Neoliberalismo, el camino hacia la hegemonía
Por Enric Llopis, Resumen Latinoamericano, 5 noviembre 2016.- A veces se considera que la ideología neoliberal fue una consecuencia de la crisis de los años 70 e inicios de los 80, pero la doctrina ya existía. El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos entre 1987 y 2006, Alan Greenspan, recuerda en su autobiografía que las teorías de Adam Smith tenían un predicamento escaso tras la segunda guerra mundial; es más, hasta finales de los 60, paladines del “laissez-faire” como Ayn Rand o Milton Friedman eran “iconoclastas” y el capitalismo de libre mercado casi un “oprobio”, afirma el financiero en “La era de las turbulencias” (2008). Pero poco a poco, a fuego lento, el neoliberalismo se iría expandiendo.
Puede rastrearse un lejano precedente
en la polémica entre los economistas Von Hayek y Keynes, que The Times
reprodujo en octubre de 1932. Muchos de los argumentos se repiten hoy.
El ultraliberal Hayek explicaba la
crisis de 1929 por el exceso de inversión generado, a su vez, por una
política monetaria laxa; consideraba que la intervención del estado en
la economía desviaba recursos para la inversión privada; y que para
retornar al pleno empleo, habían de caer los salarios. En el bando
contrario, Keynes y sus seguidores achacaban la “gran depresión” al
declive inversor, y defendían la participación estatal para potenciar el
consumo y la inversión; también un aumento salarial, que redujera el
paro, las desigualdades y, sin cuestionarse la propiedad privada,
evitara las rupturas fascista y bolchevique.
En un breve ensayo de 74 páginas
publicado por Icaria, “Una mirada al retrovisor: El neoliberalismo desde
sus orígenes hasta la actualidad”, el portavoz del Comité para la
Abolición de las Deudas Ilegítimas (CADTM), Éric Toussaint, explica el
proceso que lleva al triunfo de la “contrarrevolución neoliberal”. Como
las embestidas de Hayek y L. von Mieses no derrotaron a las ideas de
Keynes, que se expandieron en los años 30, a partir de 1945 se inicia
una nueva ofensiva. Tres instituciones con vínculos en la academia y los
negocios ponen en el punto de mira la intervención estatal y el
socialismo: el Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales
(IUAEI) de Ginebra; la London School of Economics (LSE) y la
Universidad de Chicago. Von Hayek, que impartía clases en la LSE, fundó
con von Mieses la Sociedad de Mont-Pélerin en 1947. Celebrada cerca de
Vevey (Suiza), la primera reunión fue financiada por banqueros y
patrones de la industria helvética, recuerda Toussaint. Hasta la
localidad de Mont-Pélerin se desplazaron delegados de publicaciones
estadounidenses, como Fortune, Newsweek y The Reader’s Digest. Uno de
los pasajes de “Camino de Servidumbre”, la célebre obra de Friedrich von
Hayek, apunta las bases de un ideario neoliberal que ganaba posiciones:
“Es la sumisión del hombre a las fuerzas impersonales del mercado lo
que, en el pasado, hizo posible el desarrollo de una civilización que,
sin ello, no habría podido hacerlo; es por la sumisión que participamos
cotidianamente en la construcción de algo más grande (…)”.
Finalmente se constituyó la Sociedad
de Mont-Pélerin, “think Tank” neoliberal que se reunía periódicamente, y
que contaba en su nómina no sólo con los inevitables von Hayek y von
Mieses, sino también con personajes de la talla de Maurice Allais, Karl
Popper o Milton Friedman. Muchos de ellos recibieron el Premio Nobel de
Economía. Toussaint define el siguiente avance como la “ola neoliberal”,
uno de cuyos epicentros fue la Universidad de Chicago. Allí hizo
carrera Friedman y Hayek dio clases durante una década. Mentor de los
“Chicago Boys”, Milton Friedman propagó la llamada por él mismo
“contrarrevolución en la teoría monetaria”, lo que significa que las
variaciones de la masa de moneda en circulación condicionan los
precios, la producción y los ingresos. Según esta teoría, si el estado
incrementa las emisiones monetarias para acicatear la demanda, la
inflación aumenta en las mismas proporciones. El mecanismo no se somete a
discusión. Desde la perspectiva del economista, explica Toussaint, “se
trata de una ley observada desde hace siglos y que es asimilable a las
leyes surgidas de las ciencias naturales”.
