miércoles, 15 de marzo de 2017

La mayor estafa financiera de nuestra historia



La mayor estafa financiera de nuestra historia







“Las instituciones perecen en la victoria”

(Montesquieu)

Que los mismos personajes que han perpetrado el crimen sean luego los encargados de juzgarlo, ocurre, pero solo en situaciones anormales. Y desde luego solo entre organizaciones mafiosas. Un modelo que con demasiada frecuencia se imita en nuestro supuesto Estado de derecho. Acaba de suceder en una de nuestras instituciones señeras: El Banco de España (BdE). Entidad pública a cuyos administradores se les supone independientes y al servicio del interés general. Pero eso es sobre el papel, porque a la hora de la verdad, todos tiznados. Veamos.

Se ha convertido ya en una tradición que el BdE, lejos de funcionar como el supervisor del sistema financiero para detectar e impedir actuaciones que puedan comprometer la economía del país, sea su compinche más decidido. De dos maneras igualmente indecentes y dolosas. Poniéndose a las órdenes de los bankers y obviando sus tretas y manejos. Caiga quien caiga, que siempre cae sobre los mismos. Los abajo dependientes. Porque de arriba solo se desprenden mentiras que compramos con fruición.

Esa película la hemos visto con el rescate financiero a costa del contribuyente. En forma de una colosal deuda que hipotecará la vida de varias generaciones de españoles. Amén de los daños colaterales añadidos en ajustes y recortes de toda índole. Es decir, por las bestiales contrapartidas exigidas por el prestamista (los mercados) como garantía de pago de los multimillonarios préstamos otorgados. Todo porque la cúpula del Banco de España hizo lo contrario de lo que por ley debía hacer. Lejos de poner orden en el patio de monipodio en que había convertido la gran banca y supervisar el sistémico sector, se llamó a andana. Seguramente al compartir sus máximos responsables el código ético el ex presidente de la Reserva Federal de EE.UU., Alan Greenspan, cuando aseguraba que “la principal obligación de un Banco Central es no perturbar a los banqueros”.

Así y todo, ese es solo el haz del problema. Pero existe un envés como lógica derivada de lo anterior. Porque no le bastó al BdE con haber protegido a los pirómanos que provocaron el incendio que nos devora. Al parecer, necesitaban suministrarles más gasolina para sus desafueros. Y eso lo hicieron pasando de consentidores de los poderosos a fustigadores de los humildes. Los que estaban viviendo por “encima de sus posibilidades”. Y en esas estaban los gobernadores (¡qué término, señor!) del banco de los bancos. Los Linde de hoy y los Fernández Ordoñez de ayer. Dando doctrina y presionando sobre la urgencia de meter la tijera en las pensiones públicas, acometer otra contrarreforma laboral, incrementar el IVA o bajar los impuestos (“subirlos no es de izquierdas”). En suma, lo que ya hizo el gobierno “socialista” de Rodríguez Zapatero y a continuación ratificó su sucesor, el “popular” de Mariano Rajoy.

De esta forma, pillada la gente en el dilema de morirse o suicidarse, se crearon las condiciones para su rendición incondicional. De ahí que, cuando aún se pueden oír los estertores del estallido de la burbuja inmobiliaria arruinando a millones de ciudadanos y destruyendo decenas de millares de pequeñas y medianas empresas, ya estén preparando la próxima escabechina. Y de nuevo, haciendo de la virtud necesidad, el botín se llama seguros privados de pensiones. Porque aseguran que las públicas peligran al alargarse la esperanza de vida. Aunque las prestaciones públicas estén blindadas por la Constitución. Otra cosa será el medio para dotarlas. Recuperan así el sobado discurso de la “capitalización” que derivó en una monumental estafa en la época de Felipe González. Aquella etapa del terrorismo de Estado de los GAL; los Fondos Reservados del ministerio del Interior o los casos Filesa, Malesa y Time Export, de financiación ilegal del partido en el poder. Periodo en que, lo mismo que ahora (el asesino siempre vuelve al lugar del crimen), la tasa de paro llegó al 26%, se puso en solfa la solvencia de las pensiones y mucha gente contrató “privadas”, cosechando grandes pérdidas al rescatarlas.

