sábado, 1 de abril de 2017

El vuelo del Almirante. Carrero, Ecce homo de Franco.


El vuelo del Almirante. Carrero, Ecce homo de Franco.





Viñeta de "Operación Ogro", del tebeo Askatasun Ipuina (1976).
Tomado del blog de Joan Navarro.





“Nuestro Régimen ha venido a superar la división entre derechas e izquierdas (...) si usted me pide que me defina políticamente no tengo ningún inconveniente en hacerlo con toda claridad. Soy un hombre totalmente identificado con la obra política del Caudillo (...). Mi lealtad a su persona y a su obra es total, clara y limpia, sin sombra de ningún íntimo condicionamiento ni mácula de reserva mental alguna. Más vale perecer todos en una explosión atómica que convertirnos en una masa de esclavos sin Dios. Dicho con más corrección y menos tremendismo, mejor todos muertos que comunistas”
(Luis Carrero Blanco, en entrevista de Emilio Romero en el diario Pueblo, el 7 de febrero de 1968)



Luis Carrero Blanco venía de familia de abolengo militar. Como Dios y la sagrada Patria mandan. Los militares españoles constituyen un grupo social que gusta de la endogamia sobre la que levantan una rancia identidad clasista al servicio del Poder: 'militar como papá, como el abuelo, como el bisabuelo, como el tatarabuelo'. Carrero Blanco pertenecía a esa gloriosa y heroica tradición castrense española, cuyos éxitos militares únicamente tienen lugar cuando se trata de machacar civiles. Una tradición a la que gusta recordar la gloria de los Tercios de Flandes, aquellos mercenarios asesinos, violadores y ladrones que sembraron el terror en tierras flamencas.


Sí. Carrero Blanco representó las excelencias del aparato militar del Estado burgués, el brazo armado de la oligarquía capitalista cuya función es, y siempre ha sido, doble:


Por un lado, la función de garantizar el status quo de la burguesía, interviniendo llegado el momento, y si fuese preciso, en la represión y aplastamiento de cualquier cuestionamiento del orden establecido, aunque tenga lugar siguiendo escrupulosamente los procedimientos democráticos que la propia democracia burguesa establece en sus papeles mojados; son esas "operaciones quirúrgicas" como el diario ABC denominaba al golpe fascista de Pinochet contra Allende; también el de Franco contra la República, y de esto último sabía mucho Carrero.


Y, por otro lado, la segunda función del brazo armado de la burguesía consiste, en determinadas etapas del proceso histórico, en reclutar trabajadores para enviarlos a matarse contra trabajadores de otros países, en defensa de los intereses de las respectivas burguesías imperialistas. Lenin, los comunistas, lo vieron claro cuando a contracorriente se opusieron a la carnicería humana de la primera gran guerra mundial entre potencias capitalistas.


*

Carrero Blanco fue uno de tantos militares golpistas que en 1936 defecaron sobre el juramento de lealtad constitucional a la República Española, cuando las elecciones no sonrieron a la fuerza política que representaba los intereses del Capital, derrotada en las urnas por el Frente Popular. El fascismo hispano entró en escena para aplastar al pueblo, con ayuda de sus primos hermanos los fascistas italianos y los nazis alemanes. Las democracias burguesas europeas miraron para otro lado, mientras España se sumergía en el baño de sangre provocado por golpistas fascistas y filofascistas como Carrero Blanco. Nadie mejor que el "demócrata" Winston Churchill expresó la complacencia de aquellas democracias burguesas ante el golpe de estado que acabó con la democracia republicana en España: "A mediados de junio de 1936 (...) el vigor con que se preparaban sendas revoluciones comunistas y anarquistas, desencadenó un alzamiento militar (...) En España estaba manifestándose una perfecta reproducción del período de Kerensky en Rusia". La "sociedad civilizada" estaba siendo "liquidada por la infiltración comunista", decía el genocida británico, cuando justificaba el golpe como reacción a "la pestilencia revolucionaria" (W. Churchill, La II Guerra Mundial). Y es que democracia burguesa y fascismo siempre han sido las dos caras de una misma moneda, llamada capitalismo: el plan A y el plan B.

