaragoza en Común debe seguir protegiendo la salud de sus ciudadanos y al medio ambiente, es decir, al común. El debate ahora lo dirige el pueblo.
Monsanto llegó a Aragón en 1969. Llegó para colonizar, como todas las empresas químicas, eléctricas y siderúrgicas que el franquismo desarrolló tras la posguerra. Compró una empresa de Monzón llamada Etino-Química S.A., otra llamada Aiscondel y se puso a producir compuestos químicos. Estas empresas compartían capitales con otra de las empresas llamada Hidro-Nitro S.A. y desde 1952 habían comenzado a fabricar compuestos químicos y fertilizantes en Monzón. Decidieron instalarse allí por el agua que llegaba del Pirineo a través de los ríos Cinca y Sosa. Además, también de la electricidad que se producía en los embalses del Pirineo y que los tendidos eléctricos permitían llegar hasta Monzón. De esta manera podían producir sustancias químicas mediante la electrólisis, que necesita agua y electricidad. Producían cloro, sosa cáustica y fertilizantes varios. Con el tiempo producirían poliestireno y policloruro de vinilo. Toda esta producción química influyó hasta en la cultura local, dando lugar a nombres musicales inspirados en la ciencia química. La plantilla de trabajadores llagaría casi a 800, quedando reducida a casi 200 en los años del régimen postfranquista y hasta hoy.
Al instalarse Monsanto Ibérica, las protestas contra la contaminación en Monzón aparecieron por primera vez en esta ciudad. Este hecho empírico fue demostrado científicamente por los funcionarios que actuaron como expertos para evaluar la calidad de las aguas del Cinca a su paso por Monzón. Estos funcionarios de la Confederación Hidrográfica del Ebro, de la Delegación de Industria y de la Jefatura Provincial de Sanidad tuvieron que actuar ante la avalancha de protestas que venían de agricultores y vecinos de la zona. El primer informe de la Jefatura Provincial de Sanidad por contaminación de las aguas tras un vertido de Monsanto data de 1972. Hasta 1979 se sucedieron uno tras otro y se añadieron los daños de contaminación atmosférica. En julio de 1972, los facultativos sanitarios se alarmaron del pH en el río Cinca. El origen apuntaba a Monsanto. Los rumores “no confirmados, pero recogidos por los Facultativos de esa ribera dicen que la citada empresa Monsanto, arrojó al río bastantes kilos de una fabricación defectuosa de sosa”. Sin embargo, nunca pudieron demostrarlo pues la justicia franquista y la Comisaría de Aguas estaba plegada a los intereses de las empresas.
Monzón había sido una zona agrícola floreciente y la industria química estaba contaminando esta zona a pasos agigantados. La contaminación del aire y de las aguas de riego provocó la pérdida de cosechas debido a los gases emanados que quemaban los brotes y a los compuestos químicos vertidos a los cauces. Así lo atestiguaron los guardas jurados de la hermandad de labradores en 1972. José Manuel Porquet Manzano, un agricultor y corresponsal de prensa para muchos periódicos en Monzón fue uno de los que más protesto contra esta “invasión Monsanto”. La multinacional, aliada con otras empresas contaminantes con las que se entrecruzaban capitales, como Hidro-Nitro S.A., dedicó todo su esfuerzo a torear judicialmente a estos supervivientes de la insostenibilidad. Pero fueron supervivientes porque resistieron y emprendieron una dura batalla para conseguir una justicia ambiental que bajo el franquismo parecía no tener cabida.
Con el paso de los años, las y los vecinos de Monzón se organizaron y comenzaron a publicar en la prensa los desastres de la contaminación de las multinacionales, especialmente, la de Monsanto Ibérica S.A. En Andalán y hasta el diario del partido único franquista, Ecos del Cinca, cualquiera podía leer como la batalla contra la contaminación química de las aguas y del aire. Aunque la prensa del régimen atenuaba los desastres de la contaminación y criticaba a los que hacían velar los intereses comunes. Entre 1972 y 1979 se libró una gran batalla de opinión pública y científica sobre la contaminación en esta ciudad del Cinca. Tal fue el caso, que hasta se tuvo que revestir el río Sosa, afluente del río Cinca en la localidad de Monzón, pensando en los vertidos de estas industrias. Un Juez instructor de Barbastro tuvo que lidiar con semejantes denuncias que enfrentaban a esta y otras multinacionales con los vecinos y agricultores locales. Los que pusieron la denuncia.
