domingo, 12 de febrero de 2017

El sistema judicial es criminal





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el sistema judicial es criminal – Comunidad Saker Latinoamérica
Leonardo Del Grosso



por Paul Craig Roberts, en Instituto para la Economía Política. Traducción de Leonardo Del Grosso











El 23 de enero de 2017 pregunté: “¿Son racistas los estadounidenses?”, Señalé ejemplos en los que las explicaciones racistas prevalecen sobre el hecho empírico. No escribí que no hay racismo en Estados Unidos. Dije que el racismo no es la explicación completa y definitiva de la historia y las instituciones norteamericanas. Putualicé que las explicaciones racistas son a menudo inadecuadas y actúan tanto en contra de la armonía racial como para ocultar problemas más generales y más serios.

Quizás lo peor de las instituciones fallidas de Estados Unidos es el sistema de justicia penal. Estados Unidos tiene la población carcelaria más grande del mundo, no sólo como porcentaje de la población, sino también en cifras absolutas. “Libertad y democracia” estadounidenses tienen un número absoluto mayor de ciudadanos encarcelados que China “autoritaria”, un país con cuatro veces la población de los Estados Unidos.

Muchos factores contribuyen a este resultado. Uno de ellos es la privatización de las prisiones, lo que las ha transformado en empresas con fines de lucro que necesitan más oferta para explotar, lo que aumenta la presión hacia los encarcelamientos. Otro factor es el desprecio hacia los rasgos protectores de la ley con el fin de perseguir con mayor facilidad grupos de delincuentes demonizados, tales como la Mafia, los abusadores de niños, los traficantes y usuarios de drogas y los “terroristas”. Lawrence M. Stratton y yo describimos la transformación de la ley desde ser un escudo para el pueblo a ser un arma en manos del Estado en nuestro libro “La Tiranía de las Buenas Intenciones”.

Esta transformación no ocurrió debido al racismo. Ocurrió porque perseguir a los demonios y encarcelarlos se hizo más importante que la justicia. Hoy en día el sistema de justicia penal es sobradamente indiferente a la culpabilidad o la inocencia de un acusado. Este es un problema mucho peor que el racismo. Es la principal razón por la que en Estados Unidos hay tantos falsos convictos y tantos estadounidenses injustamente condenados en prisión. De hecho, incluso los culpables son condenados injustamente, ya que es más fácil encorsetarlos que meterlos presos a partir de la evidencia.

Para ser claro: la principal razón de los encarcelamientos injustos es que el indicador de éxito para la policía, el fiscal y el juez es la cantidad de presos, no la justicia. Los delitos se resuelven con encarcelamientos injustos. Las altas tasas de encarcelamiento impulsan las carreras de los fiscales, y los encarcelamientos de alto perfil impulsan su carrera política. La clave para los encarcelamientos rápidos y numerosos es la negociación de la sentencia. Y las negociaciones de la sentencia ocupan a los jueces mientras mantienen el expediente en blanco. Hoy en día el 97% de los casos de delitos graves se resuelven con una negociación de la sentencia. Esto significa que la evidencia recogida y la acusación del fiscal son probadas sólo tres veces de cada 100. Cuando la evidencia y el proceso de prueba son verificados en el tribunal, la demostración enfrenta una amplia variedad de inconductas procesales, como el perjurio sobornado y la desestimación o retención de evidencias exculpatorias. En Estados Unidos, todo está cargado contra la Justicia.

En la negociación de la sentencia la policía no tiene que presentar evidencia, los fiscales no tienen que traer una acusación, y los jueces no tienen que prestar atención al caso y estar preocupados porque el creciente retraso en la causa consume días y semanas.

En un acuerdo de culpabilidad el acusado, inocente o culpable, es informado de que puede alegar tal o cual ofensa, que tiene una condena más ligera que el delito que supuestamente ha ocurrido y por el que el acusado fue arrestado, o el acusado puede probar de ir a donde enfrentará cargos más serios que conllevan penas mucho más duras. Como se ha convertido en una rutina para la policía falsificar evidencia, para los fiscales sobornar el perjurio y retener pruebas exculpatorias, para los jurados confiar ingenuamente en la policía y los fiscales, y para los jueces mirar para otro lado, los abogados aconsejan a los acusados aceptar un acuerdo. En otras palabras, nadie espera que un juicio justo o una prueba real desempeñen un papel en el resultado.

