lunes, 22 de agosto de 2016

Criminales de guerra acusan a Venezuela de narcoestado

Criminales de guerra acusan a Venezuela de narcoestado

Desde el bodrio del Cartel de los Soles, el aparato de justicia norteamericana, como el Departamento de Estado y operadores varios del complejo industrial-militar estadounidense, se han enfocado en criminalizar a Venezuela como un narcoestado corrupto, en una clara maniobra que busca aislar al país y demonizarlo antes de intervenir con más fuerza en sus asuntos.


Sin embargo, entre los promotores de esta maniobra precisamente destacan confesos narcotraficantes y ejecutores de la política de la CIA, la DEA, el Departamento de Estado y el Pentágono en los últimos años.
Vale la pena conocer el prontuario de estas oficinas estadounidenses y conocer quiénes acusan a Venezuela de lo que continuamente han realizado durante toda su vida, repasando brevemente el nacimiento de la Guerra Global contra las Drogas como política de intervención y de asedio a países soberanos en situaciones similares a la venezolana.
Historia, coincidencias y ocupaciones territoriales
No es "novedad" que el fin de los Estados-nación sea útil a su absorción por parte del gobierno global (tan teorizado por el estratega norteamericano Henry Kissinger), como tampoco lo es que la "Guerra Global Contra las Drogas" haya comenzado en paralelo a los aviones militares que iban a Vietnam y volvían con heroína del famoso Triángulo Dorado (Vietnam, Laos, Tailandia y Myanmar) para regarse en los barrios norteamericanos durante la década de 1970 y disolver toda iniciativa revolucionaria que viniera de las organizaciones juveniles de toda índole que protestaban contra la invasión a Vietnam y el cuestionamiento abierto al status quo del momento. En especial los movimientos comunitarios radicales que capitaneaban las Panteras Negras.
Esta "coincidencia" es la misma de cuando Ronald Reagan llegó a la presidencia a principios de los 80 lanzó este paradigma de seguridad junto a la primera versión de la "Guerra Contra el Terror": también se da con la sincronía entre los aviones de la CIA que enviaban con armas para la Contra nicaragüense y volvían con drogas para los barrios de Los Angeles con el objetivo de financiar la contrarrevolución, como comprobó el periodista Gary Webb con el escándalo Irán-Contras, plan armado por el combo Oliver North, Roger Noriega y John Negroponte. El mismo grupo ultra que está hoy acordemente enfocado contra Venezuela.
Igual, en los 90, y sin despeinarse, el Comando Sur emprendió esta "heroica y titánica lucha" para terminar con el narcotráfico y la drogadicción: otra vez lo hizo, casualmente, desde su por entonces base en Panamá, cuando frente a sus ojos, por ejemplo, los carteles de Medellín lavaban sus dólares en los bancos de Ciudad de Panamá, con la colaboración del presidente Manuel Noriega, hasta que un día "se dieron cuenta" e invadieron el país para apresar a este narcopolítico que también, convenientemente, había apoyado a la Contra nicaragüense en un claro doble juego.
En Nicaragua y Panamá, como en la guerra sucia en El Salvador y Guatemala, los ejecutores de esta política deliberada de narcotráfico (y lavado de dinero) fueron actores y parte en conflictos en los que sus dependencias de seguridad, la DEA, la CIA y el Pentágono, asesinaron, al menos a miles de personas sin que ninguno de los involucrados en estas muertes fueran presos ni cumpliese condena alguna. Menos que menos por lavar dinero del narcotráfico y lucrar como agentes de Estado cuadrados con el crimen organizado.

