Catorce personas contratadas y la sensación general entre las 82 que ya trabajaban de que ahora lo hacen mejor, rinden más y son, en general, más felices.
Son los resultados provisionales, entre lo cuantitativo y lo personal,
de un proyecto de reducción de la jornada laboral implantado en una
residencia pública de ancianos en Gotemburgo (Suecia).
Desde febrero de este año, el personal de enfermería del centro realiza una jornada de 30 horas semanales en lugar de 40, sin reducción de salario, en una experiencia ya vivida de manera pionera en el sector público sueco en los años 90.
En las empresas privadas del país también se conocen las positivas repercusiones de esta medida, en términos de productividad, eficiencia y mejora de las condiciones de trabajo y vida: la compañía de automoción Toyota implantó esa jornada en su centro en la misma ciudad en 2003, y Brath, una start up dedicada a la optimización de motores de búsqueda en internet, ha optado por las seis horas al día para facilitar la vida de sus 20 empleados, construir una imagen de marca diferente y producir más que la competencia.
Su consejera delegada, Maria Brath, lo confirma en la web corporativa de la empresa: "Obviamente, lo medimos. Hacemos más en seis horas que otras empresas en ocho. Nadie puede ser creativo y productivo en una jornada de ocho horas, seis es mucho más razonable. Claro que a veces tenemos que quedarnos hasta tarde, pero eso significa trabajar siete u ocho horas un día. Pensadlo, cuando mamá llega muy tarde del trabajo, llega a casa a las cinco".
El experimento de la residencia de Gotemburgo está también medido y controlado. La directora, Ann-Charlotte Dahlbom Larsson, reconoce que el bienestar del personal afectado por esta jornada ha mejorado y también que se ha incrementado la calidad de la atención a los pacientes. Una consultora evalúa los resultados, que se comparan con los de otra residencia de ancianos que mantiene las ocho horas al día en su servicio de enfermería.
El coste de esta medida, que el Partido Liberal sueco cifra en unos 850.000 euros al año, y la pérdida de la mayoría de la coalición de centro-izquierda en el Ayuntamiento de Gotemburgo, hacen que los días de trabajar seis horas en la residencia estén contados: el ensayo concluirá a finales de 2016.
Así, apunta que "cualquier idea de traslación mimética no tendría sentido si no somos conscientes de la realidad de nuestro tejido productivo, del mercado laboral y de la remuneración de éste, del grado de prestaciones públicas y políticas de bienestar que hay allí y aquí. Todos estos elementos influyen a la hora de plantear una medida así".
"Con niveles retributivos aceptables y complementados por unas políticas públicas fuertes supondría una notabilísima mejora de la productividad"
Para Lezcano, la jornada de seis horas en España tendría "una repercusión muy positiva para la economía y para la vida de las personas", puesto que siempre que se hiciera "con niveles retributivos aceptables y complementados por unas políticas públicas fuertes supondría una notabilísima mejora de la productividad en nuestro tejido productivo".
La ensayista Carolina del Olmo, autora de ¿Dónde está mi tribu?, valora positivamente el intento sueco por la posibilidad de distribución de empleo que ofrece. "Hay un montón de trabajo importante por hacer, y muchas tareas estúpidas a extinguir también, y, por tanto, podría haber empleo remunerado para todos: "tan sólo" hay que repartirlo. Ir reduciendo la jornada laboral es, creo, la mejor herramienta para plantear ese reparto", considera.
"En prevención de riesgos sería muy positivo. En cualquier actividad laboral, a mayor tiempo de trabajo, más aumenta el riesgo"
Alex Tisminetzky, secretario de salud laboral de CGT Catalunya, aporta otro argumento de peso a favor de la reducción de la jornada: "En prevención de riesgos sería muy positivo. En cualquier actividad laboral, a mayor tiempo de trabajo, más aumenta el riesgo, tanto físico como mental, de sufrir algún accidente, debido a los movimientos repetitivos, al cansancio, al estrés. En una jornada inferior se trabaja mejor, con más seguridad, y se puede lograr una mayor productividad".
Tisminetzky recuerda que en los últimos años "han aumentado los accidentes de trabajo, con menos trabajadores en activo, lo que quiere decir que han aumentado sus jornadas, trabajan más horas y ése puede ser uno de los factores que explica el incremento de los accidentes".
Los datos le dan la razón. Entre enero y julio de 2015, según la Estadística de Accidentes de Trabajo y Enfermedades Profesionales publicada por el Ministerio de Empleo, se han registrado 300.550 accidentes de trabajo con baja, un 7,7% más que en el mismo periodo del año anterior, de los que 260.338 ocurrieron durante la jornada laboral y 40.212 fueron accidentes in itínere.