De esto se resume que la búsqueda de la justicia no es una característica del sistema de justicia penal estadounidense. La justicia no le importa a la policía, al fiscal, al jurado, al juez y, frecuentemente, tampoco al insensibilizado abogado defensor que ha presenciado tanta injusticia que cree que la justicia es un cuento de hadas.

La única excepción a esto es la justicia introducida desde fuera del sistema de justicia por proyectos de defensa de inocentes y abogados pro bono, como Bryan Stevenson, director de la Equal Justice Initiative en Montgomery, Alabama.

En 2014, Stevenson publicó “Sólo misericordia”, una fascinante colección de historias de casos de encarcelamientos injustos que él y sus colegas lograron revertir. Un libro como este se beneficia de un caso principal, y el que ofrece Stevenson es el de Walter McMillian. Se necesitaron seis años para que Stevenson revirtiera lo que ha de ser el ejemplo más obvio y descarado de un hombre completamente inocente en la historia de Estados Unidos. Hubo un gran número de personas que testificaron que estaban con McMillian en una fritada de pescado durante el tiempo en que tuvo lugar un asesinato por el cual McMillian fue acusado y condenado. La única “evidencia” contra McMillian fue el perjurio sobornado de un hombre que se retractó de su tres veces coercionado testimonio, mientras que el juez de la corte de Alabama, Thomas B. Norton, simplemente lo ignoró.

McMillian es negro, y el sheriff, el fiscal, el juez y el jurado que lo sentenciaron son blancos. Este hecho, junto con el hecho de que los testigos ignorados cuyo testimonio limpió a McMillian eran negros y la relación sexual de McMillian con una mujer blanca en una pequeña ciudad de Alabama, parecen convencer a Stevenson de que McMillian fue condenado por racismo.

Valiéndome del reporte de Stevenson voy a demostrar que muchos otros factores, además del racismo, desempeñaron un rol en el injusto encarcelamiento de McMillian. El énfasis de Stevenson en una explicación racista de la justicia de Alabama desvía la atención del hecho de que la corrupción humana y el mal van mucho más allá del mero racismo. McMillian fue condenado injustamente porque el sistema de justicia no tiene ningún compromiso con la justicia. Dejar el sistema como meramente racista para nada va lo suficientemente lejos. El problema es mucho peor.

McMillian fue condenado falsamente, (1) porque el sheriff John Tate estaba bajo crítica de la comunidad por fallar en resolver el caso del asesinato de una mujer joven y necesitaba a alguien para arrestar por el crimen, (2) porque Ralph Meyers dio falso testimonio contra McMillian por confusas razones que no fueron consideradas en este caso (3) porque el periódico local, como suelen hacer los periódicos, condenó a McMillian en la prensa, lo que significó que el jurado tuvo que condenar o ser acusado de dejar salir a un asesino y (4) porque el juez, Robert E. Lee Key, no sólo es indigno de su nombre, sino que ciertamente no tuvo la fortaleza de llevar a cabo un juicio justo cuando el único resultado posible para su carrera y su reputación en la comunidad fue la condena. Tampoco su sucesor, Thomas B. Norton, tiene fortaleza por las mismas razones.

Estoy convencido de que todos estos representantes del sistema de justicia son racistas, pero habrían condenado a McMillian por las mismas razones si hubiera sido blanco. Si el sistema de justicia estuviera comprometido con la justicia, no habría sido condenado, independientemente de la raza o género.

Lo que el énfasis en el racismo obnubila es que el sistema de justicia es corrupto porque la justicia no juega ningún papel en él. La justicia tiene que ser introducida en el sistema desde fuera por personas como Bryan Stevenson. Y para que personas como Stevenson traigan justicia al sistema de justicia, deben tener una alta tolerancia a las amenazas de muerte y a ser espectadores de que la justicia estafa una y otra vez.

