miércoles, 7 de febrero de 2018

Totalitarismo en serie o cómo las nuevas series le manipulan


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Totalitarismo en serie o cómo las nuevas series le manipulan

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Explicaba Rodríguez Vidales que las series tienen un gran poder de seducción sobre nosotros a través de sus tramas, sus mensajes y sus personajes. Por ello, las series tienen la capacidad para moldear nuestros gustos, opiniones y comportamientos, la mayoría de las veces sin que nos demos cuenta.
En realidad, esta manipulación no es nueva: desde hace mucho tiempo se practica en el cine. Sin embargo, las series se han demostrado más eficaces. La posibilidad de dividir una historia en capítulos permite un desarrollo mucho más largo sin perder la atención del espectador. Los personajes de una serie y sus mensajes entran en nuestra vida y permanecen con nosotros durante meses, incluso años, no sólo durante hora y media. Por esta razón, las series tienen una capacidad de manipulación muy superior.

La serie como medio de transformación social

Ya en su día el éxito de la candidatura de Barack Obama se debió en buena medida al actor Dennis Haysbert, que encarnó durante varias temporadas a un ficticio presidente de los Estados Unidos de raza negra en la serie 24. Según reconoció el propio Obama: “el personaje al que dio vida Haysbert mostró cómo sería América si su presidente fuese un hombre negro. Y lo que vieron los espectadores les gustó”. Y así es. Cuando arrancó la campaña electoral que llevaría a Obama a la Casa Blanca, la serie 24 ya había emitido su sexta temporada; es decir, los norteamericanos habían visto 144 capítulos de aproximadamente una hora de duración. Estaban mentalmente preparados para su primer presidente negro.
Cuando arrancó la campaña electoral que llevaría a Obama a la Casa Blanca, la serie 24 ya había emitido su sexta temporada
Otra ventaja de la duración de las series es que permite que un personaje terrible termine resultando simpático, incluso entrañable. Esto no obedece a una desviación del telespectador: es mérito de los guionistas, que, capítulo tras capítulo, en una labor artesanal, convierten al sinvergüenza en un tipo que, pese a su inmoralidad, termina resultando simpático incluso para el espectador más estricto.

De una manipulación ingenua a otra sofisticada

Hace décadas, la manera en que el cine moralizaba era bastante ingenua. El protagonista se enfrentaba a la adversidad. Y contra todo pronóstico, a base de sacrificio, coraje y principios, lograba salir victorioso. El mensaje no tenía doblez: esforzarse y hacer lo correcto llevaba aparejada una recompensa. Claro que entonces lo correcto era mucho más fácil de identificar que hoy. En aquella época, que John Wayne matara a Liberty Balance era moralmente aceptable, pero no lo era usar la violencia como medio para un fin a largo plazo; eso estaba reservado a los personajes malvados que conspiraban para dominar el mundo, como el Dr. No. Hoy, por el contrario, en ciertas series se justifica la violencia para la consecución de un bien abstracto.
El mayor cambio argumental que han traído consigo las nuevas series es convertir a los personajes en marionetas dominadas por un entorno que les trasciende
Sin embargo, el mayor cambio argumental que han traído consigo las nuevas series es convertir a los personajes en marionetas dominadas por un entorno que les trasciende. Así, mientras el eje de la acción en El ala oeste de la Casa Blanca era un presidente de los Estados Unidos sofisticado, culto y humanista, House of Cardssumerge al espectador en un entorno siniestro donde se concentran los peores impulsos de la humanidad. Como explica Dominique Moisi, “en House of Cards el mundo no es como los espectadores creen que debería ser, pero sí como ellos temen que es”; es decir, el protagonista es el entorno.
Totalitarismo en serie

El argumento del mal estructural

Cada vez es más habitual que las series recurran a un esquema coral donde los individuos están a merced de una “culpa estructural”: hagan lo que hagan, el entorno les domina. Así, la serie Mad Men, aunque tenga un personaje principal, Don Draper, el verdadero protagonista es el universo de ambición, de vanidad, de lucha por el poder, de desencanto, infelicidad o frustración de un mundo machista. El mismo esquema de mal estructural se repite en una reciente serie sueca, donde la trama del asesino en serie es un pretexto para instalar en la mente del espectador la idea de un mundo viejo, basado en la desigualdad, que produce psicópatas.
En Damnation (Perdición), los guionistas van todavía más lejos: Transmiten la idea de que un individuo por sí sólo no es nada
En Damnation (Perdición), los guionistas van todavía más lejos. Transmiten la idea inequívoca de que un individuo por sí sólo no es nada: necesita diluirse en el cuerpo de la comunidad para poder derrotar a un sistema intrínsecamente perverso y violento, recurriendo a su vez a la violencia que, en su caso, es legítima porque obedece a una causa colectiva.
Totalitarismo en serie

Una industria del entretenimiento ideologizada

Puede que todos estos mensajes que las nuevas series lanzan formen parte de una moda pasajera. Sin embargo, también es posible que obedezcan a la llegada de una nueva generación de creadores que, como es tradición en el mundo de la industria audiovisual anglosajona, se forman en universidades prestigiosas pero cada vez más ideologizadas. Es difícil asegurarlo. Sin embargo, resulta curioso que esta tendencia en las series televisivas coincida en el tiempo y el espacio con el ascenso de una generación de politólogos y expertos que defienden mensajes bastante similares. ¿Simple coincidencia?
Sea casualidad o no, resulta paradigmática la última creación de la BBC, McMafia, donde, entre otras perlas, la novia del protagonista llora desconsoladamente cuando se entera, no ya que su futuro marido está implicado en una turbia trama mafiosa, sino que ha viajado a un paraíso fiscal. Para los nuevos guionistas, mancharse las manos de sangre es perdonable, no así cometer el terrible pecado de defraudar a la Hacienda Pública. Que cada cual saque sus conclusiones.
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AUTOR: Javier Venegas

FUENTE: Disidentia.com (excelente sitio de análisis y crítica contemporánea, lo recomiendo ampliamente)

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