También se produjeron 337 accidentes de trabajo mortales, seis más que en el mismo periodo del año anterior. Asimismo, en estos meses se notificaron un total de 408.135 accidentes que no supusieron baja.
Lezcano admite que no encuentra aspectos negativos en la experiencia sueca, pero reconoce que en ella ha habido algunas dificultades de organización del trabajo "porque han convivido dos realidades distintas en el mismo centro". También señala que es una medida costosa, "si se hace manteniendo salarios dignos y no deprimiéndolos exageradamente".
Por su parte, Del Olmo apunta a una jornada de cuatro horas como el ideal. "Con seis horas cabe la posibilidad de que la gente se apañe para hacer de forma más concentrada el trabajo que antes sacaba adelante en ocho, y, por tanto, se boicotea la posibilidad del reparto. Además, seis horas más desplazamientos todavía hacen un poco dura la conciliación vida laboral-vida personal, familiar o como se la quiera llamar".
"Las medidas que afectan a todos los trabajadores suelen ser más relevantes para la conciliación que las medidas parciales y sectoriales"
En ese sentido, la ensayista considera que "incluso sin aspirar a ese reparto de trabajo que se hace tan necesario, cualquier reducción general de jornada me parece una medida valiosísima para la conciliación. En general, las medidas que afectan a todos los trabajadores suelen ser más relevantes para la conciliación que las medidas parciales y sectoriales que suelen ponerse en marcha bajo esta etiqueta".
Ni la legislación ni los departamentos de Recursos Humanos tienen interés en orientar sus planes a ese objetivo. Tampoco los sindicatos lo incluyen en sus agendas como un logro a conseguir en el plazo más inmediato.
¿Por qué no se plantea esta medida? Lezcano responde que "por la misma razón por la que proliferan los contratos con jornadas a tiempo parcial con salarios ridículos. Sigue habiendo una cierta cultura empresarial, avalada y reforzada además por los cambios normativos introducidos por el Gobierno, que considera que sólo se puede conseguir la maximización de beneficios exprimiendo el factor trabajo, es decir, reduciendo los costes salariales".
Del Olmo apela, entre otras razones para explicar esta inacción, a una cierta "alergia a la innovación institucional que parece reinar no ya sólo entre las élites, sino también entre la clase política, muchas veces incluso entre quienes supuestamente defienden los intereses de quienes no tienen nada que ganar con este sistema perverso".
Desde febrero de este año, el personal de enfermería del centro realiza una jornada de 30 horas semanales en lugar de 40, sin reducción de salario, en una experiencia ya vivida de manera pionera en el sector público sueco en los años 90.
En las empresas privadas del país también se conocen las positivas repercusiones de esta medida, en términos de productividad, eficiencia y mejora de las condiciones de trabajo y vida: la compañía de automoción Toyota implantó esa jornada en su centro en la misma ciudad en 2003, y Brath, una start up dedicada a la optimización de motores de búsqueda en internet, ha optado por las seis horas al día para facilitar la vida de sus 20 empleados, construir una imagen de marca diferente y producir más que la competencia.
Su consejera delegada, Maria Brath, lo confirma en la web corporativa de la empresa: "Obviamente, lo medimos. Hacemos más en seis horas que otras empresas en ocho. Nadie puede ser creativo y productivo en una jornada de ocho horas, seis es mucho más razonable. Claro que a veces tenemos que quedarnos hasta tarde, pero eso significa trabajar siete u ocho horas un día. Pensadlo, cuando mamá llega muy tarde del trabajo, llega a casa a las cinco".
El experimento de la residencia de Gotemburgo está también medido y controlado. La directora, Ann-Charlotte Dahlbom Larsson, reconoce que el bienestar del personal afectado por esta jornada ha mejorado y también que se ha incrementado la calidad de la atención a los pacientes. Una consultora evalúa los resultados, que se comparan con los de otra residencia de ancianos que mantiene las ocho horas al día en su servicio de enfermería.
El coste de esta medida, que el Partido Liberal sueco cifra en unos 850.000 euros al año, y la pérdida de la mayoría de la coalición de centro-izquierda en el Ayuntamiento de Gotemburgo, hacen que los días de trabajar seis horas en la residencia estén contados: el ensayo concluirá a finales de 2016.
¿Es aplicable en España?
Caminar hacia una jornada laboral de seis horas "sería profundamente aconsejable", opina Fernando Lezcano, secretario de organización y comunicación de Comisiones Obreras, quien también entiende que no se puede hacer una traducción literal de la experiencia sueca puesto que "estamos en las antípodas".Así, apunta que "cualquier idea de traslación mimética no tendría sentido si no somos conscientes de la realidad de nuestro tejido productivo, del mercado laboral y de la remuneración de éste, del grado de prestaciones públicas y políticas de bienestar que hay allí y aquí. Todos estos elementos influyen a la hora de plantear una medida así".