Quiero enfatizar que no estoy criticando a Bryan Stevenson. Él es muy inteligente, rebosante de integridad, determinación, habilidad y empatía hacia los demás. Tiene una conciencia moral inigualable. Él es alguien que a todo el mundo le encantaría tener como un amigo y colega. Si Stevenson no ve lo que su propio trabajo revela, esa injusticia que prevalece independientemente de la raza y el género, es porque creció hasta la madurez en un momento en que la victimización de la política de identidad es la explicación predominante. La victimización se ha extendido a su límite: todos son víctimas de hombres heterosexuales blancos. No me sorprendería si los hombres heterosexuales blancos hayan sido ahora mostrados por la política de identidad como víctimas de ellos mismos.

Stevenson describe criminalizaciones de mujeres blancas por mujeres blancas. Después de huracanes y tornados que destruyeron la costa de Alabama, Marsha Colbey dio nacimiento prematuro a un hijo muerto. Ella llamó la atención de la policía porque su comedida vecina Debbie Cook había notado el embarazo, pero no vio a ningún niño.

El destino de Colbey fue sellado por la manía de los medios de comunicación inflamada por los asesinatos de sus hijos por parte de Andrea Yates y Susan Smith. Los medios de comunicación sensacionalizaron la suspicacia sin fundamento que rodeaba a Colbey y la convirtieron en otra “madre peligrosa”. La patóloga forense Kathleen Enstice testificó sin evidencia que el hijo de Colbey había nacido vivo y había muerto por ahogamiento. El propio perito del estado, el Dr. Dennis McNally, y el testigo experto de la defensa, el Dr. Werner Spitz, declararon que la edad de Colbey sólo colocaba a su embarazo en alto riesgo de muerte fetal y que no había pruebas científicas de que un crimen había ocurrido.

Los medios de comunicación irresponsables tenían comunidades y jurados en busca de “mamás peligrosas” que deberían ser puestas en prisión, y encontraron una (junto con muchas otras) en Colbey. El juez de primera instancia permitió que el destino de Colbey fuera decidido por jurados que declararon que no podían honrar la presunción de inocencia en el caso de Colbey. Otros jurados dijeron que ellos siempre confían en la policía y el fiscal. Este fracaso de la justicia llevó a Stevenson, después de años de esfuerzo, a asegurar la liberación de Colbey. Claramente, el injusta criminalización de Colbey no tenía nada que ver con el racismo. La política de identidad querría decir que fue condenada por misóginos, pero Colbey fue víctima de otras mujeres.

La justicia está tan ausente en el sistema de justicia penal que Victoria Banks, con el fin de evitar la pena de muerte fue coercionada hacia un acuerdo de culpabilidad con una sentencia de 20 años por asesinar a su hijo después de su embarazo a pesar de que no había ni embarazo ni hijo. Stevenson fue capaz de obtener su liberación por haber establecido que había tenido una ligadura de trompas cinco años antes de su presunto embarazo, lo que hizo biológicamente imposible para ella concebir y dar a luz a un niño.

Una mujer cuyas trompas estaban atadas, para lo cual existían pruebas médicas concluyentes, cinco años antes de que ella fuera acusada de haber tenido un hijo que asesinó es obligada a un acuerdo de culpabilidad cargando 20 años de condena para evitar la silla eléctrica. Tal vez sólo Alabama podría producir algo tan absurdo, pero esta es una fiel imagen de la “justicia” estadounidense.

El trabajo legal de Stevenson defendiendo a mujeres condenadas injustamente lo puso en contacto con más horror. En la prisión para mujeres de Tutwiler, de Alabama, las presas fueron violadas y quedaron embarazadas de los guardiacárceles. Stevenson informa: “incluso cuando las pruebas de ADN confirmaron que los oficiales masculinos eran los padres de estos niños, muy poco se hizo al respecto. Algunos oficiales que habían recibido múltiples denuncias de agresión sexual fueron temporalmente reasignados a otras tareas u otras prisiones, sólo para terminar en Tutwiler, donde ellos siguieron aprovechándose de las mujeres”. En otras palabras, la violación no es un crimen si usted es un guardiacárcel en una prisión de mujeres.

