martes, 12 de junio de 2018

Elogio de la soledad



Por Jose Luis Merino
Deambulando por las diferentes vertientes de la soledad
Por Jose Luis Merino
Seres de más de medio mundo temen estar solos, quedarse solos, vivir solos, morir solos. Los veréis por las calles, con sus miedos, pegados a los móviles, hablando permanentemente sin parar (una manera de librarse del psiquiatra).
A los amantes (sin amor) de la soledad les molestan y ofenden las miradas de otros hacia ellos, como les irrita escuchar voces ajenas a la suya propia…
Esta rareza de la mirada y la voz la percibí en persona. Fue al cruzarme con un monje, dentro del Monasterio de Silos, donde pasé siete días como huésped del canto gregoriano y los silencios. El dominico hubiera preferido toparse con un tigre de Bengala antes de verse obligado a saludarme, o ser saludado. Había perdido u olvidado la natural necesidad de los seres humanos de mirar y ser mirados.
Tememos la soledad, por eso llenamos los estadios para adocenarnos en los espectáculos deportivos y los conciertos multitudinarios.
El desierto es el Edén del verdadero solitario. La soledad está en el origen de la vida y en su final. Nacemos solos y morimos solos. Nada es único… ni siquiera la soledad. Todo tiene su lado y su envés. Predomina lo dual: arriba-abajo, derecha-izquierda, hombre-mujer, grueso-delgado, pequeño-grande… incluso el horizonte, porque aún siendo único, desea alcanzar el Infinito.
La cópula es cosa de dos, y la inacción de uno. Los seres humanos y los animales tienden al rebaño, salvo las águilas, los lobos y los ermitaños.
[“Ser feliz significa percibirse a uno mismo sin temor” Walter Benjamin / “La soledad es la mejor de las universidades” Stefan Brodsky]

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