Carrero Blanco se sumó al golpe de estado fascista desde el primer momento. Estaba de profesor en la Escuela de Guerra Naval de Madrid, pero aquel mismo año se había reunido con Franco en Las Palmas; los conspiradores contra la legalidad republicana aceleraban sus planes. Tras producirse la rebelión militar, y sabiendo que la autoridad militar leal al gobierno constitucional iba a destinarlo al mando del crucero Méndez Núñez, desertó y, después de esconderse en las sedes diplomáticas de México y Francia, se las arregló para huir a este último país. Tuvo suerte; habría sido fusilado por sedición. Al año siguiente, se incorporó a las operaciones militares de los golpistas en julio de 1937. Como buen militar, justificó el baño de sangre en nombre de Dios y la Patria, Patria y Dios... el maldito binomio al que siempre recurre el Capital para justificar su sanguinaria barbarie:

"En nuestra guerra de 1936 a 1939 (...) se trataba, simple y llanamente, de defender nuestra independencia como nación y nuestra fe como cristianos. Nuestra guerra no fue, pues, una guerra civil; fue una guerra de Liberación y una Cruzada. Fue una guerra de Liberación, pues lo que estaba en juego era nuestra independencia como nación. (...) En cuanto al calificativo de Cruzada, son cruzadas las luchas en defensa de la fe" Finalizada la carnicería que supuso la guerra de clases del 36 (Capital/Trabajo), Carrero se convirtió en el hombre de confianza del dictador Francisco Franco. El que fuera "Caudillo de España por la Gracia de Dios" (como rezaban las monedas del franquismo con la efigie de Franco), amamantó con esmero la trayectoria de Carrero y enseguida lo convirtió en pieza clave del régimen que sumió a España en una larga noche de piedra (parafraseando al poeta gallego Celso Emilio Ferreiro) que duró cuarenta años. Subsecretario en 1941, ministro de la Presidencia en 1951 y vicepresidente en 1967. Carrero era el elegido por Franco y fue tan culpable como él de los crímenes de una dictadura cuya imagen trata de lavar la derecha española del PP, que jamás la ha condenado (como tampoco ha renegado nunca de sus raíces franquistas).

En aquella España del fandango y pandereta, los dos soportes del régimen andaban a la greña: el falangismo por un lado, y el nacionalcatolicismo por otro. En medio, Franco, potenciando las rivalidades entre ambos. Desde su creciente influencia, Carrero Blanco (junto con Laureano López Rodó) facilitó la expansión de los tentáculos del Opus Dei, promocionando a sus miembros dentro del aparato del Estado. Fueron los famosos tecnócratas, relacionados con los casos de corrupción más escandalosos de la dictadura, como fue el famoso caso Matesa.




Libro de Carrero, escrito con el seudónimo de Juan de la Cosa
A la sombra de Franco, el meapilas Carrero Blanco se iba consolidando como el hombre fuerte del régimen. Franco y Carrero compartían delirios patológicos, empezando por la enfermiza obsesión con lo que consideraban que era la conspiración judeomasónica y marxista internacional, respaldada por la condescendencia de los liberales. Masones y marxistas eran sus demonios omniscientes, las fuerzas diabólicas que trataban de destruir España por su condición de "reserva espiritual de Occidente".

Carrero resultó decisivo en la tarea de "dejar todo atado y bien atado" mediante una nueva restauración borbónica en la figura de Juan Carlos. Convencido de que la gloria de la católica, apostólica y romana España estaba indisolublemente unida a la monarquía, impulsó la figura del joven Juan Carlos de Borbón para suceder como rey a Franco tras su muerte. Se ha escrito mucho de Juan Carlos como "criatura de Franco", el cual "lo manipuló contra su padre, lo educó, lo incubó, lo moldeó… con el fin de dejar el sistema dominante 'atado y bien atado', bien cerrado" (Jean Ortiz). Sin embargo, es menos conocido el protagonismo desempeñado en todo ello por Carrero Blanco.

Y llegó aquel 9 de junio de 1973, en el que el Almirante Carrero era elevado a la Presidencia del Gobierno. Hasta entonces, el dictador había desempeñado las funciones de Jefe de Estado y Presidente del Gobierno, pero había llegado el momento de empezar a transferir el testigo del poder. Para ello, nadie mejor que Carrero. El tándem Juan Carlos/Carrero era la pieza con la que el dictador dejaría todo atado y bien atado. El borbón enseguida entendió la necesidad de besar las posaderas del Imperio americano si quería tener futuro. ¿Y Carrero..?




Cui bono


“Carrero Blanco: ‘De todos mis ascensos, el último fue el más rápido’”
(chiste publicado en 1984 por los populares humoristas Tip y Coll; por cierto, Tip, Luis Sánchez Polack, era un tipo de derechas de toda la vida)
Seis meses y pico después de ser elevado a la Presidencia del Gobierno, Carrero volvió a ser elevado, estaba vez al saltar por los aires en el atentado llevado a cabo por ETA.