Y sin embargo, entre ambas etapas hay flagrantes diferencias. Porque lo nuevo y la decisivo del momento presente, lo que nos va a marcar para siempre, es que ahora no contamos con las cajas de ahorros. Se las cargaron de un plumazo después de haber sido escrupulosamente saqueadas por partidos, sindicatos y patronal en comandita. Eso que llaman “agentes sociales” para indicar que sí nos representan. Y ello gracias a la oportuna desregulación que perpetró en 1985 Carlos Solchaga, el ministro de Economía del felipismo, para “liberalizar” su gestión. Presunta democratización que consistió en permitir su control por la “clase representativa” y extender su ámbito de actuación a todo el territorio nacional, sacándolas de sus casillas.

Era como cebar al cerdo antes de la matanza. Las evidencias están ahí: tarjetas black multiusos; aeropuertos en zonas despobladas como Castellón y Castilla La Mancha (tenemos el doble que Alemania); y cuantas “inversiones” quisieran los mandamases. Estábamos en la Liga de Campeones y de esa nada pasamos a la más absoluta miseria en el instante en que Zapatero dictó la muerte súbita de las Cajas entregando su cuota de mercado a los bancos. De esta forma, unas instituciones “sin ánimo de lucro”, especializadas en el crédito minorista, en apoyar el desarrollo regional y reinvertir en Obra Social sus beneficios, fueron borradas del mapa sin que nadie protestara. Como si sus doscientos años de historia hubieran sido un mal sueño. El hundimiento fue mayúsculo. Se pasó de representar el cuarenta y cinco por ciento del parqué a prácticamente cero por el dedazo de los dueños del BOE. “El mayor desmán financiero de nuestra historia”, denunció el catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona Antón Costas.

Aquel atropello tuvo su paradigma en el saqueo de Caja Madrid-Bankia y ese extraño vaivén de una salida a bolsa decretada por el socialista de Zapatero y su posterior nacionalización a manos del conservador Rajoy. El mundo al revés. Un auténtico bebedero para uso exclusivo y excluyente de cortesanos, bribones y matapobres. En sus sillones se sentaron desde dirigentes de los mal llamados sindicatos mayoritarios (CCOO y UGT), hasta los líderes de la patronal (CEOE y CEIM) y miembros del bipartidismo dinástico (PSOE y PP), funcionarios de La Zarzuela incluidos. Todos zambullidos en aquel panal de rica miel, dejando escenas que demuestran una vez más que en España la realidad supera a la ficción. Como que la vicepresidencia de la entidad que llevaría al país a su intervención por la Troika, provocando un boquete de más de 22.000 millones de euros de dinero público, la ocupara el ex estalinista del PCPE, José Antonio Moral Santín, en representación de Izquierda Unida de la Comunidad de Madrid (IUCM). O ese surrealista comentario de la presidenta de la Comunidad sobre el reparto de cargos. “Yo creo que hemos tenido la inmensa suerte de poderle dar un puesto a IU quitándoselo al hijo puta”, confesó ante un micrófono indiscreto Esperanza Aguirre en referencia a su rival en el Ayuntamiento Alberto Ruíz Gallardón. Una banda que dio el visto bueno a la estafa de las preferentes y las clausulas suelo. Reunión de pastores…

Por eso precisamente es un insulto a la inteligencia que cinco años después del gran asalto, los causantes del expolio hablen de constituir una “comisión de investigación” para aclarar lo sucedido. Como la Cosa Nostra, pero con recochineo. Como todo el mundo sabe, la mejor manera de tapar una trama de corrupción sistémica es aprobar una comisión de investigación. Abundan los precedentes, el último fue la de los ERE, minutado al alimón por el PSOE de Susana Díaz y la Izquierda Unida de Diego Valderas, que compartían mesa y mantel en el Gobierno de Andalucía. Y con el mismo oculto objetivo que ahora en Bankia: para presionar a los jueces que han tomado cartas en el asunto por temor a otro varapalo de la justicia europea. Antaño querían desterrar a la juez Mercedes Alaya, que había imputado a la cúpula socialista con Manuel Chaves y José Antonio Griñán a la cabeza, y hogaño el objetivo es la Sala de la Penal, Sección Tercera, de la Audiencia Nacional, que ha osado imputar a los intocables Miguel Ángel Fernández Ordoñez, ex gobernador del Banco de España, y Julio Segura, presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Los gurús financieros del Estado de derecho que miraron para otro lado mientras sus amigos se hacían con el botín.

