domingo, 9 de septiembre de 2018

"La resistencia" es el establishment


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"La resistencia" es el establishment


Traducido por el equipo de SOTT.net en español
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El funeral de John McCain puso al descubierto el cinismo del antitrumpismo.

mccain funeral© Getty
Así que ahora sabemos lo que es "la resistencia" realmente. Es el
establishment
. El viejo orden político. Es ese conjunto político de finales del siglo XX, esas élites gerenciales alejadas de la realidad, que todavía no pueden creer que el electorado las haya rechazado. Ése es el mensaje del extraño espectáculo político que supuso el entierro de John McCain, donde este neoconservador en vida se ha transformado en un líder de la resistencia en la muerte: que mientras que el movimiento anti-Trump podría presentarse como rebelde, e incluso tomar prestado su nombre de aquellos que resistieron al fascismo en Europa a mediados del siglo XX, en realidad se trata principalmente de restaurar el dominio aparentemente bueno y dirigido por expertos de las viejas élites en torno a lo que se considera el caos de la era populista de Trump y el Brexit.
La respuesta a la muerte de McCain ha rayado en lo surreal. El aspecto más extraño ha sido el cambio de la imagen de McCain como un ardiente rebelde. Al morir, esta figura clave del establishment del Partido Republicano, este oficial militar, senador, candidato presidencial y entusiasta partidario del ejercicio del poder militar estadounidense en el extranjero, ha sido reconcebido como un valiente luchador por todo lo que es bueno frente a una maquinaría política malvada y despótica. "El funeral de John McCain fue la mayor reunión de la resistencia hasta la fecha", se lee en un titular del New Yorker, junto a una foto de George W. Bush, Bill Clinton, Hillary Clinton, Al Gore y soldados del ejército de Estados Unidos, la maquinaría militar más poderosa de la Tierra. Ésa es ahora "la resistencia": los antiguos poseedores de un poder extraordinario, los invasores de naciones extranjeras, el establishment de Washington.
El artículo del New Yorker, como gran parte de los comentarios sobre McCain, alaba ante los cielos la temática anti-Trump del funeral de McCain. McCain dijo que Trump no podía asistir a su funeral. Y eso en sí mismo fue suficiente para ganarse el amor póstumo de los comentaristas liberales que ahora lo ven todo a través del marco moral binario de los pro-Trump (malvados, mal informados, ocasionalmente fascistas) y los anti-Trump (decentes, morales, a la par de los luchadores contra el nazismo). Pero aún mejor fue el hecho de que los oradores en el funeral, incluyendo a la hija de McCain, Meghan, y a Bush y Obama, usaron el servicio de la iglesia para golpear al trumpismo, sin mencionarlo explícitamente, mientras ensalzaban lo que antecedió al Trumpismo, que era, por supuesto, su gobierno, su política y su establishment. El conjunto político y mediático de Washington puede parecer amargamente bipartidista, dijo el escritor del New Yorker, pero también está "más unido" en un aspecto importante: "en su odio a Donald Trump".
El odio a Trump se ha convertido en el pegamento moral de las élites magulladas que han sido apartadas o, al menos, puestas en tela de juicio por la oleada populista que se está apoderando de Occidente. Y estas personas están tan entusiasmadas por el moralismo superficial del antitrumpismo que están felices de alinearse a una vida tan compleja e interesante y con tantos defectos como la de McCain con el fin de hacerle daño a Trump. Un ex asesor de Al Gore, Carter Eskew, escribió en el Washington Post: "En la muerte, John McCain se venga de Donald Trump". Revelando sin querer la impronta del Antiguo Testamento en la nueva religión de élite de Odiar a Trump, Eskew dijo que mientras "McCain asciende al cielo en una corriente ascendente de alabanza, el infierno político de Trump en la Tierra arderá con mayor intensidad". Un periodista de CNN dijo al respecto de por qué empezó a llover repentinamente cuando el ataúd de McCain fue llevado al Capitolio: "Los ángeles estaban llorando". ¿Qué siglo es éste?
Las alusiones religiosas, el discurso de venganza contra Trump, la tergiversación de la vida de McCain para convertirla en un ejemplo moral contra los supuestos crímenes del trumpismo, exponen el moralismo infantil de la llamada resistencia. Al evaluar algunos de los comentarios sobre McCain, Albert Burneko dice que ahora hay una "condición" que él llama "cerebro de la resistencia", donde la gente muestra un "impulso por agarrarse y aferrarse a cualquier cosa que se parezca, aunque sea un poquito, a algo que pudiera finalmente derrotar a Donald Trump". Incluso si aquello a lo que se aferran es realmente algo malo. Como una investigación aparentemente interminable del FBI sobre la presidencia electa. O George W. Bush, cuya reedificación moral al dorso del antitrumpismo ha sido extraordinaria. O el neoconservadurismo: éste era el enemigo de los activistas liberales hace una década, pero ahora sus arquitectos son elogiados porque se adhieren a la religión del antitrupismo. Estar en contra de Trump lava todos los pecados.
Algunos de la izquierda han criticado la reedificación moral de McCain. "No olvidemos que él quería la guerra con Irán y muchos otros lugares también", gritan. Sin embargo, la verdad es que allanaron el camino para su renovación póstuma como uno de los grandes estadounidenses de finales del siglo XX. Desde 2016 han hablado de Trump como un presidente excepcionalmente malvado, una aberración chocante, lo más cercano a Hitler desde la década de 1930. Su hipérbole antrumpista, impulsada por su propia desorientación política y su creciente distanciamiento del electorado, ha permitido que cualquier político que no sea Trump enmiende su reputación y pase por alto su propio comportamiento destructivo. La transformación de Trump en la bestia negra para todos los hombres de bien, un pilar de maldad sin igual contra el que todos tenemos el deber de protestar con nuestros sombreros de coño y pelucas anaranjadas, ha sido una bendición para la clase política herida anterior a Trump, deseosa tanto de encubrir sus propios crímenes como de prepararse para volver a la posición de poder de la que disfrutaba antes de que el electorado fuera corrompido por la histeria de la "posverdad".
"La resistencia" es la lucha del establishment contra el pueblo. Al igual que en Gran Bretaña, donde los ricos e influyentes que alimentan la guerra contra el Brexit (el mayor acto democrático en la historia británica) se refieren a sí mismos como "insurgentes". Es el colmo del orwellianismo que estos actos de reacción elitista contra la disidencia democrática se disfrazan como formas de resistencia. Pero no es sorprendente. Desde el principio, la llamada resistencia no ha sido más que un anhelo por el viejo establishment, por el gobierno de Hillary y por la continua dominación de Gran Bretaña por parte de la UE, y no una suerte de golpe atrevido a favor de una nueva política. Si observamos de cerca el elitismo funerario del entierro de McCain, veremos uno de los acontecimientos políticos más tristes y llamativos de nuestro tiempo: cómo los autodenominados radicales prefirieron aportar su granito de arena a la vieja clase dirigente bajo el paraguas de la "resistencia" en lugar de escuchar a las personas comunes y corrientes, que decían: "Destruyamos el viejo orden".
Brendan O'Neill es editor de spiked. Encuéntrelo en Instagram: @burntoakboy

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