Esta es una imagen fiel de la justicia en Estados Unidos.

El sistema de justicia necesita víctimas, y se enfoca en arruinar la vida de la gente, más allá de si lo merecen o no. Cuantas más vidas estadounidenses se arruinen, mayor será el éxito del sistema de justicia.

Hay un caso actual en Alabama de un marine estadounidense honorablemente dado de baja que sufre de PTSD (Post-Traumatic Stress Disorder). Para ayudar a un amigo de la familia, que necesitaba un coche para trabajar pero no podía obtener un préstamo, el marine le vendió un coche propio, que el amigo de la familia debía pagar mensualmente. Cuando su amigo dejó de pagar el ex marine inquirió. Le prometieron seguir pagando, y el amigo de la familia le ofreció su teléfono celular para que lo retenga hasta ponerse al día con los pagos, como una indicación de su buena fe para pagar.

Resultó ser el teléfono celular equivocado, no el teléfono personal del deudor, sino uno distribuido por una compañía. La compañía lo consideró un robo por parte del marine y el amigo de la familia tuvo que informar la situación a la policía. El hecho de que todo fuera un malentendido no provocó que el sistema de justicia deje de lado el caso. En cambio, el fiscal está demandando un delito menor. En otras palabras, otra persona con algo en su legajo que puede ser un sospechoso para la siguiente defraudación. Como todo el mundo en el caso es blanco, la injusticia está ocurriendo a pesar de la ausencia de racismo.

Es una paradoja que las leyes de protección infantil, en manos de la policía y los fiscales se hayan convertido en armas con las que arruinar a los niños.

Un padre cuyo hijo está siendo arruinado de por vida a partir de nada me envió la historia con su permiso para publicarla como una advertencia a otros sobre la falta de corazón con que el sistema de justicia irresponsablemente arruina incluso a los jóvenes en la pubertad. Esta historia demuestra nuevamente que la función de la justicia norteamericana no es hacer justicia, sino arruinar a tantas personas como sea posible y tan temprano como sea posible. El arruinar gratuitamente la vida que logra el sistema de justicia es el monumento al éxito de la justicia.

Decidí no publicarlo, no porque no lo creyera, sino porque el hijo no ha sido condenado, y las protestas de inocencia en los medios de comunicación, como dice Stevenson, pueden prejuiciar a las autoridades contra el acusado, especialmente en Virginia, donde se produjo este error judicial. No quiero exponer al hijo a ese riesgo en el caso de que el padre esté equivocado, como sospecho que está, en esperar que la publicidad genere compasión y empatía que moderarían un evento injusto.

En su lugar contaré la esencia de la historia, que ilustra la tiranía de las buenas intenciones. Las leyes de protección infantil fueron aprobadas por legisladores ignorantes de las consecuencias no deseadas. En consecuencia, las leyes han causado mucho más daño que beneficio.

Llamemos al hijo Zach. Después de cumplir 18 años, visitó a una joven de su edad cuya hermana menor le presentó, a través de las redes sociales, a una adolescente de 13 años que compartía su interés por los dragones y la animación. Los dos nunca se encontraron personalmente. A medida que su interés compartido se desarrolló a través de Internet, también lo hizo su amistad.

A medida que el proceso natural que convierte a una niña en una mujer progresó, la relación cibernética desarrolló un aspecto romántico. La niña/mujer envió a Zach cinco fotografías de sí misma en ropa interior.

Posteriormente, la niña/mujer desarrolló problemas emocionales debido al inminente divorcio de sus padres y fue admitida en un centro de salud mental. En algún momento confió su relación cibernética con Zach a un consejero. Las leyes de “protección de la niñez” requerían que el consejero informara a la policía, que se apoderó de la computadora de Zach y encontró los registros de chat y las cinco fotos.

La consecuencia fue que Zach fue acusado con 20 cargos de felonía cuyas penas suman 350 años de prisión. Como siempre hacen, los cargos fueron absolutamente exagerados. Por ejemplo, las cinco fotos enviadas a Zach de un torso en ropa interior (al parecer la cara de la niña no se muestra) llevaron a que Zach fuera acusado con el cargo de distribución de pornografía infantil.

