Como la mítica serpiente que se muerde la cola, Estados Unidos se ha visto obligado a tragarse su propio engendro, en la votación sobre el proyecto de resolución que condena el bloqueo norteamericano a Cuba, que como cada año desde 1992, se realizó en la Asamblea General de la ONU.

Con cada una de estas votaciones ha ido creciendo el apoyo a esa iniciativa, desde un modesto soporte inicial de 59 países a los resultados abrumadores de los últimos años. Pero esta vez no fue suficiente que votaran a favor 191 de 193 países, sino que se dio un hecho sin precedentes: EEUU se abstuvo, secundado solo por Israel.
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Muchos dirán ahora que ya se veía venir, desde que el 17 de diciembre de 2014, Washington y La Habana anunciaran el restablecimiento de sus relaciones diplomáticas tras más de medio siglo de distanciamiento. Pero lo cierto es que el año pasado aún EEUU votó en contra y aunque han pasado casi dos años del inicio del proceso de normalización, no ha desaparecido aún la guerra económica contra Cuba.

El propio presidente Barack Obama ha reiterado en varias ocasiones que el bloqueo no ha funcionado. "Como Presidente de EEUU le solicito al Congreso que levante el embargo", dijo ante los cubanos en La Habana. Pero incluso así, esta política que casi todo el planeta rechaza, continúa vigente y cada año que pasa crece el perjuicio que inflige a la economía cubana.

"Entre abril del 2015 y marzo de este año, los daños económicos directos provocados por el bloqueo económico a Cuba sobrepasaron los cuatro mil 680 millones de dólares a precios corrientes, calculado con una metodología reconocida incluso por prestigiosas instituciones norteamericanas", aseguró el ministro de Exteriores cubano Bruno Rodríguez Parrilla.

Estas afectaciones incluyen los ingresos que ha dejado de percibir el país por exportaciones de bienes y servicios, por las grandes distancias que se hace necesario recorrer para el comercio y por la prohibición a Cuba de utilizar el dólar en las transacciones internacionales.

Impuesto por Estados Unidos a la isla desde 1960, el bloqueo o embargo ostenta el triste récord de ser uno de los más duraderos de la historia. Unos siete millones (más de la mitad de los cubanos) han nacido bajo sus reglas y sufrido sus consecuencias. Según datos del gobierno de la isla, las pérdidas materiales en estas casi seis décadas en sectores como la salud, la educación, la cultura, o la inversión extranjera, se estiman en la astronómica cifra de 753 mil millones de dólares, calculados al valor del oro.

No pocos consideran que el bloqueo es también el escudo de las autoridades cubanas para justificar el descalabro económico del país, por lo que nada mejor que su eliminación para que desaparezcan los pretextos que puedan frenar el avance, ese bloqueo interno que tanto daño hace también.

Desde el inicio del deshielo, Obama ha firmado varias medidas, entre las que se encuentran la eliminación de los límites en los montos de dinero para las remesas y la flexibilización de restricciones para el transporte, las telecomunicaciones y la banca, aunque lo cierto es que hasta ahora, benefician más a los norteamericanos que a los cubanos. Por otro lado, las grandes empresas estadounidenses ven un mercado casi virgen a pocos kilómetros de sus costas y comienzan a presionar.

Aunque el presidente norteamericano podría hacer más para vaciarlo de contenido, el bloqueo es ley, por lo que es solo el Congreso quien puede ponerle fin. No le queda ya tiempo a Obama, por lo que estaría en manos del próximo mandatario estadounidense la posibilidad de tomar las medidas ejecutivas necesarias para quitarle peso al bloqueo y conseguir finalmente que sea levantado por el Congreso. Solo así dejaría EEUU de morder su propia cola y comenzaría a actuar consecuentemente. Mientras tanto, esta abstención es, al menos, una pincelada simbólica de lo obsoleto de esa política.