¿Estamos sosteniendo una teoría de la conspiración? Sin duda sí, pero cocinada desde el poder de esas dos instituciones “públicas e independientes”. O mejor dicho, ante el más turbio episodio de puertas giratorias habido en la Administración. Basta con ver las respectivas biografías de los inculpados y seguir el tradicional trasiego de cargos entre el Banco de España y la Asociación Española de la Banca (AEB). Miguel Ángel Fernández Ordoñez llegó al puesto tras haber sido secretario de Estado de Hacienda con el gobierno de Rodríguez Zapatero, a las órdenes del ministro Pedro Solbes (el que no vio venir la crisis), y después de ser asesor del Grupo Prisa (todo asesinato necesita su relato condimentado), donde trabajó como director del espacio Hora 25 de los Negocios de la cadena SER. Lo que le permite seguir dando lecciones de democracia en las páginas de El País (http://elpais.com/elpais/2017/01/04/opinion/1483554697_014535.html. Por su parte, el actual presidente de la AEB, José María Roldán, fue antes el director de Regulación y Estabilidad del Banco de España. Nada nuevo bajo el sol en realidad. Porque su predecesor, Miguel Martín Fernández, también procedía de esa cantera, en este caso como subgobernador de la entidad. Tradición que arranca en la transición, cuando el ex ministro de Economía con UCD, José Luis Leal, derivó en jefe de la patronal bancaria. Con esas credenciales hasta “el Dioni” podría hacer carrera entre los grandes de la banca.

Claro que solo la casta goza de los privilegios inherentes a su condición. Quien la hace no la paga. Siempre hay un amigo o una institución al quite. Hay que evitar que un error, al abandonar a su suerte a una pieza de la trama, ponga en peligro todo el tinglado. Recordemos con que desfachatez Rodríguez Zapatero indultó al vicepresidente del Santander Alfredo Saénz, y ahora el mismo PSOE ha propuesto impedir medidas de gracia sobre casos de corrupción. Por no hablar del bochornoso espectáculo de unos altos cargos del BdE recogiendo firmas en favor de los jefes imputados por el latrocinio con la “comprensión” del actual gobernador. ¡Enaltecimiento del terrorismo…económico!

El panorama descrito nos lleva a la conclusión de que, en las grandes cuestiones, no hay grandes diferencias entre gobiernos a diestra y siniestra. Todos buscan lo mismo caiga quien caiga: apoderarse del poder. He dicho “grandes”, no ninguna, en la distancia corta las hay. Porque cuando se enfoca con las luces largas, las comparaciones brindan sorpresas. Cuando los cleptómanos al mando son de derechas, la gente tiene sensibilidad política y se suele movilizar contra los mangantes en todas las direcciones. Sin embargo, si los mafiosos provienen de la izquierda, se deja la ética a un lado y se silencia el estropicio con la estúpida excusa de que “son de los nuestros”. Tal para cual pero con el pedigrí “progresista” como hecho diferencial. Ahí va la prueba: Miguel Fernández Ordoñez (MAFO), PSOE-PRISA, gobernador del Banco de España; Julio Seguro, presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, antiguo miembro del Comité Central del PCE , autor del programa económico del VIII Congreso del partido; Luis Malo de Molina, jefe del Gabinete de Estudios del Banco de España con MAFO, número trece en la candidatura del PCE al Congreso en 1977; Juan Antonio Moral Santín….Además, aquí el problema además es que la colusión de intereses entre la casta política y la clase financiera suele llevar aparejada la tolerancia cómplice de los medios de comunicación, completando así la impunidad sistémica. El pasado 20 de febrero, Joaquín Estefanía, ex director de El País y persona de reconocido talante de progresista, ofrecía un ejemplo de esa endogamia que ha contribuido a tapar el pillaje del rescate bancario con dinero público. Publicaba una columna económica titulada “Cometí un error; me ha consternado”, en relación a la errática actuación del Banco de España y la CNMV en la crisis financiera, en la que ni una sola vez se citaba por sus nombres ni a Fernández Ordoñez ni a Julio Segura. Otro fallo de “supervisión” de la prensa a la hora de criticar a colegas de profesión y antiguos camaradas. Y encima, cuando las críticas afectan a poderosos, caso de la infanta Cristina en el juicio del caso Nóos, enseguida se denuncia los “excesos” de la libertad de expresión como intolerables “juicios paralelos”.





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