martes, 12 de diciembre de 2017

La potencia mundial de Meade


 
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La potencia mundial de Meade

 

DEMOS, Desarrollo de Medios, S.A. de C.V.

Meade ha hecho una suma de sus propuestas de gobierno: hacer de México una potencia mundial. EPN le dio la línea, y Meade la reprodujo para subrayar que se trata de la continuidad del panpriísmo. En su quinto Informe de gobierno, del pasado 1º de septiembre, EPN dijo: Hace años que México no se encontraba en una encrucijada tan decisiva y determinante como la actual. La disyuntiva es muy clara: seguir construyendo para hacer de México una de las potencias mundiales del siglo XXI, o ceder a un modelo del pasado, que ya ha fracasado. El futuro es incierto, pero sabemos adónde queremos llegar. El pasado es conocido y por eso sabemos qué queremos o qué debemos evitar.
EPN dio así, a un tiempo, el banderazo de la continuidad y el zambombazo que hemos oído, y que oiremos sin parar, contra AMLO, debido a la marcha ascendente de Morena, que no ha logrado ser detenida.
El uso y abuso de la posverdad y de la mentira es práctica cotidiana del panpriísmo. Pero también es ca­da vez menos eficaz en la modulación de las creencias y opiniones de los mexicanos.
EPN dice que su gobierno ha estado construyendo para hacer de México una potencia mundial y Meade dice que continuará tras ese objetivo. La afirmación de EPN es una mentira grotesca. De acuerdo con el Coneval, en 2010 había 52.8 millones de pobres; en 2012, 53.3; en 2014, 55.3; en 2016, 53.4 millones. La situación en 2016 era peor que al inicio del sexenio de EPN, y más aún que la de 2010. La cifra de 2016 equivale a 43.6 por ciento de la población. En otro enfoque, de acuerdo con la misma fuente, 50.6 por ciento de la población en México, 62 millones de personas, tiene ingresos por debajo de la línea de bienestar, es decir, son insuficientes para comprar la canasta de alimentos, bienes y servicios básicos. Adicionalmente, según el Inegi, más de la mitad de los trabajadores en México, 51.8 por ciento, eran informales, al segundo trimestre de 2017.
Téngase en cuenta, además, que Trump ha hecho aprobar por el Senado de EU una reducción de la tasa de impuestos sobre ganancias corporativas de 35 a 20 por ciento, más otras reducciones en impuesto sobre la renta a todos los grupos receptores de ingreso. Según informa la BBC, el Tax Policy Center, organización independiente de investigación en asuntos tributarios, estimó que la recaudación caería en 6.2 billones de dólares en una década. Se trata del recorte más grande que haya habido en la historia, dijo Trump; en favor del 1% agregó el senador y líder de los demócratas, Chuck Summer, que cancelará múltiples programas sociales.
Esa reforma fiscal puede tener en México un impacto de pronóstico reservado, dada la modernísima política de potencia mundial del panpriísmo consistente en lograr una alta competitividad comercial internacional basada en el aplastamiento de los salarios. A Meade no le temblará la mano, como no le ha temblado a EPN, para comprimir aún más los salarios mexicanos.
EPN ha estado construyendo una potencia mundial repleta de menesterosos socialmente excluidos. La afirmación de EPN, sobre esa su construcción, es una bufonada estrafalaria.
EPN no tuvo empacho en decir, frente a la situación social mexicana, producto del modelo neoliberal itamita que ha estado vigente demasiados lustros, que México se encuentra en una encrucijada frente a la cual el país tiene una disyuntiva: o continuar por el camino que ilustran a las claras las cifras que he resumido, o ceder a un modelo del pasado, que ya ha fracasado, y que nadie propone.
Es necesario repetir una y mil veces: el neoliberalismo no es ninguna teoría positiva que explique cómo es que funciona la reproducción de la sociedad; es solamente una propuesta de organización de la economía y de la política, que hoy continúa dominando la sociedad del mundo, pero que se halla en evidente declive en todas partes, debido a que, en todas partes, sólo produce pobreza y desigualdad; en algunos países, como México, en forma brutalmente descarnada. Es hora de darle la puntilla a esa propuesta, y crear otra que atienda a las necesidades sociales básicas. Una propuesta alternativa construida con la participación masiva de los pueblos de México, y que concluya en un conjunto de derechos sociales; por mejor decir, un sistema normativo, coactivo, institucionalizado. Ese sistema debería prever la necesidad de destinar un porcentaje dado del producto interno a cerrar efectivamente la inmensa brecha de la desigualdad socioeconómica.
Ese apunte no se refiere a ningún modelo del pasado, que haya fracasado, sino a una propuesta que supera con mucho al fracasado modelo neoliberal vigente. Se trata de la gradual construcción de un Estado social de derecho.
Apostamos por la experiencia y no por la ocurrencia, dijo Meade, por el conocimiento y no por el enfrentamiento; por la preparación y no por la improvisación; en los programas y no en los caprichos; en las instituciones y en la ley y no en las profecías. Bien, desechemos la profecía de la potencia mundial; desechemos las ocurrencias de los itamitas; pongamos el conocimiento científico al servicio de todos; dejemos de improvisar, como EPN lo hizo con su inservible Pacto por México; o su decálogo presentado en septiembre de 2015: 10 puntos programáticos, todos incumplidos. Y, vale, apostemos por leyes e instituciones: las de un Estado social de derecho.

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