jueves, 29 de septiembre de 2016

Guerra sicológica y lucha ideológica (parte 2)


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Guerra sicológica y lucha ideológica (parte 2)

 

 

Leonardo Del Grosso
por Fabián Escalante Font, General de División (en retiro) de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de la República de Cuba, jefe del Departamente de Seguridad del Estado entre 1976 y 1996. Publicado en La Pupila Insomne (enlace a parte 1)
(nota del Editor) ¿Alguien puede dudar de la efectividad del Departamento de Seguridad del Estado de Cuba? Ya resulta legendaria, además de incontrastable, su capacidad para infiltrarse en la profundidad de las filas de los gusanos contrarrevolucionarios y en la profundidad del Estado yanki. ¿Cuánta desmoralización y confusión fue posible sembrar en los terroristas que pretendían agredir al pueblo cubano, y aún también al pueblo norteamericano, cada vez que agentes del tipo de los 5 héroes Gerardo, René, Ramón, Antonio y Fernando desbarataban, una y otra vez, sus planes criminales de asesinato de civiles, o de líderes populares y revolucionarios como Fidel Castro? Fabián Escalante Font ha sido una de los máximos responsables de esta efectividad.
En la primera parte de este texto exponía que la guerra sicológica es una forma pérfida de manipular la conciencia de grupos sociales o personas, mientras que la lucha ideológica es el enfrentamiento de dos concepciones del Mundo, la burguesa y la socialista, que tiene, cada una, repercusiones en todas las manifestaciones de la ideología, trátese de la cultura, la política, la religión, etc.
Mientras la guerra sicológica se concibe con el objeto de confundir y engañar, fundamentalmente por medios subversivos, la lucha ideológica es abierta y transcurre principalmente en el terreno de las ideas, resultando su arma esencial el debate, la discusión, la confrontación de los conceptos.
La guerra sicológica no solo pretende  ganar las conciencias, sino además desacreditar, calumniar y confundir, a veces bajo una apariencia ingenua y neutral. Ejemplo de ello, son las ideas expuestas en reiteradas ocasiones por el presidente Obama al afirmar que cuando comenzó la agresión de Estados Unidos contra Cuba él no había nacido, y que por tanto no era responsable de ello, obviando el hecho de ser el jefe de la Nación agresora,  en otras palabras, lo hecho hasta hoy, es asunto del pasado, en todo caso de los historiadores.
La guerra sicológica desplegada por Estados Unidos en más de 50 años ha sido diversa, mientras que trataron de socavar la autoridad de Fidel Castro con sucesivas campañas para desacreditar su figura, paralelamente desacreditaban las leyes y medidas sociales tomadas por la Revolución. Ejemplo de ello lo constituyeron las operaciones de la CIA dirigidas a despojar al líder cubano de su barba o de provocar, por medio del suministro de LSD, una risa incontenible que los desautorizara frente a un auditorio que le escuchaba.
Caso parecido ocurrió con el Presidente Chávez de Venezuela, al que trataron de ridiculizar por todos los medios, desencadenando diversas campañas calumniosas contra su persona y su gobierno. Igual sucede hoy contra el Presidente Nicolás Maduro, al que pretenden denigrar por todas las vías.
Un caso actual, donde la manipulación de las ideas y el engaño se ponen de manifiesto lo constituyen las próximas elecciones generales en España, donde el asunto de Venezuela ha constituido el eje de la campaña para desacreditar a la coalición izquierdista “Unidos Podemos”, presentándola como apéndice de los chavistas venezolanos.
La política norteamericana con respecto al Latinoamérica sigue planteándose los mismos fines, socavar y diluir sus procesos políticos democráticos, solo que sin emplear como antes los “marines”. Nada nuevo, es la inveterada política del garrote y la zanahoria implementada por el imperio contra Cuba por más de cinco décadas.
Hay muchos ejemplos en nuestra historia de esa “política”. En 1963 el presidente John Kennedy la empleó, cuando al tiempo que escalaba en la agresión contra Cuba, buscaba canales de comunicación con las autoridades cubanas para eventuales negociaciones, claro, desde posiciones de fuerza, después de asfixiar a nuestro país con un bloqueo que aún perdura y hacer lo imposible por arrasar por medios subversivos nuestra industria, agricultura y sociedad.
Más tarde el presidente James Carter trató de hacer lo mismo, cuando quiso negociar con Cuba, atemorizado por la presencia de nuestros combatientes internacionalistas en Angola, pretendió utilizar  la retirada de estos, como moneda de cambio para un eventual restablecimiento de relaciones entre ambos países.
En el caso cubano, lo que más irrita al imperio ha sido sin dudas la vigencia del pensamiento de Fidel Castro y por ello el empeño para desmontarla. No desean solo eliminar a la persona sino también sus concepciones. Más que asesinar al hombre se pretende aniquilar sus ideas y para ello se valen de los más oscuros y deleznables métodos.
Armas especiales, venenos letales, explosivos plásticos poderosos, tabacos con sustancias peligrosas, granadas para ser lanzadas en plazas públicas, fusiles con miras telescópicas, agujas con venenos mortíferos, tan finas que su contacto con la piel no debía ser percibido, polvos para depilar la barba o provocar un estado de hilaridad que lo desacreditara públicamente,  mientas un reloj  descontaba minutos y segundos, en espera de su blanco.
Por tales razones debemos conocer los objetivos del enemigo en las condiciones actuales, cómo proyectan sus campañas y cuáles sus ejes, para poderlas desmontar y denunciar, para que nuestro pueblo las conozca, para que nuestras organizaciones políticas y sociales puedan explicarlas y denunciarlas.
Los cubanos tenemos larga experiencia al respecto, pues Fidel Castro en 50 años, con su magisterio nos enseñó el camino a seguir. En sus extensas intervenciones, puntualizaba cada idea y concepto que entendía debía ser del conocimiento y dominio  público.  Además realizaba esta labor, desmenuzando sus pensamientos de manera que no existió nadie que dejara de comprender el fondo de sus planteamientos. En otras palabras, preparó a nuestro pueblo para cumplir y desarrollar las grandes hazañas realizadas, desde la alfabetización hasta las campañas médicas que hoy realizan nuestros hombres y mujeres de la salud pública.
Fidel es y será un gladiador de la ideología y sus ideas perdurarán, no solo por su vigencia, sino por la comprensión que de ellas realizara la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Él constituye un ejemplo de cómo realizar la batalla ideas.
Si a ello sumamos todas las posibilidades que nos brindan hoy los medios audiovisuales, nos percataremos que nunca hemos estado con mejores condiciones para participar en este combate ideológico al cual el enemigo imperial nos convoca, ya sea tanto por medios subversivos, como abiertos.
Sin embargo, si partimos solo de  la justeza de la idea que nos ampara, sin combatir, debatir y analizar, no venceremos.
Los comunistas de hoy estamos en mejores condiciones de combatir, no solo por contar con las verdades necesarias, sino también, porque tenemos organizaciones políticas y de masas, instituciones culturales, representantes de la sociedad civil,  que comunicarán las ideas y los conceptos a todos los rincones del país. Estas organizaciones son vitales en la confrontación actual y no podemos permitir que el hastío o la abulia las neutralicen. El ejercicio de la discusión y el debate, escuchar y pensar han sido y serán los métodos idóneos para lograr estos fines. Digamos a nuestro victorioso Comandante en su 90 cumpleaños que somos hijos de su prédica y que estamos y estaremos siempre en las trincheras de ideas que él nos señaló.

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