miércoles, 23 de noviembre de 2016

La América nazi canta victoria en Washington


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La América nazi canta victoria en Washington

 
Medios CC/CL
“Hail Trump, Hail our people. Hail victory”. Son las últimas palabras de Richard Spencer en su discurso de la reunión del National Institute Policy celebrada en Washington el sábado. Spencer es la figura más conocida de la denominada alt-right en los medios norteamericanos. El sobrenombre es engañoso, casi un eufemismo. No es una derecha alternativa, sino la extrema derecha con una conexión ADSL a Internet y orgullosa de su supuesta superioridad racial, sin la parafernalia acostumbrada cuando se piensa en los neonazis norteamericanos.
No acudieron a Washington con chupas de cuero o botas militares. Es un movimiento político que escapa de una definición simple (aquí hay una buena descripción) al que algunos niegan esa condición porque lo ven como una coalición de intereses y orígenes muy diversos. Pero hay algo que les une y es la convicción de que la “América blanca” ha sido maltratada en las últimas décadas por los derechos civiles y el multiculturalismo.
Richard Spencer es su líder más carismático. Breitbart News –el medio dirigido por Stephen Bannon, el principal consejero de Trump en la Casa Blanca– ha sido una de sus fuentes informativas de inspiración. La campaña de Trump fue el momento en que se vieron reivindicados por el discurso del candidato del Partido Republicano. La victoria en las urnas les ha hecho creer que están en el camino hacia la victoria.
Varios medios han informado de la reunión de este fin de semana. El cónclave se celebró muy cerca de la Casa Blanca en un edificio federal de Washington que, por ley, no puede negarse a que alguien lo alquile para celebrar un acto político.
The Atlantic ha publicado fragmentos del discurso de Spencer (se pueden ver aquí). Estas son algunas de sus frases:
“Para nosotros, es conquistar o morir”.
“Los grandes medios de comunicación (…) no es que algunos sean realmente estúpidos. De hecho, uno se pregunta si estas personas son realmente personas, o sólo un golem sin alma, alentados por cierta oscura cobardía a repetir las órdenes recibidas por John Oliver la noche anterior”.
“Ser blanco es ser un luchador, un cruzado, un explorador y un conquistador. (…) Nosotros reconocemos una mentira fundamental en las relaciones raciales de América. No explotamos a otros grupos. No ganamos nada por su presencia. Ellos nos necesitan a nosotros, no al revés”.
“Es la gran lucha a la que estamos convocados. No hemos nacido para vivir avergonzados, débiles y deshonrados. No buscamos el reconocimiento moral de algunas de las criaturas más despreciables que hayan poblado nunca el planeta. Nacimos para dominarles a todos ellos, porque eso es lo natural, lo normal en nosotros”.
“La prensa está claramente decidida a apostarlo todo en la guerra contra la legitimidad de Trump y la existencia de la América blanca. Pero están abriéndonos la puerta a nosotros”.
“América era hasta esta última generación un país blanco, pensado para nosotros y nuestra posteridad. Es una creación nuestra, es nuestra herencia y nos pertenece a nosotros”.
No cabe apelar a la ambigüedad en la interpretación de las palabras de Spencer. Es el viejo mensaje neonazi sobre la superioridad de la raza blanca, en este caso en EEUU, que debe imponerse sobre otros grupos étnicos o los traidores de su propia raza para que el país alcance su auténtica grandeza. Eso sólo puede pasar por que esa raza blanca recupere su antiguo destino, el de dominar a los que no son como ellos, los que son moral y étnicamente inferiores.
Stephen Bannon sostiene que dentro del movimiento alt-right hay grupos extremistas que terminarán siendo irrelevantes. No acepta que se le defina como “nacionalista blanco” (otro término empleado para definir a esta nueva extrema derecha) y se considera sólo un “nacionalista económico”.
Los convocados por Spencer este fin de semana en Washington no están preocupados por estas discusiones terminológicas. Ven en la victoria de Trump un despertar de sus ideas después de décadas de estar fuera del discurso político convencional, del llamado “mainstream”. Ahora aparecen en los grandes medios de comunicación y tienen la oportunidad de difundir sus ideas. Es un momento de victoria para ellos.
Son sólo palabras, dirán algunos. “El Holocausto no comenzó con asesinatos. Comenzó con palabras”, ha recordado el Museo del Holocausto, de Washington.

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