No fueron presentadas acusaciones por parte de los padres de la niña. Los cargos fueron enteramente concebidos por la oficina del fiscal, y los 350 años llevaron a una negociación de la sentencia hacia delitos menores. La justicia penal norteamericana había asegurado otra víctima.

En el absurdo que es la ley estadounidense puedes ser culpable de “libertades indecentes con un menor” sin haber visto nunca a la chica en persona o haber estado lo suficientemente cerca para tocar. El advenimiento de la realidad virtual y las pantallas de video significa que los crímenes pueden haber ocurrido en la realidad virtual en vez de en la realidad real.

En mis días era casi imposible ser culpable de libertades indecentes con un menor, porque la edad del consentimiento sexual femenino era de 14 años. Pero a la vez que las mujeres maduraron sexualmente antes, la edad del consentimiento sexual fue irracionalmente empujada más arriba. Hoy en día la edad legal en la que un hombre puede tener relaciones sexuales con una mujer es de 18 años. En otras palabras, el absurdo sistema jurídico estadounidense pretende que las mujeres no tienen relaciones sexuales hasta después de graduarse de la escuela secundaria. ¿Quién puede imaginar los dormitorios de los colegios llenos de mujeres virginales?

Cuando Estados Unidos tenía un sistema legal habitable, la ley se basaba en el comportamiento ordinario común de las personas. Esto se conoce como el “derecho común”, el fundamento de la ley en Inglaterra y los Estados Unidos.

Hoy la ley es tan irreal que es absurda. Sin embargo, el absurdo se hace cumplir con la venganza.

La era del video significa que los crímenes pueden ser cometidos mirando una pantalla, y eso es lo que le pasó a Zach. Ni su abogado ni el juez le dijeron a Zach y a sus padres que su clemencia coercionada significa que no había ninguna negociación y que él fue registrado de por vida como delincuente sexual. ¡Zach había cometido un “delito sexual violento” en línea! Fue la chica la que envió las fotos, pero la ofensa era de Zach por tenerlas en su computadora.

Debemos estos resultados dementes que destruyen a nuestra juventud a “defensores de los niños” que han empujado a través de la ignorancia total de las consecuencias no deseadas de leyes que criminalizan la exploración sexual normal y la experimentación que es propia de los años de adolescencia que comienzan con la pubertad. Los defensores de los niños piensan que cuando un niño entra a la pubertad a los 12 o 13 años se supone que nada ocurre hasta que el niño tenga 18 años. Entonces, a esta edad mágica, todo lo ilegal a los 17 años, se convierte en legal. Las personas que producen leyes como esta arruinan a la gente. Las leyes promovidas por los defensores de los niños han roto a las familias y sacado a los niños de sus hogares y los han colocado en hogares de crianza temporal donde a menudo son abusados. Proporcionando una recompensa a los Servicios de Protección Infantil por la confiscación de niños, el gobierno federal provee un incentivo para que CPS (Child Protective Services) rompa a las familias con el menor pretexto.

Y ellos disfrutan de la ruina que infligen. Cuando lees “Sólo misericordia”, de Bryan Stevenson, lo que encuentras son estadounidenses que disfrutan arruinando a otras personas. Lo que Stevenson revela no es el racismo sino el mal desatado. Cuando los liberales destruyeron la religión como una restricción moral, liberaron el mal. El mal está ahora en todas partes en Occidente y rara vez se hace responsable -Abu Ghraib, la prisión de Guantánamo, las prisiones de tortura “Black Site” de la CIA, prisiones de mujeres donde las reclusas, la mayoría de las cuales son condenadas injustamente, son violadas rutinariamente por guardias, y tribunales norteamericanos en los cuales se sientan jueces cuya función es defender la justicia pero que aceptan, para ahorrarse trabajo, peticiones coercionadas de los inocentes.

Esto es Estados Unidos, un país totalmente desprovisto de justicia, un país desagraciado obligado a sufrir injusticia excepto aquellos pocos casos que héroes como Bryan Stevenson pueden revertir.