Cuando Franco murió, el órgano del partido socialista por aquel entonces, el Socialista Aragonés, dirigido por José Manuel Porquet, se hizo eco de esta larga batalla contra Monsanto Ibérica y la contaminación en Aragón. Atacó la permisividad del régimen franquista con estas multinacionales que se lucraban vertiendo contaminantes sin filtraciones ni nada en los ríos españoles. Los beneficios de estas empresas iban a parar a bancos y socios internacionales que ni por asomo iban a beber de estas aguas ni a respirar de estos vientos. La especulación ambiental también ponía en riesgo la salud de los trabajadores de Monsanto Ibérica, obviamente, a los que se pretendía enfrentar con los agricultores para que fueran los pobres los que defendieran los intereses del patrón, en este caso, desconocidos capitales multinacionales. En 1976, todos los aragoneses, y todos los montisonenses sabían que la actividad industrial y el desarrollo agrícola tenían que ser compatibles para el bien común. Algo que no quería defender ni Monsanto Ibérica, ni el régimen franquista.
“El resultado es de todos conocido, el urbanismo salvaje e incontrolado […], al servicio de los especuladores siempre, la total falta de equipamientos (zonas verdes, parques y jardines), la vergonzosa y antihigiénica polución existente en la ciudad (cuya defensa se ha encomendado al ‘representativo’ Ecos del Cinca, modelo de ‘independencia’ en un periódico), la insuficiencia de escuelas, etc., etc.,… […] ¿Cuándo se preocuparon de los verdaderos problemas de los trabajadores? ¿Cuándo se preocuparon de sus barrios? ¿Cuándo levantaron la voz en contra de la polución? ¿Cuándo pusieron coto a los desmanes urbanísticos? NUNCA. Esto y todo lo expuesto es el resultado de un gobierno, de una forma de Estado, despreciativo de la voluntad popular, y al servicio de unos pocos”.
Tiene gracia la cosa, que ahora Monsanto, venga a dar lecciones de ciencia y pretenda defender los puestos de trabajo otra vez, cuando en Monzón a echado a casi las tres cuartas partes de su plantilla. En Monzón saben que esta empresa multinacional participó en esa división letal: o industria o agricultura, o trabajo o salud. Los aragoneses llevamos décadas haciendo entender a estas industrias que o producen de manera sana y sostenible, o las perseguiremos hasta que se hagan las cosas bien. Pues también está científicamente demostrado que una empresa autogestionada por los trabajadores es mucho más sostenible para los empleos y para el medio ambiente que una multinacional química. La ecología social y ambiental de una empresa no es posible sin un reparto justo y horizontal de las tareas productivas y de asignación de los recursos naturales, así lo han demostrados premios nobeles de economía (Elinor Ostrom). Quizás Monsanto, que ya no es ibérica, debería dejar a sus propios trabajadores decidir sobre los productos que fabrican. Además, quizás no debería levantar heridas en este país, no vaya a ser que los aragoneses les reclamemos daños y perjuicios por estos desastres ambientales registrados. La historia ambiental también demuestra el largo pasado de morbilidad de Monsanto en Aragón desde su instalación en 1969 en Monzón, sin necesidad de irnos más lejos. Les recomendaría que, en lugar de patalear, comenzasen a producir de forma sostenible para el trabajo humano, la salud y el medio ambiente. Monsanto no dice la verdad y el Ayuntamiento de Zaragoza en Común debe seguir protegiendo la salud de sus ciudadanos y al medio ambiente, es decir, al común. El debate ahora lo dirige el pueblo.
Imagen de portada: Foto: Archivo de Historia Ambiental de Aragón / Archivo Andalán del REA

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