¿Neutralidad, asepsia, ciencia, objetividad? “Friedman estaba
claramente embarcado en un proyecto político y se colocó del lado
reaccionario”, apunta el autor de “La crisis global”, “El Banco Mundial:
golpe de estado permanente”, “Las finanzas contra los pueblos” y “El
Tsunami de la deuda”, entre otros textos. El economista de la Escuela de
Chicago fue también, en 1964, consejero económico del candidato a la
presidencia por el Partido Republicano, Barry Goldwater; de Nixon
(1968), y de Reagan (1980). Además, tras el golpe que derrocó a Allende,
Milton Friedman asesoró a Pinochet en asuntos económicos. Y tampoco fue
neutral: “Apoyó la represión y la adopción de medidas antisociales
extremas”, señala Éric Toussaint. En 1977 publicó “Contra Galbraith”,
libro que incluía las conferencias pronunciadas en Gran Bretaña. En una
de ellas planteaba, como una de las posibles soluciones para la economía
británica, una terapia de choque parecida a la chilena. Reagan se apoyó
en Friedman, al igual que Thatcher en Friedrich von Hayek, quien
respondió así en 1981 a la pregunta de un periodista chileno: “Un
dictador puede gobernar de manera liberal, así como es posible que una
democracia gobierne sin el menor liberalismo; mi preferencia personal es
una dictadura liberal y no un gobierno democrático donde todo
liberalismo esté ausente”.
El autor incluye en los tres últimos
capítulos algunos de los dogmas que fundamentan el credo neoliberal;
éste “llegó muy lejos en su trayectoria reaccionaria”, recalca
Toussaint. El profesor de la Universidad de Chicago y Premio Nobel de
Economía en 1995, Robert Lucas, consideraba el paro como una opción del
trabajador, que es quien decide si aumenta el tiempo
de ocio. Según esta tesis, cualquier política de estímulo económico -en
sentido keynesiano- no tendría sentido y además resultaría perjudicial.
El economista Joseph Stiglitz destaca que esta idea sobre el desempleo
“voluntario” se halla fuertemente arraigada en el Fondo Monetario
Internacional (FMI). “En algunas universidades, cuyos graduados el FMI
contrata de forma habitual, las asignaturas centrales giran en torno a
modelos donde nunca existe el desempleo”, explica Stiglitz. De hecho,
los ultraliberales sostienen que en el modelo competitivo y de libre
mercado sin regulación, oferta y demanda (de trabajo o de cualquier otro
factor) siempre se equiparan. Otra idea muy cara a los pensadores
“neoclásicos” y los “Chicago Boys” es la de una sociedad protagonizada
por agentes independientes (hogares, familias y empresas), que
interactúan de acuerdo con su libre albedrío. Se presupone además que
actúan racionalmente. Dos economistas de la Escuela de Chicago, Mincer y
Becker (Premio Nobel en 1992), extienden la racionalidad a todo
comportamiento humano. ¿Qué lugar les queda entonces a la Psicología, la
Antropología, las Ciencias Políticas o la Historia?
Pero el “postulado clave”, sostiene Éric Toussaint, es el mercado
libre como institución que asigna de manera óptima los recursos. Ahora
bien, ¿existen en la vida real mercados totalmente desregulados? En el
poder desde 1980 en Estados Unidos, los adalides del neoliberalismo
arremetieron contra los sindicatos y cercenaron la protección social;
pero también aumentó el peso de los oligopolios, se mantuvieron las
barreras proteccionistas a los competidores exteriores, a la libre
circulación de la mano de obra y creció la influencia del poder
financiero (escándalos Enron o Maddof, entre otros muchos). La
consecuencia del modelo fue el incremento de las desigualdades en
Estados Unidos, la precariedad laboral y la pobreza, de manera que el
número de presos pasó de 250.000 (1975) a 744.000 (1985) y 2,3 millones
en 2008 (la mitad de ellos afroamericanos y una cuarta parte, latinos).
El último “truco” neoliberal expuesto por el portavoz del CADTM es
“presentar a los oprimidos como si fueran opresores”. El Informe Doing
Bussiness, que el Banco Mundial empezó a emitir en 2003, clasifica a los
países por las “reformas” realizadas para mejorar el “clima de
negocios”. A mayores facilidades para el despido, mejor calificación.
Otro informe del Banco Mundial –“El mundo del trabajo en una economía
sin fronteras”-, de 1995, apunta: “Por los obstáculos que pone en la
creación de empleos, una reglamentación de seguridad del empleo muy
rígida se arriesga a proteger sólo a aquellos que tienen un empleo
asalariado, a expensas de los excluidos y los desempleados (…)”. Con
igual claridad se expresó el expresidente de la República Checa, Václav
Klaus, en The Economist: “El estado-providencia, con todas sus
providencias de pagos generosas no condicionadas por criterios o por el
esfuerzo o los méritos de las personas implicadas, destruye los
fundamentos morales del trabajo y el sentimiento de responsabilidad
individual”.
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