Tres dictaduras impuestas por el Capital en Europa, pero que con el tiempo se habían vuelto incómodas para el Capital. Tres transiciones controladas que debían ser llevadas a cabo: Portugal, Grecia y España. A poco que uno lea Portugal y el Futuro del general portugués Espínola (1974), y Ejército y Sociedad del general español Díez Alegría (1973), se dará cuenta que ambos estaban hablando de lo mismo. El trasfondo: la transición monitorizada desde las élites, para pasar de la dictadura a la democracia burguesa siguiendo parámetros europeos y otanistas. Díez Alegría lo veía claro, pero no fue el caso de Carrero. El almirante aviador era parte de la roca dura del búnker, el perro guardián que se creyó dueño del cortijo que protegía. Demasiados masones, rojos y liberales pululando en su psicótica mente para entender el nuevo juego de la burguesía. Aquel perro ya no era útil. El capitalismo español necesita hacer reajustes y, entre estos, cambios en la superestructura que Carrero era incapaz de comprender: era el "franquismo puro" (Manu Escrig).

Mucho antes de su nombramiento como Presidente del Gobierno, la fontanería de EE.UU. en España dictaminó que el hombre fuerte de confianza del régimen, de máxima confianza de Franco, Carrero Blanco, era un incordio. La embajada de EE.UU. en Madrid, en enero de 1971 enviaba el cable "confidencial nº 700" al Secretario de Estado en Washington (documento actualmente desclasificado):

“El mejor resultado que puede surgir, sería que Carrero Blanco desaparezca de escena, con posible sustitución por el General Díez Alegría o Castañón” (citado por Manu Escrig). Poco más hay que añadir. La maligna ETA hizo el trabajo sucio. El nuevo orden liberal que se avecinaba, era incompatible con Carrero Blanco.

Nada de cuanto tuvo lugar en la Transición y pre-Transicón, ocurrió sin la bendición de la CIA (al respecto, léase La CIA en España, de Alfredo Grimaldos): "La Transición española se diseñó en Langley (Virginia), junto al río Potomac, en la sede central de la CIA. La fase final de esa compleja operación, que culmina con la restauración monárquica en la persona de Juan Carlos I de Borbón, se comienza a fraguar en 1971, tras la visita del general Vernon Walters a España para entrevistarse con Franco" (Grimaldos). El vuelo de Carrero formaba parte del programa espacial estadounidense. ¿Alguien lo duda?

Y si dejamos la hipocresía aparte, habrá que reconocer que muchos de los que lloraron en público su muerte aquel 20 de diciembre de 1973, en la intimidad lo celebraron con champán. Ésta es la realidad.



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Cuando todavía hay cunetas llenas de las víctimas de la dictadura a la que contribuyó con un papel estelar Carrero Blanco, perseguir y condenar a quienes hacen chistes sobre su muerte resulta más macabro que los propios chistes en sí mismos. La misma Justicia que condena a tuiteros por hacer chistes sobre el vuelo del Almirante, mira para otro lado cuando los franquistas del PP se ríen y se cagan en la memoria de las víctimas del Franquismo. Pero esto no deja de formar parte del ADN franquista de la derecha española, representada por el Partido Popular (PP). Forma parte del revisionismo histórico del PP, expresado periódicamente por muchos de sus cargos, ya sean primeras figuras del PP o monaguillos locales del mismo partido:

"¿Por qué voy a tener que condenar yo el franquismo si hubo muchas familias que lo vivieron con naturalidad y normalidad?" (Mayor Oreja, entrevista de La Voz de Galicia, 14-10-2007)
"Si hubo personas condenadas a muerte en el franquismo, era porque lo merecían" (Manuel González Capón, Alcalde del PP de Baralla, Lugo, 26 de julio de 2013)
"El franquismo ha sentado las bases para una España con más orden (...) Igual pasó con Napoleón. Al día siguiente de matarlo era un estropajo, pero cincuenta años después lo trajeron a París, es su héroe nacional y preside el Panteón de Hombres Ilustres" (Manuel Fraga Iribarne, fundador del Partido Popular (PP),en El Faro de Vigo, 30-12-2007)
Referencias
He utilizado algunos datos de "La gran estafa de la democracia. Historias de Carrero Blanco", de Manu Escrig. Sobre el tema de Carrero, es un extenso y detalladísimo artículo cuya lectura recomiendo; más allá de que haya cosas que se puedan o no compartir, sin duda, es un completo artículo que toca la mayoría de los items de interés, lo cual -insisto- no significa que haya que estar de acuerdo con el autor en todas sus valoraciones. Publicado por Vigne

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