"Con niveles retributivos aceptables y complementados por unas políticas públicas fuertes supondría una notabilísima mejora de la productividad"
Para Lezcano, la jornada de seis horas en España tendría "una repercusión muy positiva para la economía y para la vida de las personas", puesto que siempre que se hiciera "con niveles retributivos aceptables y complementados por unas políticas públicas fuertes supondría una notabilísima mejora de la productividad en nuestro tejido productivo".
La ensayista Carolina del Olmo, autora de ¿Dónde está mi tribu?, valora positivamente el intento sueco por la posibilidad de distribución de empleo que ofrece. "Hay un montón de trabajo importante por hacer, y muchas tareas estúpidas a extinguir también, y, por tanto, podría haber empleo remunerado para todos: "tan sólo" hay que repartirlo. Ir reduciendo la jornada laboral es, creo, la mejor herramienta para plantear ese reparto", considera.
"En prevención de riesgos sería muy positivo. En cualquier actividad laboral, a mayor tiempo de trabajo, más aumenta el riesgo"
Alex Tisminetzky, secretario de salud laboral de CGT Catalunya, aporta otro argumento de peso a favor de la reducción de la jornada: "En prevención de riesgos sería muy positivo. En cualquier actividad laboral, a mayor tiempo de trabajo, más aumenta el riesgo, tanto físico como mental, de sufrir algún accidente, debido a los movimientos repetitivos, al cansancio, al estrés. En una jornada inferior se trabaja mejor, con más seguridad, y se puede lograr una mayor productividad".
Tisminetzky recuerda que en los últimos años "han aumentado los accidentes de trabajo, con menos trabajadores en activo, lo que quiere decir que han aumentado sus jornadas, trabajan más horas y ése puede ser uno de los factores que explica el incremento de los accidentes".
Los datos le dan la razón. Entre enero y julio de 2015, según la Estadística de Accidentes de Trabajo y Enfermedades Profesionales publicada por el Ministerio de Empleo, se han registrado 300.550 accidentes de trabajo con baja, un 7,7% más que en el mismo periodo del año anterior, de los que 260.338 ocurrieron durante la jornada laboral y 40.212 fueron accidentes in itínere.
También se produjeron 337 accidentes de trabajo mortales, seis más que en el mismo periodo del año anterior. Asimismo, en estos meses se notificaron un total de 408.135 accidentes que no supusieron baja.
Lezcano admite que no encuentra aspectos negativos en la experiencia sueca, pero reconoce que en ella ha habido algunas dificultades de organización del trabajo "porque han convivido dos realidades distintas en el mismo centro". También señala que es una medida costosa, "si se hace manteniendo salarios dignos y no deprimiéndolos exageradamente".
Por su parte, Del Olmo apunta a una jornada de cuatro horas como el ideal. "Con seis horas cabe la posibilidad de que la gente se apañe para hacer de forma más concentrada el trabajo que antes sacaba adelante en ocho, y, por tanto, se boicotea la posibilidad del reparto. Además, seis horas más desplazamientos todavía hacen un poco dura la conciliación vida laboral-vida personal, familiar o como se la quiera llamar".
"Las medidas que afectan a todos los trabajadores suelen ser más relevantes para la conciliación que las medidas parciales y sectoriales"
En ese sentido, la ensayista considera que "incluso sin aspirar a ese reparto de trabajo que se hace tan necesario, cualquier reducción general de jornada me parece una medida valiosísima para la conciliación. En general, las medidas que afectan a todos los trabajadores suelen ser más relevantes para la conciliación que las medidas parciales y sectoriales que suelen ponerse en marcha bajo esta etiqueta".
Nueva cultura empresarial
La posibilidad de que esta jornada laboral de seis horas diarias se pudiera generalizar, más allá del modo experimental, sigue siendo prácticamente un ejercicio de ciencia ficción, pese a las bondades que presenta.Ni la legislación ni los departamentos de Recursos Humanos tienen interés en orientar sus planes a ese objetivo. Tampoco los sindicatos lo incluyen en sus agendas como un logro a conseguir en el plazo más inmediato.
¿Por qué no se plantea esta medida? Lezcano responde que "por la misma razón por la que proliferan los contratos con jornadas a tiempo parcial con salarios ridículos. Sigue habiendo una cierta cultura empresarial, avalada y reforzada además por los cambios normativos introducidos por el Gobierno, que considera que sólo se puede conseguir la maximización de beneficios exprimiendo el factor trabajo, es decir, reduciendo los costes salariales".
Del Olmo apela, entre otras razones para explicar esta inacción, a una cierta "alergia a la innovación institucional que parece reinar no ya sólo entre las élites, sino también entre la clase política, muchas veces incluso entre quienes supuestamente defienden los intereses de quienes no tienen nada que ganar con este sistema perverso".
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