martes, 2 de diciembre de 2014

Las tres cartas de Peña Nieto, la crisis no es el fin de la historia

Las tres cartas de Peña Nieto, la crisis no es el fin de la historia

@jlca007 mar 2 dic 2014 06:32
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Ayer la mayoría de sus críticos, que no son pocos ni tibios, realizaron con diferentes matices y argumentos, ese recuento del desastre peñista al iniciar su tercer año de gobierno.
El inicio del tercer año de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto ha sido por demás doloroso, amargo y lleno de presagios ominosos.
Sus malquerientes le han dicho en estos días de desconcierto, todo y de todo.
En muchos de los casos a esos señalamientos no les falta razón. Los hechos se la otorgan de manera contundente.
Pero todas las crisis son también una oportunidad.
Y eso no lo consideran los profesionales del antipeñismo.
Es claro que el presidente está ante la disyuntiva de ejercer un correctivo total, convincente y creíble para volver a recuperar en algo, y no de inmediato por supuesto, la confianza popular que ha perdido.
El presidente recorrió, desde el 2010, o sea durante casi tres años, el camino triunfal de la gloria.
Ese camino se lo construyeron los desatinos panistas,
Y también, hay que reconocerlo, su propia personalidad que, sin duda, ofrecía desde su precampaña y en el año inicial de su gobierno, un México diferente, lleno de esperanza de cambio, del que habían creado con sus ineficiencias, novatadas y corrupciones tanto Fox como Calderón.
Peña Nieto inició su precampaña primero y después los meses iniciales de gobierno sintiendo que su popularidad lo hacía invulnerable a toda crisis.
Se le veía, tanto a él como a su primer círculo, en una actitud que presumía una permisividad para gobernar a su antojo dado el amplio respaldo popular que había logrado en gran medida gracias al tragicómico docenato panista.
Pero la realidad, necia e inamovible como es, ha puesto al peñismo nuevamente en el ámbito terrenal.
Hacer un recuento más de sus desaciertos y sus desgracias es ya pura sevicia periodística.
Ayer la mayoría de sus críticos, que no son pocos ni tibios, realizaron con diferentes matices y argumentos, ese recuento del desastre peñista al iniciar su tercer año de gobierno.
El contratismo que favorece a los amigos; la Casa Blanca  y sus connotaciones de enriquecimiento inexplicable, conflicto de intereses e insensibilidad digna de un jeque árabe rodeado de miserables; la economía pegada con alfileres y viendo muy lejos la luz al final del túnel; la inseguridad y la violencia incontenibles; un equipo de gobierno en su mayoría ineficiente, necio y cerrado; son elementos que representan un bocado de cardenal para el antipeñismo galopante, perruno e implacable.
Pero el país ha soportado crisis de gobernabilidad igual de graves, o muy parecidas, ya que ésta parece superar a las más recientes.
El ánimo popular en contra de las equivocaciones gubernamentales que ha tratado de tapar con discursos huecos e irritantes, ha despertado contra el gobierno un rechazo y un enojo en el país y en el plano internacional.
Pero es pertinente hacer un breve recuento de las crisis recientes.
Echeverría enloqueció tratando de ser líder del Tercer Mundo y sumió al país en debilidad económica y política hasta llegar a la inminencia del golpe de estado.
López Portillo administró para sí y sus corifeos consentidos la riqueza petrolera. Terminó su sexenio nacionalizando la banca después de anunciar de manera por demás melodramática que defendería al peso como un perro.
Miguel de la Madrid fue perdonado por la sociedad del pasmo en el que cayó durante los sismos del 85.
Carlos Salinas terminó su sexenio en pleno diluvio político, social y económico. Inició su gobierno con señales de inteligencia y solidez y lo terminó en medio de una crisis marcada por los asesinatos políticos de Colosio y Ruiz Massieu.
Ernesto Zedillo nadó de a muertito y sostuvo al país en una condición paralizada en materia económica y muerta partidista y políticamente.
Fox realizó un gobierno sencillamente inenarrable.
