martes, 7 de febrero de 2017

SEÑOR TRUMP, ¿Y DE LATINOAMÉRICA QUÉ? (por Mauricio Castellanos)


SEÑOR TRUMP, ¿Y DE LATINOAMÉRICA QUÉ? (por Mauricio Castellanos)


La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos marcó un hito en un proceso de cambio que viene registrándose a lo largo de los últimos años, no sólo en ese país sino en todo el mundo, un proceso definido por el hastío de la gente ante la política tradicional.


DESDE EL 4 DE JULIO DE 1776, EL MUNDO ENTERO HA PADECIDO LAS AGRESIONES DE LOS MISMOS PERROS CON DIFERENTES NOMBRES, PERO LATINOAMÉRICA NO TEME A TRUMP
Los estadounidenses prefirieron dar un salto al vacío y apostarle a un hombre que, imaginan, podrá traducir al plano político su éxito en el mundo de los negocios.
Una apuesta ciega que ha sembrado incertidumbre y ansiedad a lo largo y ancho del planeta.
Particularmente preocupada está América Latina, por la cercanía geográfica y la innegable influencia política y comercial del país norteamericano.
El origen de esa preocupación es el hecho de que Trump prácticamente la haya ignorado durante la campaña presidencial.


PRESIDENTES COMO PEÑA NIETO, FOX, ZEDILLO O CALDERÓN, MARCAN LA MISERIA DE UNOS GOBIERNOS ENTREGADOS AL ENRIQUECIMIENTO PERSONAL Y EL EMPOBRECIMIENTO COLECTIVO
Sus referencias se limitaron a México y a los inmigrantes ilegales, latinos en su mayoría. Y aún en menor medida a Cuba. Sorprendente.
Es imposible saber si el ahora mandatario en algún momento realmente creyó que terminaría siendo elegido, y si consideró que en tal caso debería cumplir con sus promesas.
Pero esas promesas lo llevaron a la Casa Blanca, y hoy debe encontrar la forma de satisfacer a esa mayoría estadounidense que quiere ver a su país “grande otra vez” al precio que sea.
Para comenzar, al tristemente famoso muro sobre la línea que separa a México de EE. UU., que, de hecho, ya existe en algunas secciones de la frontera, tal vez baste con agregarle unos cuantos ladrillos.
Y hacer que México “pague” por ello podría lograrlo con maniobras comerciales lo suficientemente convincentes para su impresionable electorado – ya ha anunciado que va a renegociar el NAFTA, y que quiere imponer aranceles de 35% a todo lo que llegue de allí.
Pero echar a los 11 millones de inmigrantes indocumentados que ayudan a mover el aparato productivo de su país, y además inyectan cada año a Latinoamérica divisas por la nada despreciable suma de 65.000 millones de dólares, a través de las remesas que envían a sus familiares, no sería tan fácil.
Acaso se “limitará” a expulsar a aquellos que tengan registros criminales, que suman cerca de tres millones, aunque si bien esto lo dejaría bien parado con la opinión pública de su país, afectaría también los sectores en los que al menos parte de esos seis millones de manos aportan su fuerza laboral hoy, si asumimos que no por tener antecedentes penales debe darse por descontado que son delincuentes consumados.


EL PUEBLO CUBANO NO TEME A NINGÚN PRESIDENTE, SE LLAMEN KENNEDY, REAGAN O TRUMP
En cuanto a Cuba, aunque revertir completamente el acercamiento que los dos gobiernos han logrado en los últimos dos años parece imposible, el afán de empezar a marcar su impronta seguramente hará que pise el freno con toda la fuerza que sus facultades como jefe del Estado se lo permitan, un balde de agua muy fría en momentos en que aún se celebra el cambio de actitud que la región, y prácticamente el mundo entero, le venían exigiendo a Washington desde hace décadas.
No obstante, y pese a la innegable importancia de esos temas puntuales (México, aparte de ser su principal fuente de inmigrantes es también su principal socio comercial), es necesario considerar la postura de la nueva administración frente a la región entera.
¿Qué significa el silencio del magnate con respecto a ella durante su carrera hacia la presidencia?
Siendo optimistas podríamos decir que “hacer la vista gorda” hacia los otros 18 países que la conforman, indica que se mantendrá el statu quo, que, ocupada con las querellas que se ha creado a sí misma en esta y aquella esquina del mundo, la administración estadounidense seguirá aceptando sin mayor aspaviento el hecho de que los gobiernos latinoamericanos son cada vez más maduros y están cada vez menos dispuestos a que otros estados, por poderosos que sean, les digan qué deben hacer y cómo deben hacerlo.
Pero si lo vemos desde otra óptica, también puede significar que América Latina le tiene sin cuidado, y que dedicará poco o nada de tiempo a considerar las politicas a aplicar en relación con ella mientras signifiquen un beneficio para su país; tal vez la odiosa visión de “el patio trasero”, bastante desdibujada en años recientes, esté a punto de ponerse de moda de nuevo.
Su tendencia a la improvisación y lo impredecible de su carácter hacen que uno se pregunte, por ejemplo, si Trump respaldará los programas de aplicación del acuerdo de paz que se acaba de firmar en Colombia, algo que con lo que la administración de Barack Obama no dudó en comprometerse.


EE.UU. ES EL PRINCIPAL CONSUMIDOR DEL PETRÓLEO VENEZOLANO
Y aún más expectativa causa su casi absoluto silencio ante Venezuela, que se disputa con Cuba el título de su principal antagonista en la región.
Por cuenta de Trump, los tres años que le quedan a Nicolás Maduro en la presidencia podrían ser aún más tormentosos de lo que han sido los primeros tres. Pero también podrían ser sólo “más de lo mismo”.
Pese a que, como para redondear su elección, los estadounidenses le garantizaron a Trump en las urnas que el Congreso seguirá en manos de los republicanos, muy pronto se dará cuenta de que, como no parece haberlo considerado en campaña, gobernar va mucho más allá de disparar mensajes por Twitter.
Y, si bien ha dejado en claro que el proteccionismo será su bandera, el derecho internacional y las múltiles legislaciones por las que, le guste o no, se rige este mundo, harán que más temprano que tarde tenga que poner en perspectiva esa desbordada elocuencia populista que lo llevó al poder.
Sí, Estados Unidos tiene una posición dominante, pero la característica interconectada e inclusiva del mundo de hoy, más la apuesta mayoritaria de éste por la globalización, garantizan que “make America great again” no implicará amoldarlo a la voluntad del nuevo inquilino de la Casa Blanca.
El de Trump no será un gobierno como ha sido el de Obama, ni como hubiera sido el de otro republicano, o el de Hillary Clinton, literalmente será un gobierno como ningún otro, pero no por eso podrá hacer del mundo, de Latinoamérica, y ni siquiera de su propio país, un patio de recreo ni un laboratorio de experimentos.

http://spanish.china.org.cn/txt/2016-12/20/content_39948905.htm

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