miércoles, 23 de noviembre de 2016

Cinco causas del efecto Trump, el 'Brexit' y el rechazo a la globalización


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Cinco causas del efecto Trump, el 'Brexit' y el rechazo a la globalización

 

 

ESTEFANÍA DE ANTONIO
Donald Trump y Nigel Farage representan el auge de los partidos antiestablishment. Y, paradójicamente, en ambos se encuentra la esencia misma del capitalismo. El presidente electo de EE.UU., multimillonario de cuna, ya lideraba el imperio inmobiliario consolidado por su padre antes de cumplir los 30 años. Farage fue un inversionista de la City, corazón de la crisis financiera de 2008, donde comerciaba con materias primas en la Bolsa de Metales de Londres antes de fundar el UKIP.
Trump y Farage han capitalizado el voto del descontento de quienes se sienten los grandes perdedores de la globalización. Ellos, subidos en el ascensor dorado de la Trump Tower, han conseguido que millones de votantes –en su mayoría esa clase media que ha perdido poder adquisitivo– abracen el mensaje de "Hacer grande a Reino Unido y a Estados Unidos de nuevo", con un discurso xenófobo, populista y proteccionista. ¿Por qué?
“Se ha producido una mitificación de la figura del líder outsider, del que viene de fuera, de la persona hecha a sí misma en contra del político tradicional”, señala Miguel Otero Iglesias, durante la presentación este martes del último informe del Real Instituto Elcano Causas del rechazo a la globalización: más allá de la desigualdad y la xenofobia.
“En los últimos 20 años la clase política ha dejado que los tecnócratas resuelvan sus problemas. Ha habido una delegación de la responsabilidad de las decisiones. Se ha vaciado el debate político y el populismo ha llenado ese hueco”, explica Federico Steinberg, coautor del análisis.
Estas son las razones que, según ellos, explican el creciento descontento con la globalización y el establishment liberal en las democracias avanzadas:

1. El deterioro de las clases medias

Si hasta hace unos años la globalización había sido percibida como un fenómeno positivo en términos generales tanto para las sociedades occidentales como para los países en desarrollo, la crisis financiera global y la crisis de la zona euro han colocado a las clases medias ante una disminución de su nivel de vida.
Las clases medias creen que la siguiente generación vivirá peor que ellos
En un reciente estudio, la consultora Mckinsey mostraba que, entre 2005 y 2014, la renta real en los países avanzados se había estancado o había caído más del 65% de los hogares, unos 540 millones de personas. Asimismo, aquellas regiones de EE.UU. que importan más productos de China tienden a desindustrializarse más rápido, generando bolsas de desempleados de larga duración que prácticamente se ven excluidos del mercado laboral de forma permanente.
“Estos datos alimentan la idea de que la siguiente generación vivirá peor que ellos”, sostiene Steinberg. Y la promesa de subir aranceles, revisar los tratados comerciales internacionales y, en definitiva, cerrar las fronteras funciona. Así se explica que el Frente Nacional francés se nutra del voto de socialistas desencantados con la política de Hollande, o que zonas tradicionalmente laboristas y en declive industrial apoyaran el Brexit.
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2. Los xenófobos salen del armario

En cambio, el auge de partidos de extrema derecha también se produce en países con pleno empleo como Holanda o Estados Unidos, países con una fuerte identidad nacional que reaccionan en contra del debilitamiento de esa identidad tras décadas de apertura de fronteras.
El racismo parece haber salido del armario tras haber estado guardado desde la Segunda Guerra Mundial
“El racismo y la xenofobia latentes que siempre han existido en Occidente están saliendo del armario por el impacto de la inmigración”, señala Steinberg. Así, por ejemplo, Trump capta el voto del hombre blanco que se sabe en retroceso ante una población cada vez más multicultural.
Y esto unido a la identificación de los ataques terroristas de grupos islamistas con la inmigración de origen musulmán ha azuzado el discurso del miedo de Trump, Marine Le Pen y Nigel Farage, entre otros.

3. La mala digestión de las nuevas tecnologías

Comprar ropa por Internet, hacer una transferencia bancaria o conducir un coche a través de la aplicación Uber en lugar de coger un taxi son sólo una muestra de cómo las nuevas tecnologías han transformado nuestras vidas. Aumentan la productividad pero también reducen el empleo, y no sólo el de las cadenas de montaje sino también desplazan a trabajadores administrativos, empleados de banca e incluso asesores financieros.
La tecnología genera una brecha generacional, donde los mayores se ven superados, y entre "el mundo rural y el urbano", donde quienes viven en las zonas rurales se sienten "fuera de la ola de la globalización". “El temor se expresa en el voto de protesta no tanto por los empleos perdidos sino por el miedo a perderlos en el futuro”, apunta Otero. De nuevo, el miedo.

4. El Estado del Bienestar en declive

Los investigadores del Real Instituto Elcano también señalan un estudio de Robert Gilpin para explicar otra posible causa del descontento de una gran parte del electorado. Ya en los años 80 el economista advirtió que el progresivo aumento del Estado del Bienestar puede crear grupos de interés proteccionistas como el de los pensionistas y el de los funcionarios, y que quieren mantener su beneficios adquiridos, aunque ello pase por mayor proteccionismo y aumentar los aranceles.
"La globalización de los servicios, también los públicos, ha introducido el elemento de la competencia. La apertura del mercado de contratación pública se entiende como una tendencia a privatizar completamente sectores como la educación y la sanidad", explican Steinberg y Otero, que abogan por reformar el Estado del Bienestar para hacerlo competitivo y sostenible. "Y esto pasa también por aumentar la edad de jubilación si queremos garantizar las pensiones", añaden.

5. La crisis de la democracia representativa

El popular grito “¡No nos representan!” del 15M también se ha globalizado. La desconfianza de amplios grupos de la población hacia las instituciones democráticas ha crecido en los últimos años y afecta tanto a la élite política, económica como a los denominados “expertos”.
Por un lado, los ciudadanos se sienten desconectados de una partitocracia, basada en la alternancia en el poder de los dos partidos tradicionales, y que se ha puesto, señala el informe, al servicio de los grandes intereses económicos.
Y con los expertos ha pasado lo mismo. Ni supieron prever la crisis ni se pusieron de acuerdo en las soluciones para atajarla. Cada experto explicaba las causas y las recetas en función de sus intereses. “La gente tiene ganas de dar la patada a ese experto que trabaja a sueldo de alguien y no te explica lo que pasa", apunta Steinberg.
Según los analistas, las recetas para combatir los "temores fundados" de una sociedad que se siente amenazada pivotan sobre tres claves: redistribuir mejor la riqueza, desarrollar mejores políticas de integración de los inmigrantes y refugiados, y empoderar a los ciudadanos para que saquen partido del cambio tecnológico. "La gente tiene razones y derecho a estar enfadada y no es una solución mirar para otro lado como se ha hecho en los últimos años", advierte Steinberg.

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