Y Calderón fue manifiestamente corrupto, disipado y perseguido los seis años de su gobierno por el fantasma de la ilegitimidad, toda vez que nunca convenció a los electores mexicanos de que efectivamente había ganado unos comicios que, a ojos vistas, le robó a Andrés Manuel López Obrador.
Y por esos caminos transita en estos días un atribulado presidente Enrique Peña Nieto.
Es bien conocido el cuento político de las tres cartas que le heredó a su sucesor el mandatario que terminaba su periodo.
La humorada es buena, pero además de ello es completamente cierta.
Es tiempo de que Peña Nieto empiece a abrir las cartas que le dejaron en los cajones del escritorio presidencial.
1.- Debe hacer cambios en el gabinete.
Seguramente esos movimientos no resolverán mágicamente la crisis. Pero darán una señal de autoridad y de sensibilidad política para separar de sus cargos a los que le han fallado al país.
¿Qué pierde Peña Nieto si cesa a un insostenible como Gerardo Ruiz Esparza, a una inútil en el terreno político como Rosario Robles, a un cansado procurador como Jesús Murillo Karam?
No pierde absolutamente nada.
El lunes escribíamos en este espacio que nadie es indispensable y que tampoco nadie, con su sola personalidad era la solución a los problemas que enfrenta el gobierno peñista.
Eso implica que también pueden ser removidos Luis Videgaray y Miguel Osorio Chong y no pasaría nada.
2.- Peña Nieto debe cuidar PERSONALMENTE el proceso de selección de candidatos a diputados federales del PRI para los inminentes comicios de junio del 2015.
Con los números que ayer le atribuyeron a la popularidad presidencial varios medios de comunicación nacionales y extranjeros, y el impacto que ello tendrá en las elecciones mencionadas, será muy difícil que el gobernante PRI llegue con una mayoría que supere con buen margen apenas la mayoría simple.
Y esa selección y conducción electoral la debe hacer Peña Nieto, oficiando solo, porque su círculo cercano está lleno de miedo y tratará de asegurar presencia en el próximo congreso a través de sus incondicionales para lograr protección y continuidad.
La dirigencia actual del PRI es solamente testimonial y surgida del paisanaje que tanto ha afectado al gobierno peñista.
No puede con el encargo en condiciones tan críticas.
3.- La economía y la gobernabilidad son las piezas claves para que se pueda rescatar en lo posible, un gobierno que hoy parece a la deriva.
Deberá el presidente ampliar el círculo de decisiones económicas y políticas y dejar de personalizarlas.
Ese experimento, el de personalizar la economía y la gobernabilidad con su componente principal que es la seguridad pública, no le ha funcionado hasta ahora al presidente Peña Nieto.
En fin, creo que es el momento en el presidente Enrique Peña Nieto destape las cartas que le dejaron Salinas y Zedillo en el escritorio presidencial, porque Fox y Calderón parece que ni lo abrieron durante sus inocuos, patrimonialistas y peligrosos mandatos.
EN TIEMPO REAL.
1.- El hándicap Guerrero 2015 parece estar dando al PRI y a Morena la posibilidad de llegar al gobierno de la entidad. Andrés Manuel López Obrador les endosó con singular habilidad, le endosó a los maltrechos Chuchos la postulación y las relaciones con el matrimonio Abarca-Pineda. Y el PRI ha visto crecer a sus candidatos. Uno de los más avanzados es Héctor Astudillo, seguido de cerca por Manuel Añorve, a quien malévolamente le siguen circulando su foto con el presunto narco cantante Joan Sebastián.
2.-    El informe de labores legislativas de Erika Arroyo Bello, diputada al Congreso de Guanajuato, fue un ejemplo de profesionalismo político.
Aquí la portada del documento:
3.- Clamor: que en el PRD convoquen a nuevas elecciones. Tres importantes corrientes, una de ellas encabezada por Ifigenia Martínez, proponen que el domingo en su consejo los perredistas revisen el actual método de selección de dirigentes y les quiten la ventaja que tienen Los Chuchos, de manera por demás amañada, para ejercer control pagado de muchos delegados.

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