martes, 27 de mayo de 2014

¡No te dejes informar!

¡No te dejes informar!



No te dejes informar por cualquiera. No son de fiar. Todos tienen algún interés además del simple hecho de contar lo que pasa en el mundo. Son grandes empresas, no lo olvides, y ganan mucho dinero con la información. Si por casualidad esa información les perjudicase de alguna manera, no tendrían más remedio que evitar contarla, o manipularla, para seguir ganando dinero. No pueden permitirse perder lectores, perder espectadores o perder oyentes. Su labor es informar. Su objetivo es ganar dinero. Y lo primero es lo primero.

¿Os imagináis que un periódico en el que British Petroleum tuviera, por ejemplo, el 40% de las acciones publicara el siguiente titular: ‘British Petroleum es responsable del desastroso derrame en el Golfo de México’? Hay que ser muy ingenuo para, a estas alturas, creer que los periódicos existen únicamente para informar, o que en el telediario nos van a contar las cosas tal y como son.
Desde que se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante. Hoy, los mass media, los grandes medios de comunicación de masas, tienen dos objetivos principales: ganar dinero y controlar a la sociedad. Lo primero se consigue vendiendo sus productos (la información, el entretenimiento…) y lo segundo se consigue difundiendo un pensamiento determinado (creación de patrones de vida, formas de pensar, generación de la opinión pública dominante…).
El periódico no está dirigido ni controlado por periodistas o profesionales de la información, sino por empresarios. Los medios de comunicación consideran el hecho de informar como una prioridad secundaria, después de los objetivos mencionados: enriquecerse y controlar.
Se suele decir que, desde que se inventó la imprenta, la libertad de prensa es la voluntad del dueño de la imprenta, y así es como funciona el negocio de la comunicación actualmente. Se publica lo que el dueño del periódico quiere que se publique. Así, la opinión pública en realidad es la opinión publicada.
Desde siempre los ciudadanos hemos adoptado una posición pasiva ante la información. Nos limitamos a comprar un periódico por la mañana y a sentarnos delante del televisor al mediodía o a la hora de cenar. Entonces comenzamos a leer o a escuchar lo que nos cuentan. Y esa es la verdad que llega a nuestra cabeza: la que nos cuentan.
Creemos estar muy bien informados. Nos sobran medios de comunicación y tenemos noticias a todas horas. ¿Cómo no vamos a estar informados? Sabemos todo lo que ocurre en el mundo. Todos nos hemos enterado de lo de Siria, del espionaje, del huracán aquel, de lo de Fukushima…
¡Estamos muy informados! Sabemos lo que ocurre en el mundo. Quizás no entendemos muy bien los porqués ni el cómo, pero la información la hemos escuchado. Y no hay tiempo para cuestionarse nada, ahí llega la siguiente noticia.
Sentados en el sofá, vemos pasar titulares e imágenes delante de nuestros ojos, y nada más. Nuestro cerebro no almacena, reflexiona ni analiza ninguna información. Es un comportamiento pasivo. Tragamos información como una ballena azul abriendo su gran boca. No seleccionamos nada, no pensamos nada. Sólo tragamos.
Como consumidores de información, debemos preocuparnos por lo que consumimos. De la misma forma que escogemos cuidadosamente los alimentos antes de comerlos, debemos elegir bien los medios de comunicación que vamos a escuchar, oír y leer.
No debemos esperar que las empresas que se dedican al negocio de la información cambien sus objetivos ni su forma de actuar. Eso no va ocurrir nunca. El cambio debe darse en nosotros mismos. Debemos dejar de ser consumidores pasivos de información.
¿Cómo se consigue eso? Es sencillo: no debemos dejarnos informar, tenemos que informarnos nosotros mismos.
Podemos buscar información, contrastarla, analizarla, criticarla. Buscar diferentes medios de comunicación, leer varios diarios, indagar sobre quién está detrás de cada información o de cada noticia, qué intereses hay en cada publicación. Para todo ello tenemos internet, que es mucho más importante de lo que creemos. Navegar por cientos de páginas web, leer distintos blogs, escuchar radios alternativas… Las posibilidades son infinitas en este S.XXI. No podemos desaprovecharlas.
El que vivía engañado, desinformado y controlado en el S.XIX podía quejarse y poco más. Hoy en día podemos quejarnos, pero además tenemos el deber moral de hacer algo: podemos decir NO al sistema tal y como está establecido, y no dejarnos manipular por los medios de comunicación fieles al poder.
Puede que sea más complicado que sentarse en el sofá, pero el esfuerzo se ve recompensado cuando uno se da cuenta de que ha dejado de ser una persona manipulada, engañada y controlada, y que ha conseguido liberarse de una de las cadenas más fuertes con las que el sistema nos tiene atados: la desinformación. Porque superar la manipulación mediática significa ser libre, alcanzar la libertad de pensamiento.
Tenemos la posibilidad y la obligación de ser ciudadanos activos. De lo contrario, no podremos quejarnos ni exigir un cambio. Para que cambie el sistema primero tenemos que cambiar las personas, y una buena forma de comenzar a cambiar es estando bien informados de cómo funciona el mundo.
Ahora ya puedes dejar de leer y volver a sentarte en el sofá para ver las noticias. Comprobarás que es muy cómodo vivir desinformado. Otros preferimos vivir libres. Es tu elección: sofá o libertad.
Juan Pérez Ventura /    El Orden Mundial en el S.XXI

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