La mutación post 11 septiembre de 2001

Así fue cómo este paradigma de seguridad tomó más fuerza todavía en los 90 cuando tenía ya que sustituir a la amenaza "comunista" por el fin de la Guerra Fría: en esta oportunidad la Administración Clinton, nuevamente, reutilizó el nombre para justificar la presencia en la región y potenciar la ayuda al Estado colombiano al borde de la derrota contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que ya en la neolengua intervencionista comenzó a ser llamada una organización "narcoterrorista" y ser "combatida" por los mismos paramilitares formados por actores del Estado colombiano, militares estadounidenses e israelíes.
Durante este plan, para todo efecto práctico, Salvatore Mancuso, Carlos Castaño y sus Autodefensas Unidas de Colombia se financiaron con la venta de cocaína con la complicidad de los militares colombianos y estadounidenses, quienes ya con la DEA habían armado el grupo denominado Los Pepes ("Perseguidos por Pablo Escobar") para que estos mismos paramilitares y los jefes narcos de ese entonces terminaran con Escobar y el Cartel de Medellín. Había que buscar culpables y uno que se enfrentara a ellos era conveniente, por lo que la "Guerra Contra las Drogas" tuvo que caerle encima de manera simbólica y física.
No les falta tiempo, les faltan cojones
Así que con este paisaje, y la presentación del término "narcoterrorismo", se veía venir una simbiosis entre la Guerra Global Contra las Drogas y su hermana, recién ascendida en importancia, "Contra el Terror". Ante esta base dejada por Clinton, George W. Bush sólo tuvo que explicar esta mutación post 11 de septiembre y presentarla a la sociedad estadounidense y latinoamericana para hacer lo mismo que sus antecesores: justificar la presencia estadounidense y ampliar su influencia.
Esta vez, su caballo de batalla fue el Plan Colombia, y su paladín de la justicia Álvaro Uribe Vélez, quien comenzó en los 80 como el Director de Aeronáutica Civil en Medellín que permitía los vuelos narcos de Pablo Escobar (una de las tantas cosas por la que fue incluido en una lista de traficantes buscados por la DEA) y terminó siendo el presidente de Colombia con los mismos padrinos de la Contra nicaragüense, Otto Reich y Roger Noriega, como aliados y miembros de la Casa Blanca como subsecretarios de Estado en la era de W. Bush.
Por supuesto, ninguno de estos fueron enjuicidados y acusados por la mediocracia global por ninguno de los crímenes de lesa humanidad cometidos por el apoyo al paramilitarismo, y mucho menos por su relación con los carteles del narcotráfico. Es más, junto a Uribe se han dedicado a efectuar continúas agresiones contra el país.
La agenda de la intervención y Venezuela
En Misión Verdad recordamos esta breve historia porque son la CIA y la DEA los que el año pasado fueron las principales "fuentes" de The Wall Street Journal para acusar a Diosdado Cabello de ser jefe del famoso "Cartel de los Soles", y fueron ex integrantes de estas agencias, como Michael Vigil, ex jefe de Operaciones de la DEA y actual miembro de una contratista militar, que comenzaron a hablar del "Cartel de los Flores" mientras que hasta el momento no han podido probar nada.
Michael Vigil quizás sea la síntesis perfecta de toda la operación contra Venezuela y la historia de la DEA y la CIA en criminalizar naciones a través de la Guerra Global Contra las Drogas, ya que tuvo activa participación como agente encubierto en el entramado de los Irán-Contras, así como en operaciones en México, Colombia y Afganistán donde actuó en 2001, post invasión, en la Operación Contención, cuyo resultado fue convertir nuevamente a este país en un exportador neto de heroína.
Y lo es también porque Vigil es un mandadero, precisamente, de quienes en los 80 con Ronald Reagan comandaron el escándalo Irán-Contras de manera encubierta, y que actualmente realizan constantes lobbys por criminalizar a Venezuela junto con los senadores Marco Rubio y Bob Menéndez. Hablamos justamente de Otto Reich y Roger Noriega, parte del combo John Negroponte y Oliver North y de los criminales de guerra que difícilmente rendirán cuentas por sus crímenes.
Estos son quienes, sabiendo que por vías legales no pueden hacerse del poder en Venezuela, acusan al chavismo de ser un gran cartel del narcotráfico y que sirven de usina de desinformación al periodismo flojo y bienpensante que se agarra de cualquier bodrio para dispararse en los pies, desconociendo por omisión la que se armaría si el Comando Sur se agarrara de este expediente para invadir el país, como hicieron con Panamá.
Sin embargo, aplicando el principio de respuesta de Hugo Chávez a Álvaro Uribe: no les falta tiempo, les faltan cojones.

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