Si sólo los estadounidenses en su así llamada democracia tuvieran el poder de hacer de Bryan Stevenson Procurador General de por vida y darle el poder de escribir y hacer cumplir las leyes, la justicia volvería a norteamérica.

Dios ayude a un país tan desprovisto de justicia como los Estados Unidos de América.

Es importante entender que muy pocos de estos injustos encarcelamientos son errores. Se hacen deliberadamente, porque el incentivo primordial del sistema de justicia penal estadounidense es producir convictos a toda costa.

Las inconductas policiales, fiscales y judiciales rara vez pagan algún costo. Así como Usted ve cómo la “ley” protege completamente a la policía, a los fiscales y a los jueces que la violan rutinariamente, tal como Stevenson informa, “las cortes estatales y federales han desvinculado persistentemente a los fiscales de la responsabilidad por sus flagrantes malas conductas que resultan en personas inocentes enviadas al corredor de la muerte”. En 2011, el Tribunal Supremo de la República dictaminó que un fiscal no puede ser considerado responsable por mala conducta en una causa penal, incluso si intencional e ilegalmente retuvo evidencia de inocencia.

En palabras claras, las acciones criminales contra los inocentes son ahora la política legalizada del sistema de justicia penal estadounidense.

¿El pueblo estadounidense está movilizado por estas injusticias extraordinarias y su legalización por la Corte Suprema de los Estados Unidos? ¿Están los ciudadanos de Alabama del mismo condado que incitaban al encarcelamiento de Walter McMillian avergonzados de su complacencia voluntaria en un acto gratuito de injusticia? Absolutamente no. Reelegieron al sheriff Tate, y él permanece en su oficina hoy.

En 2003, el gobernador de Illinois, George Ryan, citando la falta de fiabilidad de las pruebas sobre las que se basa la pena de muerte conmutó las sentencias de muerte de todas las 167 personas en el corredor de la muerte. Su recompensa fue ser condenado por falsos cargos de corrupción y sentenciado a cinco años de prisión. Ryan fue condenado gracias el testimonio coercionado de Scott Fawell, quien a cambio de su testimonio recibió una reducción de la pena de prisión para él y su prometida.

En el estrado Fawell dijo que el fiscal tenía su “cabeza en un torno” y que estaba testificando contra Ryan para salvar a su prometida de una larga sentencia de prisión. Dijo que su testimonio en contra de Ryan fue “lo más desagradable que he hecho”. Que la confianza de los jurados en tales testigos comprometidos es la razón por la que los acusados evitan los juicios por jurado.

Éste es el rostro de la justicia en Estados Unidos de América, un país desventurado, totalmente desprovisto de justicia, donde la ley existe únicamente para el beneficio económico de aquellos cuyas carreras se elevan con tasas de encarcelamiento, más allá de si son inocentes o culpables.

Los profesores de derecho, como Charles Fried, de Harvard, han demostrado su indiferencia ante los encarcelamientos injustos. Fried propuso el argumento de que la “finalidad” era más importante que la justicia. A Fried le molestaban las apelaciones. Argumentó que poner fin a un caso tenía su propia importancia y que en algún punto las apelaciones basadas en nuevas pruebas tenían que ser interrumpidas, incluso si eso significaba que una persona inocente fuera ejecutada o pasara la vida en prisión.

Los legisladores conservadores demostraron su indiferencia hacia las condenas injustas en 1994 cuando dominaron el Congreso y rápidamente eliminaron la ayuda federal para la representación legal de los condenados erróneamente en el corredor de la muerte. Los conservadores se sentían más cómodos con las muertes de los inocentes que con los errores voluntarios cometidos por “la ley y el orden”.

La indiferencia de los estadounidenses ante la injusticia se ha difundido fuera de las fronteras estadounidenses. Los regímenes de Clinton, George W. Bush y Obama son responsables de millones de muertos y desplazados en 10 países: Serbia, Somalia, Afganistán, Irak, Libia, Yemen, Pakistán, Siria, Ucrania y Palestina. Ninguno de los responsables ha expresado ningún remordimiento ni tampoco el pueblo estadounidense.

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